Papel de Arbol

sábado, 22 de septiembre de 2018

El paraiso de la mentira en los tiempos modernos

Periodismo en EEUU: profesionalidad, objetividad y partidismo


Robert W. McChesney 

John Nichols 

12/02/2006

"Nuestro medio periodístico hoy es un paraíso de la mentira"

El texto que se reproduce a continuación está compuesto de varios extractos del libro que acaban de publicar Robert McChesney y John Nichols: Tragedy and Farce: How the American Media Sell Wars, Spin Elections, and Destroy Democracy [Tragedia y farsa: cómo los medios de comunicación americanos venden guerras, distorsionan las elecciones y destruyen la democracia], The New Press, Nueva York, 2005. Los propios autores lo prepararon para el periódico digital norteamericano inthesetimes.

Muchos se sorprenden al enterarse de que la noción de objetividad o, simplemente, de periodismo profesional es algo relativamente reciente en los EEUU. En los primeros cien años y pico de la República, el periodismo tendía a ser radicalmente partidista y a estar fuertemente sesgado por las opiniones. En realidad, las primeras generaciones de periodistas norteamericanos –los años que van de Madison y Jefferson a Jackson y Lincoln— eran lo diametralmente opuesto a lo que muchos americanos creen que pretende la Primera Enmienda: un compromiso con el periodismo neutral, libre de valores. Horace Greeley no escribió: "Tanto el este como el oeste tienen sus méritos relativos a la hora de graduarse"; sino que escribió: "¡Id al oeste, jóvenes!" Y no fue ése su único pronunciamiento. La New York Tribune de Greeley, el gran periódico norteamericano de mediados del siglo XIX, nunca fue neutral. Pugnó porque la todavía joven nación se enfrentara al pecado del esclavismo, para que tomara en cuenta los peligros del imperialismo y para que reconociera la necesidad de proveer al bienestar común. Los articulistas de Greeley eran cualquier cosa menos observadores imparciales; uno de sus corresponsales habituales, sin duda uno de los más grandes periodistas del siglo XIX, fue un estudioso alemán llamado Karl Marx. La Tribune era típica de su época y, junto con otros periódicos de su estilo, resultó esencial para el progreso logrado por Norteamérica en el período de transición entre la República revolucionaria y la superpotencia global.

La época obscura

Los manuales recientes de historia del periodismo se refieren a ese período, especialmente las primeras décadas que siguieron a la Independencia, como el de las épocas obscuras del periodismo americano (con la premisa: cuanto menos se diga de él, mejor).  Sin embargo, si bien se estudia la cosa, resulta claro que el periodismo partidista tenía sus puntos fuertes, no siendo el menor de los cuales su tendencia a contextualizar los asuntos políticos de tal manera, que los ciudadanos podían reconocer acontecimientos aparentemente aleatorios como parte de una trama coherente. Su enfoque contribuía a atraer a la gente hacia la vida política. Los estudiosos han observado a lo largo del mundo que las naciones que tienen sistemas periodísticos partidistas tienden a tener más elevadas tasas de votantes y culturas políticas más apasionadas. En los EEUU, la cumbre del periodismo partidista se alcanzó, puede asegurarse, en los años 20 y 30 del siglo XIX, y en los estados del norte esa época estuvo marcada por una amplia participación de quienes tenían derechos de sufragio.
El sistema de prensa partidista también tiene un claro inconveniente. Después de todo, los sistemas de prensa de la Alemania Nazi y de la Unión Soviética eran partidistas. Una prensa partidista puede degenerar en la mentira desvergonzada y en la flagrante propaganda, el propósito de la cual es más despolitizar a la ciudadanía que implicarla. Si el periodismo partidista pretende promover los valores democráticos más que reprimirlos, la clave es disponer de una amplia gama de puntos de vista, y la posibilidad de lanzar nuevos periódicos o revistas si no se está de acuerdo con las opciones disponibles. Una forma de examinar la cláusula que trata de la libertad de prensa en la Primera Enmienda es darse cuenta que protege el derecho de la ciudadanía a lanzar sus propias publicaciones, aunque éstas se opongan a los puntos de vista políticos de los que detentan el poder en aquellos momentos. Esta idea radical era el pensamiento predominante en los tiempos de la fundación del país.
Hasta la mitad del siglo XIX, las masivas ayudas públicas para el correo y la impresión aseguraron que hubiera una variedad de periódicos y de revistas en circulación, mucho mayor de lo que las fuerzas del mercado podrían haber permitido. Durante el siglo XIX, mientras la publicación se convirtió en un sector cada vez más lucrativo, la competición de mercado generó innumerables nuevos periódicos, con editores buscando el beneficio tanto o más que la influencia política. Se trataba de un clásico mercado competitivo, donde podían entrar en liza nuevos empresarios y lanzar un periódico con relativa facilidad si no les parecían satisfactorias las publicaciones disponibles. Las grandes ciudades como Nueva York, Chicago o San Luis acostumbraban a tener una docena de periódicos diarios, que reflejaban un abanico bastante amplio de puntos de vista políticos. El sistema estaba lejos de la perfección, pero funcionaba.
Pero ya dentro del sistema de prensa comercial de la última parte del siglo XIX se encontraban las semillas de su propia destrucción, que condujo a la mayor crisis del periodismo de Estados Unidos en medio de la cual aún nos encontramos. De una parte, como la edición de periódicos llegó a ser explícitamente una empresa comercial, el periodismo político ya no era privilegiado en sí mismo, sino que el objetivo era generar tantos lectores y de forma tan barata como fuera posible. Esto condujo al crecimiento del sensacionalismo, a la descarada invención de cuentos, al soborno generalizado de periodistas y toda suerte de medidas inaceptables que socavaron la legitimidad del periodismo.
De otra parte, como la edición de periódicos llegó a ser un gran negocio, los mercados se volvieron menos competitivos. En el alba del siglo XX, hubo cada vez menos periódicos en cada comunidad, y en muchas ciudades permanecieron solamente uno o dos diarios competentes. Las barreras de entrada erigidas hicieron virtualmente imposible lanzar un nuevo periódico en la comunidad, incluso si los existentes eran muy rentables. En breve, la edición de periódicos se volvió monopolista, mucho más que otras industrias importantes. De hecho, no había habido un solo nuevo periódico diario rentable establecido en los Estados Unidos en un mercado dado desde la Primera Guerra Mundial, a pesar del crecimiento de la nación y de la extraordinaria rentabilidad de la industria en su conjunto.
Todo ello condujo a una crisis política del periodismo. Los periódicos eran estridentemente partidarios cuando había numerosas opiniones compitiendo y cuando no era imposible lanzar un nuevo periódico si el abanico disponible no era satisfactorio. Completamente diferente fue cuando solamente había uno o dos periódicos y resultaba imposible crear otro. Además, como los diarios eran de mucha difusión y los propietarios eran siempre ricos, su política solía ser contraria a los obreros y favorable a los empresarios. En una comunidad tras otra, los periódicos compadreaban con los que tenían la propiedad y controlaban la comunidad. En esta situación, el partidismo apestaba al despostismo que normalmente se asocia con los regímenes autoritarios o, para ser más precisos, con las colonias industriales.
Durante las primeras décadas del siglo XX, la crisis generada por el sensacionalismo y el compadreo con la derecha alcanzó su punto culminante. En la carrera presidencial de 1912, los tres rivales del Presidente William Howard Taft —el demócrata Woodrow Wilson, el progresista Theodore Roosevelt y el socialista Eugene Debs— criticaron la corrupción y venalidad de la prensa. Fue en este caldo de cultivo que se generó el periodismo profesional. Una fuerza conductora fueron los mismos editores que comprendieron que el periodismo partidista y sensacionalista estaba socavando su modelo de negocios. Tuvieron que aceptar la autoregulación para proteger sus beneficios y mantener a distancia las amenazas de los esfuerzos organizados de reforma pública.
El periodismo profesional fue la solución a la crisis. Consistió en la revolucionaria idea de que el propietario y el editor de un periódico deberían estar separados y una "muralla china" había de interponerse entre ellos. Las noticias no deberían ser configuradas para acomodarse a los intereses partidistas de los propietarios, sino más bien determinadas por los calificados profesionales no partidistas, usando los juicios y las habilidades puestas a punto en las escuelas de periodismo. Tales escuelas no existían en 1900; antes del fin de la Primera Guerra Mundial muchas de las escuelas importantes de periodismo del país se habían establecido a instancias de los propietarios de periódicos. El profesionalismo significaba que las noticias deberían aparecer igual tanto si el periódico pertenecía a un republicano como a un demócrata. El profesionalismo significaba que teóricamente ya no había ninguna razón para estar preocupados sobre la naturaleza monopólica de los mercados periodísticos porque los propietarios no abusarían de su poder y, además, según la teoría, más periódicos en la misma comunidad meramente reproducirían el mismo contenido profesional, así que serían superfluos.

Pros y contras del periodismo profesional

Las ventajas del profesionalismo son evidentes por sí mismas. Aporta a los editores y periodistas una medida de independencia de los políticos propietarios y de las presiones comerciales para modular las noticias para complacer a los anunciantes y conformarse a una línea esencial. Coloca en lugar destacado el ser equitativo y preciso. Declara pecado capital, y motivo para echar le a un periodista de su puesto de trabajo, la aceptación de sobornos o la invención de noticias. Sorprende que tantos americanos piensen que el problema con el periodismo de los Estados Unidos es que hay poca "objetividad", atributo a menudo asociado con el periodismo profesional, aunque equivocadamente. Incluso los más duros defensores del periodismo neutral ahora reconocen que los valores juegan un papel crucial en la selección de la noticia, decidiendo qué debe ser presentado y qué descartado, para no mencionar cómo se hace la presentación. Los periodistas que presentan una noticia no pueden ser objetivos como lo son unos matemáticos que encontrarían la misma solución de un problema. Hoy día, en lugar de «objetividad», los términos preferidos son, justicia, exactitud e imparcialidad.
El profesionalismo lucía muy bien comparado con lo que reemplazó, y fue ampliamente bienvenido por todo el personal. Pero la crítica de las debilidades del periodismo profesional y sus sesgos empezaron casi inmediatamente, y hacia la segunda mitad del siglo pasado se extendió tanto en las memorias de los periodistas como en la crítica sociológica de las noticias. Como famosamente apuntó Ben Bagdikian, el problema central del periodismo profesional tal como se desarrolló en Estados Unidos tiene tres aspectos: 1) dependencia de las fuentes oficiales; 2) miedo del contexto; 3) un sesgo inherente de "investiga aquí, no allá" relativo a qué áreas de poder son blancos legítimos y cuáles intocables.
El periodismo profesional hace hincapié en las noticias basadas sobre qué dice y qué hace la gente instalada en el poder. El gancho queda claro. Borra el matiz de controversia de la noticia a seleccionar –"eh, el gobernador lo dijo por lo que debe tener cobertura informativa"- y hace más barato el periodismo: se trata simplemente de situar a los periodistas cerca de la gente en el poder y hacerles reproducir lo que dicen y hacen. Adicionalmente, también ofrece al periodismo un carácter muy convencional porque los que están en el poder tienen un gran control sobre lo que debe ser informativamente cubierto y lo que no. El periodismo a menudo se convierte en un ejercicio de dictado ya que los periodistas se resisten a fastidiar a sus fuentes porque dependen de ellas por sus informes. De hecho, los políticos exitosos aprenden a explotar al máximo la dependencia que tienen los periodistas de las fuentes oficiales. Esta dependencia también posibilita la manera furtiva de actuar de la moderna industria de relaciones públicas.
La mejor situación para los periodistas que dependen de las fuentes oficiales es cuando la gente instalada en el poder tiene fuertes debates sobre temas importantes, proveyendo un espacio en donde los periodistas pueden trabajar. El debate de 2005 sobre la privatización de la Seguridad Social es un buen ejemplo, en donde el Presidente Bush y los líderes demócratas se colocaron en extremos opuestos. El peor escenario, una pesadilla para el periodismo democrático, es aquel en donde los instalados en el poder están de acuerdo y no debaten ningún tema. Si los periodistas tratan un tema que nadie en el poder está debatiendo, son acusados instantáneamente de ideológicos y faltos de profesionalidad, también de que tratan de introducir sus propios puntos de vista en las noticias. A pocos periodistas les gusta esta crítica –puede poner fin a la carrera profesional- con lo que la dependencia de las fuentes oficiales tiene un tremendo efecto disuasivo en la gama de las noticias legítimas. Lo que también significa que el público está a merced de la gente instalada en el poder de forma aún mayor que lo estaba bajo el periodismo partidista.
El periodismo profesional renuncia a menudo al contexto porque abre la puerta a la acusación de partidismo. Es terriblemente difícil contextualizar bien una noticia sin mostrar algunas inclinaciones partidistas o hacer algunos juicios de valor controvertidos. Así, el periodismo profesional tiende a apabullar con hechos, pero raramente lo hace con una apreciación matizada de lo que los hechos pueden significar. Esto ayuda a entender los numerosos estudios que muestran que el consumo sostenido de noticias sobre un tema en particular a menudo no conduce a una mejor comprensión del tema y alguna vez motiva una mayor confusión. Lo que se traduce en un efecto irónico según el cual las noticias profesionales hacen la vida pública más confusa y menos interesante y atractiva, promoviendo, de ese modo, la despolitización. Esta es un área donde el periodismo profesional como se ha desarrollado en los Estados Unidos contrasta con su precedente partidista. Por lo menos, el periodismo partidista ponía las noticias en contexto y esperaba encontrar el hilo conductor entre ellas.
"Investiga aquí, no allá", se refiere a los sesgos implícitos o tácitos incrustados en el código profesional. Estos sesgos tienden a ser favorecidos por los propietarios de los medios de comunicación, y los periodistas que escalan el escalafón acostumbran a ser los que tienen menos problemas en interiorizarlos. Por ejemplo, no es frecuente para los medios de comunicación locales hacer implacables exámenes críticos de las familias más poderosas y de las instituciones comerciales de sus propias comunidades (una investigación implacable hecha de unos medios de comunicación locales sobre las familias más poderosas y de las instituciones comerciales de sus propias comunidades sería un hecho poco usual). Este es uno de los grandes puntos débiles de nuestro periodismo porque si los medios locales de Decatur, Illinois, no investigan a la gente importante de Decatur, es altamente improbable que los medios locales de Fresno, California, envíen una delegación de periodistas a Decatur para hacer el trabajo por ellos.
A un nivel más general, como Bogdikian señala, nuestros medios de comunicación han interiorizado la idea de que el poder de las corporaciones es generalmente benevolente, el capitalismo es sinónimo de democracia, y los Estados Unidos es una fuerza del bien en el mundo. Así que las malas prácticas de las empresas casi no se investigan por los periodistas, a no ser que descaradas infracciones afecten a los inversores, mientras que las noticias concernientes a las malas prácticas gubernamentales, especialmente en programas dirigidos a los pobres y la clase obrera, es el pan de cada día.
Cuando el periodismo profesional es observado desde esta perspectiva, se evidencian pros y contras. No solamente el periodismo profesional tiene sesgos, sino que tiene la audacia de insistir que es ecuánime.

¿Un retorno al partidismo explícito?

Muchos han concluido, después de rigurosas consideraciones de loss fallos del periodismo profesional, que sería mucho mejor retornar a una forma de periodismo partidista más explícita. Dejemos estas pretensiones de neutralidad y profesionalidad, continúa el razonamiento, y dejemos a los partidarios de todos los bandos decir lo que quieran. El problema de este argumento es que acepta que el tipo de periodismo profesional que emergió en los Estados Unidos es el único posible, y que la única alternativa es el partidismo explícito. De hecho, hubo un gran debate en 1930 sobre lo que significaba el periodismo profesional entre el recién creado sindicato de periodistas, el Newspaper Guild, y los barones de la prensa. Para George Seldes y Heywood Broun, del Newspaper Guild, la dependencia de las fuentes oficiales y la interiorización de los sesgos de los propietarios era anatema para el genuino periodismo profesional. Argüían que un verdadero periodismo independiente requería de los periodistas que permanecieran fuera de las instituciones partidistas, asumiendo la perspectiva de los que no estaban en el poder. Como expresaba la legendaria expresión, el periodismo debía "afligir a los acomodados y confortar a los afligidos".
Para que se implantara la visión de Selder del periodismo profesional independiente, los periodistas tendrían que usar su sindicato para impedir que los propietarios tomaran el control de los contenidos editoriales, para hacer la "muralla china" impermeable y el personal responsable directamente ante el público. Desgraciadamente, Seldes y el Newspaper Guild perdieron esta lucha en la medida que hubiera tenido lugar. Antes de los 40 el Guild se convirtió en un sindicato tradicional, y lo que conocemos hoy día como periodismo profesional estuvo a punto de ser adoptado por todos los medios de comunicación de Estados Unidos con la excepción de unos pocos estrafalarios intransigentes, como William Loeb en New Hampshire. Pero la visión de Seldes del periodismo independiente profesional ha sobrevivido fuera de la corriente dominante, en el trabajo de periodistas como Seymour Hersh, Bill Moyers, Charles Lewis y Amy Goodman, para mencionar tan solo unos pocos. Visión que se descarta como partidista por aquellos a quienes disgusta la deslumbrante luz de la atención pública sobre los poderosos, y porque la simpatía con los que no son poderosos es vista como ideológicamente inaceptable. Pero lo que hace a este periodismo tan poderoso es que en realidad aplica la misma dura mirada a todos los que están en el poder independientemente de su afiliación política.
El periodismo profesional disfrutó de una edad dorada en la última parte de la década de los 60 y la de los 70. Aunque hubo una afilada crítica al periodismo dominante durante este período por parte de la prensa alternativa, y en las revistas periodísticas editadas por periodistas de a pie, las fuentes, la autonomía, y la fortaleza institucional del periodismo profesional tuvieron probablemente su apogeo durante estos años. Pisando los talones del escándalo Watergate y la renuncia de Nixon, el periodismo profesional disfrutó de un prestigio considerable y fue visto como una fuerza central para el bien de la nación. En la película dramática de los 70 Tres días del Cóndor, la película finaliza con el personaje que representa Robert Redford entrando en el edificio del New York Times para presentar sus pruebas de la argucia del gobierno. La insinuación era que los periodistas podían matar al dragón y nosotros podíamos vivir felices después de todo.
Un drama periodístico de Hollywood más contemporáneo, The Insider (1), hace poco años contaba la verdadera historia de cómo la presión a la dirección condujo a la CBS News a acallar una entrevista con una persona de la industria del tabaco que quería denunciar la existencia de prácticas ilegales. Hoy, la expectativa de que los periodistas podrían o deberían proveer un final feliz resulta ser irrealista, a menos que la película sea una farsa.

El asalto comercial al periodismo

Desde los 70, el periodismo profesional ha estado bajo un agudo ataque desde dos frentes. Primero, una ola de fusión y concentración de los medios de comunicación combinada con un aflojamiento de las regulaciones federales desató un ataque comercial contra la autonomía del periodismo profesional. El acuerdo entre los propietarios de los medios de comunicación y los periodistas —la "muralla china" que separa la iglesia y el estado, los intereses comerciales de los valores periodísticos—ya les parecía a los primeros cada vez menos rentable. ¿Por qué escatimar sus recursos a los departamentos de noticias a menos que generasen los mismos beneficios que las otras ramas de la corporación empresarial? Al fin y al cabo, se argumentaba, "esto es un negocio no una caridad", negocio que debe ser responsable ante las necesidades de los accionistas de la maximización del beneficio, por encima de todo lo demás. Si el mercado no alienta al periodismo, entonces la gente no debe querer o necesitar al periodismo, o al menos al pintoresco y viejo periodismo de antaño. Debido a que el acuerdo entre propietarios y periodistas nunca estuvo escrito, fue erosionado bajo la firme presión comercial.
Comprendido en este contexto, mucho de lo sucedido en el periodismo a lo largo de las últimas dos o tres décadas cobra sentido. Por una parte, ha habido una disminución de recursos para el periodismo. De otra parte, los principios del periodismo sobre qué es considerado una legítima noticia gradualmente se han transformado para incorporar el nuevo ambiente comercial. En general, la autonomía del periodismo profesional está desapareciendo de una forma similar a la pluviselva amazónica o la capa de ozono.
La reducción de recursos para el periodismo ha sido ampliamente reseñada. Significa que hay muchos menos recursos para la investigación periodística. Roberta Bassin, quien ha ganado setenta y cinco premios y dos premios Peabodys [un prestigioso premio radiotelevisivo concedido anualmente en los EEUU. Nt.] con la ABC y la CBS, entre otros, dice que el periodismo de investigación se convirtió en la primera área desparecida en las pasadas dos décadas, durante las cuales los valores corporativos conquistaron la sala de redacción. Por otra parte, el periodismo de investigación pasó de ser una protegida y alentada entidad a algo visto como sospechoso por los directivos de las corporaciones. "Los abogados de las empresas de los medios de comunicación siempre han comprobado nuestras noticias por si hubiera ocasión de interponer posibles recursos legales", afirma Baskin. "Pero si los abogados alguna vez simpatizaron con los periodistas, defendiéndoles y tratando de airear sus noticias, ahora defienden la opinión de los propietarios de que el periodismo de investigación causa muchos problemas y cuanto menos se haga mejor." Como Charles Lewis ha hecho notar, mucho de lo que ocurre en el periodismo de investigación hoy en día simplemente se refiere a un insider filtrando una historia al periodista.
La cobertura informativa internacional está también en la lista negra. Los corresponsales caros ocasionan mucha tinta roja y muy poca negra. El veterano corresponsal en el extranjero de la CBS News Tom Fenton escribió un devastador informe sobre el declive de la cobertura informativa internacional en los Estados Unidos, especialmente en la televisión, en su libro de 2005 Malas noticias. Fenton indica que la cantidad de esta cobertura en los periódicos y la televisión de Estados Unidos cayó del 70 al 80 por ciento en los 80 y 90. Fenton indica con deprimente detalle la completa falta de interés que tienen los ejecutivos de las corporaciones de los medios de comunicación en dar cobertura informativa del mundo.
Cuando ocurrieron los ataques del 11 de septiembre de 2001, los medios de comunicación habían dejado al público americano sin bases para evaluar qué estaba pasando y por qué. Un americano había de dedicar mucha atención rastreando oscuros sitios en Internet o perseguir un curso avanzado en política internacional para tener el mismo sentido del mundo que muchos europeos tenían por medio de sus medios de comunicación dominantes. Y a pesar de la palabrería que siguió inmediatamente después de los ataques del 11 de septiembre afirmando que los medios empezarían de nuevo a cubrir informativamente el mundo, esta retórica nunca fue tomada seriamente por los directivos de las corporaciones del ramo.
La generalizada reducción en el número de reporteros ha significado que la información procedente del mundo de las relaciones públicas sirva cada vez más como fuente de noticias. En la televisión, el periodismo es reemplazado por «expertos» ignorantes y el pronóstico absurdo, una barata y entretenida forma de maximizar el beneficio, pero nada remotamente cercano al periodismo. En realidad, la revolución real que trajo el canal de noticias de la FOX fue menos su retorno al partidismo que su reemplazo del periodismo costoso por el relativamente barato experto fanfarrón. Esto representa un modelo de negocio que está ganando y altamente atractivo para todos los propietarios de medios de comunicación. La otra alternativa es la completa eliminación de las noticias, como así ha ocurrido en muchas emisoras de radio y en un creciente número de cadenas de televisión. En una ciudad detrás de otra, apenas hay un puñado de periodistas en el oficio, y temas de considerable importancia son superficialmente mencionados o no tratados en absoluto. Esto significa que el mal tradicional del periodismo profesional, básicamente los informes de debates entre las élites, se ha convertido en un cáncer. Una cosa es informar sobre los debates y después hacer alguna investigación, algún periodismo, para establecer cuál es la verdad del asunto. Y otra muy distinta es informar sobre los debates y las demandas en disputa y lavarse las manos de toda responsabilidad para examinar estas demandas. En el periodismo de hoy está imponiéndose cada vez más la norma, según la cual si un periodista cuestiona una afirmación de un político, es acusado de partidismo, lo que significa el anatema. Se deja al oponente político el desafío y el aporte de la evidencia, no al periodista. Pero ya que el oponente político puede siempre ser descartado como partidista, un político puede mentir con impunidad. Los periodistas emplean mucho más tiempo evaluando si los políticos pueden engañar al público —esto es, mentir— que responsabilizando a los políticos de sus mentiras. Nuestro medio periodístico hoy es un paraíso de la mentira.
Traducción para www.sinpermiso.info: Julie Wark y Daniel Raventós
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Fuente:
inthesetimes, 8 diciembre 2005

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