JULIO ANDRES ROJAS JULCA*
CUANDO LLORA un niño, cesa su llanto apenas la madre toma el cuerpecito en su regazo. La calma vuelve como por arte de magia. Allí radica la importancia del “Buen trato para la niñez”, pero esta relación no debe sostenerse solo en beneficio de los niños, sino también de todas las personas.
CUANDO LLORA un niño, cesa su llanto apenas la madre toma el cuerpecito en su regazo. La calma vuelve como por arte de magia. Allí radica la importancia del “Buen trato para la niñez”, pero esta relación no debe sostenerse solo en beneficio de los niños, sino también de todas las personas.
Esta reflexión
la formuló el psicoanalista Max Hernández durante el diálogo promovido
por la Mesa de Concertación para la Lucha Contra la Pobreza y el
Colectivo Interinstitucional por los Derechos del Niño, con el fin de
crear espacios para mejores condiciones de la infancia.
De
la amplia lista de personas e instituciones premiadas se puede
mencionar al equipo de enfermeras, médicos, marinos y trabajadores
sociales que navega por el río Napo, atendiendo y ayudando a las
poblaciones ribereñas.
Con apoyo de Radio Programas se han realizado campañas de nutrición en lugares remotos de nuestro país.
Se
han reconocido igualmente las buenas prácticas de educación de Fe y
Alegría, así como de gobiernos regionales y municipios que han
incorporado prácticas de buen trato en las políticas públicas.
La
Campaña Nacional “Buen trato para la niñez” ha logrado recolectar más
de medio millón de compromisos de ciudadanos y ciudadanas, cuyo
siguiente paso será entregar esta documentación al Jurado Nacional de
Elecciones para que en el debate de las elecciones 2014 y en los planes
de gobierno se incluya la Agenda por la Infancia.
El
buen trato para todos, del que nos habla Max Hernández, nos lleva
también a una indispensable reflexión sobre la relación entre el
servidor público y la comunidad.
En la modernización del
Estado deben priorizarse la meritocracia y una vocación de compromiso e
identificación con las personas que trabajan como ejecutores anónimos de
los diversos programas que emprende el Estado.
Esta
cruzada nos recuerda a William Golding, quien en su obra más difundida,
El señor de las moscas, recrea una fábula acerca de la condición
humana, “una requisitoria moral contra una educación represiva que no
hace sino preparar futuras explosiones de barbarie cuando los controles
se relajan”.
Por estas razones, el ejercicio
del poder implica la acertada selección de personas con capacidad
administrativa, sensibilidad y compromiso social.
El
servidor público no puede tener un corazón de piedra, tiene que ser un
ciudadano sensible e identificado con los problemas sociales y
comunitarios.
Las jerarquías laborales implican
sagacidad, encarnan la síntesis de humanización laboral, es un buen
paso en el desarrollo inclusivo.
*Viceministro de Poblaciones Vulnerables del Perù
Autor del reciente libro El Oro de la Aldea, desarrollo local sostenible el reto de las municipalidades del
siglo XXI.
Publicado: 06/12/2013