Redacción Centro Gabo
En las historias de Gabriel García Márquez es usual encontrar personajes que luchen contra sus problemas de memoria. En la novela El amor en los tiempos del cólera, por ejemplo, el doctor Juvenal Urbino intentaba neutralizar sus olvidos seniles con notas escritas deprisa y “papelitos sueltos” que “terminaban por confundirse en todos sus bolsillos”.
Más célebre todavía es la máquina de la memoria que inventó José Arcadio Buendía en Cien años de soledad para contrarrestar los efectos paulatinos de una ‘peste del olvido’ que azotó a los habitantes de Macondo. Esta máquina de la memoria consistía en un diccionario giratorio, con miles de fichas movidas por una manivela, a partir del cual una persona podía repasar a diario las nociones más importantes de la vida doméstica.
Fuera de la ficción, García Márquez también pensaba que entre la memoria conservada y el olvido estaba la clave para controlar la trama de un libro. Para él era esencial que un autor recordara todo lo que iba narrando. “Hay casos de escritores, sobre todo de novelas, que han tenido que dejar de escribir porque se les sale de las manos el control del libro”, afirmó en una entrevista en 1996, “todo escritor debe saber qué edad tiene el personaje y cómo era cuando era así y cómo es en este momento, el otro que se fue, el que viene y el manejo del tiempo… cuando la memoria se erosiona de verdad, ese control se pierde”.
Para seguir advirtiendo la importancia de acordarse del pasado, desde el Centro Gabo hemos escogido 11 reflexiones del escritor colombiano sobre la memoria y su contraparte, el olvido. Las compartimos contigo:
1. El disco duro de la infancia
Todos nosotros nacemos con un disco vacío que tenemos que llenar con un material nuevo y fascinante. Pero, a medida que uno se va haciendo mayor, el disco duro está cada vez más lleno, hasta que, finalmente, ya no acepta material nuevo. Entonces, tenemos que empezar a utilizar disquetes, pero tenemos que quitar cada disquete cuando está lleno, y si queremos recordar algo tenemos que volver a insertarlo. Entre tanto, la memoria que ha sido grabada en el disco duro siempre está disponible. De eso es de lo que hablo cuando hablo de mi infancia: del disco duro.
“La nostalgia es la materia prima de mi escritura”.
El País, mayo de 1996.
2. Un escritor contra las notas
Yo no tomo notas. Si tomo notas creo que las cosas que me interesan se me van a olvidar. Por eso cuando creo que hay algo que realmente me va a interesar no lo anoto. Hay un proceso de selección de los temas y de los datos que es preferible dejárselo a la memoria. Aunque sea una memoria ya con huecos, una memoria deteriorada.
“De regreso al periodismo”.
Cambio 16, enero de 1996.
3. El lado bueno del olvido
Hay que enamorarse para olvidarlo todo, hacer limpieza y volver a empezar.
“Un nobel en busca de un adjetivo”.
La Vanguardia, septiembre de 1995.
4. La memoria que controla libros
Hay casos de escritores, sobre todo de novelas, que han tenido que dejar de escribir porque se les sale de las manos el control del libro. Es que todo escritor debe saber qué edad tiene el personaje y cómo era cuando era así y cómo es en este momento, el otro que se fue, el que viene y el manejo del tiempo. Cuando la memoria se erosiona de verdad, ese control se pierde.
“¡Carajo!, hagamos algo y punto”.
El País, marzo de 1996.
5. Entre el recuerdo y la ficción
A partir de cierta edad, cualquier cosa que uno escribe ya forma parte de sus memorias. Los cuentos que estoy escribiendo ahora son una mezcolanza de realidad y de ficción, de memoria y de invención, que yo mismo ya no sé dónde termina una cosa y dónde empieza la otra. Y de veras hay momentos en que no sé si me sucedió o me lo inventé o que me lo inventé hace tanto tiempo que ya creo que me sucedió.
“El placer de narrar”.
El País, noviembre de 1991.
6. La memoria visual del periodista
El reportaje, igual a un buen libro, parte de un argumento central y, gracias a la memoria visual del reportero y a su capacidad de escritura, sobrepasa la nemotecnia, los simples datos y estadísticas, y acaba con la palidez de la información mientras da vida y atractivos a las noticias que busca el lector. Por eso el reportaje tiene una clara intención estética y periodística.
“El reportaje, la mejor noticia para el lector”.
El Colombiano, junio de 1995.
7. La ley de la memoria
Hay una ley de la memoria que hace que las cosas de la niñez se queden fijadas para siempre.
“Gabo responde a las críticas”.
Proceso, abril de 1989.
8. Del olvido a la Papelera de reciclaje
Últimamente estaba preocupado porque me parecía que andaba olvidando algunas cosas. No sobre cuestiones profesionales, sino sobre asuntos sin importancia. Pero el médico me dijo que es una pérdida de memoria normal para mi edad. Sucede que uno va desechando aquellos recuerdos que ya no le interesan. Es lo mismo que hacemos en las computadoras: borramos todo lo que no nos sirve para ocuparla con cuestiones más útiles.
“Gabriel García Márquez. Íntimo”.
Revista Viva, junio de 1994.
9. La ironía de escribir memorias
Generalmente las memorias se escriben cuando uno ya no se acuerda de nada.
“El viaje a la semilla”.
El Manifiesto, septiembre de 1977.
10. La edición del olvido
Nunca tomo notas, confío en que lo que se me olvida no me interesa o no tiene importancia.
“El viaje a la semilla”.
El Manifiesto, septiembre de 1977.
11. El precio de una buena memoria
Tengo una estupenda memoria para mis trabajos, pero a costa del resto porque no me acuerdo de nada, ni las caras ni los nombres.
“¡Carajo!, hagamos algo y punto”.
El País, marzo de 1996.
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