Papel de Arbol

lunes, 26 de diciembre de 2011

Perú-España: el secuestro de Cambio16

 Jorge Zavaleta, Lima
Un caluroso viernes, al mediodía, del mes de marzo de 1994, recibí una llamada. “Le habla el director de fronteras de la cancillería”, escuché del otro lado de la línea telefónica, servicio con el cual Fujimori había inaugurado el masivo remate internacional de las empresas públicas del Perú. “Nos gustaría invitarlo, esta noche a las ocho, en nuestras oficinas para conversar sobre un artículo relacionado con “la paz ecuaperuana” que usted ha publicado en Cambio16 y que nuestro embajador en Colombia ha tenido la amabilidad de adelantarnos vía fax”.

Gracias por la invitación, pero señor Torres usted comprenderá que un mensaje de este tipo y la hora que sugiere, suena a intimidación y el anuncio de una eventual represión. Antecedentes de esta naturaleza ya se han producido con varios periodistas que critican al régimen.

El encuentro fue el lunes siguiente, por la mañana, en un café del centro de Lima. Asistí con dos abogados amigos, Juan Vicente Requejo, decano del Colegio de Periodistas y un directivo de la Asociación de Prensa Extranjera del Perú (APEP), y la atenta espera de reporteros de la agencia EFE, diario la República y la periodista Cecilia Valenzuela de un canal de TV. El diálogo con el representante del Ministerio de Relaciones Exteriores, pareció esclarecedor.

Sin embargo, la otra cara de la diplomacia no se dejó esperar. A solicitud de ésta, la 11° Fiscalía de Lima autorizó a su policía especializada a requisar e inmovilizar Cambio16, edición 1,166 del 26 de marzo de 1994, que ya estaba en librerías y puestos de venta. Los sucesivos editoriales de Juan Tomás Salas y Daniel Samper, desde Madrid, condenando el atropello, amainaron, en un primer momento, la represión personal.

La cancillería peruana no objetaba la mencionada crónica sino el mapa del Banco Central de Reserva del Ecuador, que fijaba soberanía amazónica, diferendo que aún mantiene heridas abiertas. Si bien en 1995, después de frecuentes escaramuzas y enfrentamientos armados a lo largo de más de medio siglo, se ratificó el Tratado de Río de 1942, hasta ahora la paz no ha llegado.

En la zona ecuaperuana hay aún campos minados, la pobreza sigue siendo intensa y las prometidas inversiones sociales por la comunidad internacional son simplemente una quimera. Hay pueblos fronterizos, incluyendo puestos militares, que paradójicamente extrañan los tiempos de guerra, que llevaba más dinero para obras públicas y alimentación para la tropa.

Fujimori fue siempre un peligro para la democracia, tan endeble en este continente. Cambio16, con sus ediciones especiales para América, junto con El País, Vanguardia y los despachos de EFE, le eran muy incómodos, pero muy difíciles de ser acallados. Mucho más cuando se descubrió que en plena guerra, traficantes de armas de Argentina y Chile, países que habían avalado el Protocolo de Paz y Límites de 1942, abastecían de armamento al Ecuador, con la intermediación de Vladimiro Montesinos, hoy condenado a larga prisión, destino similar que le espera al presidente peruano japonés, por delitos de lesa humanidad.

Fujimori agudizó su obstinado rechazo a Cambio16, cuando condenamos el cierre del Congreso y el referéndum para perpetuarse en el poder. Más aún cuando informamos del trabajo social de su entonces esposa, la ingeniera civil Susana Higushi. Palacio de Gobierno le boicoteó iniciativas como llevar agua limpia a varios pueblos de Cajamarca, no obstante la cooperación prometida del Banco Mundial, que después se la negó.

Mustio, monosilábico y negado para el arte es Fujimori. Por eso será que cuando el fiscal le anuncia una pena de 30 años de prisión, trata de refugiarse en la pintura. La administración palaciega siempre estuvo contra esta primera dama de la nación, inclusive para apoyarla en actividades culturales.

Solo un caso. Gheorghe Zamfir, el famoso flautista rumano, en un concierto de bellas melodías folclóricas y música de danza gitana, saludado como el “rey de la Flauta Pan”, actuó casi solitario en la Casa de Pizarro. Recordaba Zamfir que la Flauta de Pan fue el diamante de los pastores que la hicieron su compañera en las solitarias montañas donde pastaban sus rebaños. Interpretó, entre otras piezas, Corre a mí, El pastor solitario, A la Luz de las Velas, y no llegaron los invitados. Solo tres periodistas y un par de embajadores. El personal de la casa de gobierno, poco a poco desapareció hasta que la anfitriona se quedó sola. Susana de Fujimori había sido víctima de la ira y la desconfianza del hierático esposo y de los celosos familiares protagonistas de tráfico de las donaciones de ropa usada.

Tiempo después, la cónyuge del presidente, con evidente depresión y sufrimiento, relataba telefónicamente desde su habitación enrejada y con candado, que su peor frustración era no haberse logrado como persona y extrañaba el contacto con sus hijos, que estudiaban en costosas universidades norteamericanas, pensiones pagadas, según otras fuentes, por Vladimiro Montesinos.

El fujimorismo nunca se atrevió a enviarnos aclaraciones o rectificación alguna. Pero semana tras semana nos hacía un seguimiento, con visitas o llamadas a nuestras oficinas y domicilio. “Estamos actualizando el directorio del comando conjunto de las fuerzas armadas. Le estamos dejando fotografías de un familiar suyo en una reunión (fantasma). Reiteramos la invitación por el día del ejército. La agencia de viajes ya le envió sus pasajes”, era el mecanismo de intimidación hasta que la Fiscalía, cuatro años después, dejó bajo la puerta una nota, indicando que el caso “ecuaperuano” había sido archivado.

Este paréntesis facilitó nuestra participación en la denuncia internacional sobre el peligro de la epidemia del cólera si se consumía pescado, uno de los alimentos más contaminados por las hediondas aguas de las playas limeñas. El corresponsal de EFE, Paco Figueroa, quien le manifestó el unánime rechazo del grupo de periodistas convocados a degustar pescado, curiosamente un mes tuvo que dejar Lima.

En otro momento Cambio16 entrevistó a Fujimori. El Perú, mostraba una macroeconomía ligeramente mejor en la Región. El efecto Pisco era positivo, en relación a los efectos Tequila de México y Banano de Ecuador. Fujimori, recorría los pueblos más remotos en un helicóptero en compañía de su médico de cabecera que llevaba medicina para las pequeñas postas y cuatro periodistas, apodadas las “geishas” de cuatro canales de televisión que lo apoyaban incondicionalmente.

Desde un teléfono satelital daba órdenes a sus ministros y congresistas secretarios. En una pequeña libreta anotaba las promesas a cada aldea. Días después me recibió en su despacho blindado con puertas de acero. Mientras jugaba con el control remoto para supervisar los noticieros, deshojaba sus anotaciones en las casillas enumeradas. Montesinos, tenía asignada la número 19.

La entrevista duró cerca de dos horas. No permitió fotografía alguna. Su fotógrafo personal, quemó un rollo. Ya en Lima existían máquinas digitales y correo electrónico, pero Fujimori ni siquiera recordaba que su slogan de campaña era “Tecnología, honradez y trabajo”.

En la larga cita, que podría haber sido rica en mensajes, Fujimori prefirió musitar y musitar hasta que se atrevió a decir: “Quiero hacer del Perú el país más seguro del mundo, inclusive de los EEUU, para la inversión extranjera”. Efectivamente lo cumplió. Firmó contratos blindados con múltiples empresas transnacionales, cuyas inversiones fueron recuperadas en menos de un año, como ocurrió con la española Telefónica.

Y en materia de Derechos Humanos utilizó solo la represión indiscriminada sobre todo para enfrentar la violencia de Sendero Luminoso y el Movimiento Tupac Amaru. El saldo de víctimas, cuyo informe de la Comisión de la Verdad, llega a 70 mil muertos, sigue aumentando cada amanecer al descubrirse nuevas fosas, en tanto el gobierno aprista, viejo aliado del fujimorismo, se opone al Museo de la Memoria en homenaje a esa siniestra etapa.

Valga la ocasión para reiterar nuestro culto incondicional por la libertad de prensa, porque el periodismo es el oficio que se debe exclusivamente a sus arduos lectores, que por lo general, en estas tierras amenazadas por la corrupción infinita y la pobreza, son cada vez más escasos de voluntad, de tiempo y de dinero.



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