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David Flores Vásquez,
jurista, especializado en Turismo e Integración,
es director de La Lira Huaylina.
No he tenido la suerte de llegar a Chiquián, tierra de Luis Pardo, pero conozco la ciudad, mentalmente, a fuerza de quererla. Sus hijos la llaman también “Espejito del Cielo”. En las veces que he pasado por Conococha (De Coñoc cocha, “represa caliente”) he visto la carretera que la circunda y que, dice, va a Chiquián. Vale añadir que Conococha, es la parte más alta en la carretera que va de la costa, pasando por Paramonga, al Callejón de Huaylas.
En la laguna mencionada nace el famoso Río Santa, allí como modesto riachuelo que recorre la inmensa Pampa de Lampac pero que, conforme va bajando la pendiente entre las cordilleras, haciendo sonreir a los pueblos del Callejón, se convierte en el río más caudaloso de la costa peruana desembocando en el Océano Pacífico, en el pueblo de Santa, que le da su nombre. Este río, que muchas veces ha generado muerte y destrucción, se angosta en el Cañón del Pato, pues las cordilleras en ese lugar prácticamente se besan, es el que genera la energía eléctrica que permite el funcionamiento de la Siderúrgica de Chimbote y brinda energía eléctrica a gran parte del país. Vale mencionar que para ello, partiendo de “La Represa” recorre miles de metros horizontalmente por la entraña de la montaña y luego cae perpendicularmente en el “Pique”, en la Casa de Fuerza, (cerca de Huallanca) desde 600 metros de altura para mover las famosas Pelton que generan la energía eléctrica, volviendo así a su cauce. Más adelante sirve también este río para ese gran Proyecto denominado CHAVIMOCHIC que, ojalá, pronto llegue a su plena ejecución para el ansiado progreso del norte del Perú.
A propósito del Cañón del Pato, existe una carretera que une Caraz con Huallanca, con 42 túneles oradados en roca viva, alarde de la ingeniería. Se sabe que el sabio Santiago Antúnez de Mayolo, que concibió el Proyecto, se iba por Huaylas (parte superior de Huallanca) y que desde allí, llevaba a los huaylinos, que amarrados de la cintura, eran suspendidos en el precipicio para perforar la roca y colocar la dinamita que más tarde permitiría la apertura de la carretera. Los cuerpos despedazados de muchos de ellos, al explotar la dinamita, son el tributo ignorado en el avance de nuestra Patria.
Pero volvamos a Conococha: En los viajes de retorno a Lima, siempre fue el lugar de obligada parada para adquirir los ricos quesos de Chiquián, excelente regalo para los familiares y amigos. Acá es justo reconocer a los esforzados y pocos habitantes de esa ciudad tan alta, usualmente oriundos de pueblos vecinos, que desafían el frío de sus más de cuatro mil metros de altura y ofrecen al viajero las delicias de un café caliente. ¡Nada más agradable!.
Vamos ahora a hablar de Luis Pardo, pues es ese el objeto de esta pequeña crónica y nos hemos estado desviando; son pasajes que me han contado y que ayudan en la leyenda sobre nuestro personaje, una especie del Robin Hood moderno:
1.- Un amigo, que ya no está con nosotros, me contaba de sus antiguas peripecias cuando tenía que viajar de Lima al Callejón de Huaylas, en parte en acémila. Las carreteras actuales, obviamente, llegaron mucho después. Me contó que una tarde, mientras viajaba por nuestra serranía, lentamente en su modesto caballo, fue alcanzado por otro viajero, igualmente en su acémila, que le trabó conversación, haciéndose desde entonces más ameno el viaje.
Como ya les iba a cerrar la noche mi amigo indicó a su ocasional acompañante que iba a pernoctar en el pueblecito al que ya llegaban, para proseguir al día siguiente a las cinco de la mañana.
El acompañante le dijo que él también se quedaría, pues iba allí solo para asistir al velorio de un ahijadito y que como por desgracia se había quedado sin ningún dinero, le pedía prestado algo para comprar unas velas, con cargo a devolverle al día siguiente a las cinco de la mañana en el alojamiento que le indicara.
Dado el monto solicitado, mi amigo no tuvo, dice, inconveniente en darle el préstamo, considerándolo casi una donación pues no conocía a esta persona y, sin más, se despidieron. Al día siguiente, como estaba previsto, mi amigo se aprestaba a proseguir con el viaje cuando se presentó puntual su desconocido acompañante y agradeciéndole mucho le devolvió el préstamo y se puso a sus órdenes dándole su nombre: Soy Luis Pardo, le dijo.
Mi amigo al contarme la historia me decía asombrado: “Imagínese que he caminado siquiera unas tres horas con el famoso bandolero, sin saberlo”.
2.- Otra persona me contó que Luis Pardo era exigente y altanero con quien le cerraba la puerta de su tienda en la que aparecía de improviso. Lo obligaba a abrir. Pedía lo que quería y luego se iba sin pagar. En cambio, a quien lo atendía sin temor, le pedía de todo y le pagaba siempre en exceso, sin pedir jamás el vuelto.
3.- Me contaron de una reunión en una ciudad de la costa en la que los asistentes solo hablaban de las andanzas y terribles actos atribuidos a Luis Pardo, expresándose sobre él en los peores términos. No había otro tema de conversación.
De pronto, en plena reunión, un asistente solicitó el uso de la palabra y en pleno silencio dijo a los presentes: “Señores: El león no es tan fiero como lo pintan. Acá me tienen; Yo soy Luis Pardo”.
Me dijeron que la reunión terminó como por encanto y desapareció también nuestro personaje.
Finalmente, el vals que lleva su nombre fue siempre muy entonado como pieza clave en el cancionero criollo y creo ha servido y sirve para acrecentar la leyenda que aún se teje sobre él.
Editor. Con la venía del Doctor Flores, apasionado promotor del desarrollo del turismo cultural del Perú, incluimos el siguiente documental, que sin duda muchas décadas han pasado en el silencio, pero no el olvido la vida de un anarquista-bandolero. La Biblioteca del Congreso de Washington nos ofrece la oportunidad de ampliar el horizonte histórico social de nuestros pueblos.
DOCUMENTAL SOBRE LOS CAMINOS DE LUIS PARDO, OPINIONES, CANTOS Y COMENTARIOS. Jza.
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