Nota del Editor. La Economía Naranja es la mejor inversión para el mundo, precisamente por el
respeto a las culturas y la simbología de la convivencia humana.
Francisco Carranza Romero
El
baile es expresión emotiva
Todos los pueblos del
mundo expresan su emoción bailando. La diferencia está en que unos pueblos,
para bailar, necesitan mucho ruido; otros, bailan con música a bajo volumen mesurado
pero con ritmo que se siente. En conclusión, el baile es la expresión de alegría
y relajamiento. Sin embargo, en el rito andino del entierro de un niño muerto -considerado
inocente y angelito- hasta los padres van bailando hasta el panteón. En ese
momento triste se baila llorando y la música no es ruidosa; es triste y
solemne.
Ruido
y baile
Los fines de semana y los
días festivos en Lima y en las ciudades importantes del Perú son frecuentes las
fiestas con música a alto volumen. Los locales de fiestas, con o sin licencia
municipal, no respetan la tranquilidad del vecindario.
Las ondas acústicas salen
de allí a todo el contorno superando los decibeles permitidos. Algunos locales
son espacios apenas tapados con techos ligeros. Otros locales cerrados, aunque
sean amplias salas de “eventos sociales” (clubes, negocios particulares y salas
de reunión dentro de las viviendas multifamiliares), no tienen las paredes y
bóvedas cubiertas con sustancias que impidan la trasmisión de las ondas
acústicas.
Si la fiesta es en la
vivienda de un edificio multifamiliar el problema es más grave. Por ejemplo: una
fiesta en el quinto piso. Los vecinos inmediatos de los pisos cuarto y sexto, y
los vecinos laterales sufren las consecuencias. ¡Estoy en mi casa y tengo el derecho
de hacer lo que me dé la gana!, es el argumento del prepotente y egoísta fiestero
quien ignora que vivir en construcciones multifamiliares implica respeto a los
vecinos para también ser respetado. Parece que muchos aún no entienden en qué
consiste la convivencia en viviendas multifamiliares.
Si algún valiente y
cansado vecino se queja ante la Comisaría, ésta envía un policía cuya labor consiste
en hacerse presente, ver, tomar nota para “reportar” a su comisaría y marcharse.
Mientras tanto, pasan las horas. Los fiesteros, alegres por el efecto del licor
y la música a alto volumen, gozan hasta cansarse bailando, chillando y hablando
a gritos. Sólo en las horas antes del alba comienzan a dispersarse satisfechos
de la hazaña. Y si la fiesta es en el club de los policías, que también sirve para
los “eventos sociales”, ¿a quién quejarse?
Si la queja es a la
oficina del Serenazgo, también llega alguien al escenario de la fiesta para
cumplir el protocolo: ver, escuchar al denunciante y denunciado y marcharse sin
dar ninguna solución. “Mejor llamen a la oficina del medio ambiente”, dijo irónico
un personal del Serenazgo antes de retirarse. ¿A medianoche o en la madrugada
está abierta alguna oficina del medio ambiente? Así algunas noches limeñas de
fines de semana son de farras, de bullas y de contorsiones dancísticas para los
fiesteros; de tormentos y de noches blancas y aburridas para los vecinos. Para
la fiesta sí hay tiempo y dinero.
¿Por qué los peruanos se
alegran y bailan sólo con música a alto volumen? Es el comentario de los amigos
extranjeros asiáticos que residen en Lima o están de visita. Ocurre que esta forma
de alegrarse con música estridente no es propia de un distrito o barrio ni de un estrato
social específico. Es de la mayoría de los peruanos. Esta costumbre
generalizada se diferencia sólo en el local del evento, el equipo de sonido, la
clase de orquesta y música, la variedad del licor, las condiciones de acceso, etc.
Los que se quejan de este tormento musical son ignorados por las autoridades que
se hacen desentendidas porque ellas mismas también hacen sus fiestas
bullangueras.
También
podemos bailar con menos ruido
Sin embargo, aun siendo
peruano cuestiono lo que debo cuestionar: ¿El alto volumen de la música es conditio sine qua non para estar feliz? ¿Es
la única forma de alegrarse? Los que critican este modus jocundi (manera de alegrarse) son muy pocos; pero esos pocos también
son peruanos aunque vayan contra la corriente general. Y si reflexionamos más:
No toda costumbre es correcta por ser de la mayoría. Y esta reflexión no es
elitismo ni discriminación.
Ruido
callejero
Las calles limeñas y de
otras ciudades peruanas, fuera del ruido de los motores y bocinas de los
vehículos conducidos por impacientes choferes, se contaminan también con la
música estridente que sale de algunos vehículos. ¿Algunos conductores se fiestean
mientras manejan?
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