Francisco
Carranza Romero
El saludo nos hace más
humano
Saludar es dar el paso hacia el encuentro de otra persona que puede ser desconocida. ¿Qué mérito hay en saludarse sólo entre los conocidos? El saludo es la demostración de que el ser humano no nació para vivir solitario sino para vivir solidario, la vida dentro del ambiente de la solidaridad. El saludo humaniza al individuo. El saludo es la preocupación por la salud de otro ser humano con quien uno se encuentra. Ya la palabra latina salus significa salud y saludo. Y salutare significa saludar.
En muchas lenguas europeas el saludo es una
exclamación que puede variar según la hora; y, actualmente, son expresiones
reducidas porque está tácito el buen deseo: En el romance castellano tenemos:
Buenos días (“Que tenga buenas horas del día que comienza”). Buenas tardes (“Que
tenga buenas horas de la tarde”). Buenas noches (“Que tenga buenas horas de la
noche”). Pero también hay el saludo más informal y que soluciona la
especificación horaria: ¡Hola! Sin embargo, este saludo debe ser usado sólo
entre personas muy conocidas o de mayor a menor. Las lenguas, creaciones
culturales, respetan los niveles de edad y jerarquía. El transgresor es
considerado descortés o ignorante.
En otras lenguas como el quechua y el coreano el
saludo es una pregunta por la salud.
Sin embargo, hay gente que no saluda si no conoce,
aun compartiendo el mismo ascensor, escalera y vecindad. Para evitar el saludo
se pone audífonos y mira su celular. Aun así, si es saludado, responde de mala
manera o se voltea para no ver al que lo saluda porque lo toma por intruso, o
piensa que quien saluda espera algún favor. Y se da el caso de alguien que
antes saludaba deja de saludar o ya no responde. Es común escuchar: Tal fulano
me ha quitado el saludo. Eso significa que las relaciones se han deteriorado.
El saludo muestra la
educación de la persona
Lo correcto es: quien es saludado debe tener la
cortesía de responder. Si no lo hace, rompe esa posibilidad de la sana
convivencia humana. Hasta los animales, al encontrarse, se huelen, mueven las
partes de sus cuerpos (cola, cabeza, orejas, alas, ojos) y hasta emiten
sonidos.
El saludo es el ejercicio sicológico que demuestra
que pertenecemos al mismo grupo zoológico humano, es el inicio de toda
comunicación. Cuando se ignora la expresión del saludo en la lengua extranjera
donde uno se encuentra circunstancialmente, se recurre a los gestos como el
movimiento de la cabeza de arriba hacia abajo cual una pequeña venia, una
sonrisa o algún gesto de cordialidad. Es muy incómodo compartir los asientos
contiguos en los medios de transporte público, aula y teatro con gente que no
hace ninguna muestra de saludo.
Dos anécdotas
En Seúl. Una vez mi segunda hija entró a la casa con queja y
contrariedad porque en el reducido espacio del ascensor había saludado a una
señora haciéndole una profunda venia como hacen los menores en Corea a los
mayores. La señora, que subía al piso más alto del edificio, en vez de
contestar el saludo, le preguntó con aire descortés: ¿Tú me conoces? La niña le
respondió: No. Pero mis padres me enseñan que debo saludar a los mayores. La
señora, ante tal respuesta, comentó ¿Así?, luego se volteó para mirarse en el
espejo simulando arreglarse su cabello. Tampoco le contestó cuando la niña se
despidió. Esta experiencia sirvió para que mi esposa, mi hija mayor y yo saludáramos
en el ascensor a todos. Era el respaldo a la educación de nuestra casa. Pasaron
semanas, meses y años hasta que los vecinos, al saber que éramos docentes
universitarios, comenzaron a responder a nuestros saludos con amabilidad y,
algunas veces, hasta se nos adelantaron en el saludo. “Familia que saluda”
había sido nuestro apodo. Así nos soplaron cuando tuvimos más confianza con
algunos vecinos.
En Lima. En mi caminata y carrera por los espacios de mi
barrio me encuentro con gente que también hace el mismo deporte. Cuando alguien
me mira, inmediatamente le expreso el saludo, que no siempre es lingüístico. La
mayoría me responde aunque con actitudes diferentes: con amabilidad, con
indiferencia, con balbuceo forzado o sin ganas. Pero, algunos no responden
porque se hacen los sordos y ciegos o creen inconveniente contestar a
“cualquiera”. “En ciertas circunstancias la omisión del saludo es un pecado
social o una ofensa” (Mauricio Swadesh: El lenguaje y la vida humana).
Rimaykukuyta yachakuy.
Napakuyta yachakuy.
Aprende a saludar. Son consejos sinónimos para educar a los niños quechuas.
Estas palabras aún resuenan en mis oídos y se mantienen claras en mi memoria
porque así fue la educación familiar.
Bonito será el día en que todos nos saludemos y respetemos.