Jorge
Zavaleta Alegre
Para July y Jorge, mis hijos
Para July y Jorge, mis hijos
En 1966, egresé de la Universidad Nacional de Trujillo,
y mi primer trabajo fue en la La Industria, el diario más antiguo del norte del
Perú, el cual apoyaba con pasión el nacimiento del Grupo Andino por el embajador
Vicente Cerro Cebrián, propietario de la
cadena de cuatro ediciones en Trujillo, Piura,
Chiclayo y Chimbote.
Como jefe de
la Pag. Editorial y Suplemento Dominical, el director del diario. Daniel Gordillo, un excelente amigo, me pidió que
terminara lo más pronto mi labor, porque teníamos una reunion con el dueño de un cine- teatro
donde estaba actuando el trio Los
Panchos.
El
empresario Carlos Smith, consiguió que
el cumpleaños de su madre fuera celebrado con la presencia este célebre conjunto, creado en Nueva York y convertido en símbolo del Bolero.
Fueron los
más grandes. Los Panchos dejaron una dulce marca imborrable en la música
popular hispanoamericana del siglo XX, imponiendo el modelo de los llamados
tríos románticos en el género del bolero.
Noche inolvidable.
Recordé mi infancia en Huata, un pequeño distrito al frente del Alpamayo
(Ancash-Perú). Las guitarras y las voces de mi padre y de un amigo, todas las noches de 6 a 7, puntualmente, cantaban
al amor, mientras mi madre Elena y mis hermanos Helida, Arturo y Rosita (que toca acordeón) muy niños escuchábamos
las notas con el alma y el corazón.
Pues la
crónica que escribí en 1966 me permitió reproducir
las opiniones y anécdotas de cada uno del
músicos con que conversé esa noche del
verano. Recordé con ellos casi todas sus
canciones que cantamos en nuestra juventud con mis compañeros de colegio, en
las serentas, en aquellas madrugadas eternas, en balcones y puertas de nuestras
amigas y compañeras de aula. Recordamos las guitarras y voces de Silvano Béjar, Paco Polo Cabeza, Luis Flores, David Flores, Antonio Meneses, Quimi Lara y Manuela Ramos, con la coordinación de Gustavo Stuart.
Vive en mi memoria, la casa de mi abuelo Víctor Alegre, un juez muy querido por su pueblo de Huaylas, porque supo defender con equidad el agua para los campesinos, en una tierra de gamonales y latifundios. Nos entretenía a mi aubela Porfiria, a sus 9 hijos y nietos, con tangos y boleros al son de su guitarra, del café cargado y cigarrillos inca.
Vive en mi memoria, la casa de mi abuelo Víctor Alegre, un juez muy querido por su pueblo de Huaylas, porque supo defender con equidad el agua para los campesinos, en una tierra de gamonales y latifundios. Nos entretenía a mi aubela Porfiria, a sus 9 hijos y nietos, con tangos y boleros al son de su guitarra, del café cargado y cigarrillos inca.
Al son de esa música aprendí a sentir y conocer la
dimensión de las relaciones humanas. Mi
hijo Jorge, un académico en literatura y cine, me recuerda, por ejemplo el
bolero Perfidia que se escucha en la
inolvidable película Casa Blanca.
También recuerdo que la música y el cine mantuvo permanente unida a mi familia. Mi compañera de toda la vida lo sintió mucho no haber compartido la velada con los mexicanos como Chucho Navarro, médico que cuidaba sus cuerdas bucales con clara de huevo y sin beber.
Mi hija Yulita,
identificada con la psicología empresarial, siempre evoca su temprana
preferencia por el cine y los conciertos. Escuchamos, por
ejemplo, a Víctor Jara, tres mese antes
que fuera asesinado por el tirano
Pinochet. A Los Compadres y a numerosos grupos que cantaron la música desde la Patagonia
hasta Canada.
No perdimos las oportundades para disfutar la sinfónica de Berlín y Bruselas, el jazz en Nueva York y a los grupos musicales de La Paz, Oruro o Potosí, La Orquesta Juvenil de Venezuela, con su famosa Alma Llanera, o Zíngara del Festival de San Remo.
La prensa española comentó dos años atrás que Los Panchos, nada es lo que parece. Nacieron
en Nueva York en 1944 y sus creadores, debieron nacionalizarse estadounidenses
durante unos años y enfrentarse a la posibilidad de luchar en la Segunda Guerra
Mundial.
En sus
orígenes cantaban con orquestas el repertorio tradicional mexicano hasta que
hallaron el filón del bolero elegantemente dicho por tres voces e instrumentado
con dos guitarras y un requinto.
Trío Los
Panchos - Sin un Amor. Enrique Cáceres Méndez, cantante y vocalista del trío,
falleció el 22 de agosto del 2011, informó
el Ministerio de Cultura mexicano a través del Consejo Nacional para las Artes
y la Cultura.
Enrique
Cáceres llegó a ser primera voz de Los Panchos, fundado en 1944 por la
discográfica CBS, y fue el que popularizó el bolero: "Alimentó el
romanticismo en la música mexicana" durante años, según ha expresado con
pesar el gobierno mexicano.
Con Los
Panchos, Cáceres grabó más de doscientas canciones entre 1966 y 1971 en discos
como Volví la espalda, Que no te cuenten cuentos y un albúm de canciones junto
a Armando Manzanero.
El trío Los
Panchos original lo formaron los mexicanos Alfredo El Güero Bojalil Gil, José
de Jesús Chucho Navarro Moreno y el puertorriqueño Herminio Avilés Negrón. A lo
largo de los años, la formación se fue renovando y así fue como entró Cáceres.
Los Panchos
marcaron una época en la música romántica latinoamericana a mediados de siglo
pasado dedicando sus letras de amores y desamores. Dejaron una dulce marca
imborrable en la música popular hispanoamericana del siglo XX.
Pero, ahora llega un libro -complementado con un disco de seis temas- que revela que su historia íntima fue igual de fascinante pero mucho menos armónica. Los Panchos (MR Ediciones) está escrito desde dentro. El Diario El País señala que la autora es Celina Fernández, la esposa argentina de Rafael Basurto, que cantó con los fundadores a partir de 1976 y que ahora actúa como la voz de Los Panchos. Sus letras nunca hablaron de la cocaína, que fue motor secreto del incansable trío.
En los años
noventa se dejó de mantener el alto nivel de profesionalidad que los
caracterizó e incluso se les convirtió en una franquicia, con formaciones cuya
"autenticidad" estaba garantizada por documentos dudosos.
Ese periodo
crepuscular es un aquelarre de abogados, notarios, doctores, disqueros y
representantes que Celina Fernández narra con dolor e indignación.
Lo
extraordinario es que, entre tantos dramas, Los Panchos materializaran tanta y
tan bella música (también aparecieron en ¡33 películas!). La autora, que
advierte que circulan discos bajo el nombre de Los Panchos que contienen
interpretaciones de otros tríos, establece un listado de lo grabado por las
diversas formaciones.
Son más de
1.300 temas, incluyendo los discos que hicieron con Eydie Gorme, Estela Raval,
Gigliola Cinqueti y, aprovechando las posibilidades del estudio, un
"desenterrado" con el desaparecido Javier Solís; años después, José
Luis Rodríguez El Puma haría una hazaña parecida con sus cintas añejas. Al
final, Los Panchos han resultado ser inmortales.