Cuando en America crecieron las raíces del libre mercado, la Universidad privada se instalo con todas sus virtudes y herramientas para convertir la educación en un gran negocio privado con el consiguiente descuido y marginalidad de la educación publica.
No son nuevas las irregularidades
en una larga lista de instituciones
educativas de gran prestigio. Acaba de conocerse la investigación federal,
conocida como Operation Varsity Blues, que ha atrapado a más de 50 padres,
entrenadores, administradores de exámenes y otros en un esquema que involucra
niños admitidos fraudulentamente como reclutas atléticos en algunas de las
universidades más prestigiosas del país, según la agencia Reuters y el NY Times.
Los acusados son identificados
como personas con poder económico y exitosa presencia publica, pero dispuestas
a infringir la ley. Y el jurado ha determinado que infringieron la ley para
garantizar un lugar de admisión para sus hijos en la escuela de su elección. “Pero
el veredicto prueba que incluso estos
acusados no están por encima de la ley”.
La primera investigación involucró a programas deportivos
universitarios en la Universidad del Sur de California, Yale, Stanford, Wake
Forest y Georgetown. Muchos otros padres ricos, incluidas algunas celebridades,
se han declarado culpables en lugar de arriesgarse en los tribunales.
Uno de los acusados por la justicia
norteamericana acepta haber pagado $ 1.5
millones en 2018 para que sus hijas gemelas, que eran buenas estudiantes,
fueran admitidas en Harvard y Stanford como atletas reclutadas. Y los acusados
se enfrentan hasta 20 años de prisión por los cargos más graves, pero los
expertos opinan que bajo las pautas de sentencia obtendrían mucho menos.
Este delito no es exclusivo en norteamerica. Reconocidos
economistas explican que es
indispensable estudiar la concentración económica y el poder político en
América Latina es indispensable plantear icar el contexto histórico en que se
desenvuelven los grupos económicos en la región, identificar el proceso de
consolidación a lo largo de su trayectoria. En cada país de América Latina, las
corporaciones ejercen su poder.
En la actualidad se constata que “todos los Estados han perdido poder frente a las organizaciones económicas supranacionales”, tesis que obliga a reconocer que los gobiernos nacionales no son los únicos actores que dirigen las políticas públicas, sino que la influencia de estos poderes fácticos es cada día más evidente y cotidiana.
Vivimos tiempos económicos en los cuales el sector privado se articula con los Estados para concentrar, incrementar y diversificar sus ramas de produccion.
En el siglo XXI las
corporaciones transnacionales no le deben lealtad, ni se sienten a gusto en
ningún país debido a que se desligan de
la territorialidad de un Estado.
“El Estado nación ha sido
superado como unidad económica”; por lo
tanto, la fortaleza de las corporaciones no está en el arraigo territorial,
sino en su masiva presencia global.
La legitimidad y el poder corporativo
global surgen con el apoyo estatal, maduran al consolidar su hegemonía dentro
del Estado y finalmente pasan de ser agencias familiares a corporaciones verticales
y burocráticas. Todo este proceso consolida un modelo de acumulación y
expansión en beneficio de unos pocos capitales que mantienen lazos familiares
entre sí y lazos con el poder político del país agencia.
Esta historia es larga en América
Latina, ya que se remonta a la época colonial, precediendo a las repúblicas. Los
gobernantes asumen las exportaciones primarias como el camino fácil para
financiarse, aun cuando una porción considerable de las divisas que generan
estos rubros quedan fuera de los países.
Hablar de las raíces históricas
de la injusta distribución de la riqueza nos remite al dominio que han ejercido
las élites de los países desarrollados.
Este modelo se apuntala en el
capital financiero global, sin diversificar –peor aún, sin transformar– las
estructuras productivas, todavía afincadas en una modalidad de acumulación
primario-exportadora.
Una de las campañas más fuertes
en esta línea de derechización de las juventudes ha sido la llamada “Escuela
sin partido”; conviene recordar que luego de esta campaña hubo prácticas
nefastas y graves como el espionaje de la práctica docente para luego
denunciarla. Bajo el lema “Planifique su denuncia”, pide a los alumnos y a sus
padres que anoten cuidadosamente o filmen los momentos en los cuales el docente
estaría “adoctrinando” a los estudiantes.
También promueven actitudes que
llevan a los jóvenes a convertirse en policías de los docentes. Estos procesos,
“forman parte de una inevitable derechización
con amplio apoyo social, mediante la cual el linre mercado ha
logrado capturar a los Estados de forma sistemática”.
Esta necesaria comprensión de los
virajes de la izquierda a la derecha a escala mundial es también asumida para
Latinoamérica. Sin embargo, para el caso brasileño, la derechización actual
responde a “procesos políticos, donde la conflictividad social alcanzó un
límite dado por diversos tipos de acción colectiva” que iban creciendo cada vez
que la izquierda se sumergía en la administración del Estado y se alejaba de
las calles, calles que fueron retomadas
por la derecha emergente de ese entonces.
Ya se ha producido la desarticulación
del movimiento universitario en particular y del social en general, creando un
arma de doble con efectos múltiples. Por un lado, aceleró la formación de
grupos en todos los niveles sociales, que demandan cambios en
la administración estatal; por otro lado, desató una ola de movilizaciones que
la izquierda no logró comprender.