El fin del bono demográfico
El bono demográfico, entendido como una situación transitoria en que la población en edad de trabajar supera la dependiente – es decir niños y adultos – crea una oportunidad para el desarrollo sostenido de un país.
En la práctica, el bono demográfico no ha sido ni es aprovechado por los gobiernos de América Latina. Al contrario se ha silenciado el crecimiento demográfico, dando más publicidad vía el Producto Bruto Interno, el indicador que más disfraza la desigualdad.
Latinoamérica es la región que tiene mayor concentración de la riqueza. Faltan oportunidades para el grueso de la población. Por eso vemos que las cárceles están llenas de pobres. Sin embargo lo que genera violencia no es la pobreza sino la desigualdad.
El bono demográfico, es aquella proporción de los que están en edades productivas, que hoy es mayor de los que son dependientes. Casi todos los países de la región transitan en la antesala de un período en el que la población estará cada vez más envejecida.
La población en pleno bono demográfico, necesita trabajo formal y que ahorre para su pensión. Lo mismo se explica en el bono de género, pues las mujeres tienen mayores años promedio de educación que los hombres. Pero como no existe una política en cuidado de la primera infancia, las mujeres tienen dificultades para trabajar.
La población de América Latina y el Caribe empezará a decrecer en aproximadamente 40 años, mientras en el resto del mundo no se vislumbra un crecimiento negativo en los próximos 80 años, anuncia la ONU.
A partir de 1990 el crecimiento poblacional de la región empieza a desacelerarse. Actualmente, crece a un ritmo de 6 millones de personas al año.
Este menor crecimiento es cada vez menor. La Comisión Económica para América Latina – CEPAL, explica que la región alcanzará su población máxima en el 2058, con un total de 767,5 millones de personas.
Y espera que el crecimiento económico en la región continúe disminuyendo, debido a un contexto internacional de mayor incertidumbre y complejidad, y un desempeño débil de la inversión, las exportaciones y el consumo.
En este 2019, la región crecerá este año solo un 0,5%, una cifra menor que el 0,9% registrado en 2018. Este rendimiento se atribuye a los efectos de una desaceleración en sincronía con el mundo economía. El bajo crecimiento interno se debe a la falta de impulso exhibido por las inversiones, las exportaciones y la caída del gasto público y el consumo privado.
Países como Chile, Costa Rica y Cuba ya terminaron su etapa de bono demográfico, mientras el Estado Plurinacional de Bolivia, Guatemala y Paraguay, estarían finalizando su bono demográfico recién en el período 2045-2050.
El fin del bono demográfico viene acompañado de un acelerado proceso de envejecimiento de la población, con un aumento significativo en la proporción y en el número absoluto de personas de 65 años y más, que en 2047 superaría a la población de menores de 15 años. En la región, se proyecta que 1 de cada 5 habitantes será una persona mayor de 65 años en el 2050.
Se aproxima el fin del bono demográfico y se evidencia el envejecimiento poblacional. Los cuadros estadísticos explican que en 2015-2020 la esperanza de vida al nacer en América Latina y el Caribe (75,2 años) es más elevada que en Asia (73,3) y África (62,7), pero todavía hay una brecha significativa respecto a Norte América (79,2), Europa (78,3) y Oceanía (78,4).
En algunos países (Venezuela, Granada, México y Jamaica), la esperanza de vida al nacer se redujo. Pero la mortalidad en la niñez sigue siendo alta y, actualmente, es casi cuatro veces el valor observado en Europa.
La migración internacional ha tenido una presencia constante en la historia de América Latina. Como resultado de su vinculación al viejo mundo, desde los períodos de la colonia y la independencia y hasta mediados del siglo XX, la región recibía inmigrantes de ultramar. Posteriormente, pasó a ser una región expulsora de población con saldos migratorios netos negativos desde 1950 hasta los días actuales.
De los movimientos migratorios recientes llama la atención la migración intrarregional, que cobra mayor importancia. Tal es el caso de las ciudadanas haitianas a países sudamericanos y los flujos migratorios de ciudadanos venezolanos. Estos movimientos migratorios han producido cambios importantes en los saldos migratorios de los países receptores, así como en los países de origen.
Se estima que entre 2015-2020 el saldo migratorio de la República Bolivariana de Venezuela es de 3,3 millones de personas y que, dentro de la región, los principales países receptores de estos migrantes fueron Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú.
En Europa Occidental la transición demográfica tomó 200 años. En la de Irán tardó 15 años. Otros países de América Latina también vivieron rápidamente esa transición, pero igual fue un proceso de entre 5 y 15 años más largo que el de Colombia.
Los adultos mayores serán un grave problema pues en la región solo el 30 % de los mayores de 65 años tiene jubilaciones. Y esta proporción es más grave en las mujeres, los niños y los jóvenes.
La convivencia social es un factor clave. Si el proceso acelerado de urbanización de nuestros países y el cambio demográfico que se evidencia se traduce en un envejecimiento igualmente acelerado de la población, asistimos a un desafío importante en la democratización de los procesos de urbanización y de crecimiento de las ciudades.