Jueves, 6 de marzo de 2014
AMERICA POR GARCIA MARQUEZ Y VARGAS LLOSA
Homenaje | Hemeroteca de Cuadernos para el diálogoJorge Zavaleta Alegre
—¿Para qué crees que sirves tú como escritor? —preguntó
Mario Vargas Llosa. —Tengo la impresión de que empecé a ser escritor cuando me
di cuenta que no servía para nada —contestó Gabriel García Márquez. “Ahora no
sé si, desgraciada o afortunadamente, creo que es una función subversiva,
¿verdad?, en el sentido de que no conozco ninguna buena literatura que sirva
para exaltar valores establecidos”, agregó
Así empezó el fructífero y enriquecedor
diálogo sobre La novela en América Latina, durante las
mañanas primaverales del 5 y 7 de septiembre de 1967. Fue en la
Facultad de Arquitectura de la UNI, principal centro
científico y tecnológico del
Perú, cuando ambos ya eran notables novelistas, y años
después serían consagrados con el Premio Nobel de
Literatura 1982 y 2010.
La Academia sueca ubicó al colombiano García Márquez en el
contexto “de un continente cuya literatura ha conquistado una
posición que es seguida con particular interés en la vida cultural
de nuestro tiempo”. Y al peruano
Vargas Llosa “por su cartografía de estructuras de poder y sus
mordaces imágenes de la resistencia individual, sublevación y
derrota”.
VLL. ¿Esa inconformidad que expande la literatura en el
ámbito social puede ser prevista, calculada por el escritor cuando su
libro llegue a sus lectores?
GM. No. Creo que si eso es previsto, que si es
deliberada la fuerza, la función deliberada del libro que se
está escribiendo, desde ese momento ya el libro es malo. Pero
antes quiero establecer esto: cuando aquí decimos
escritor, cuando decimos literatura, nos estamos refiriendo a
novelistas y a la novela, porque de otro modo podría prestarse
a malas interpretaciones… Creo que el escritor siempre está en
conflicto con la sociedad…
VLL. ¿Qué otros factores serían los preponderantes, que
elementos determinarían la realidad de la obra
literaria?
GM. A mí lo único que me interesa en el momento de escribir
una historia es si la idea de esa historia pueda
gustar al lector y que yo esté totalmente de acuerdo con
esa historia… Precisamente estoy preparando la historia de
un dictador imaginario que se supone es latinoamericano que
tiene 182 años… Lo que quiero en este caso es
expresar que en la inmensa soledad del poder no hay
arquetipo mejor que el del dictador latinoamericano, que es el gran
monstruo mitológico de nuestra historia.
VLL. Una pregunta más personal, porque al hablar de la
soledad yo recordaba que es un tema constante en todos tus libros,
inclusive el último se llama, precisamente, Cien años de
soledad, y es curioso, porque tus libros siempre están muy poblados o
son muy populosos…
GM. En realidad, no
conozco a nadie que
en cierta medida no se sienta solo. Este es el significado de la
soledad que a mí me interesa. Temo que esto sea metafísico y que
sea reaccionario y que parezca todo lo contrario de lo
que yo soy, de lo que yo quiero ser en realidad, pero creo
que el hombre está completamente solo. Creo
que es parte esencial de la naturaleza.
VLL. Quisiera que nos hablaras de este elemento que diríamos
cultural. ¿Qué lecturas influyeron mayormente en ti
cuando escribiste tus libros?
GM. Yo conozco mucho a Vargas Llosa y se dónde está
tratando de llevarme. Quiere que le diga que todo esto viene de la
novela de caballería. Y en cierto modo tiene razón. Uno de mis
libros favoritos que sigo leyendo es el Amadís de Gaula y creo que
es uno de los grandes libros que se han escrito en la historia
de la humanidad,
a pesar de que Mario Vargas Llosa cree que es el Tirante
el Blanco… Toda esta
libertad narrativa desapareció
con la novela de caballería, en la que se encontraban cosas tan
extraordinarias como las que encontramos ahora en América Latina
todos los días. ¡Las relaciones entre la realidad de América Latina y
la novela de caballerías
son tan grandes!
VLL. Tal vez podrías
llegar a hablarnos
del realismo en la literatura, cuáles son los límites del realismo
y, ante un libro como el tuyo, donde ocurren cosas muy reales,
muy verosímiles junto a cosas aparentemente irreales, como
esa de la muchacha que sube al cielo en cuerpo y alma, o
un hombre que promueve treinta y dos guerras, lo derrotan en
todas y sale ileso de ellas. ¿Tú crees que eres un
escritor realista o un escritor fantástico, o crees que no se
puede hacer esta distinción?
GM. No. No. Yo creo que particularmente en Cien años de
soledad soy un escritor realista, porque creo que en América Latina
todo es posible, todo es real. Creo que tenemos que trabajar en
la investigación del lenguaje y de formas técnicas del relato, a
fin de que toda fantástica realidad latinoamericana forme parte
de nuestros libros.
Asumir nuestra realidad, que es una forma de realidad,
puede dar algo nuevo a la literatura universal.
VLL. Hay un capítulo en donde yo creo que tú has descrito
con gran maestría el problema de la explotación
colonial de América Latina. A mí me gustaría que lo explicaras de
alguna manera.
GM. La historia de
Macondo y las
bananeras es totalmente real. Lo que pasa es que hay un raro
destino en la realidad latinoamericana, inclusive en casos como
el de las bananeras que son dolorosos, tan duros, que tienden, de
todas maneras, a convertirse en fantasmas. Con la
compañía bananera empezó a llegar a ese pueblo gente
de todo el mundo y era muy extraño porque en
este pueblito de la costa atlántica de Colombia hubo un momento
en el que se hablaba todos los idiomas. La gente no se
entendía entre sí; y había tal prosperidad, es decir, lo
que entendían por prosperidad, que se quemaban billetes bailando
la cumbia. Los trabajadores que reclamaron pagos en dinero y no
en bonos y lo que pasó fue que el ejército rodeó a los trabajadores
en la estación y les dieron cinco minutos para retirarse. No se
retiró nadie y los masacraron.
VLL. Dicen que una vez el gobierno brasileño suprimió una
epidemia con un decreto.
GM. Volvemos a lo mismo. Lo que pasa es que en América
Latina por decreto se olvida un acontecimiento como tres
mil muertos. Empezamos a buscar ejemplos y encontramos miles.
VLL. O sea, el episodio
de la matanza de los
obreros no es solo histórico, sino que…
GM. Mi novela da el número del decreto por el cual se
autorizaba para matar a balazos a los trabajadores y da el
nombre del general que lo ha firmado y el nombre de su secretario.
Eso está en Archivos Nacionales y ahora
lo ven en la novela y piensan que es una exageración.
VLL. ¿Por qué no nos cuentas un poco
cómo conciliaste la actividad periodística con la
actividad literaria antes de escribir Cien años de soledad. ¿Crees
que estas actividades paralelas dificultaban el ejercicio de tu
vocación?
GM. Mira, durante mucho tiempo creí que la ayudaban, pero
en realidad todo dificulta al escritor, toda actividad secundaria…
Yo no estoy de acuerdo con lo que se decía antes: que
el escritor tenía que pasar trabajos y estar en la miseria para
ser mejor escritor. Yo creo de veras que el escritor escribe mucho
mejor si tiene sus problemas
domésticos y económicos perfectamente resueltos, y que
mientras mejor salud tenga y mejor estén sus hijos
y mejor esté su mujer, dentro de los niveles modestos en
que nos podemos mover los escritores, siempre escribirán
mejor. Ahora, también sucede una cosa: que yo podía
haber resuelto mi situación de escritor aceptando
becas, subvenciones, en fin, todas las formas que han inventado
para ayudar al escritor.
VLL. ¿Subvenciones de qué tipo? Porque el hecho de que
un escritor leído o auspiciado o alimentado por una sociedad es
también una forma de subvención indirecta.
GM. Pero tú y Cortázar y Fuentes y Carpentier y otros
están demostrando, con 20 años de trabajo, de romperse el cuero,
como se dice, que los lectores terminan respondiendo. Estamos
tratando de demostrar que en la América Latina los escritores
podemos vivir de los lectores, que es la única subvención que
podemos aceptar los
escritores.
VLL. El público del autor latinoamericano ha
crecido enormemente, hay una audiencia realmente asombrosa. ¿Qué
piensas tú, en comparación al escritor de hace treinta años?
GM. Yo estoy muy
asustado. Creo que
hay un factor real. Los escritores de hace treinta años
hacían otras cosas. En general, escribían los domingos o cuando
estaban desocupados. La literatura era su trabajo secundario.
Escribían cansados, es decir, después de haber trabajado en otra
cosa, se ponían a escribir literatura y estaban
cansados. Las mejores horas, horas más descansadas, hay que
dedicárselas a la literatura. Ahora, yo no sé si el fenómeno del
“boom” es en realidad un “boom” de escritores o si es un “boom” de
lectores, ¿verdad?
VLL. ¿Tú piensas que este movimiento de auge de
la literatura latinoamericana se debe principalmente a que los
escritores latinoamericanos contemporáneos son más rigurosos
con su vocación, es decir, se han entregado más?
GM. Creo que es por lo que decíamos antes. Que hemos
decidido que lo más importante es seguir nuestra vocación de
escritores y que los lectores se han dado cuenta de ello. En el
momento en que los libros eran realmente buenos aparecieron los
lectores. Esto es formidable.Yo creo, por eso, que es un “boom”
de lectores.
VLL. La mayor parte de los autores latinoamericanos “de
moda”, diríamos, viven fuera de sus países. Se preguntan si el exilio
voluntario de estos autores daña de alguna manera el testimonio
que ofrecen de su propia realidad. ¿Qué piensas tú del problema?
GM. Tengo catorce años de haber salido de Colombia y sigo
viviendo en Colombia, pues estoy perfectamente
informado de todo lo que ocurre en el país, mantengo contacto
por correspondencia, recortes de prensa y estoy siempre al día
en relación con todo lo que sucede allí. En el exterior se goza de
cierta impunidad. Yo en París he
vendido botellas, en México he escrito guiones de televisión
sin firma, es decir, cosas que nunca hubiera querido hacer en
Colombia. En cualquier parte del mundo donde esté,
estoy escribiendo una novela colombiana, una
novela latinoamericana.
VLL. A mí parece que la
literatura de
evasión es una literatura que escapa de una realidad concreta,
de una realidad histórica, es menos significativa, que busca su material
en una realidad concreta.
GM. A mí personalmente esa literatura no me
interesa. Pero esto me hace recordar algo que conversamos. Recuerdo
que tú llegabas a la conclusión de que los novelistas somos los
buitres que estamos
alimentándonos de la carroña de una sociedad en descomposición
y me parece que sería interesante que recordaras esto que me
decías, no se sí lo recuerdas, pero conversamos en Caracas.
VLL. Bueno, pero como el interrogado eres tú…
GM. No, no… es que estoy totalmente de acuerdo con
esta idea tuya, podría exponerla yo, pero me parece que
eso es una tontería estando delante tú, para que la expongas.
Yo soy totalmente solidario.
VLL. Yo creo que estas
sociedades que se
parecen un poco a los cadáveres son las que excitan más a los
escritores, los proveen de temas fascinantes. ¿Tú crees que se puede
señalar un denominador común entre todos estos
escritores? ¿Cuáles serían las afinidades que hay entre ellos?