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Jorge Zavaleta Alegre.-
El uruguayo Ángel Rama, maestro de generaciones, fundador
y director de la Biblioteca Ayacucho, autor de La ciudad letrada, hace referencias
a cuatrocientos años de las relaciones entre los letrados y las estructuras de
poder.
El poder de los letrados de la Colonia, residía en el dominio
de la palabra escrita en una sociedad analfabeta. Los intelectuales eran la
burocracia estatal que pasaba en limpio y ejecutaba las órdenes de la Corona.
Los religiosos, administradores, educadores, profesionales,
escritores y múltiples servidores intelectuales, todos esos que manejaban la pluma, estaban estrechamente
ligados a las funciones de poder.
No era posible concebir la ciudad colonial sin sus leyes, sin
su Administración o sin su jerarquía eclesiástica. El sueño de una ciudad en el
Nuevo Mundo, requería, una vez más, del dominio de la palabra escrita.
De la capacidad de redactar actas fundacionales, y de
proyectar por escrito las relaciones entre la Iglesia y el Estado, el sueño de una ciudad hubiera sido una
quimera.
A pesar de todo, el dominio de la élite letrada comenzará a
ser cuestionado con el correr de los años. A pesar de los esfuerzos por
conservar su poder, la ciudad letrada sufrirá un duro revés en el siglo
XIX.
La Modernización significará el fin del monopolio de la élite
letrada colonial. La expansión de la alfabetización, el surgimiento de diarios
y revistas, la prensa, el crecimiento de un público crítico y consumidor de
textos y ahora la revolución de la comunicación, democratizan la educación, producen cambios sustanciales en
las profesiones del intelectual.
En la actualidad, las democracias políticas para tratar de
consolidarse abordan los problemas
sociales mediante el diálogo y muchas veces la concesión de más privilegios a
los grupos económicos a cambio de reformas que alivien las tensiones y las
demandas populares.
En América Latina las políticas sociales abren nuevos horizontes. Según el
balance de expertos, apreciamos como Pensión 65 y Beca 18, en el Perú, con
complementarios y arrojan resultados
positivos, en la medida que estos
programas son administrados con participación de las colectividades organizadas.
Si el Estado cumple con los desposeídos adultos mayores y los
jóvenes con más talento, mediante la selección democrática, los resultados serán
y son tangibles. Se traducen en respuestas favorables para el contexto
familiar y comunitario. La oportunidades
de una educación de calidad son la simiente efectiva para el desarrollo
individual y colectivo. Lo fue en el pasado, lo es mucho más en el presente.
Será muy importante que los programas sociales aseguren la previa
incorporación del beneficiario a un trabajo productivo evitando que la vieja
ciudad letrada, se superponga, como en la colonia, a la
capacidad y responsabilidad juvenil de los tiempos
modernos.