Jorge Zavaleta Alegre


“Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder (…) Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destinos a los países ricos que ganan, consumiéndolos, muchos más de lo que América Latina gana produciéndolos”

Estas expresiones del escritor uruguayo Eduardo Galeano,  son parte de su libro "Las venas abiertas de América Latina, libro  que fue entregado como regalo, en el año 2009, durante la Quinta cumbre de esta Región, a los presidentes   de  Norte América Barack Obama y  de Venezuela Hugo Chávez. *Biblioteca Cepal - 
https://www.milenio.com/cultura/literatura/eduardo-galeano-frases-describio-america-latina.

Un equipo de asuntos exteriores y de política de seguridad de la Unión Europea realizó una gira en septiembre último  por Cuba, México y Colombia para tratar varios temas: comercio, inversiones, cooperación y la situación venezolana. La visita se da en un contexto internacional de temores por una recesión económica  y con una guerra comercial entre China y Estados Unidos.  Ambas se disputan, junto a la UE, los mercados de América Latina y el Caribe. 

La UE fue el tercer socio comercial de la región, en 2018 y el primer inversor directo en 2017.  La creciente presencia china en Latinoamérica, que rivaliza con Europa por el segundo puesto como socio comercial, está desplazando la preminencia que pretendía Norteamérica. 

Europa manifiesta su interés en Latinoamérica como  exportadora de democracia y <Derechos Humanos, como se expresa en los acuerdos de  asociación  de comercio en particular con Chile, México, Colombia, Ecuador y Perú.

El Caribe ha sido históricamente concebido por las potencias europeas y EE. UU. como la llave de entrada a América Latina, y sigue siendo así. 

La migración venezolana es un tema que la UE viene centrando su atención con fondos para la identificación de las personas que salieron del país y su integración social y económica. 

Además, la UE refrendó su “compromiso” por mantener la presión sobre una solución pacífica para Venezuela. Y el triunfo electoral en  este país del partido oficial que lidera el presidente Madura, facilita el intercambio en todo orden.

El viejo mundo encarna por excelencia sus relaciones por la vía del consenso (cooperación, democracia y Derechos Humanos), que es la puerta para que promoción de inversiones y proyectos de infraestructura de las empresas europeas, que disputan presencia y contratos sobre el terreno con las empresas estadounidenses y chinas. 

La CEPAL , en  documento público examina la evolución reciente del comercio entre China y América Latina y el Caribe en términos de países, sectores y productos, así como la inversión extranjera directa (IED) china en la región.  Destaca el papel que China ha asumido en los últimos años como principal fuente de crecimiento de las exportaciones de América Latina y el Caribe, incluso en el contexto de la fuerte desaceleración que sufrieron en 2009. 

Se ratifica además el carácter esencialmente interindustrial del comercio entre la región y China, en virtud del cual las exportaciones chinas están compuestas principalmente de bienes manufacturados, en tanto las de América Latina y el Caribe son, sobre todo, materias primas. Esto dificulta tanto el potencial de las alianzas sinolatinoamericanas como la inserción más eficaz de los países de la región en las cadenas productivas de Asia y el Pacífico, que tienen un carácter cada vez más intraindustrial.

China representa una fuente de enormes oportunidades para la región, particularmente para aquellas economías más beneficiadas con la demanda china de recursos naturales, como las sudamericanas. En este caso, se enfrenta un favorable ciclo comercial que puede trascender varios períodos gubernamentales. 

El desafío radica entonces en aprovechar esta oportunidad histórica para realizar las inversiones necesarias en infraestructura, innovación y recursos humanos, de modo de transformar la renta de los recursos naturales en formas variadas de capital humano, físico e institucional que permitan elevar los niveles de productividad y competitividad. 

Pero los problemas de Latinoamérica van más allá de la actual pandemia. Millones de latinoamericanos no se ganan el pan diario trabajando desde casa, sino en las calles, con empleos ocasionales y trabajo informal. Más de la mitad de los trabajadores latinoamericanos no tiene un empleo fijo. La pandemia sacudió los cimientos de sus vidas y de un día para otro se quedaron sin ingreso alguno.(…) 

El año que termina solo fue el principio. El rendimiento económico de Latinoamérica, ya estancado en 2019, caerá este año alrededor del 8 por ciento, más que en cualquier otra región del mundo. (…) Muchos países de la Region LAC viven de la exportación de materias primas, productos agrícolas y del consumo interno. No va a haber un nuevo boom de materias primas, como sucedió a principios del siglo. 

Cuando el mercado local se recupere, será muy tarde para muchos. Muchos contratos de trabajo finalizan ahora, las cajas estatales están bajo presión, y las ayudas para los más débiles peligran. 

Puede predecirse que la pobreza en la región crecerá dramáticamente. A finales de este año, la cifra de latinoamericanos en la extrema pobreza habrá aumentado hasta los 80 millones, 16 millones más que el pasado año. 

La desigualdad va más allá del reparto de la riqueza. Eso es algo que se hace patente durante la pandemia. Los pobres se contagian más a menudo y tienen una tasa de mortalidad más elevada, porque su estado de salud normalmente es peor y apenas tienen acceso a buenos servicios médicos. 

Un problema que suele quedar oculto es el de la educación. Mientras que para las familias bien situadas es posible asumir en casa la educación de sus hijos que van a escuelas privadas, los niños de hogares más pobres quedan casi totalmente privados de la posibilidad de formarse. Estos niños serán presa aún más fácil para el crimen organizado en los próximos años.

La desigualdad creciente entre ricos y pobres también es motivo de preocupación porque en Latinoamérica ya no es algo que se asuma sin más. La joven generación se rebela contra ello. De su frustración por el estancamiento del crecimiento y de la capacidad de consumo ha surgido en los últimos años una ira que se dirige contra las estructuras de poder tradicionales. 

Tienen en la mira a la clase política, que la mayoría de los países de la región es una minoría privilegiada, en la que la corrupción es endémica. Antes del estallido de la pandemia, hubo disturbios en Chile, Colombia y Ecuador. Las recientes protestas en Perú y Guatemala muestra que en la región prosigue un malestar, que podría estallar en cualquier momento.

En interés de todos los países, Latinoamérica no debería convertirse en un foco de disturbios, sobre todo en interés de Estados Unidos, porque los problemas del subcontinente y sus consecuencias no se combaten con muros y deportaciones. 

En los próximos años se verá en quién puede confiar realmente América Latina, y si la región sigue decantándose hacia el Pacífico y, por consiguiente, China. 

Con el lema “Juntos relanzando Europa”, Alemania ejerció por 13a vez  la Presidencia del Consejo de la UE durante el segundo semestre del año que termina.

El liderazgo de Alemania, a diferencia de países gobernados por rígidos códigos del liberalismo, alentó su acción contra COVID-19 y se centró  en la reconstrucción económica y social y, a la vez, posicionar aún mejor a la Unión Europea en relación a los temas de importancia estratégica de cara al futuro, a saber, el cambio climático, éxodo y migración, el Estado de derecho y la digitalización.

Así como en Europa somos unidos y solidarios internamente, debemos tener capacidad de actuación y ser soberanos hacia el exterior. No queremos que otros decidan por nosotros; queremos seguir nuestro propio camino y poder  actuar en el plano geopolítico.

En este contexto la victoria electoral   de Joe Biden en las elecciones de EEUU no sólo ha definido el rumbo del país en el próximo cuatrienio –desechando la continuidad y optando por el cambio–, sino que la nueva Administración influirá en el fondo y, sobre todo, en las formas y el enfoque de la relación con América Latina.

En próximo 2021 se celebrará en EEUU la VIII Cumbre de las Américas. Será la oportunidad  ideal para medir en su totalidad la dirección y la estrategia de la política latinoamericana de la nueva Administración. 

En realidad, para muchos gobiernos latinoamericanos, no todos, EEUU puede ser un eficaz contrapeso frente al expansionismo chino. Las administraciones de una mayoría de países ha sido de una particular simpatía con la actitud conservadora del partido republicano y las formas de actuar favoreciendo a grandes monopolios, distrayendo el rol que le corresponde al  Estado. 

El voto latino representa un 20%, con un tercio de cubano-americanos. Trump centró su mensaje en señalar que Biden encarna el “peligro socialista”, un mensaje dirigido a una comunidad (exilio venezolano y cubano) muy sensibilizada. 

Todo apunta a que Biden va a por poner en marcha un amplio y ambicioso paquete de medidas referidas al tema migratorio, que perseguirán revocar las iniciativas de Trump y encontrar una salida viable y de largo plazo al problema. 

Biden ha ofrecido a los inmigrantes venezolanos el Estatus de Protección Temporal (TPS) y se ha comprometido a cambiar unas políticas que considera “dañinas” y “un fracaso abyecto”, porque han fortalecido a Maduro. Las elecciones venezolanas con el triunfo del electorado popular que respalda al gobierno del  sucesor del desaparecido Chávez, cambia el  futuro  de Venezuela.

La relación con Cuba es una de las  incógnitas de la nueva Administración. ¿Intentará recuperar la política de Obama?, Hay indicadores positivos que revelan  esa continuidad.  Biden considera que el gobierno saliente “no ha hecho nada para promover la democracia y los derechos humanos; por el contrario, la represión contra los cubanos por parte del régimen ha empeorado”, y ha propuesto revertir la limitación de las remesas a las familias cubanas. El nuevo siglo reclama una conducta social acorde con el desarrollo comunicacional y la  desaparición de muros físicos y mentales.

Los gobiernos cubano, venezolano y nicaragüense han tendido puentes desde la extrema prudencia. Así lo ha hecho Díaz-Canel: “El pueblo de EEUU ha optado por un nuevo rumbo. Creemos en la posibilidad de una relación bilateral constructiva y respetuosa de las diferencias”. Maduro tuiteó que estará “siempre dispuesto al diálogo”.

En ese mar de reconocimientos hubo dos excepciones. López Obrador legitimó su postura de no felicitar a Biden rememorando las elecciones mexicanas de 2006, cuando el ex presidente del gobierno español Rodríguez Zapatero reconoció a Felipe Calderón pese a que el actual mandatario mexicano –candidato entonces– ya había iniciado una campaña denunciando un supuesto fraude. Para López Obrador eso “fue una imprudencia” por lo que “va esperar que se terminen los asuntos legales, no queremos ser imprudentes. Es asunto de decencia, urbanidad política”. Bolsonaro, por su parte, se sumió en el mutismo tras confirmarse la victoria. Bukele, que tardó un poco en enviar su felicitación, finalmente lo hizo.

La llegada de Biden a la Casa Blanca exigirá de los gobiernos latinoamericanos un nuevo posicionamiento. Un cambio que afectará de forma diferente a cada país, empezando por la relación con las dos potencias regionales, ambas gobernadas por presidentes populistas y heterodoxos (López Obrador y Bolsonaro). López Obrador parece haber estado cómodo con Trump, como mostró en agosto en la Casa Blanca. Irónicamente, su relación con Biden podría ser más compleja en temas sensibles e icónicos para una Administración Demócrata, como la agenda verde, el respeto al medio ambiente o los derechos laborales.

Quien más pierde con la derrota de Trump es Bolsonaro, su único aliado regional incondicional. Bolsonaro está bastante aislado, con serias diferencias con los presidentes de las diferentes “izquierdas”, en especial Fernández por no hablar de Maduro, mientras los de centroderecha no le ven muy fiable. Su vínculo con el exterior era Trump, aunque la relación no haya dado frutos concretos. Con Biden ese nexo desaparece, dando paso a una relación más tormentosa. Su negacionismo del cambio climático ya lo ha hecho colisionar con Biden, al calificar de “desastroso y gratuito” la petición de frenar la deforestación amazónica. Bolsonaro advirtió que esas declaraciones amenazan la “convivencia cordial” entre Brasil y EEUU. Una vez que pase el actual período de efervescencia electoral brasileño (hay elecciones locales en noviembre) quizá Bolsonaro se una a las gestiones que ya está encabezado su vicepresidente, Hamilton Mourão, de acercamiento a la nueva Administración. En un escenario internacional donde la sostenibilidad medioambiental va a jugar un papel determinante, la Amazonía otorga a Brasil la categoría de potencia mundial justo cuando la apuesta de Biden va a pasar por la energía renovables.

En la Venezuela de Maduro resistir es vencer, como en la Cuba de Castro. Trump era funcional al régimen chavista, que se fortaleció internamente con sus salidas de tono y con las sanciones, hasta ahora incapaces de socavar al régimen. Biden no rebajaría las sanciones, que ya no serían un fin en sí mismo, sino una herramienta para la democratización. Sin embargo, tanto Venezuela como Cuba tienen larga experiencia para abortar salidas consensuadas a la crisis venezolana. Los asuntos venezolanos y cubanos están entrelazados y ambos regímenes, ahogados económicamente, necesitan cierta apertura internacional, lo cual conlleva concesiones a Washington.

La relación con Colombia no debería variar excesivamente. Colombia seguirá siendo un aliado estratégico de EEUU. Biden lo ve como clave desde la perspectiva de seguridad nacional y “piedra angular” de su visión para América Latina. Duque, uno de los pocos aliados regionales sólidos de Trump, como se comprobó en el apoyo a Claver-Carone, seguirá teniendo hilo directo con la Casa Blanca si bien con Biden los Derechos Humanos tendrán mayor importancia. Será importante ver como la nueva Administración se posiciona en relación al proceso de paz con las FARC, que en su día Obama apoyó de forma entusiasta. Los demócratas exigirán profundas reformas –como en la policía–, adecuando al país a los estándares internacionales. La decisión de Duque, apoyada por Trump, de fumigar los cultivos de coca con glifosato sería un obstáculo, al considerar los Demócratas que su uso atenta contra la naturaleza y amenaza la salud. De todas formas, la nueva Administración deberá afrontar un hecho innegable: el incremento de la producción de coca obliga a disminuir el énfasis en temas medioambientales para optar por una mayor asistencia antinarcóticos y aparcar su rechazo a las fumigaciones.

Conclusiones

En estas elecciones, América Latina se jugaba mucho. Si bien el triunfo de Biden no convierte a la región en prioritaria, la nueva Administración cambiará el fondo, las formas y hasta el enfoque del vínculo con los países latinoamericanos. En las formas, se pasará de un tono bronco y unidireccional a otro donde prime la búsqueda de consensos como herramienta para transformar el fondo de una relación más multilateral. En ese sentido, la personalidad del nuevo mandatario, más empático y apegado a las formas tradicionales centradas en utilizar la diplomacia para resolver los problemas y las crisis, será clave. Ese nuevo enfoque tiene raíces en el período de Obama, cuando el vicepresidente Biden era una especie de coordinador para América Latina.

En cuanto al fondo, con Biden desaparecerán las amenazas de intervención militar en Venezuela, se aflojará el intento de estrangulamiento económico a Cuba y la relación con Brasil y México, pese a los problemas que se avizoran, seguirá siendo estratégica y prioritaria. México y Brasil siempre van a ser actores importantes pese a las políticas de López Obrador y al ideologismo de Bolsonaro. Sobre todo, porque el pragmatismo de ambos se impondrá sobre sus respectivas inclinaciones ideológicas. Bolsonaro ya está llevando a cabo un giro en política interna acercándose a los partidos del sistema que tanto criticaba antes. Y en México, frente a la volatilidad de López Obrador y sus declaraciones (más boutades que opiniones), se alza la seriedad y profesionalidad de su canciller, Marcelo Ebrard. A pesar de las diferencias con Biden, la apuesta de ambos presidentes será preservar los intereses empresariales y comerciales de sus países, que en el caso mexicano supone el 80% de sus exportaciones.