JORGE E. ZAVALETA ALEGRE
La deforestación hace saltar las alarmas en la Amazonia, ¿cómo podemos frenarla? desde 1970 una superficie forestal superior al tamaño de Francia, según datos de Greenpeace. Detrás de esta desaparición masiva de bosque tropical se encuentra la deforestación, en gran medida ocasionada por la mano del hombre. A continuación, exponemos los preocupantes datos, las consecuencias para el planeta y el ser humano y qué soluciones se plantean.
La creciente deforestación de la Amazonia se ha convertido en un problema medioambiental. Con una superficie de alrededor de siete millones de km2, la Amazonia es el bosque tropical más grande del planeta. En concreto, se extiende por nueve países, entre los que destacan Bolivia, Perú, Colombia y, especialmente, Brasil —alberga el 60 %—. Declarada en 2011 como una de las siete maravillas naturales del mundo, está considerada el pulmón del planeta, además de una reserva única de biodiversidad y el hogar de culturas indígenas ancestrales que nos ayudan a comprender mejor quiénes somos.
Desde
1970, según datos de Greenpeace, solo la Amazonia brasileña ha perdido una
superficie forestal superior al tamaño de Francia. Este mismo año, de
acuerdo con el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de
Brasil, se batía el record de deforestación en un mes de abril
con 580 km2 perdidos, un 42 %
más que en el mismo mes de 2020. Un dato poco halagüeño si tenemos en cuenta
que la temporada seca, la de mayor destrucción, empieza en mayo y alcanza su
apogeo en agosto.
Las
cifras son especialmente preocupantes, además, porque duplican las de hace solo
unos años. En
2012 la deforestación en la Amazonia brasileña se redujo hasta los 4.571 km2, la cifra más baja desde
que el INPE comenzara a realizar mediciones por satélite en 1988 a través del
programa TerraBrasilis.
La cifra más alta, en cambio, se dio en 1995 con 29.059 km2 de selva desaparecidos, seguida por los 27.772 km2 de 2004. A partir de entonces, con la llegada de Lula da Silva al gobierno, esa cifra fue cayendo hasta alcanzar el mínimo citado de 2012 para, a continuación, rebotar hasta los alarmantes datos actuales.
La deforestación del
Amazonas brasileño durante el siglo XXI.
Según
la FAO, un 80 % de la pérdida de
bosques en Brasil se relaciona directa o indirectamente con la ganadería. El país carioca es,
de hecho, el principal exportador de carne del mundo y, de acuerdo con el
Instituto de Investigación Ambiental del Amazonas (IPAM), las áreas con las
mayores tasas de deforestación y más brotes de incendios se
encuentran cerca de las ciudades con mayor concentración de cabezas de res.
Asimismo, otra de las principales causas de la deforestación del Amazonas es la explotación forestal, aquellas actividades relacionadas con la tala de árboles, realizada en gran parte de forma ilegal. El mercado de madera tropical alrededor del mundo depende en gran medida de la destrucción de la selva amazónica y Estados Unidos, Francia, Portugal, Bélgica y Países Bajos se encuentran entre los países que más madera de Ipé, árbol brasileño en peligro de extinción, importan de manera ilegal.:
Calentamiento global
Segun
Greenpeace, en
la década de los 90 la selva amazónica absorbía 2.000 millones de toneladas de
CO2, una cifra que, en
la actualidad, se ha reducido a la mitad. La subsiguiente acumulación de
mayores cantidades de CO2 en la atmósfera
contribuye al cambio climático, aumentando la temperatura del planeta a causa del efecto invernadero.
Se
calcula que la
selva amazónica alberga el 10 % de la fauna conocida —también un gran
número de la desconocida, oculta entre su exuberante vegetación— y el 20 % de
la flora —más de 10.000 de sus plantas contienen ingredientes para uso médico o
cosmético—. La destrucción de su hábitat las sitúa al borde de la extinción, impulsando la pérdida de biodiversidad.
El 70 % de las enfermedades humanas son producidas por la destrucción de la naturaleza. En el caso del Amazonas, siendo la mayor selva tropical del planeta, su progresiva deforestación puede provocar un considerable aumento de las enfermedades zoonóticas —de origen animal, como la COVID-19— con graves consecuencias sobre la salud humana.
SOLUCIONES
En
su cruzada por proteger la selva amazónica, las organizaciones
ecologistas demandan una serie de compromisos a los diferentes actores de la
sociedad:
Gobierno. En el foco de todas
las miradas está el actual gabinete brasileño, a quien se le urge a implantar
una política
de deforestación cero que revierta la situación. Empresas. Se
les solicita que implanten políticas de responsabilidad corporativa que eviten su
implicación en proyectos con algún tipo de impacto negativo sobre el Amazonas. Organismos
supranacionales. A la Unión Europea, por ejemplo, se le reclama que
apruebe medidas para impedir el comercio de materias primas procedentes de
la deforestación amazónica.
Sociedad civil. La adopción de un estilo de vida sostenible, incluyendo un menor consumo de carne, contribuye a reducir la degradación de la Amazonia. Reforestación. En Brasil destaca, por ejemplo, la iniciativa que lleva a cabo el Instituto Terra del afamado fotógrafo Sebastião Salgado y que ha devuelto el verde a la región de Aimorés.
Fundado en 1959, el BID es una de las principales fuentes de financiamiento
a largo plazo para el desarrollo económico, social e institucional de América
Latina y el Caribe. También realiza proyectos de investigación de vanguardia y
ofrece asesoría sobre políticas, asistencia técnica y capacitación a clientes
públicos y privados en toda la región.
Las comunidades indígenas de América Central utilizan sus tradiciones para
proteger la biodiversidad:
José López Hernández, miembro de la comunidad indígena Oxlajuj No'j,
utilizaba su hacha para cortar árboles en la ciudad de Santa María de Jesús en
el corazón de Guatemala. Esa práctica cambió después de que el BID, con
financiación del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), decida impulsar un
proyecto para revivir las tradiciones y la cultura indígenas.
"Antes de este proyecto, no entendía la importancia de la madre
naturaleza y el medio ambiente", dijo Hernández, de 30 años de edad.
"Miraba un árbol cualquiera y podía cortarlo sin pensar". Hoy
Hernández es un líder de su comunidad indígena y está trabajando con otras 600
familias los fines de semana y después del trabajo para sembrar hasta 60.000
nuevos árboles para finales de año. Todos los árboles crecen mediante el uso de
varios métodos orgánicos tradicionales que han vuelto a revivir gracias al
proyecto.
El proyecto BID-FMAM, que se ha realizado en coordinación con el Banco Mundial, está fortaleciendo la capacidad de las comunidades indígenas de Centroamérica para proteger y gestionar sus recursos naturales y culturales.
El proyecto es innovador porque está apoyando el uso cultural y tradicional
de las tierras de las comunidades indígenas como una forma de prevenir la
degradación de las tierras y facilitar, al mismo tiempo, la conservación de los
enormes recursos de biodiversidad de la región.
El programa utiliza una metodología especial desarrollada por el BID y la
Escuela Técnica Superior de Lausana, Suiza, referida al análisis del uso
cultural de la tierra.
Carlos Perafan, líder del equipo del proyecto del BID comenta que en el pasado, los técnicos le decían a las comunidades
lo que tenían quehacer.
Las medidas que se adoptarán estarán basadas en amplias consultas con las
comunidades indígenas, que ayudarán a decidir cuándo y de qué manera sus
propias tradiciones podrían resultar apropiadas para trabajar la tierra.
"Este proyecto le ha permitido a las comunidades indígenas a
organizarse, y a formular sus propias propuestas de trabajo en base a sus
propias experiencias", dijo Carlos Batzin, miembro de una comunidad indígena
quiché en el departamento de Totonicapán en Guatemala.
El proyecto BID-FMAM supone también la promoción de la planificación
participativa vinculada al uso de la tierra en las tierras indígenas y las
regiones. La promoción del uso cultural y tradicional de la tierra en
Centroamérica es uno de los componentes del proyecto "Manejo Integrado de
los Ecosistemas en las Comunidades Indígenas".
El Centro Cultural del BID reabre sus puertas al público el 14 de abril para celebrar el 30 aniversario de su programa y Colección de Arte, tras estar cerrado durante tres años por la crisis sanitaria del COVID-19.
La exposición, compuesta por algunas de las recientes adquisiciones de la
colección, muestra el nuevo rumbo de la Colección de Arte del BID, al mismo
tiempo que ofrece una vitrina para mostrar el trabajo de distintos artistas de
la región.
“Esta muestra refuerza el trabajo del BID como una institución que mira al
futuro y está comprometida con promover la identidad, la diversidad y la
inclusión en la región. Impulsa el talento creativo de jóvenes artistas, tanto
emergentes como establecidos, en particular de aquellos provenientes de
comunidades subrepresentadas en las artes visuales, que nos ayudan a entender
los desafíos de la región”, dice Trinidad Zaldivar, jefa de la Unidad de
Cultura y Creatividad del BID.
La muestra incluye obras de artistas de países miembros del BID, como
Melissa Alcena (Bahamas), Simone Asia (Barbados), Leticia Banegas (Honduras),
April Bey (Bahamas), Manuel Chavajay (Guatemala), María Raquel Cochez (Panamá),
Ana Elena Garuz (Panamá), Juana Gómez (Chile), Charles Jean-Pierre (Estados
Unidos/Haití), Koyoltzintli (Estados Unidos/Ecuador), Priscilla Monge (Costa
Rica), Antonio Pichillá Quiacaín (Guatemala), Ale Rambar (Costa Rica), Natalia
Revilla (Perú), Carmen Elena Trigueros (El Salvador) y Rember Yahuarcani
(Perú).
La colección de arte del BID representa la vitalidad artística e
intelectual de los 48 países miembros del Banco y contribuye al entendimiento
de la diversidad creativa de la región. Voces Emergentes estará abierta al
público a partir del 14 de abril y hasta el 30 de agosto en la galería del
Centro Cultural del BID, 1300 New York Ave, NW, Washington, DC, de lunes a
viernes de 11:00 a. m. a 6:00 p. m.
El BID también realiza proyectos de investigación de vanguardia y ofrece
asesoría sobre políticas, asistencia técnica y capacitación a clientes públicos
y privados en toda la región.
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