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Escribe David Flores Vásquez*
El “pasha” en la fiesta de Santa Isabel, en Huaylas, Ancash, es un personaje que se disfraza y cambia su voz para no ser reconocido. Integra una comparsa que danza a los acordes de la banda de músicos del barrio al que pertenece, mientras chasquea con pericia un látigo, chicote o tronador. Aprovecha su anonimato para bromear y “tomar el pelo” a los asistentes a la fiesta. Por ejemplo, en una oportunidad, un “pasha” hizo posar al Embajador de los Estados Unidos ante su falsa cámara fotográfica de trípode. La comparsa tiene, además, como costumbre ancestral, uno o más “toros” con cargadores sufridos que danzan al ritmo de los “pashas”; algunos de éstos exhiben mazorcas de maíz, pues la fiesta es en honor a Santa Isabel, Patrona de las Cosechas. Usualmente solo se disfrazan los hombres y no es raro ver que niños y jóvenes se disfracen empezando tempranamente con esta inveterada costumbre. Hablan en quechua o castellano, pero con voz fingida o falsete para no ser reconocidos. Cuando la comparsa se detiene, están siempre listos a la broma o la ironía. Usualmente son chistosos o bromistas. La risa o carcajada es parte de su manera de ser, Como en el caso de los “buques” del “Rompe” del día 6, la fiesta de Santa Isabel no se concibe sin los “pashas”. Si no hay “pashas”, simplemente no hay fiesta.
Salir de “Pasha” en la fiesta de Santa Isabel, en Huaylas, no es una cosa simple. Tiene sus “bemoles” que el común de la gente ni sabe ni entiende. Vale, en consecuencia, decir algo sobre el tema, pero desde adentro: Yo me he disfrazado de “Pasha”, en tres o cuatro oportunidades; en verdad, es una experiencia inolvidable y no deja de ser sacrificada porque, voluntariamente, uno se ata a costumbres y tradiciones que se tienen simplemente que obedecer a pie juntillas. Una vez disfrazado, desaparece la decisión personal. El “pasha”” simplemente es uno más del grupo. Vale por eso narrar algo sobre el particular:
En primer lugar, hace falta contar con el atuendo que la circunstancia exige: El disfraz. Este consta de una careta que debe cubrir bien el rostro, una capa multicolor que, parece, agranda la figura, por ser larga; camisa, polo o chompa y pantalones, a la altura de la rodilla, aun cuando ahora eso ya es indistinto. Luego las zapatillas, (antes solo eran ojotas que obligaban al uso de medias gruesas) .
La careta usualmente es un rostro de un hombre simpático. En ese caso es una fina tela metálica bien moldeada y debidamente pintada. También existen caretas de personajes negros, usualmente de cuero o badana, muy finos y, últimamente, hasta de animales. Se presta a todo. La capa se alquila o manda confeccionar con telas multicolores y adornos de brocados diversos. Normalmente son telas finas con brillo y elegancia, Hay grupos de “pashas”, como los de la Juventud Quecuas, que solo usan capas de “pana”. Son muy elegantes. Unos pocos alquilan la capa de las “depositarias” de la Iglesia, son muy finas, pues casi siempre pertenecen a una Virgen o a un santo. Es todo un lujo. En la cabeza se lleva adornos tipo coronas con plumas, espejos y cintas de colores diversos, a menos que sea una “capirusa”, Pero lo infaltable, lo indispensable para el disfrazado, para el “pasha”, es el látigo, llámese chicote o tronador que, obviamente, hay que saber usar. Es casi imposible que no tenga un látigo. Lo usual es que el látigo sea de cuero, que si es tejido de tres o cuatro hilos, se llama “tronador”. Tiene un mango de madera y en la punta una “pita” que al accionarse suena, es decir, “revienta”, causando estrépito. Pesa entre tres y cinco kilos y se debe tener fuerzas y pericia para accionarlo.
Es obligación no escrita del “pasha”, impostar la voz, lo que podría llamarse un “falsete”. La intención es que nadie reconozca al disfrazado. En una oportunidad un amigo mío, sin saber que era yo el disfrazado, suponiendo acertar, me llamaba por el nombre de uno de mis hermanos, pese a que yo lo negaba permanentemente. De pronto apareció por allí, de casualidad, mi mencionado hermano y mi amigo se quedó mudo y pálido por un buen rato pues comprobó que habló bastante con alguien a quien no conocía. Yo reía tras la careta que seguía impávida. Finalmente, el “pasha” sabe muy bien que su presencia en el grupo significa que está listo y dispuesto a defender el barrio, “en cualquier circunstancia y a cualquier precio”, pues no faltan eventuales episodios de roces con otros grupos o barrios. En esos casos luce más que nunca el látigo y, obviamente, hay que estar preparado para tales emergencias no deseadas.
Quien se disfraza de “pasha”, admite, “sin dudas ni murmuraciones”, la existencia de un “jefe” cuya autoridad es simplemente indiscutible. Es el “Mayor” o “Pasha Mayor” que tiene más autoridad en su barrio que todas las autoridades civiles juntas.
Es inadmisible que un “pasha” se quite la careta pues se expone a ser reconocido y sancionado De ser absolutamente necesario, solo lo hace o debe hacerlo, en un ambiente privado. Cueste lo que cueste, debe tratar de pasar de incógnito. Además, debe obedecer “sin chistar” las órdenes del jefe o “mayor” como traer de vuelta al “toro” que se “escapa” en cuyo caso tiene que ir tras él, cueste lo que cueste, y hasta donde sea; o cuidar del orden y disciplina del grupo de “pashas”, etc.
Para tomar una bebida o comer, el “pasha” debe cuidar de estar en un ambiente aparente, solo entre los del grupo. Los “extraños” no deben estar cerca de ellos. Terminado el almuerzo o el descanso, a seguir bailando al son de la banda y chasqueando el látigo de vez en cuando, hasta el momento en que el barrio, caída la tarde, se retira de la plaza. Allí discretamente se retirará a cambiarse y volver a la “civilidad” como si nada hubiera pasado.
Ah los “pashas” de mi tierra!.
Son personajes increíbles.
Pueden rezar, reir o llorar sin que nadie se entere.
La careta lo cubre todo
Hay “pashas” los tres días de la fiesta: 7, 8 y 9 de julio, siendo el ocho el día central. Quien se disfraza dos o tres días, normalmente cambia de disfraz. Las misas para la Patrona en esos días corresponden a los barrios de Shuyo, Delicados y Yácup, respectivamente. El día 8 en la tarde sale de la Iglesia la Procesión de las primas abrazadas en una sola peana, en un anda del que cuelgan mazorcas de maiz. Los barrios y sus disfrazados con sus respectivas bandas, acompañan la procesión por sectores hasta el retorno al templo pasadas las seis de la tarde. Terminado este acto religioso, vuelve el jolgorio y el alboroto en la plaza.
Esos días, por turno, los disfrazados de estos tres barrios, con sus respectivas bandas de músicos, antes de las tres de la tarde, van hasta la esquina del cementerio a recibir y dar la bienvenida a los barrios de Juventud Quecuas, Juventud Huayrán, Iscap, Nahuinyaco y Huaraz Calle que se integran a la fiesta. La caravana es interminable.
¡Ah los “pashas” de mi tierra!. Son personajes increíbles. Pueden rezar, reir o llorar sin que nadie se entere. La careta lo cubre todo. Salir de “pasha”, es parte de la devoción en la fiesta de Santa Isabel.
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La Lira Huaylina:
*David Flores Vásquez, jurista, músico, promotor de turismo. Director de la Lira Huaylina:
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