NE. Francisco Carranza Romero, pone el dedo en la llaga. La siguiente crónica nos habla de la algarabía de quienes celebran el aniversario de su colegio, de su ciudad, etc...bebiendo, comiendo y bailando. Todos tenemos la libertad de acción. Carlos Eduardo Zavaleta, en Los Aprendices, nos entrega una de las respuestas más hemosas para entender porque muchos hijos de un pueblo huyen cuando son convocados para gestar iniciativas de trascendencia social y repiten los actos y gestos de las clases sociales de las grandes urbes, como si fueran lecciones de vida, sin la menor preocupación por la vida de los olvidados de siempre. José Martí, en un poema dice: "cree el aldeano vanidoso que el mundo es su aldea. Y que el orgullo es quitar la novia al vecino. Cuando el mundo es grande, tan grande...". Felicitaciones Panchito. Busquemos nuevos caminos de Alegría permanente.
Francisco
Carranza Romero
Profesor de la Universidad de Corea del Sur
Bodas de Plata, Bodas de Oro
La
costumbre de celebrar la fiesta de promoción estudiantil (primaria, secundaria,
universitaria) es buen motivo para el reencuentro entre los compañeros después
de mucho tiempo. Verse después de un cuarto de siglo o después de medio siglo es
emocionante y lleno de sorpresas porque muy pocos se reconocen al instante,
salvo por algún rasgo muy particular. También es el momento de informarse de la
suerte de los ausentes.
Siguiendo
la denominación del festejo matrimonial se usa la palabra “boda” para cada
reencuentro. Las bodas de plata (25 años) y de oro (50 años) son las más
comunes. El precio de los objetos referidos marca el valor del tiempo
transcurrido.
Sin
embargo, el buen motivo se cambia cuando los organizadores del evento imponen fuertes
cuotas para almuerzo, cena, baile, banda u orquesta, luces y castillos
pirotécnicos, uniforme para cada ceremonia y otras veleidades. Al final, quien participa
en el reencuentro gasta mucho dinero habiendo otras necesidades. Muchos
consideran que la cuota para reunirse con los compañeros del ayer es excesiva y
un malgasto. Así que, aunque quieran verse y abrazarse siquiera por unos
momentos, se alejan del festejo.
Este
criterio metalizado excluye de las fiestas promocionales a los que no pueden
pagar los altos costos. Sólo sirve para la jactancia de los supuestos “triunfadores”.
Algunos vocean sus cargos y éxitos, y exhiben sus ropas y joyas. Por más
títulos obtenidos y por más altos cargos que ostenten, si no hay modestia, todo
es vanidad.
Para
estos jactanciosos va el pensamiento de Sidarta Gautama, el último Buda (siglo
IV antes de Cristo): “Donde hay educación no hay discriminación”.
La
celebración en la provincia alejada de la capital del país es un acontecimiento
más llamativo. Los participantes, cual niños del jardín de infancia, desfilan pedantes
y como pavos reales por las calles principales al ritmo de la banda de músicos.
Los
que se quedaron en el pueblo se retiran porque el festejo es para los
petimetres encartonados, emplumados y ricachones. Es que pocos valoran las
actividades que se realizan en las provincias; labores, aunque no muy rentables,
pero que son nobles.
Algunos idos a la capital están idos
En
una disputa por un asiento de primera fila oí estas expresiones: “¿No sabes? Yo
vengo desde Lima”. “Por algo yo trabajo en Lima”. Argumentos de la residente en
la capital para retirar el bolso de una compañera residente en el lugar del
evento sin considerar que la otra había ocupado primero. Es la capital que
desprecia a la provincia.
Observando
a estos septuagenarios, en su mayoría, uno llega a la conclusión: La edad,
muchas veces, no madura a los seres humanos; los vuelve vacuos.
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