Papel de Arbol

viernes, 29 de mayo de 2020

EL RETORNO A LA ALDEA NATIVA.Escribe David Flores Vásquez




David Flores Vásquez, 
Jurista, músico, director de La Lira Huaylina.
Muchos de nuestros comprovincianos en el Perú  han iniciado el retorno a su lugar de origen,  ante la urgencia de la hora presente originada por el corona virus. Lima ya no les da más para vivir. Con este motivo,  quizá forzadamente,  han recordado que tienen una tierra donde nacieron o vivieron  y en donde, posiblemente también con dificultades,  podrán sobrevivir pero  contando,  (hablando de la sierra), por lo menos,  con una   casita con pared  de adobes y techo con tejas,  además  del aire puro y del paisaje sin par.

Algunas personas se adelantaron a esta  idea forzada  del retorno “A la aldea nativa”, llamativo título acuñado por nuestro amigo periodista   Jorge Zavaleta Alegre,  sin esperar  la aparición  del Corona Virus. Ellos lo expresaron  muy bien  con  canciones que, no obstante el tiempo transcurrido,  siguen  lacerando  el alma. Recordemos, para empezar,  a César Miró con su vals “Todos Vuelven” y luego  a Laureano Martínez Smart con su vals “El Provinciano”. En ambas  subyace y  se alienta, finalmente,  el retorno a la “Aldea nativa”.

El primero es eminentemente sentimental, poético, soñador; evoca  el retorno mental de todos al lugar donde nacieron, “al embrujo incomparable de su sol”. Emociona   especialmente cuando dice “bajo el árbol solitario del silencio, cuántas veces nos ponemos a soñar……”

El segundo canta la realidad del provinciano que decide conocer y conquistar la capital; del que deja lo suyo por conocer aquello del que, con seguridad, le han hablado maravillas. Pinta al provinciano luchador, al que  trata de imponerse a las circunstancias que le toca vivir, y  finalmente lo logra, pero que,  no obstante,  sigue recordando sus lares  nativos con nostalgia, pues allí dejó el corazón. 

Es importante anotar  que estos  afamados compositores, no sufrían o sufrieron de nostalgia provinciana pues, que se sepa,  nunca  se “alejaron” de su   tierra como nosotros,   los verdaderos provincianos. Limeños ambos,  o quizá mejor,  citadinos, tuvieron el mérito  de interpretar con acierto  la nostalgia de quien deja la “santa tierra” por conocer la gran urbe, de la que seguramente  solo le  hablaron grandezas; triunfa,  pero sigue añorando con su tierra (El Provinciano). César Miró afirma que todos siempre vuelven a  la tierra en que nacieron  y lo hacen por la vía del recuerdo. En ambos casos, como se ve,   “la santa tierra” siempre está presente.

Ocurre que en cada corazón late con seguridad, y sin proponérselo, la idea del retorno que, parece,  es connatural en el hombre. Todos tenemos un lugar de nacimiento y por azahares de la vida, a veces  vivimos en lugar distinto al de nuestro nacimiento. A todos nos gusta  viajar a otros lugares, “conocer nuevos mundos”, casi como leer un nuevo libro,  pero en cualquier circunstancia,  siempre pensamos en el lugar donde nacimos  y, normalmente,  lo queremos al margen de su atraso o desarrollo. Por eso bien dicen que “la tierra jala”, y eso es verdad porque ocurre que en ese sitio estuvieron y quizá están todavía quienes nos trajeron a este mundo; está  la familia, seguramente los amigos y,  así no estuviera nadie, allí siguen flotando  los recuerdos que nos acompañarán siempre,  por todo  lo cual   provoca volver. 

La vida de cada uno  es  evidentemente muy personal y, tan pronto se  decide vivir y seguir viviendo en donde se nació o sino peregrinar. De pronto en esta aventura , en un recodo del camino, en el que jamás se pensó, uno decide establecerse  y formar su nido. 

Muchas veces es el lugar de los estudios, otras, el del trabajo, el del ejercicio  profesional y, a veces,  el de un  amor. Usualmente esto nunca se planifica. Mejor aún. Simplemente surge y hay que obedecerlo  porque son las leyes invisibles del destino que decide por nosotros, nos guste o no. Usualmente es desde allí, desde donde uno se encuentra, en que surge la nostalgia por la tierra ausente. 

Son muy raras las personas que reniegan del lugar de su nacimiento pese a que, seguramente,  nunca han hecho nada por él; otros lo niegan. Tendrán sus razones.  Algunos no lo identifican o para soslayarlo,  lo ponen solo en una generalidad y no quieren precisarlo; “soy del norte” dicen, por ejemplo.

Cuando,  esto que me incomoda mucho,   ocurrió hace un tiempo con un taxista que me transportaba, le pregunté si era entonces de Huacho, Chimbote, Trujillo, Chiclayo, Piura o Tumbes, pues todas  esas ciudades están al norte de Lima. 

Se dio cuenta de su desdén   y dijo ser de Piura. ¡Huá….. paisano! , le contesté entonces,  y se alegró mucho cuando le conté chistes piuranos,  le hablé de su tierra, de su clima caluroso, de su gente querendona y extrovertida, de su  rica comida  y de  las guapas piuranas,  herederas de las capullanas. El hombre cambió por completo. 

Pienso por eso que siempre debemos  decir  con orgullo de dónde somos y,  cuando nos toca  vivir la vida  en tierras extrañas, por lejos que estemos,  no debemos olvidar  jamás a los nuestros, a los que  quedan allá, distantes,  en la “santa tierra”. Creo es lo más importante.

Permítaseme contar,  en cuanto a esto, algo muy personal: Guardo siempre  vívido el recuerdo de dos compañeros  de mi  ya lejana  escuelita  primaria fiscal, allá en la santa tierra, hoy  hombres de bien,   muy modestos y sencillos como siempre,  que cuando se encuentran conmigo, no saben ya cómo quererme. 

Yo,  obviamente, trato de retribuir con sinceridad  ese afecto tan auténtico  pero interiormente raciocino y los envidio sanamente porque compruebo que  ellos no se han contaminado con nada y siguen tan  sencillos y auténticos como siempre fueron. Y compruebo que,  por el contrario, somos   nosotros los que nos hemos envuelto en los aires de la modernidad con todos sus defectos, afanes, prejuicios y formalidades. Por eso, recordándolos,  prefiero  mil veces la palmada sencilla y afectuosa y las manos encallecidas, que  el saludo acartonado y protocolar que no  transmite nunca el cariño que usualmente  hace tanta falta, especialmente en estos tiempos.

Por todo esto  tenemos que convenir y consolarnos pensando en que   el trotar por otras latitudes es afán permanente  del ser humano que, por naturaleza,  es insatisfecho.  Es lo más normal y  natural. Por lo mismo, el volver, o el afán de hacerlo,  también es  o debiera serlo. Simplemente tenemos que comprender   que este legítimo afán es siempre la segunda parte del mismo sentimiento, ya que,  se diga lo que se diga, la tierra “siempre jala”, se encuentre uno donde se  encuentre y siempre es legítimo querer volver. (*)
Para todos hay mañana por la Lira Huaylina.

*La Organización Internacional para las Migraciones aseguró que las medidas que se toman para controlar el coronavirus están afectando a los migrantes de todo el mundo. “Son seres humanos, son vecinos, son familias, son personas que nuestros hijos conocen de la escuela. Se ven afectados de la misma manera en que todos nos vemos afectados por esta emergencia de salud pública. Y creemos que el mensaje más importante es tratar a las personas con dignidad y recordar que el pleno respeto por sus derechos humanos no cambia bajo estas circunstancias”, Noticias ONU, Portavoz de la Organización, Joel Millman.