Jorge Zavaleta Alegre.-
Si usted espera algún regalo del exterior, no confíe en el
correo postal. Tampoco puede ser
ignorada la pérdida o la demora de una carta de amor, suele producir
desventuras, infelicidades, la muerte en vida. No excluya de la tragedia los medicamentos que no llegan oportunamente.
A fines de los años ochenta, el entonces director de los servicios de correos del Perú,
solía encontrar, desde muy temprano, en la sede limeña de su institución, a un número creciente de personas conversando,
alrededor del patio de la casa colonial, a menos de cien metros del Palacio de Gobierno.
El funcionario, amigo
del entonces presidente de la República, preguntó, preocupado,
a su secretaria el porqué el
público tenía que esperar tanto para ser atendida. Y la respuesta no se dejó
esperar: Señor Presidente del Directorio, las personas que usted observa son empleados
de nuestra institución y no pueden ingresar a las oficinas porque ya no
hay espacio ni para una silla ni un escritorio más.
Vino el siguiente gobierno
y cambió la estructura administrativa. Se creó la empresa mixta
compartida por el Estado y el sector privado. Desde entonces el servicio tampoco
ha mejorado. Por el contrario.
Estamos casi en el 2015 y los trabajadores del Servicio Postal
han levantando su paro, acatado desde el
15 de setiembre del 2014, para reclamar un bono anual de S/.2.500, que durante
el año había sido omitido.
Según el vocero de los trabajadores, el Ministerio de
Transportes pagará un bono de S/.2.200 y con este acuerdo volverán
a brindar el servicio que nunca debió paralizar, por ser equivalente a un hospital, a una
planta eléctrica, de agua y otros, filosofía que hoy en día se ha trastocado.
El paro ha permitido conocer el maltrato de la empresa a los trabajadores y el desprecio por los usuarios. Los
trabajadores agremiados prometieron ponerse al día con sus obligaciones. Pero
los más de 700 mil paquetes del país y
el extranjero no acaban de llegar a su destino. ¿Se han extraviado?.
¿Cuál es el destino de la correspondencia que nunca puede ser
entregada? Esta pregunta ya la formuló Gabriel
García Márquez, posiblemente, recordando los vaivenes del oficio de telegrafista que su padres desempeñó
en Aracataca.
El afán de conquistar el espacio sideral, con
vuelos a la Luna, Marte y otros planetas sigue siendo un misterio para los moradores de la tierra. Los satélites, drones,
aviones no han reemplazado a los sistemas
tradicionales de correos. La burocracia puede considerar como un
disparate enteramente natural la
autorización legal para abrir la correspondencia o evitar que
llegue a su destino.
Una carta en un buzón, con los correspondientes sellos
postales debe seguir el complejo mecanismo
administrativo. Pero no toda carta llega a su destino. En el Perú el Servicio
Postal no está cumpliendo sus funciones.
Los trabajadores no tendrían por qué recurrir al paro si el Estado y el capital privado garantizaran
el derecho universal a la comunicación.
La huelga del Servicio Postal perjudica más a los sectores
populares que a los grandes negocios con
capacidad para utilizar las agencias monopólicas
como DHL o Fedex, pagando tarifas prohibitivas.
Cuando una persona reclama por la demora del servicio, desde
el otro lado del mostrador el empleado culpa a otro. Sin embargo, la prueba del delito se ve en los depósitos
de Serpost con montañas de cartas, esperando
que una mano piadosa disponga el adecuado.
El complejo mecanismo administrativo ya no funciona. El cartero llega con noticias tardías, cuya
falta queda impune. Qué hace el servicio
postal con las cartas no enviadas. ¿Suele incinerarlas?, como ocurre anualmente en
Bogotá con las misivas anónimas, enviadas a ese cementerio de las cartas perdidas. “El
cementerio de las cartas se parece al cementerio de los hombres. Sin embargo, a
diferencia de lo que ocurre en el cementerio de los hombres, en el cementerio
de las cartas transcurre mucho tiempo antes de que se pierda la esperanza”,
reflexionó el autor de Cien años de soledad.
No es verdad que el servicio postal tradicional sea obsoleto.
Las estadísticas revelan que más de la
mitad de la población del mundo aún no cuenta con internet, ni tiene computadora, ni teléfono. La indiferencia, la falta de cooperación del
público es la principal causa para que una carta no llegue a su destino.