Jorge Zavaleta Alegre
No hay país en lo que va del
presente siglo, con excepción de
algunas administraciones de Europa del
Norte, donde la corrupción privada y/o pública no provoque la
indignación de los pueblos. La presencia abrumadora de la tecnología de la
comunicación, viene ratificando que la
acumulación de cuentas y negocios, van de la mano con la impunidad y la
ausencia de la ética.
Mientras que en España, el
Diario16 de Almería, símbolo de periodismo moderno sin olvidar los
valores esenciales de la comunicación social, remarca que la corrupción de
Partido Popular es sistémica y “la tenemos en casi todos los territorios en los
que gobierna o ha gobernado. La Púnica en la Comunidad de Madrid es otro
ejemplo de ello, la actual Operación Lezo también. Es raro el dirigente del PP
que no haya tenido problemas con la Justicia”.
Todos estos casos, que cita D16, tienen algo en común, además
del enriquecimiento o el aprovechamiento del dinero de todos para fines personales:
el silencio de Mariano Rajoy, cuando no su apoyo a quienes se han corrompido,
tal y como vimos con el famoso SMS «Luis, sé fuerte".
En América Latina, la corrupción ha llegado al extremo
que la ciudadanía considera que se vive una nueva plaga, aún sin
remedio. Poderosas empresas del Brasil,
ligadas a funcionarios del gobierno de Lula, cuyos ejecutivos están ahora en la cárcel,
revelan haber compartido grandes sumas de dinero, mediante la sobrevaluación de
proyectos de infraestructura sudamericana –IIRSA, diseñados por el Banco
Interamericano de Desarrollo.
Centenas de alcaldes, gobiernos regionales y cuatro presidentes del Perú – Fujimori, Toledo, García y Humala- están acusados de
enriquecimiento ilícito, como si fuese posible enriquecerse con el trabajo en un puesto público. Si la justicia, no
sigue dormida, faltarán cárceles en este
país de 33 millones de habitantes, con una tasa de un 10 por ciento de
pobreza, según Oxfam 2017. Toledo
vive en los EEUU y no hay
indicios de cooperación del actual gobierno para expulsarlo.
Esta barbarie que
azota al planeta, fue anticipada por
Bertrand Russell, intérprete de la
lógica matemática, abrumado por la amargura humana, se dedicó enteramente a la preservación de la
paz entre las naciones, recibiendo el respeto del mundo a sus esfuerzos hasta
morir en 1970, a los 97 años de edad. Russell
libró polémicas respecto a la teoría de
la relatividad al matrimonio, los derechos de las mujeres y el pacifismo, sobre
el control de natalidad, la inmoralidad de las armas nucleares, y sobre las
deficiencias en los argumentos y razones esgrimidos a favor de la existencia de
Dios. Su magnífico estilo literario, lleno de ironías, sarcasmos y metáforas mereció el
Premio Nobel de Literatura.
La Filosofía, tan ausente
en este siglo, se actualiza con Morin, director del Centro de Estudios Interdisciplinares
de la Escuela Superior de Ciencias Sociales de París, con su llamado paradigma de la complejidad, "que
cuenta con la incertidumbre, la duda y el desorden, con la indisolubilidad en
las profundidades de nuestro pensamiento del par sapiens / demens". Morin en
declaraciones para El País, afirma que "la perspectiva histórica para el
siglo XXI es constituir una unión planetaria que respete la diversidad de
naciones y culturas".
"Podemos concebir violencias como recurso último de la
existencia cuando hay opresión total, cuando no hay democracia, cuando no hay
libertad de expresión. De otro modo, es una locura sangrienta. Acabó la ilusión
de una violencia revolucionaria que daría luz a un mundo mejor por la razón muy
evidente de que la utilización sistemática de medios violentos pervierte sus
fines y los medios se transforman en fines", asevera Morin.
Morín señala que "la tragedia de la Unión Soviética" (ahora Putin y Trump, en componendas electorales) o
la degradación de una guerrilla como la colombiana, son indicios de la equivocada
conducta de los gobiernos que se alejan de las reglas de la convivencia internacional.
"Hoy en día, el desencadenamiento sin límites de la
violencia en el nivel planetario ha culminado en un ciclo infernal donde el
maniqueísmo alimenta la violencia" y a la inversa. Los terroristas
"no pueden comprender la humanidad de los humanos que matan".
"Nosotros debemos comprender los caminos psicológicos, ideológicos y
sociales que conducen al terror criminal". Y para conocer la raíz de estas
perversiones, es fundamental el papel de la educación y, frente a la locura,
"mantener la luz de la razón".
Esta cruda realidad, nos lleva a recordar las epidemias más
devastadoras de la historia que son
consecuencia de la destrucción de los recursos del planeta y la pobreza
material de amplios sectores populares.
En esa lista recordemos el brote
de ébola, que dio lugar a que la Organización Mundial de la Salud, declare la "emergencia
sanitaria internacional.
La peste de la Guerra del Peloponeso: también conocida como
"la peste de Atenas", fue la primera gran epidemia de la que se tenga
registro, aproximadamente en el 430 a.C.
La plaga antonina: o peste de Galeno,
se llevó la vida del emperador Marco Aurelio, además de unas 5.000
personas en toda Roma. Sin embargo, en toda la historia de la viruela, se
calcula que el número de víctimas suma unos 5 millones de personas.
La peste bubónica: esta mortífera enfermedad se contagia a
través de las pulgas de las ratas infectadas por el bacilo de Yersin. La Peste
negra: aunque es otro tipo de peste bubónica,
será recordada por ser la más
mortal de la historia de la humanidad. Originada en el Siglo XIV, se la
recuerda por sus devastadoras consecuencias sobre Europa: mató a unos 25
millones de personas, alrededor de la mitad de la población de ese momento.
La gripe española: una variante del virus influenza de tipo
A, que impactó a finales de la Primera Guerra Mundial y mató entre 50 y 100
millones de personas. La gripe no fue exclusiva de España -hubo víctimas en los
cinco continentes-, pero se le dio ese nombre porque, al no participar de la
contienda bélica, en ese país circuló mayor cantidad de información sobre el
tema.
A manera de conclusión. En este 2017, la plaga que inunda el
planeta es la corrupción, el desempleo, las enfermedades mentales, cuyos diagnósticos ignoran que la Salud Mental, es consecuencia de la ausencia infinita, total, del Estado ante la depresión generalizada, empezando por los
niños y la Generación Y, también
conocida como Generación del Milenio o Milénica, que es la cohorte demográfica
que sigue a la Generación X.