Papel de Arbol

sábado, 22 de septiembre de 2018

El paraiso de la mentira en los tiempos modernos

Periodismo en EEUU: profesionalidad, objetividad y partidismo


Robert W. McChesney 

John Nichols 

12/02/2006

"Nuestro medio periodístico hoy es un paraíso de la mentira"

El texto que se reproduce a continuación está compuesto de varios extractos del libro que acaban de publicar Robert McChesney y John Nichols: Tragedy and Farce: How the American Media Sell Wars, Spin Elections, and Destroy Democracy [Tragedia y farsa: cómo los medios de comunicación americanos venden guerras, distorsionan las elecciones y destruyen la democracia], The New Press, Nueva York, 2005. Los propios autores lo prepararon para el periódico digital norteamericano inthesetimes.

Muchos se sorprenden al enterarse de que la noción de objetividad o, simplemente, de periodismo profesional es algo relativamente reciente en los EEUU. En los primeros cien años y pico de la República, el periodismo tendía a ser radicalmente partidista y a estar fuertemente sesgado por las opiniones. En realidad, las primeras generaciones de periodistas norteamericanos –los años que van de Madison y Jefferson a Jackson y Lincoln— eran lo diametralmente opuesto a lo que muchos americanos creen que pretende la Primera Enmienda: un compromiso con el periodismo neutral, libre de valores. Horace Greeley no escribió: "Tanto el este como el oeste tienen sus méritos relativos a la hora de graduarse"; sino que escribió: "¡Id al oeste, jóvenes!" Y no fue ése su único pronunciamiento. La New York Tribune de Greeley, el gran periódico norteamericano de mediados del siglo XIX, nunca fue neutral. Pugnó porque la todavía joven nación se enfrentara al pecado del esclavismo, para que tomara en cuenta los peligros del imperialismo y para que reconociera la necesidad de proveer al bienestar común. Los articulistas de Greeley eran cualquier cosa menos observadores imparciales; uno de sus corresponsales habituales, sin duda uno de los más grandes periodistas del siglo XIX, fue un estudioso alemán llamado Karl Marx. La Tribune era típica de su época y, junto con otros periódicos de su estilo, resultó esencial para el progreso logrado por Norteamérica en el período de transición entre la República revolucionaria y la superpotencia global.

La época obscura

Los manuales recientes de historia del periodismo se refieren a ese período, especialmente las primeras décadas que siguieron a la Independencia, como el de las épocas obscuras del periodismo americano (con la premisa: cuanto menos se diga de él, mejor).  Sin embargo, si bien se estudia la cosa, resulta claro que el periodismo partidista tenía sus puntos fuertes, no siendo el menor de los cuales su tendencia a contextualizar los asuntos políticos de tal manera, que los ciudadanos podían reconocer acontecimientos aparentemente aleatorios como parte de una trama coherente. Su enfoque contribuía a atraer a la gente hacia la vida política. Los estudiosos han observado a lo largo del mundo que las naciones que tienen sistemas periodísticos partidistas tienden a tener más elevadas tasas de votantes y culturas políticas más apasionadas. En los EEUU, la cumbre del periodismo partidista se alcanzó, puede asegurarse, en los años 20 y 30 del siglo XIX, y en los estados del norte esa época estuvo marcada por una amplia participación de quienes tenían derechos de sufragio.
El sistema de prensa partidista también tiene un claro inconveniente. Después de todo, los sistemas de prensa de la Alemania Nazi y de la Unión Soviética eran partidistas. Una prensa partidista puede degenerar en la mentira desvergonzada y en la flagrante propaganda, el propósito de la cual es más despolitizar a la ciudadanía que implicarla. Si el periodismo partidista pretende promover los valores democráticos más que reprimirlos, la clave es disponer de una amplia gama de puntos de vista, y la posibilidad de lanzar nuevos periódicos o revistas si no se está de acuerdo con las opciones disponibles. Una forma de examinar la cláusula que trata de la libertad de prensa en la Primera Enmienda es darse cuenta que protege el derecho de la ciudadanía a lanzar sus propias publicaciones, aunque éstas se opongan a los puntos de vista políticos de los que detentan el poder en aquellos momentos. Esta idea radical era el pensamiento predominante en los tiempos de la fundación del país.
Hasta la mitad del siglo XIX, las masivas ayudas públicas para el correo y la impresión aseguraron que hubiera una variedad de periódicos y de revistas en circulación, mucho mayor de lo que las fuerzas del mercado podrían haber permitido. Durante el siglo XIX, mientras la publicación se convirtió en un sector cada vez más lucrativo, la competición de mercado generó innumerables nuevos periódicos, con editores buscando el beneficio tanto o más que la influencia política. Se trataba de un clásico mercado competitivo, donde podían entrar en liza nuevos empresarios y lanzar un periódico con relativa facilidad si no les parecían satisfactorias las publicaciones disponibles. Las grandes ciudades como Nueva York, Chicago o San Luis acostumbraban a tener una docena de periódicos diarios, que reflejaban un abanico bastante amplio de puntos de vista políticos. El sistema estaba lejos de la perfección, pero funcionaba.
Pero ya dentro del sistema de prensa comercial de la última parte del siglo XIX se encontraban las semillas de su propia destrucción, que condujo a la mayor crisis del periodismo de Estados Unidos en medio de la cual aún nos encontramos. De una parte, como la edición de periódicos llegó a ser explícitamente una empresa comercial, el periodismo político ya no era privilegiado en sí mismo, sino que el objetivo era generar tantos lectores y de forma tan barata como fuera posible. Esto condujo al crecimiento del sensacionalismo, a la descarada invención de cuentos, al soborno generalizado de periodistas y toda suerte de medidas inaceptables que socavaron la legitimidad del periodismo.
De otra parte, como la edición de periódicos llegó a ser un gran negocio, los mercados se volvieron menos competitivos. En el alba del siglo XX, hubo cada vez menos periódicos en cada comunidad, y en muchas ciudades permanecieron solamente uno o dos diarios competentes. Las barreras de entrada erigidas hicieron virtualmente imposible lanzar un nuevo periódico en la comunidad, incluso si los existentes eran muy rentables. En breve, la edición de periódicos se volvió monopolista, mucho más que otras industrias importantes. De hecho, no había habido un solo nuevo periódico diario rentable establecido en los Estados Unidos en un mercado dado desde la Primera Guerra Mundial, a pesar del crecimiento de la nación y de la extraordinaria rentabilidad de la industria en su conjunto.
Todo ello condujo a una crisis política del periodismo. Los periódicos eran estridentemente partidarios cuando había numerosas opiniones compitiendo y cuando no era imposible lanzar un nuevo periódico si el abanico disponible no era satisfactorio. Completamente diferente fue cuando solamente había uno o dos periódicos y resultaba imposible crear otro. Además, como los diarios eran de mucha difusión y los propietarios eran siempre ricos, su política solía ser contraria a los obreros y favorable a los empresarios. En una comunidad tras otra, los periódicos compadreaban con los que tenían la propiedad y controlaban la comunidad. En esta situación, el partidismo apestaba al despostismo que normalmente se asocia con los regímenes autoritarios o, para ser más precisos, con las colonias industriales.
Durante las primeras décadas del siglo XX, la crisis generada por el sensacionalismo y el compadreo con la derecha alcanzó su punto culminante. En la carrera presidencial de 1912, los tres rivales del Presidente William Howard Taft —el demócrata Woodrow Wilson, el progresista Theodore Roosevelt y el socialista Eugene Debs— criticaron la corrupción y venalidad de la prensa. Fue en este caldo de cultivo que se generó el periodismo profesional. Una fuerza conductora fueron los mismos editores que comprendieron que el periodismo partidista y sensacionalista estaba socavando su modelo de negocios. Tuvieron que aceptar la autoregulación para proteger sus beneficios y mantener a distancia las amenazas de los esfuerzos organizados de reforma pública.
El periodismo profesional fue la solución a la crisis. Consistió en la revolucionaria idea de que el propietario y el editor de un periódico deberían estar separados y una "muralla china" había de interponerse entre ellos. Las noticias no deberían ser configuradas para acomodarse a los intereses partidistas de los propietarios, sino más bien determinadas por los calificados profesionales no partidistas, usando los juicios y las habilidades puestas a punto en las escuelas de periodismo. Tales escuelas no existían en 1900; antes del fin de la Primera Guerra Mundial muchas de las escuelas importantes de periodismo del país se habían establecido a instancias de los propietarios de periódicos. El profesionalismo significaba que las noticias deberían aparecer igual tanto si el periódico pertenecía a un republicano como a un demócrata. El profesionalismo significaba que teóricamente ya no había ninguna razón para estar preocupados sobre la naturaleza monopólica de los mercados periodísticos porque los propietarios no abusarían de su poder y, además, según la teoría, más periódicos en la misma comunidad meramente reproducirían el mismo contenido profesional, así que serían superfluos.

Pros y contras del periodismo profesional

Las ventajas del profesionalismo son evidentes por sí mismas. Aporta a los editores y periodistas una medida de independencia de los políticos propietarios y de las presiones comerciales para modular las noticias para complacer a los anunciantes y conformarse a una línea esencial. Coloca en lugar destacado el ser equitativo y preciso. Declara pecado capital, y motivo para echar le a un periodista de su puesto de trabajo, la aceptación de sobornos o la invención de noticias. Sorprende que tantos americanos piensen que el problema con el periodismo de los Estados Unidos es que hay poca "objetividad", atributo a menudo asociado con el periodismo profesional, aunque equivocadamente. Incluso los más duros defensores del periodismo neutral ahora reconocen que los valores juegan un papel crucial en la selección de la noticia, decidiendo qué debe ser presentado y qué descartado, para no mencionar cómo se hace la presentación. Los periodistas que presentan una noticia no pueden ser objetivos como lo son unos matemáticos que encontrarían la misma solución de un problema. Hoy día, en lugar de «objetividad», los términos preferidos son, justicia, exactitud e imparcialidad.
El profesionalismo lucía muy bien comparado con lo que reemplazó, y fue ampliamente bienvenido por todo el personal. Pero la crítica de las debilidades del periodismo profesional y sus sesgos empezaron casi inmediatamente, y hacia la segunda mitad del siglo pasado se extendió tanto en las memorias de los periodistas como en la crítica sociológica de las noticias. Como famosamente apuntó Ben Bagdikian, el problema central del periodismo profesional tal como se desarrolló en Estados Unidos tiene tres aspectos: 1) dependencia de las fuentes oficiales; 2) miedo del contexto; 3) un sesgo inherente de "investiga aquí, no allá" relativo a qué áreas de poder son blancos legítimos y cuáles intocables.
El periodismo profesional hace hincapié en las noticias basadas sobre qué dice y qué hace la gente instalada en el poder. El gancho queda claro. Borra el matiz de controversia de la noticia a seleccionar –"eh, el gobernador lo dijo por lo que debe tener cobertura informativa"- y hace más barato el periodismo: se trata simplemente de situar a los periodistas cerca de la gente en el poder y hacerles reproducir lo que dicen y hacen. Adicionalmente, también ofrece al periodismo un carácter muy convencional porque los que están en el poder tienen un gran control sobre lo que debe ser informativamente cubierto y lo que no. El periodismo a menudo se convierte en un ejercicio de dictado ya que los periodistas se resisten a fastidiar a sus fuentes porque dependen de ellas por sus informes. De hecho, los políticos exitosos aprenden a explotar al máximo la dependencia que tienen los periodistas de las fuentes oficiales. Esta dependencia también posibilita la manera furtiva de actuar de la moderna industria de relaciones públicas.
La mejor situación para los periodistas que dependen de las fuentes oficiales es cuando la gente instalada en el poder tiene fuertes debates sobre temas importantes, proveyendo un espacio en donde los periodistas pueden trabajar. El debate de 2005 sobre la privatización de la Seguridad Social es un buen ejemplo, en donde el Presidente Bush y los líderes demócratas se colocaron en extremos opuestos. El peor escenario, una pesadilla para el periodismo democrático, es aquel en donde los instalados en el poder están de acuerdo y no debaten ningún tema. Si los periodistas tratan un tema que nadie en el poder está debatiendo, son acusados instantáneamente de ideológicos y faltos de profesionalidad, también de que tratan de introducir sus propios puntos de vista en las noticias. A pocos periodistas les gusta esta crítica –puede poner fin a la carrera profesional- con lo que la dependencia de las fuentes oficiales tiene un tremendo efecto disuasivo en la gama de las noticias legítimas. Lo que también significa que el público está a merced de la gente instalada en el poder de forma aún mayor que lo estaba bajo el periodismo partidista.
El periodismo profesional renuncia a menudo al contexto porque abre la puerta a la acusación de partidismo. Es terriblemente difícil contextualizar bien una noticia sin mostrar algunas inclinaciones partidistas o hacer algunos juicios de valor controvertidos. Así, el periodismo profesional tiende a apabullar con hechos, pero raramente lo hace con una apreciación matizada de lo que los hechos pueden significar. Esto ayuda a entender los numerosos estudios que muestran que el consumo sostenido de noticias sobre un tema en particular a menudo no conduce a una mejor comprensión del tema y alguna vez motiva una mayor confusión. Lo que se traduce en un efecto irónico según el cual las noticias profesionales hacen la vida pública más confusa y menos interesante y atractiva, promoviendo, de ese modo, la despolitización. Esta es un área donde el periodismo profesional como se ha desarrollado en los Estados Unidos contrasta con su precedente partidista. Por lo menos, el periodismo partidista ponía las noticias en contexto y esperaba encontrar el hilo conductor entre ellas.
"Investiga aquí, no allá", se refiere a los sesgos implícitos o tácitos incrustados en el código profesional. Estos sesgos tienden a ser favorecidos por los propietarios de los medios de comunicación, y los periodistas que escalan el escalafón acostumbran a ser los que tienen menos problemas en interiorizarlos. Por ejemplo, no es frecuente para los medios de comunicación locales hacer implacables exámenes críticos de las familias más poderosas y de las instituciones comerciales de sus propias comunidades (una investigación implacable hecha de unos medios de comunicación locales sobre las familias más poderosas y de las instituciones comerciales de sus propias comunidades sería un hecho poco usual). Este es uno de los grandes puntos débiles de nuestro periodismo porque si los medios locales de Decatur, Illinois, no investigan a la gente importante de Decatur, es altamente improbable que los medios locales de Fresno, California, envíen una delegación de periodistas a Decatur para hacer el trabajo por ellos.
A un nivel más general, como Bogdikian señala, nuestros medios de comunicación han interiorizado la idea de que el poder de las corporaciones es generalmente benevolente, el capitalismo es sinónimo de democracia, y los Estados Unidos es una fuerza del bien en el mundo. Así que las malas prácticas de las empresas casi no se investigan por los periodistas, a no ser que descaradas infracciones afecten a los inversores, mientras que las noticias concernientes a las malas prácticas gubernamentales, especialmente en programas dirigidos a los pobres y la clase obrera, es el pan de cada día.
Cuando el periodismo profesional es observado desde esta perspectiva, se evidencian pros y contras. No solamente el periodismo profesional tiene sesgos, sino que tiene la audacia de insistir que es ecuánime.

¿Un retorno al partidismo explícito?

Muchos han concluido, después de rigurosas consideraciones de loss fallos del periodismo profesional, que sería mucho mejor retornar a una forma de periodismo partidista más explícita. Dejemos estas pretensiones de neutralidad y profesionalidad, continúa el razonamiento, y dejemos a los partidarios de todos los bandos decir lo que quieran. El problema de este argumento es que acepta que el tipo de periodismo profesional que emergió en los Estados Unidos es el único posible, y que la única alternativa es el partidismo explícito. De hecho, hubo un gran debate en 1930 sobre lo que significaba el periodismo profesional entre el recién creado sindicato de periodistas, el Newspaper Guild, y los barones de la prensa. Para George Seldes y Heywood Broun, del Newspaper Guild, la dependencia de las fuentes oficiales y la interiorización de los sesgos de los propietarios era anatema para el genuino periodismo profesional. Argüían que un verdadero periodismo independiente requería de los periodistas que permanecieran fuera de las instituciones partidistas, asumiendo la perspectiva de los que no estaban en el poder. Como expresaba la legendaria expresión, el periodismo debía "afligir a los acomodados y confortar a los afligidos".
Para que se implantara la visión de Selder del periodismo profesional independiente, los periodistas tendrían que usar su sindicato para impedir que los propietarios tomaran el control de los contenidos editoriales, para hacer la "muralla china" impermeable y el personal responsable directamente ante el público. Desgraciadamente, Seldes y el Newspaper Guild perdieron esta lucha en la medida que hubiera tenido lugar. Antes de los 40 el Guild se convirtió en un sindicato tradicional, y lo que conocemos hoy día como periodismo profesional estuvo a punto de ser adoptado por todos los medios de comunicación de Estados Unidos con la excepción de unos pocos estrafalarios intransigentes, como William Loeb en New Hampshire. Pero la visión de Seldes del periodismo independiente profesional ha sobrevivido fuera de la corriente dominante, en el trabajo de periodistas como Seymour Hersh, Bill Moyers, Charles Lewis y Amy Goodman, para mencionar tan solo unos pocos. Visión que se descarta como partidista por aquellos a quienes disgusta la deslumbrante luz de la atención pública sobre los poderosos, y porque la simpatía con los que no son poderosos es vista como ideológicamente inaceptable. Pero lo que hace a este periodismo tan poderoso es que en realidad aplica la misma dura mirada a todos los que están en el poder independientemente de su afiliación política.
El periodismo profesional disfrutó de una edad dorada en la última parte de la década de los 60 y la de los 70. Aunque hubo una afilada crítica al periodismo dominante durante este período por parte de la prensa alternativa, y en las revistas periodísticas editadas por periodistas de a pie, las fuentes, la autonomía, y la fortaleza institucional del periodismo profesional tuvieron probablemente su apogeo durante estos años. Pisando los talones del escándalo Watergate y la renuncia de Nixon, el periodismo profesional disfrutó de un prestigio considerable y fue visto como una fuerza central para el bien de la nación. En la película dramática de los 70 Tres días del Cóndor, la película finaliza con el personaje que representa Robert Redford entrando en el edificio del New York Times para presentar sus pruebas de la argucia del gobierno. La insinuación era que los periodistas podían matar al dragón y nosotros podíamos vivir felices después de todo.
Un drama periodístico de Hollywood más contemporáneo, The Insider (1), hace poco años contaba la verdadera historia de cómo la presión a la dirección condujo a la CBS News a acallar una entrevista con una persona de la industria del tabaco que quería denunciar la existencia de prácticas ilegales. Hoy, la expectativa de que los periodistas podrían o deberían proveer un final feliz resulta ser irrealista, a menos que la película sea una farsa.

El asalto comercial al periodismo

Desde los 70, el periodismo profesional ha estado bajo un agudo ataque desde dos frentes. Primero, una ola de fusión y concentración de los medios de comunicación combinada con un aflojamiento de las regulaciones federales desató un ataque comercial contra la autonomía del periodismo profesional. El acuerdo entre los propietarios de los medios de comunicación y los periodistas —la "muralla china" que separa la iglesia y el estado, los intereses comerciales de los valores periodísticos—ya les parecía a los primeros cada vez menos rentable. ¿Por qué escatimar sus recursos a los departamentos de noticias a menos que generasen los mismos beneficios que las otras ramas de la corporación empresarial? Al fin y al cabo, se argumentaba, "esto es un negocio no una caridad", negocio que debe ser responsable ante las necesidades de los accionistas de la maximización del beneficio, por encima de todo lo demás. Si el mercado no alienta al periodismo, entonces la gente no debe querer o necesitar al periodismo, o al menos al pintoresco y viejo periodismo de antaño. Debido a que el acuerdo entre propietarios y periodistas nunca estuvo escrito, fue erosionado bajo la firme presión comercial.
Comprendido en este contexto, mucho de lo sucedido en el periodismo a lo largo de las últimas dos o tres décadas cobra sentido. Por una parte, ha habido una disminución de recursos para el periodismo. De otra parte, los principios del periodismo sobre qué es considerado una legítima noticia gradualmente se han transformado para incorporar el nuevo ambiente comercial. En general, la autonomía del periodismo profesional está desapareciendo de una forma similar a la pluviselva amazónica o la capa de ozono.
La reducción de recursos para el periodismo ha sido ampliamente reseñada. Significa que hay muchos menos recursos para la investigación periodística. Roberta Bassin, quien ha ganado setenta y cinco premios y dos premios Peabodys [un prestigioso premio radiotelevisivo concedido anualmente en los EEUU. Nt.] con la ABC y la CBS, entre otros, dice que el periodismo de investigación se convirtió en la primera área desparecida en las pasadas dos décadas, durante las cuales los valores corporativos conquistaron la sala de redacción. Por otra parte, el periodismo de investigación pasó de ser una protegida y alentada entidad a algo visto como sospechoso por los directivos de las corporaciones. "Los abogados de las empresas de los medios de comunicación siempre han comprobado nuestras noticias por si hubiera ocasión de interponer posibles recursos legales", afirma Baskin. "Pero si los abogados alguna vez simpatizaron con los periodistas, defendiéndoles y tratando de airear sus noticias, ahora defienden la opinión de los propietarios de que el periodismo de investigación causa muchos problemas y cuanto menos se haga mejor." Como Charles Lewis ha hecho notar, mucho de lo que ocurre en el periodismo de investigación hoy en día simplemente se refiere a un insider filtrando una historia al periodista.
La cobertura informativa internacional está también en la lista negra. Los corresponsales caros ocasionan mucha tinta roja y muy poca negra. El veterano corresponsal en el extranjero de la CBS News Tom Fenton escribió un devastador informe sobre el declive de la cobertura informativa internacional en los Estados Unidos, especialmente en la televisión, en su libro de 2005 Malas noticias. Fenton indica que la cantidad de esta cobertura en los periódicos y la televisión de Estados Unidos cayó del 70 al 80 por ciento en los 80 y 90. Fenton indica con deprimente detalle la completa falta de interés que tienen los ejecutivos de las corporaciones de los medios de comunicación en dar cobertura informativa del mundo.
Cuando ocurrieron los ataques del 11 de septiembre de 2001, los medios de comunicación habían dejado al público americano sin bases para evaluar qué estaba pasando y por qué. Un americano había de dedicar mucha atención rastreando oscuros sitios en Internet o perseguir un curso avanzado en política internacional para tener el mismo sentido del mundo que muchos europeos tenían por medio de sus medios de comunicación dominantes. Y a pesar de la palabrería que siguió inmediatamente después de los ataques del 11 de septiembre afirmando que los medios empezarían de nuevo a cubrir informativamente el mundo, esta retórica nunca fue tomada seriamente por los directivos de las corporaciones del ramo.
La generalizada reducción en el número de reporteros ha significado que la información procedente del mundo de las relaciones públicas sirva cada vez más como fuente de noticias. En la televisión, el periodismo es reemplazado por «expertos» ignorantes y el pronóstico absurdo, una barata y entretenida forma de maximizar el beneficio, pero nada remotamente cercano al periodismo. En realidad, la revolución real que trajo el canal de noticias de la FOX fue menos su retorno al partidismo que su reemplazo del periodismo costoso por el relativamente barato experto fanfarrón. Esto representa un modelo de negocio que está ganando y altamente atractivo para todos los propietarios de medios de comunicación. La otra alternativa es la completa eliminación de las noticias, como así ha ocurrido en muchas emisoras de radio y en un creciente número de cadenas de televisión. En una ciudad detrás de otra, apenas hay un puñado de periodistas en el oficio, y temas de considerable importancia son superficialmente mencionados o no tratados en absoluto. Esto significa que el mal tradicional del periodismo profesional, básicamente los informes de debates entre las élites, se ha convertido en un cáncer. Una cosa es informar sobre los debates y después hacer alguna investigación, algún periodismo, para establecer cuál es la verdad del asunto. Y otra muy distinta es informar sobre los debates y las demandas en disputa y lavarse las manos de toda responsabilidad para examinar estas demandas. En el periodismo de hoy está imponiéndose cada vez más la norma, según la cual si un periodista cuestiona una afirmación de un político, es acusado de partidismo, lo que significa el anatema. Se deja al oponente político el desafío y el aporte de la evidencia, no al periodista. Pero ya que el oponente político puede siempre ser descartado como partidista, un político puede mentir con impunidad. Los periodistas emplean mucho más tiempo evaluando si los políticos pueden engañar al público —esto es, mentir— que responsabilizando a los políticos de sus mentiras. Nuestro medio periodístico hoy es un paraíso de la mentira.
Traducción para www.sinpermiso.info: Julie Wark y Daniel Raventós
Si le ha interesado este artículo, recuerde que sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita y considere la posibilidad de contribuir al desarrollo de este proyecto político-cultural con una DONACIÓN : http://www.sinpermiso.info/donaciones/index.php
Fuente:
inthesetimes, 8 diciembre 2005

UN MURO EN EL SAHARA PROPONE TRUMP

El mundo se sorprende ante insólita propuesta de Trump para frenar la inmigración

Esta semana el canciller español Josep Borrel dijo que Trump le había sugerido levantar un muro en el Sahara, señala el Diario de Nueva York, tan largo como en la frontera de México.


Sorprende insólita propuesta de Trump para frenar la inmigración
La propuesta de Trump se convirtió en burla
FOTO: GETTY IMAGES

LA PRENSA AMARILLA O SENSACIONALISTA

A QUE LLAMAMOS PRENSA AMARILLA O AMARILLISTA?  Más Datos Curiosos!
Prensa amarilla o prensa amarillista es aquel tipo de prensa sensacionalista que incluye titulares de catástrofes y gran número de fotografías con información detallada acerca de accidentes, crímenes, adulterios y enredos políticos. En los países de lengua inglesa, estos noticieros se llaman «tabloides» porque suelen tener un formato menor que el usual de periódicos serios.
prensa amarilla
Hacia 1896 dos magnates de prensa rivales -William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer- eran dueños de dos cadenas de periódicos más poderosas de los Estados Unidos. La lucha se libró sobre todo en Nueva York, donde Hearst era propietario del Journal y Pulitzer del World.
Para superarse en la guerra de ventas, ambos apelaban a los toques más sensacionalistas. Titulares de tamaño catástrofe y gran despliegue de fotografías acompañaban una información que no ahorraba detalles acerca de accidentes, crímenes, adulterios y chanchullos políticos.
De todas maneras esta fórmula acabó fracasando, sin embargo muchos de sus aspectos formales y de contenido han llegado hasta los medios impresos de nuestros días.
Los grandes beneficios económicos que obtuvieron estos primeros periódicos de masas los convirtieron en eje de poderosos monopolios informativos (Pulitzer, Hearst, RCA, CBS)
Parece que la calificación proviene de una historieta llamada The Yellow Kid, que nació en el World. En ella, las palabras del personaje aparecían impresas sobre su camisa amarilla.
El uso de esa tinta en los diarios era una innovación tecnológica, y así, el atractivo propio de la tira se sumó lo detonante del color. El dibujante trabajó alternativamente para uno y otro diario: de esos vaivenes y del común estilo de hacer estallar la noticia ante los ojos del lector surgió lafrase ” prensa amarilla”.

CONCEPTO DE SENSACIONALISMO 
El sensacionalismo es la tendencia de cierto tipo de periodismo a presentar las noticias y los hechos en forma capaz de excitar malsanamente la curiosidad, las emociones y las pasiones del público.
Lo que es la demagogia respecto a la democracia, es el sensacionalismo respecto al periodismo.
El sensacionalismo explota los sentimientos y las emociones fáciles; se dirige a los sentidos y a la imaginación, más que a la inteligencia; fomenta sentimientos y curiosidades bajas, cuando no malsanas.
El verdadero periodismo informa objetivamente y orienta a la opinión; el sensacionalismo-satisface instintos, impresiona los sentidos.
Existe un doble sensacionalismo: de fondo y de forma.
El sensacionalismo de fondo se manifiesta en las noticias y hechos publicados. Da preferencia a crímenes, hechos pasionales, accidentes, catástrofes, y similares. Pone de relieve detalles y circunstancias que poco tienen que ver con la información objetiva, pero que son aptos para satisfacer curiosidades morbosas.
El sensacionalismo de forma se manifiesta en la presentación de titulares espectaculares y truculentos, tanto en su redacción como en su diagramación. Se manifiesta, asimismo, en las ilustraciones y fotografías efectistas a que recurre.
Es misión de la prensa proporcionar a la comunidad una información amplia, completa y objetiva. Debe también dar noticias de los delitos y cosas malas que suceden día a día. El conocimiento del mal es incluso necesario para un mejor conocimiento del hombre y de la sociedad. Pero no es lícito al hacerlo, excitar instintos inferiores o deseos depravados.
La presentación de los hechos y noticias en forma capaz de despertar curiosidad y atraer la atención es parte de la tarea periodística y demostración de capacidad profesional. Pero el sensacionalismo no es capacidad periodística, sino demagogia.
La mayor parte de las publicaciones sensacionalistas están guiadas por un exclusivo afán de lucro. Para aumentar el número de sus lectores y lograr mayor venta no dudan en recurrir a medios que están reñidos con la prensa profesionalmente seria.

La prensa sensacionalista penetra fácilmente en el sector intelectual, social y económicamente más débil de la población, en la que tiene menos capacidad de juicios y valoraciones personales. En vez de contribuir a elevar el nivel intelectual y moral de la población, contribuye a degradarlo.
El sensacionalismo es un abuso de la libertad de prensa, pera no es fácil combatir contra él.
Ningún país tolera que bajo el pretexto de libertad de prensa se fomente abiertamente el mal o se haga la apología del delito y del crimen. En tales casos interviene coactivamente la autoridad.
Pero la intervención de la autoridad para reprimir el sensacionalismo, exceptuando casos extremos, es muy riesgosa. La experiencia muestra que tal intervención se presta a abusos, que con el pretexto de combatir el sensacionalismo, fácilmente se restringe la libertad de prensa.
La reacción contra el sensacionalismo debe provenir de dos fuentes:
1. la madurez intelectual, emocional y cívica de la comunidad, que rechace tal tipo de publicaciones;
2. la responsabilidad ética de los periodistas que los haga sentirse responsables no sólo de proporcionar una adecuada y completa información, sino también de contribuir a la elevación social y cultural de la comunidad.

AMPLIACIÓN DEL TEMA …

A principios de 1964, con el patrocinio del Instituto Francés de la Prensa, se llevó a efecto en París un seminario para analizar aspectos éticos relacionados con el periodismo. Tuvieron destacada participación, en el congreso, docentes universitarios, periodistas, abogados, sociólogos, magistrados, psiquiatras, cientistas sociales y directores de medios de comunicación.
elogios importantes para la mujer
En las discusiones se deliberó a fondo acerca de las responsabilidades que la sociedad atribuye a todos los factores que intervienen en el proceso informativo, haciendo especial hincapié en lo que se dio por llamar “… el muro de la vida privada”. Se convino que el ejercicio libre del periodismo debería asegurar un mínimo de intimidad a cualquier ciudadano, aun cuando sobre este respecto no hubo unanimidad de criterios.
En el transcurso de los acalorados debates y luego de un intenso análisis de puntos de vista encontrados, se pudo sostener que la cuestión relativa “… al muro que debe garantizar la vida privada”, continuaba siendo algo muy complejo, por los tropiezos que existían para deslindar jurídicamente los ámbitos de protección. Por tanto se admitió que estaban afectos al amparo, tanto la vida familiar como la laboral de todo ciudadano, mas cuando se tratara de “un hombre público” la noción de “muro” variaba. Uno de los documentos oficiales del seminario dejó constancia de los siguiente:
“La gente tiene derecho, en ese caso, (en el de “hombre público”) de conocer a aquel que solicita sus sufragios, a las personas que afrontan la justicia -a condición de que no se publique nada en perjuicio de terceros- y a quienes viven del fervor y del favor populares, o sea, los ídolos, los astros y estrellas de cine y televisión y los ases del deporte”.
El ex ministro de Informaciones de Francia, monsieur Soulié, con vehemencia sostuvo que en occidente, el denominado mercado de los medios de comunicación operaba de manera muy amplia y abierta y que, si bien era efectivo que le correspondía dar cuenta de sus acciones, a los tribunales de justicia, ante las intromisiones que llegara a cometer, también tenía que tener en cuenta “… los gustos y la demanda del público, ávido de tales detalles sobre la vida de aquellas personas de quienes se habla mucho”. Llegó a afirmar con singular claridad que “… el contacto con la vida privada de los grandes de este mundo, contribuye a mantener el equilibrio psicológico del pueblo. La imaginación es una maravillosa válvula de escape, necesaria para la salud moral. Sin embargo, así como existe un límite al derecho de la información, debería existir también una ética profesional, para que el periodista se haga guiar siempre por una especie de conciencia colectiva de su profesión”.
La utópica pretensión de institucionalizar las fronteras del territorio de la privacidad aparece como algo casi imposible y la instancia se ha venido dejando librada a la eventual mesura y ponderación de cada participante, conforme a regulaciones éticas y morales que se han venido formulando -e insistiendo en su aplicación- desde fines del siglo pasado.
En todo caso, y pese a las advertencias y recomendaciones, el interés por lo vedado no cesa. Así lo confirma Jorge Raúl Calvo en su volumen “Periodismo para nuestro tiempo”:
“La avidez por enterarse de lo prohibido, lo oculto, lo inconfesable, esconde siempre una perniciosa y sádica propensión del público en general. A las gentes no les interesa mayormente lo privado en la dimensión de la nota familiar, aquella que nos muestra un prudente mandatario o monarca europeo, rodeado por sus nietos, en el parque de su residencia de verano, mientras nos hace confesiones acerca de sus aficiones por la pesca de la trucha o los trabajos manuales de carpintería. Por supuesto que la posibilidad de difundir o no los detalles de este tipo de entrevistas, analizándolas a la luz de lo privado o lo público, es simplemente absurda. Pero si juega, en el plano dialéctico y controvertido, la picara intención de los lectores, correspondida por los autores de las notas, que se afanan por enterarse de los secretos de alcoba del primer ministro o del combatiente legislador de moda, en un sádico afán de adosarles el consiguiente desprestigio público. O la referencia minuciosa del nacimiento oculto de la reina, estaba asediada por los rumores sobre sus amoríos con el delfín de turno.”
Y, mas adelante el profesor Calvo remata su idea de la siguiente forma:
“Bien sabemos que las confidencias de un político oficialista de primer plano, acerca de sus predilecciones por la música de Chopin o de los paseos matinales en la alameda cercana a su domicilio, no pueden ser motivos polémicos, cuando se trata su difusión, pero si, y altamente, pueden serlo las referencias sobre su eventual-y cotizado regalo a una conocida corista. El redactor desaprensivo sabe muy bien dónde está ubicado ese límite ideal marcado por la prudencia, pero prefiere seguir las bien conocidas predisposiciones del público, hacia la nota truculenta o intencionada. Pone en ello, también, algo de su vanidad y prestigio, que resulta singularmente avalado por estas prácticas irregulares que, indirectamente, lo nimban con una aureola de conocedor amplio acerca de los más íntimos secretos de los influyentes.”
UN PROSPERO NEGOCIO
Hacia 1920 la prosperidad de las grandes cadenas y sindicatos periodísticos que se nutrían del sensacionalismo, era un hecho indesmentible. A esos años corresponde el apogeo del “Daily News” de Nueva York, y de las revistas “American Mercury” y “Harper’s” que se inclinó por las portadas de color verde y que se presentaba a sus lectores como “… paladín de la verdad sobre la vida norteamericana.”
En todo caso vale la pena hacer notar un hecho curioso al que apunta el investigador Silas Bent:
“Entre 1914 y 1926 la cantidad de diarios del país disminuyó de dos mil 580 a 541, pero la circulación conjunta por número se elevó de unos 28 millones a 36 millones de ejemplares”.
Es esa la época, también, en que se formaron cincuenta y cinco cadenas periodísticas que llegaron a controlar 230 diarios, con una tirada promedio conjunta de más de trece millones de ejemplares.
El periodismo se convirtió en una fuente inagotable de lucro con lectores prácticamente drogados por las necesidades de tensas e inesperadas emociones de la más espuria truculencia. Los encargados de marketing de los medios de comunicación sensacionalista empezaron a tener muy claro que un muerto vende bastante, pero que cinco venden mucho más; que un juicio por difamación no deja de ser interesante, pero que otro por perversión sexual es capaz de duplicar una tirada normal.
En esta mezcla bastarda de asuntos íntimos con públicos, en el periodismo de esos años, donde los editores sobresalían por su actitud desaprensiva respecto de los fines naturales de la prensa es imposible no señalar a William Randolph Hearst, que, consiguió superar ampliamente los excesos de todos los periodistas de su época.
Por el tamaño y trascendencia de su más recordada proeza sensacionalista, a la que en forma errada se le atribuye el inicio de tales prácticas, corresponde tenerlo presente, en la memoria, como prueba de las deplorables consecuencias que pueden acarrear, en la opinión pública y los gobiernos, esta clase de irregularidades.
Fuente Consultada: Hechos Sucesos que estremecieron al mundo N°12 El Periodismo Sensacionalista




El ministro de Exteriores de España, Josep Borrell, aseguró este martes que el presidente estadounidense Donald Trump le sugirió “construir un muro a lo largo del Sahara” para hacer frente a la creciente oleada de inmigrantes que llegan al país europeo en busca de refugio.
“Cerrar los puertos no es solución. Como tampoco es solución construir un muro a lo largo del Sahara, como me sugería el presidente Trump recientemente”, dijo Borrell.
El ministro español, quien hizo estos comentarios durante un almuerzo con la prensa en Madrid, no especificó el contexto o el lugar en que el mandatario estadounidense le dio la sugerencia.
Pero sí se mostró escéptico ante los comentarios de Trump: “¿Sabe usted cómo es de grande el Sahara?”, se preguntó.
Un portavoz del Ministerio de Exteriores de España dijo que no harían ningún comentario adicionalal respecto.
Según la prensa española, Trump también les dijo a los representantes diplomáticos españoles que “la frontera con el Sahara no puede ser más grande que la nuestra con México”.

Borrell.
BBC
El ministro español hizo estos comentarios durante un almuerzo con la prensa en Madrid. (Foto de archivo)

Críticas

Una de las promesas más polémicas de Trump durante las elecciones de 2016 fue la de construir un “muro grande y hermoso” a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México.
El mandatario, quien dijo que México pagaría por el muro, lleva meses tratando de conseguir la financiación para la construcción del muro.
Ahora, su sugerencia de que España construya un muro en el Sahara para contener la inmigración fue recogida por la prensa estadounidense y dio lugar a numerosos comentarios en las redes sociales.
En algunos se criticaba la idea y en otros se ponían en duda los conocimientos de geografía del mandatario y le recordaban que España está en Europa y el Sahara en África.