ColumnasJorge Zavaleta Alegre
América y la creciente desconfianza ciudadana
Una nueva época, un mundo infeliz. “Un feroz individualismo ha definido nuestras sociedades en las últimas tres décadas. La democracia y la verdad están en peligro, afirmó en 2016 Antony Beevor.
Beevor explica que el problema es que los historiadores tardarán años en determinar si los grandes cambios que estamos experimentado tuvieron relación entre sí o si se produjeron simultáneamente por casualidad.
Los cambios acelerados afectan a todos los aspectos de la sociedad y la política, tanto nacional como internacional, y también a la guerra.
El éxito militar convencional ya no trae consigo la paz. Los líderes de Washington y Londres pasaron por alto un cambio crucial en la manera de hacer la guerra. La guerrilla o la lucha partisana se solía librar en las montañas, los bosques o los pantanos. La teoría de Mao de que había que moverse entre la población como peces en el agua no ha caído en el olvido.
La explosión demográfica en África y Oriente Próximo está aumentando el número de megalópolis a través de la inmigración.
En la actualidad, el Ejército estadounidense se está preparando para futuros campos de batalla formados por rascacielos rodeados de chabolas, de pueblos emergentes, marginales.
La verdadera revolución socioeconómica empezó a mediados de la década de 1980 principios de la de 1990 sin que entendiésemos lo que estaba pasando, opinan algunos liberales extremistas.
Entonces nos parecía emocionante esa combinación de cambio geopolítico y final de la Guerra Fría mezclado con la revolución de las comunicaciones y la invención de Internet.
Pero esos cambios también trajeron consigo la liberalización económica, la liberalización de los mercados financieros, el fin de las barreras comerciales y la expansión de la globalización.
Empezamos a advertir la fragmentación de las lealtades colectivas o tribales. Los sindicatos, las organizaciones religiosas, los partidos políticos y las asociaciones militares comenzaron a decaer al mismo tiempo. El énfasis se pone hoy en el individuo.
En la actualidad estamos entrando en el mundo de la posalfabetización. El peligro es que, en la actualidad, para la mayoría de la gente esta “historia para entretener” es la principal fuente de conocimiento histórico.
Vivimos cuasi atrapados, en una época en que todo el mundo, los hechos y los conocimientos especializados quedan relegados sistemáticamente a un segundo plano frente a las opiniones y la política, parecen mermar las posibilidades de explicar la migración y sus cambios a través datos empíricos y conocimientos teóricos.
La Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes de 2016, en la que se plasma la intención de los Estados de elaborar un nuevo pacto mundial sobre migración y, por separado, un pacto mundial sobre refugiados. En 2015 había aproximadamente 244 millones de migrantes internacionales en todo el mundo, lo que equivale al 3,3% de la población mundial.
Ahora, el número de migrantes internacionales ha aumentado a lo largo del tiempo —tanto en términos numéricos como proporcionales. Tras revisarse las proyecciones para 2050 el total mundial se cifró en 405 millones de migrantes internacionales, informa la OIM.
América Latina podrá recuperar la confianza ciudadana. Esta es una interrogante difícil de ser respondida hoy en día.
En este contexto tan incierto las convocatorias de los políticos pierden audiencia. Recordemos como el mandatario norteamericano ha sostenido en Florida una reunión con presidentes de República Dominicana y Haití, y los primeros ministros de Bahamas, Jamaica y Santa Lucía. En esta cita el tema central no ha sido el comercio sino sobre Venezuela, en un nuevo esfuerzo de Washington para aislar al régimen de Caracas, cuando los países deberían resolver sus problemas internos buscando consensos y no alentando invasiones.
En Florida, cabe recordar que hace dos meses después de que Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional venezolana, se proclamó a sí mismo como presidente interino de la nación sudamericana con el apoyo de Estados Unidos.
Los líderes caribeños expresaron públicamente que estaban en la cita para discutir sobre energía, comercio, y también sobre seguridad, cuestiones regionales de paz y estabilidad en la región, y cómo caminar hacia la prosperidad de nuestros pueblos, según palabras del primer ministro de Jamaica. Pero nada de eso se conversó. Los imperios comienzan a perder fuerza.
La cita de mandatarios trae a colación la pregunta: ¿Pueden los compromisos del gobierno recuperar la confianza de los ciudadanos en América Latina?
“La confianza es rara en América Latina, y cada vez es más rara. La mala gestión económica y financiera, los escándalos de corrupción y la desigualdad han cobrado su precio”, responde Carlos Scartascin, líder del Grupo de Economía del Comportamiento del BID, cuya investigación se centra en el papel de los mensajes y los métodos de comunicación para afectar el comportamiento y la demanda de políticas públicas.
Una encuesta anual de opinión pública de 18 países de la región, señala que la confianza en el gobierno bajó del 45% en 2009 al 22% en 2018, y la proporción de personas que están descontentas con la democracia se disparó del 51% al 71%.
Nada de esto es una buena noticia para el contrato social entre los gobernadores y los gobernados. Tampoco es bueno para las perspectivas de desarrollo. Los ciudadanos anhelan mejores servicios de salud, carreteras y fuerzas policiales. Pero es poco probable que apoyen impuestos más altos para mejorar esos servicios si tienen poca o ninguna creencia.
Las organizaciones de desarrollo han promovido durante mucho tiempo una mezcla de mayor transparencia y desempeño gubernamental. En los últimos años, varios países latinoamericanos también han recurrido a las tecnologías digitales.
América Latina se encuentra en un momento crucial. La acusación de numerosos ex presidentes y vicepresidentes por cargos de corrupción, crecimiento débil y delincuencia rampante han conspirado para erosionar los lazos fundamentales que unen a las personas con sus gobiernos. Los ciudadanos consideran que los sacrificios de las poblaciones, con el pago de impuestos cada vez mas más altos, ya no se consideran inversiones dignas a largo plazo.
Esta realidad en boca de los Millenials plantea la hora de cambiar la costosa infraestructura física en los países por mayor acceso a la tecnología del espacio, la nube híbrida.
Más del 80% de las empresas ahora tienen una estrategia de nube múltiple, que utiliza un promedio de 4.8 nubes públicas y privadas, según RightScale State of the Cloud.
¿Qué es la infraestructura de nube híbrida?. La experiencia en la nube es el nuevo estándar para alentar el autoservicio, baja fricción, automatizado, integrado, basado en el consumo, despliegue rápido, flexible.
Se va extendiendo la experiencia de la nube pública a los centros de datos empresariales, ofreciendo un modelo de consumo sin fricción con autoservicio, automatización. Va más allá de las soluciones de infraestructura tradicionales en muchas áreas clave como la automatización.
La política actual pasa por una revisión, con mayor participación de los ciudadanos y volcar la tecnología al servicio de la humanidad.