El ex teniente Luis Gonzalo Segura, en un momento de la entrevista. Foto: J.A.G.
A partir de ahí, y como no le hacían caso, Segura decidió denunciar esta corrupción a través de una novela, Un paso al frente. Fue ahí cuando el aparato corrupto se puso en marcha. Se le abrieron varios expedientes y fue arrestado dos meses en tres arrestos porque la gravedad de lo denunciado en el libro hizo que la figura del teniente Segura pasara a los medios de comunicación. Sus declaraciones fueron las que, en principio, provocaron esos arrestos y expedientes que terminaron con su expulsión del Ejército.
A partir de ahí, ha sufrido las represalias del aparato corrupto del Estado. Ha colaborado en medios de comunicación y ha escrito otros libros como, por ejemplo, El libro negro del Ejército español, en el que hace un alegato público que demuestra cómo existen patrones de corrupción sistémica, abusos, acosos, privilegios anacrónicos y una cúpula militar muy negligente.
Ahora ha publicado En la guarida de la bestia, un libro que cuenta y analiza casos de acoso, abusos y agresiones sexuales contra la mujer que son verdaderamente terroríficos ya que, por ejemplo, el número de condenas es muy bajo respecto al de denuncias interpuestas por las mujeres militares, lo que podría mostrar que existe cierta impunidad y mucho miedo en las Fuerzas Armadas respecto a la persecución de los delitos de carácter sexual en el Ejército.
Es sorprendente que las Fuerzas Armadas aún sigan siendo opacas ante las políticas de igualdad y de lucha contra el acoso, los abusos y las violaciones que están siendo implementadas, de manera impecable, por parte del actual Ministerio de Igualdad, que ha hecho bandera del feminismo con un elemento clave para su acción de gobierno. Esto determina que nuestro Ejército aún mantiene privilegios que le hacen mantenerse al margen de la realidad social de este país. Los comportamientos y los casos denunciados por Luis Gonzalo Segura en su libro son desgarradores y anteriores a la implementación y la potenciación de las políticas de igualdad por parte de este Ejecutivo.

¿Cómo encaja la mujer en el Ejército español actual?
No tiene un encaje y, además es muy complejo. Estamos hablando de una institución clasista, homófoba, ultraconservadora y machista. El encaje de la mujer a día de hoy es una auténtica ficción. Es una falacia. Es cierto que la situación de la mujer en el Ejército es muchísimo mejor que cuando entró hace 30 años, pero eso no significa que se haya integrado con total normalidad. Una prueba de ello es lo que se comenta en el libro. Hay un dato que es revelador. De las últimas 90 denuncias sólo ha habido una condena. Que en tres años haya habido mujeres que han dado el paso de denunciar acoso, agresión sexual o violaciones, que sólo se haya producido una condena es terrible. En el libro se tratan algunos de esos casos y se puede ver cómo en la mayoría de ellos estas sentencias absolutorias se producen en contra del criterio de la fiscalía. Al final el mensaje que la Justicia militar está enviando a las mujeres a día de hoy es «deja que te violen, deja que te acosen, deja que te agredan sexualmente o vete a la calle, pero no denuncies» porque la denuncia no tiene ninguna posibilidad. 1 entre 90 es una tasa de condenas muy baja.
¿Esto ha sido siempre así en el Ejército?
De hecho, en el libro se analiza que hasta el año 2015 se produjeron unas 62 denuncias por acoso con 12 condenas y después se han producido 90. Estamos hablando de 152 denuncias con 13 condenas. Esto se puede elevar hasta las 262 denuncias ya que hay otras 100 porque, hasta el 2016 no existía el acoso y las agresiones sexuales en el Código militar no estaban catalogadas como tal. Muchas veces se llegaron a catalogar como abuso de autoridad. Estamos hablando de un porcentaje de condenas del 5%. Una mujer no tiene ninguna posibilidad jurídica de encontrar justicia en la jurisdicción militar. Esto es absolutamente demoledor.
¿Hay algún tipo de manual dentro del Ejército para las mujeres en referencia a los abusos sexuales, se ha dado formación a los hombres o no se ha hecho nada?
En cuanto a las mejoras que se han producido en los últimos años, lo que podemos destacar es la creación de las Unidades de Protección frente al Acoso, que se han podido crear gracias a la connivencia de grandes medios de comunicación que han ignorado lo que esto significaba. Cuando estalla el caso de Zaida Cantera, el PP decide solucionar el problema. ¿Cuál es el problema para el PP? ¿Que las mujeres sean acosadas o agredidas sexualmente en el ámbito militar? No. El problema es que las denuncias por acoso o abuso lleguen a la ciudadanía. Para evitarlo crea estas Unidades que están compuestas por militares que, por tanto, si la jurisdicción militar no había sido capaz de terminar con el acoso o abusos sexuales. Estas unidades, compuestas por militares que después se tienen que reintegrar a sus unidades, no iban a lograr resolver el problema. Estas unidades se crearon para silenciar el problema.
¿Cómo es posible que lo que en principio era una medida para solucionar se convierta en, como dice, un sistema para silenciar el problema?
Prueba ello es que en el año 2016 se produjeron 20 denuncias de las últimas noventa que están repartidas de la siguiente manera: 2016, 20; 2017, 42; 2018, 28. De las 20 de 2016, 16 fueron penales y 4 administrativas. En 2017, 16 fueron penales y 26 administrativas gracias a las Unidades de Protección contra el Acoso. Lo que han hecho ha sido desviar las denuncias que podían haber terminado en el ámbito penal y que podrían haber tenido repercusión mediática a procedimientos administrativos que son opacos y que no hay ninguna garantía jurídica.
Una denuncia por abuso, acoso o violación, ¿cómo puede acabar en un proceso administrativo?
Se entiende que eso es una falta grave o una falta leve en lugar de un delito. Se dice que eso no tiene la suficiente gravedad para ser un delito y, por tanto, se abre un procedimiento disciplinario que, finalmente, resuelve un general. Este mando está satisfecho de que eso se cierre por un procedimiento administrativo en el que la víctima no tiene constancia de nada de lo que sucede en el proceso. Interpone la denuncia y después, cuando termina todo el proceso sin que haya participado de él ni que estén presentes sus abogados, recibe una notificación en la que se anuncia la absolución o la sanción para el acusado. Ya está, caso cerrado. Las cifras de 2016 y las de 2017 nos da una muestra de lo que se quería hacer. Esto está injustificado porque cuando una mujer denuncia en el ámbito judicial, si esa denuncia no tiene suficiente naturaleza para ser delito, el propio juez, tras analizar el caso, puede derivarlo como falta grave con una instrucción. Con lo cual, el instructor ya tiene muy difícil salirse de lo que le ha marcado la jurisdicción militar. Es una clara derrota que todos estos procedimientos se desvíen hacia lo administrativo. Las Unidades de Protección frente al Acoso han fracasado. Ese es la única solución que dio el PP.
¿Qué solución propone usted?
Como bien demuestra el libro, el problema de la mujer militar ser resuelve eliminando la Justicia Militar. Es decir, que cada denuncia por acoso o agresión sexual dentro del ámbito militar sea derivada automáticamente a la jurisdicción ordinaria. Esto, que es obvio, porque la jurisdicción militar no existe en prácticamente ningún país de Europa, medios de comunicación lo vendieron como un gran adelanto. Oiga, esto es un gran retroceso. Si el problema no es que los acosos y las agresiones sexuales estén dentro del ámbito militar. El problema es que la Justicia militar no debería existir, como no existe en prácticamente ningún país de Europa. Ese es el problema. Una Justicia de militares para militares, de compañeros.
¿Es el Ejército una institución machista?
Sobre lo que he dicho anteriormente, sí que se demuestra, además, un comportamiento terriblemente machista dentro de las Fuerzas Armadas, que en determinados casos podemos ver que son muy parecidos a otros casos en los cuales ha habido un gran comportamiento machista.
Póngame un ejemplo…
En el libro se analiza el caso de una militar que, tras no conseguir una condena, se reincorpora a su puesto de trabajo y la sancionan a 31 días de arresto porque dicen que su denuncia es falsa cuando ha pasado todo un procedimiento hasta llegar al Supremo y nadie ha considerado falsa la denuncia. Incluso consigue un voto particular. Incluso la Fiscalía siempre pide condena a pesar de que no se consigue finalmente. Con lo cual, es obvio, que su denuncia no era falsa. Es muy probable que debiera haber terminado en condena. El hecho de que no lo consiga y cuando llega a su cuartel la arresten 31 días en un centro disciplinario es una venganza. Que esto ocurra y no pase nada…
Volviendo al libro, además de los casos que cuenta, habrá muchos más, ¿cuáles son los casos más duros que ha analizado o los que no se ha atrevido a publicar?
En el libro he intentado recopilar los casos que están documentados en medios de comunicación para que se vea que esos casos estaban y se podían haber analizado de forma global y no se ha hecho para darse cuenta de que estamos ante un problema. Efectivamente, los casos más duros no están en el libro porque hay muchas mujeres que han sufrido acoso y agresión sexual en las Fuerzas Armadas y no han denunciado. ¿Cómo vas a denunciar a una institución sabiendo que vas a sufrir un acoso laboral posterior a la denuncia y que además la denuncia sólo tiene un 1% de posibilidades de convertirse en condena? Nadie quiere añadir un calvario laboral al calvario sexual cuando las posibilidades de conseguir una condena son mínimas.
Para usted, ¿cuáles de los que ha documentado son los más duros, sobre todo los que no han tenido una condena?
En casi todos no ha habido condena. Hay dos casos que destacan por encima de todos. El primero es el de una chica que salió con sus compañeros, bebió como bebieron sus compañeros. Fue a vomitar al baño. Tras vomitar dos veces, el compañero que la llevó al baño le quitó la ropa interior y allí mismo, en esa posición, la violó. Finalmente, el Juzgado, a pesar de que la Fiscalía pedía condena, absolvió al militar porque entendía que la mujer estaba demasiado borracha como para saber si había dado consentimiento o no, pero no estaba lo suficientemente borracha como para que no tuviera capacidad para dar el consentimiento. Es decir, la Justicia militar hiló tan fino que situó a la mujer en un umbral que es científicamente imposible que alguien pudiera demostrar si hubo o no consentimiento. Esto es una aberración. En la Justicia ordinaria se habría entendido que la mujer no tenía capacidad para dar consentimiento y, por tanto, el militar habría sido condenado.
¿Y el otro caso?
Un coronel de una residencia o colegio mayor en la que estaban las hijas de los propios militares y las acosaba con total impunidad. Su mando, que se quejó por la situación y, como era suboficial, se calló. Lo escalofriante es que ese coronel pudiera estar acosando y agrediendo sexualmente a las propias hijas de los militares sin que ocurriera nada. La situación fue tan desesperada. Un total de 20 chicas escribieron una carta al Ministerio explicando lo que había pasado, el acoso que habían vivido y lo que se hizo fue jubilar al mando. Ante esta situación, ¿los militares callaron?  ¿Y los padres de esas mujeres militares que estaban siendo acosadas y agredidas sexualmente, callaron? Estamos hablando de una alienación absoluta, de un comportamiento prácticamente de secta. Imaginemos que en un colegio el director hubiera estado acosando a 20 alumnas ese año, que le jubilaran y que los padres de las alumnas no hicieran nada. Es impensable. Si esto pasa en un colegio, los padres no van a permitir que se resuelva con una jubilación. Van a exigir que haya un procedimiento judicial contra ese director y que terminara en la cárcel. Que en el ámbito militar esto se resolviera con una jubilación sin que los padres de esas chicas hicieran nada es algo absolutamente escalofriante. Esto te demuestra que, si los militares no fueron capaces de hacer nada por sus propias hijas, ¿qué van a hacer por una compañera? Este caso es revelador de la conducta del militar, del nivel de alienación y sectarismo que hay en las Fuerzas Armadas.
¿La mujer en el Ejército pasa miedo?
Claro que sí. Si el acoso sexual se produce, pensemos en machismo, pensemos en clasismo. La mujer tiene que adoptar un rol masculino cuando entra en el Ejército. Tiene que dejar de ser ella para ser un hombre. Si no lo hace, tiene muy poco futuro. Esta es una realidad. La mujer no es aceptada como tal.
¿Qué ocurre con los homosexuales y las lesbianas?
Se relaciona con lo anterior. Los hombres homosexuales no viven su libertad completamente abierta en las Fuerzas Armadas. Cuidado, que se trata de una institución muy heterogénea, es un conjunto de cientos o miles de cortijos y luego hay cortijos donde siempre sucede esto. Una mujer que dentro de las Fuerzas Armadas sufre acoso, no tiene ninguna posibilidad su denuncia. No hablemos de las agresiones o las violaciones. Los hombres homosexuales no pueden vivir en libertad, como te decía antes. Pero las mujeres sí, porque un hombre homosexual es una «maricona», es una mujer, es débil para la cúpula militar. Por tanto, no merece ser militar. Pero, una mujer lesbiana para la cúpula militar es un «machorro» y, por tanto, es mejor que una mujer. Llegas a cuarteles en el que las mujeres viven su sexualidad de forma completamente abierta y los hombres no. Esto, a nivel de tropa, porque, cuando asciendo a suboficial u oficial, esa condición sexual empieza a restringirse hasta que hay que ocultarla. Yo he llegado a conocer a soldados lesbianas en el que sus parejas ocultaban su sexualidad. Ahí se unen dos variables: el machismo y el clasismo que nos da este escenario.
¿Cómo es la situación de la mujer en las Academias Militares?
Todo lo que ocurre dentro del Ejército se lleva al extremo. En la Academia Militar, además, el proceso para convertirte en oficial requiere situar a los militares en una situación de estrés, de tensión física y mental y, obviamente, en estas circunstancias es mucho más sencillo cometer un abuso o un acoso sexual. En las Academias la mujer sufre mucho más acoso. No es casualidad que una parte muy importante de las denuncias que se presentan en centros de formación. La mujer es mucho más vulnerable y es mucho más difícil que se interponga una denuncia porque estamos hablando de periodos de formación en los cuales si ese episodio que está sufriendo forma parte de la propia formación militar. Las líneas se difuminan aún más. Además, en ese momento la mujer aún no es militar. Tiene que superar esa barrera.
Póngame un ejemplo del que tenga conocimiento…
El primer caso que cuento en el libro, el de una chica a quien su mando le pone una pistola en la cabeza y la ordena desnudarse en unas maniobras cuando está en la etapa de formación militar te demuestra hasta qué punto, en ese tipo de circunstancias, la mujer no sabe muy bien cuando se está desnudando si era consciente de si la iban a violar, como la violaron, o si era una prueba para convertirse en militar, para ver hasta qué punto podía superar esa situación de presión. Las líneas se difuminan mucho más. Una vez que se produce la agresión sexual, ¿qué hace la mujer? ¿Denuncia al mando, no lo hace? Es complejo.
Si una mujer es violada o sufre acoso sexual constante y denuncia en un juzgado ordinario saltándose la jurisdicción militar, ¿qué ocurriría?
No tiene ninguna posibilidad. Al introducir el delito sexual en el Código Penal Militar se cerraron las puertas de la jurisdicción ordinaria. Hasta ese momento había una duda y tenía que ser interpretado por tribunales superiores. Una mujer sufre acoso en un cuartel y denuncia en un juzgado ordinario, entonces se abre una pugna de competencias de jurisdicciones. La Justicia militar siempre reclama porque quiere juzgar esos casos para exonerar a los mandos, ya que, exonerado el mando, el delito ha dejado de existir. En el libro se comenta que este hecho nos ha llevado a una situación que vulnera el Estado de Derecho. Las consecuencias jurídicas de un mismo delito varían según la profesión de la víctima o el lugar en que suceden los hechos. Cuando una mujer es militar y sucede en un espacio militar, juzga la jurisdicción militar. Si la mujer es militar y el hecho sucede fuera de los cuarteles, juzga la jurisdicción ordinaria. En el libro se demuestra que cuando un militar ha acosado o violado a mujeres no militares, ha sido condenado. Cuando un militar acosa a militares dentro de los cuarteles, no es condenado. Cuando un militar acosa a una militar fuera de las instalaciones militares es condenado y expulsado.
¿Qué tipo de violencia está sufriendo la mujer?
La violencia física la sufren tanto el hombre como la mujer. En los cuarteles está legitimada. Hay resoluciones de la Sala 5 del Tribunal Supremo que entienden como lenguaje castrense llamar «puta, zorra, gorda o inútil» a una militar.  Esto es una aberración. Si esto pasa en una empresa, esa persona sería despedida y procesada. En el ámbito militar, sin embargo, es lenguaje castrense.
En otros países tienen protocolos contra el acoso o las agresiones sexuales en las que se recomienda a las mujeres que, en una violación, se queden quietas. ¿En España hay algo parecido? ¿Se insinúa desde los mandos la pasividad ante la violación?
Lo que hay en España no es «quédate quieta», es mucho peor: «quédate quieta y continúa visitando a ese mando que te acosa». La mujer que era acosada sexualmente por ese subteniente que se masturbaba en el despacho a razón de 15 episodios al mes, denunció porque ocurrieron durante más de dos años y los mandos la ignoraron y la ordenaron hacer una serie de servicios extremadamente comprometidos como ser conductora de este subteniente. Al final esta mujer logró hacerle una foto mientras se masturbaba. Con esa prueba el mando militar decidió activar el protocolo contra el acoso, algo que tuvo que hacer dos años antes, pero que, con esta información, el jurídico de la unidad le dijo a la mujer que no denunciara. En el Ejército hay toda una estructura para silenciar los casos que se dan.
¿Hay una revictimización de la víctima de los acosos, abusos y agresiones sexuales en el Ejército?
Hay un segundo proceso, que se cuenta en el libro, que es el de la victimización del agresor o el acosador, del denunciado. Lo que se está diciendo es «seguro que ella lo quería, que lo buscaba, que es una ventaja, pobre mando…». Los mandos no han sufrido acoso laboral después de ser denunciados, no han sido repudiados porque no han vivido ninguno de esos procesos. Lo normal es que los repudiados fueran los denunciados y no las denunciantes. Sin embargo, son ellas las que lo sufren, las que se tienen que dar de baja psicológica, las que son marcadas.
¿Podría Felipe VI, como Capitán General, poner freno a esta situación?
Es una persona que podría tener una ascendencia, que todos los años da el discurso de la Pascua. Felipe VI nunca ha transmitido a sus unidades que el acoso y las agresiones sexuales son una lacra y hay que terminar con ellas. La realidad está muy lejos de ese discurso y coloca a Felipe VI en una situación de negligencia. Si el Rey hiciera algún gesto o dijera algo sobre el tema de los abusos, los acosos y las agresiones, la cúpula creo que tomaría otro camino.
¿Alguna mujer se ha dirigido a Felipe VI para hablar de estos temas?
Que yo sepa no.




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