https://diario16.com/peru-31-mayo-50o-anos-de-desastre/ Versión enviada a Madrid, el 29 de Mayo.
Jorge Zavaleta Alegre, Corresponsal en América Latina, dese 1992.
Un informe de ayer y hoy de Ancash despues de uno de los terremotos más intensos en América Latina.
Hace 40 años nació Diario16: Un baluarte de la Transición
Juan Tomás de Salas trabajaba en El Tiempo de Colombia porque era asilado político en ese país. Se había tenido que refugiar por sus relaciones con el Frente de Liberación Popular, el famoso “Felipe” de los años 60.
Cuando pudo regresar a España, Juan Tomás de Salas fundó, junto con otros quince compañeros, Cambio 16, cuyo subtítulo era el de “Semanario de economía y sociedad”. En aquella época, cerrado el diario Madrid, sólo quedó como prensa libre los semanarios. Triunfo y Cuadernos para el Diálogo, capitaneados por personajes afines a la oposición, Joaquín Ruiz Giménez, Gregorio Peces Barba, y Víctor Márquez Reviriego principalmente. Eran los referentes de la España intelectual de la época. A ellos se sumaría Cambio 16.
Oposición al Franquismo
Los periodistas y empresarios que se lanzaron a sacar adelante el proyecto se situaban en el espectro de la oposición franquista moderada, en el centro político. Buscaban una transición pacífica a la democracia. Entre ellos se encontraban Luis González Seara, que luego fue ministro de Educación con Adolfo Suárez, Alejandro Muñoz Alonso, Ricardo Utrilla y el propio Juan Tomás de Salas. Monárquicos, con el tiempo se les llegó a calificar de “suaristas” por su apoyo a Adolfo Suárez. De lo que no cabe duda es de su fidelidad al joven monarca, Juan Carlos I y su rechazo a los “reformistas” del antiguo régimen como Manuel Fraga. Estos fueron los que se asociaron con la plana mayor de Revista de Occidente, los grupos editoriales Timón y Santillana, y los antiguos alumnos del Instituto Escuela, entre los que se encontraba la familia Ortega Spottorno y Jesús de Polanco, fundando El País.
En lo que a prensa se refiere, a la opinión pública española se le quedó corta la oferta de semanarios. Había que completar el espectro con periódicos diarios donde sólo Informaciones salvaba la cara ante un elenco que en Madrid lideraban la prensa del Movimiento, ABC, Pueblo y El Alcázar.
Por ello nació El País, auspiciado por el grupo anteriormente citado. Los “dieciséis del cambio” no estaban muy por la labor de colaborar con los dueños de Prisa, y decidieron crear un periódico diario vespertino: Diario 16. Ambos se diferenciaban radicalmente tanto en contenidos como en presentación. La maqueta de El País era más sobria, incluso rozando lo que se denomina en argot periodístico “el ladrillo”, (mucho texto y pocas intercalaciones graficas y literarias), mientras que Diario 16 era mucho más “ligero” dando prioridad a los espacios gráficos y noticias cortas, menos analíticas.
El nacimiento
El presidente del periódico fue Luis González Seara. El director general, Juan Tomás de Salas, y el director de la publicación, Ricardo Utrilla. El primer ejemplar salió a la venta el 18 de octubre de 1976 a un precio de 12 pesetas. En el primer editorial se trazó como objetivo “vigilar muy de cerca la marcha del Estado para impedir que esa enorme concentración de poder en manos de unos pocos arrase la libertad de los muchos y arrastre al país”. Estaba tan claro su propósito como la canción que ilustró su campaña publicitaria en radio y televisión: Libertad sin ira, del grupo Jarcha, que acabó por convertirse en icono de la transición.
En esta primera época, no se lograron las expectativas económicas generadas. Y hubo que tomar soluciones radicales. Se cambió a Ricardo Utrilla como director por Miguel Ángel Aguilar. Durante su mandato surgieron los primeros roces importantes con la Administración. Diario 16 sufrió un secuestro. Miguel Ángel Aguilar, Gregorio Morán y Francisco Cerecedo fueron procesados por unos artículos en los que presuntamente insultaban a Manuel Fraga. El 26 de junio de 1977, la sede de Diario 16 sufrió un atentado. Una bomba que llevaba el sello del grupo terrorista GRAPO.
Su agresividad informativa no acababa de reflejarse en las ventas y en la publicidad. Su tirada media apenas llegaba a los 50.000 ejemplares y su deuda rondaba los 40 millones de pesetas. Aún así, el Diario 16 de aquella época tiene en su activo el haber sido el primer medio de comunicación que denunció la intentona golpista conocida como Operación Galaxia, preludio del golpe militar del 23 de febrero de 1981. De poco le sirvió a Miguel Ángel Aguilar, que fue cesado y sustituido interinamente por Justino Sinova, hasta que el 17 de junio de 1980, la junta de fundadores nombró a Pedro J. Ramírez, un periodista procedente de ABC, como nuevo director. Sus objetivos: acabar con la deuda, aumentar las ventas y competir con las grandes cabeceras.
El esplendor
Pedro J. Ramírez comenzó por cambiar la secuencia de difusión. De vespertino, Diario 16 pasó a ser matutino. Además, añadió una medida revolucionaria en su día y que generó una fuerte controversia en la prensa española. En aquella época los periódicos “descansaban” los lunes. En su lugar, las Hojas del Lunes, editadas por las asociaciones de la prensa, tenían el monopolio. Un monopolio con el que acabó Diario 16. La secretaría de Estado para la Información abrió un expediente y multó al periódico. Se recurrió ante los tribunales que, al final, sobreseyeron el asunto. Diario 16 ganó la batalla y, gracias a ello, el resto de diarios pudieron estar en los quioscos.
Pero donde realmente empieza a destacar el Diario 16 de Pedro J Ramírez es en el golpe de estado del 23-F. “En defensa de la Constitución” fue el editorial que aquella noche abrió la primera edición de las 23,30. Luego habría cuatro más. A partir de ese momento, el equipo directivo compuesto por Pedro J. Ramírez, Justino Sinova, José Luis Gutiérrez, y los redactores jefe Fernando García Romanillos, Raúl Heras y Alberto Otaño, fueron formando un equipo de jóvenes periodistas que se dedicaron a investigar la trama golpista. Todos ellos coordinados por Fernando Reinlein, un periodista ex militar de la UMD que acabó siendo director del periódico.
Hasta tal punto llegó la cosa que los acusados en el consejo de guerra que se celebró en Campamento, en Madrid, se negaron a entrar en la sala si estaba presente el periodista acreditado de Diario 16, José Luis Gutiérrez. La protesta hizo temblar, de nuevo, los cimientos de la joven democracia. Los golpistas ponían contra las cuerdas al sistema que se intentaba levantar poniendo en tela de juicio nada más y nada menos que la libertad de expresión reconocida en la joven Constitución. La excusa, la entrevista que el joven periodista Adolfo Salvador había hecho a un soldado de reemplazo destinado en un cuartel de la carretera de El Pardo perteneciente a la Brigada Acorazada, en el cual se dan cuenta de una serie de hechos violentos cometidos por los militares sediciosos esa noche.
Diario 16 también denunció la otra intentona golpista que se iba a llevar a cabo poco antes de las elecciones que ganó el PSOE. Esa noche electoral, Pedro J. Ramírez y su equipo directivo trasladó su despacho a lo que se llamaba “redacción de cierre” donde se montaban las planchas de “la señorita Pepis” como se llamaba a la rotativa, cambiada poco después por una Underwood más potente.
Diferencias
La mejor época de difusión y ventas de Diario 16 estaba por venir. Una investigación llevada a cabo por Ricardo Arqués y Melchor Miralles descubrió la trama de los GAL. El periódico empezó a subir como la espuma. Pero Juan Tomás de Salas, el editor, no estaba de acuerdo con esa política informativa. La lucha entre él y Pedro J. Ramírez culminó con un editorial, “La Rosa y el capullo”, en el cual Diario 16 apuntaba directamente a los socialistas como los inspiradores del terrorismo de estado.
Juan Tomás de Salas no se lo pensó dos veces. Despidió a Pedro J. Ramírez y aquí comienza el declive del periódico. En aquel entonces, vendía 150.000 ejemplares y los ingresos por publicidad se triplicaron. En solidaridad con Ramírez dimitieron Alfonso de Salas, hermano de Juan Tomás, Balbino Fraga, y Juan González. Un grupo muy importante de la dirección también se marchó. Todos ellos reunieron 850 millones de pesetas para fundar Unidad Editorial, la empresa editora de El Mundo, el periódico que prácticamente fagocitó Diario 16.
Aun así, la senda del periódico se mantuvo durante un tiempo. La editora Hersant compró el 31% del grupo. Se nombró a un relevante periodista, Enrique Badía, como nuevo director. Y, aún así, las ventas cayeron estrepitosamente. En julio de 1994, Juan Tomás de Salas dejó la presidencia. La redacción empezó a dejar de cobrar la nómina regularmente. Diario 16 se vende a José Luis Domínguez, anterior presidente de Amstrad España. Domínguez presenta suspensión de pagos en diciembre de 1995 al no llegar a un acuerdo de quita y espera con los acreedores.
El resto es la crónica de una caída en picado. Vuelve Juan Tomás de Salas a hacerse cargo del periódico, que sufre varias huelgas debido al impago de las nóminas. Se declara la quiebra y la cabecera sale a subasta. El grupo Voz, editor del Diario de Galicia, se hace cargo de la misma. El 23 de junio de 2000 se estrenó un nuevo rediseño de Diario 16 para darle una imagen totalmente distinta a la que tenía. El nuevo logotipo incluía la palabra ‘Abierto’, en referencia a “toda la gran tradición liberal para propugnar el predominio de la sociedad civil sobre el Estado”.
El 6 de diciembre de 2016, antiguos trabajadores de Cambio16, deciden que ha llegado el momento de relanzar la cabecera de Diario 16 adaptándola a los nuevos formatos digitales aunque manteniendo la edición impresa mediante una publicación que tiene periodicidad mensual.
Ha trascurrido exactamente un año de aquel fatídico y monstruoso día, en el que en multánime parvada, más de 15 mil almas volaron a la eternidad, dejando a su ciudad amada convertida en una inmensa playa gris, que hoy está poblada de cruces, como si miles de cirios ardieron las 24 horas del día, dando la impresión a un gigantesco velatorio que tiene por bóveda al azul del firmamento, por paredes los inmensos macizos del Ande cordillerano en el Callejón de Huaylas y por fondo enlutado de dolor, al Cristo levantado en aquella cúpula del cementerio antiguo de nuestro hermoso pedazo que fue de la Patria peruana, la “YUNGAY HERMOSURA”, expresó el escritor peruano, Isaías Zavaleta Figueroa, un año después de uno de los terremotos más intensos que sufrió América Latina, el fatídico 31 de Mayo 1970.
Faximil del discurso.
Perú D-500 años de Historia. Buscando un mundo diferente.
Perú D-500 años de Historia. Buscando un mundo diferente.
El domingo 31 de Mayo de 1970, se produjo en el Perú el mayor “desastre natural” del hemisferio occidental. Setenta mil habitantes murieron y 140 mil fueron heridos por un violento terremoto y aluviones subsiguientes. Medio millón de personas quedaron damnificadas. Y esta tragedia no es un simple fenómeno natural, sino la suma de una serie de factores concurrentes en el desequilibrio geográfico y social, como en el 2020 con el coronavirus, que afecta y afectará más a los desposeídos de recursos para vivir.
El futuro, después de esta etapa crítica, dependerá de cómo se reconstruye nuestra tierra, para el retorno de sus hijos, empezando con el intenso apoyo a la industria cultural. Más bibliotecas, más museos, más grupos musicales, propuestas cinematográficas, junto al mejor manejo de sus lagunas, nevados, tierras agrícolas. Una movilización por el desarrollo de la aldea, conectada al mundo.
Esta es una síntesis de la serie de investigaciones en el Centro de investigaciones de sismología de la Universidad Nacional de Ingeniería y la consulta a Anthony Oliver-Smith, antropólogo de la universidad de la Florida, de la Red de estudios sociales de prevención de desastre en América Latina. Oliver – Smith retoma tan terrible conmoción y argumenta que tales pérdidas humanas y materiales se debieron a la enorme vulnerabilidad de la zona, particularmente del Callejón de Huaylas.
Pero todo ello se debe a casi quinientos años de desestructuración de la sociedad andina, como efecto de la conquista, y a los nuevos patrones de asentamiento impuestos por la Colonia y la República.
El futuro, después de esta etapa crítica, dependerá de cómo se reconstruye nuestra tierra, para el retorno de sus hijos, empezando con el intenso apoyo a la industria cultural. Más bibliotecas, más museos, más grupos musicales, propuestas cinematográficas, junto al mejor manejo de sus lagunas, nevados, tierras agrícolas. Una movilización por el desarrollo de la aldea, conectada al mundo.
Esta es una síntesis de la serie de investigaciones en el Centro de investigaciones de sismología de la Universidad Nacional de Ingeniería y la consulta a Anthony Oliver-Smith, antropólogo de la universidad de la Florida, de la Red de estudios sociales de prevención de desastre en América Latina. Oliver – Smith retoma tan terrible conmoción y argumenta que tales pérdidas humanas y materiales se debieron a la enorme vulnerabilidad de la zona, particularmente del Callejón de Huaylas.
Pero todo ello se debe a casi quinientos años de desestructuración de la sociedad andina, como efecto de la conquista, y a los nuevos patrones de asentamiento impuestos por la Colonia y la República.
Hace unas dos décadas que surgió una perspectiva en las ciencias sociales para estudiar desastres: se les consideró “eventos extremos”. De esa manera se empezó a interpretar los desastres no tanto como el resultado de extremos geofísicos (tormentas, terremotos, avalanchas, sequías, etc.), sino como funciones de un proceso social en marcha, su estructura de relaciones humanas y el marco más extenso de los procesos históricos que han dado forma a dichos fenómenos (Hewitt, 1983: 25).
Aunque tradicionalmente se ha prestado atención al contexto social de la amenaza y el impacto de los desastres, la nueva perspectiva establece una relación entre los riesgos naturales y el contexto socio-económico de los mismos, cuestionando seriamente toda las relaciones–ambientales en las que los desastres son considerados como lamentables accidentes que ocurren en la vida cotidiana “normal”.
La nueva perspectiva afirma que los desastres no ocurren simplemente sino que son causados. La alta correlación entre la propensión hacia el desastre, la desnutrición crónica, los bajos ingresos y el hambre, ha llevado a muchos investigadores a la conclusión que la causa principal de los desastres se debe a la falta de equidad entre los países pobres y los países ricos.
Es más, que muchos fenómenos naturales no llegarían a ser desastres o en todo caso ocasionarían menores daños, si no fuese por las condiciones “normales” que caracterizan al subdesarrollo en el que la población se ha visto obligada a vivir, intentando adaptarse a las condiciones sociales y económicas y los contextos que se encuentran fuera de su control.
Dentro de este contexto, la clasificación del terremoto de 1976 en Guatemala es como un “terremoto de clases” o del desastre peruano de 1970 como “el terremoto de 400 años”, lamentablemente son evaluaciones precisas sobre un desastre “natural”.
Aunque tradicionalmente se ha prestado atención al contexto social de la amenaza y el impacto de los desastres, la nueva perspectiva establece una relación entre los riesgos naturales y el contexto socio-económico de los mismos, cuestionando seriamente toda las relaciones–ambientales en las que los desastres son considerados como lamentables accidentes que ocurren en la vida cotidiana “normal”.
La nueva perspectiva afirma que los desastres no ocurren simplemente sino que son causados. La alta correlación entre la propensión hacia el desastre, la desnutrición crónica, los bajos ingresos y el hambre, ha llevado a muchos investigadores a la conclusión que la causa principal de los desastres se debe a la falta de equidad entre los países pobres y los países ricos.
Es más, que muchos fenómenos naturales no llegarían a ser desastres o en todo caso ocasionarían menores daños, si no fuese por las condiciones “normales” que caracterizan al subdesarrollo en el que la población se ha visto obligada a vivir, intentando adaptarse a las condiciones sociales y económicas y los contextos que se encuentran fuera de su control.
Dentro de este contexto, la clasificación del terremoto de 1976 en Guatemala es como un “terremoto de clases” o del desastre peruano de 1970 como “el terremoto de 400 años”, lamentablemente son evaluaciones precisas sobre un desastre “natural”.
El comentario que hizo la Primera Dama de los Estados Unidos al presenciar la devastación ocasionada por el terremoto de 1970 en el Perú, en el sentido que su país ayudaría a las víctimas hasta que “todo se vuelva color de rosa otra vez”, es un ejemplo de la creencia que el desastre fue un “evento extremo” y que el retorno a la normalidad solucionaría todos los problemas.
Casi no se reconoce que el histórico subdesarrollo de la región se muestra en el Desastres y Sociedad del Perú, 31 de mayo, 1970: Quinientos años de desastre.
El terremoto que ocurrió el 31 de mayo de 1970 (con una intensidad de 7.7 en la escala de Richter pudo ser severa en cualquier contexto humano. En el Perú resultó ser el peor desastre “natural” en la historia del hemisferio occidental.
En cierto sentido, el terremoto que devastó la costa central del norte del país y sus zonas andinas, podría ser visto como un evento que empezó hace 500 años con la conquista y colonización del Perú y su consecuente inserción como colonia al sistema económico del mundo en desarrollo. En general, las bases naturales de esta precaria condición reposan en dos dimensiones: climatología y geología.
Los Andes centrales se elevan abruptamente desde la angosta faja de desierto costero, y descienden en forma gradual a la zona del Amazonas en el oriente. La posición de las cordilleras de los Andes es el factor clave para la distribución y estacionalidad de la precipitación pluvial. La cuenca del Amazonas tiene una precipitación orográfica todo el año, mientras que en el desierto de la costa casi no llueve, salvo cuando ocurren cambios de temperatura ocasionados por la corriente del niño.
Casi no se reconoce que el histórico subdesarrollo de la región se muestra en el Desastres y Sociedad del Perú, 31 de mayo, 1970: Quinientos años de desastre.
El terremoto que ocurrió el 31 de mayo de 1970 (con una intensidad de 7.7 en la escala de Richter pudo ser severa en cualquier contexto humano. En el Perú resultó ser el peor desastre “natural” en la historia del hemisferio occidental.
En cierto sentido, el terremoto que devastó la costa central del norte del país y sus zonas andinas, podría ser visto como un evento que empezó hace 500 años con la conquista y colonización del Perú y su consecuente inserción como colonia al sistema económico del mundo en desarrollo. En general, las bases naturales de esta precaria condición reposan en dos dimensiones: climatología y geología.
Los Andes centrales se elevan abruptamente desde la angosta faja de desierto costero, y descienden en forma gradual a la zona del Amazonas en el oriente. La posición de las cordilleras de los Andes es el factor clave para la distribución y estacionalidad de la precipitación pluvial. La cuenca del Amazonas tiene una precipitación orográfica todo el año, mientras que en el desierto de la costa casi no llueve, salvo cuando ocurren cambios de temperatura ocasionados por la corriente del niño.
Los Andes peruanos han sufrido aproximadamente 50 terremotos fuertes (superando los 7.0 grados en la escala de Richter) y una infinidad de temblores desde que se empezó a registrarlos (Gieseke y Silgado, 1981: 65-67).
LOS 10 TERREMOTOS MAS MORTIFEROS
Los 10 terremotos más potentes y mortíferos de la historia en América Latina, según BBC Mundo son:
1. Valdivia, en Chile, 22 de mayo de 1960: magnitud de 9,5
2. Arica, en norte de Chile, 13 de agosto de 1868: magnitud de 9. El epicentro frente a las costas de Tacna.
3. Chile, 27 de febrero de 2010: magnitud de 8,8. La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, declaró estado de excepción constitucional de catástrofe para ciudades como Concepción, en la región del Biobío.
4. Ecuador, 31 de enero de 1906: magnitud de 8,8. Epicentro en el Pacífico y frente a la frontera de Ecuador y Colombia.
5. Chile, en Valparaíso, 8 de julio de 1730: magnitud de 8,7.
Los terremotos más mortíferos:
1. Haití, 12 de enero de 2010: 316.000 víctimas mortales y más de 1,5 millones de personas sin hogar, según dio a conocer el gobierno un año después. Miles de edificios se hundieron, incluidos el Palacio de Gobierno o la sede de Naciones Unidas. La falta de recursos, la precariedad de las construcciones, las aglomeraciones urbanas y la debilidad del Estado contribuyeron a hacer de esta una de las catástrofes humanas más graves de la historia.
2. Perú, 31 de mayo de 1970: más de 66.000 muertos. El terremoto más destructivo de la historia de Perú se registró en los Andes. El temblor, de 45 segundos y magnitud 7,8, destruyó la ciudad de Huaraz (que perdió la mitad de su población) y provocó un desprendimiento de tierra que enterró y borró del mapa la ciudad de Yungay, en el departamento de Áncash.
3. Chile, en ciudad de Chillán, 25 de enero de 1939: más de 24.000 muertos.
4. Guatemala, 4 de febrero de 1976: 23.000 muertos. Ya afectado por la pobreza y el conflicto armado interno, el país vio cómo 250.000 casas fueron destruidas y más de un millón de personas se quedó sin hogar. Desaparecieron ciudades asentadas sobre la falla activada como Chimaltenango o Guastatoyano.
5. Nicaragua, en Managua, 23 de diciembre de 1972: más de 10.000 muertos.
1. Valdivia, en Chile, 22 de mayo de 1960: magnitud de 9,5
2. Arica, en norte de Chile, 13 de agosto de 1868: magnitud de 9. El epicentro frente a las costas de Tacna.
3. Chile, 27 de febrero de 2010: magnitud de 8,8. La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, declaró estado de excepción constitucional de catástrofe para ciudades como Concepción, en la región del Biobío.
4. Ecuador, 31 de enero de 1906: magnitud de 8,8. Epicentro en el Pacífico y frente a la frontera de Ecuador y Colombia.
5. Chile, en Valparaíso, 8 de julio de 1730: magnitud de 8,7.
Los terremotos más mortíferos:
1. Haití, 12 de enero de 2010: 316.000 víctimas mortales y más de 1,5 millones de personas sin hogar, según dio a conocer el gobierno un año después. Miles de edificios se hundieron, incluidos el Palacio de Gobierno o la sede de Naciones Unidas. La falta de recursos, la precariedad de las construcciones, las aglomeraciones urbanas y la debilidad del Estado contribuyeron a hacer de esta una de las catástrofes humanas más graves de la historia.
2. Perú, 31 de mayo de 1970: más de 66.000 muertos. El terremoto más destructivo de la historia de Perú se registró en los Andes. El temblor, de 45 segundos y magnitud 7,8, destruyó la ciudad de Huaraz (que perdió la mitad de su población) y provocó un desprendimiento de tierra que enterró y borró del mapa la ciudad de Yungay, en el departamento de Áncash.
3. Chile, en ciudad de Chillán, 25 de enero de 1939: más de 24.000 muertos.
4. Guatemala, 4 de febrero de 1976: 23.000 muertos. Ya afectado por la pobreza y el conflicto armado interno, el país vio cómo 250.000 casas fueron destruidas y más de un millón de personas se quedó sin hogar. Desaparecieron ciudades asentadas sobre la falla activada como Chimaltenango o Guastatoyano.
5. Nicaragua, en Managua, 23 de diciembre de 1972: más de 10.000 muertos.
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