En Bolivia, Uruguay, Paraguay, Costa Rica y Ecuador los  gobiernos locales ganaron protagonismo  con los mismos marcos normativos de descentralización. En cambio EEUU, Gran Bretaña redujeron servicios y pueblos como medida de contrarrestar lecciones financieras. Este panorama se presentó en la primera década del presente siglo, según  una investigación de Municipalización de América Latina, de la Universidad Autónoma de Hidalgo, México, 2020.
Este discurso renace  entre  miles de miles de familias que huyen de la capital nacional para albergarse en sus pueblos de origen. Esta movilización  del retorno se extiende a diferentes países,  y pone en evidencia que tampoco  es fácil  encontrar respuestas, sino no hay una reacción inmediata y efectiva  de los  Estados, de los Gobiernos Locales,  que  conviven con el libérrimo mercado, abandonando la avasalladora movilización de las ciudades. No hay peor frustración que retornar al terruño arrastrando una  tragedia….
El médico peruano Elmer Huertas, comunicador por excelencia, desde Nueva York y a través de Radio Programas del Perú-RPP, conversó con el alcalde  Hugo Vargas de Achonga-Huancavelica, uno de los  1874,  distritos  de  su país el mensaje urgente de buscar la más  rápida y efectiva respuesta al arrollador retorno de sus  antiguos pobladores.
Huancavelica,  principal productor de mercurio, invoca  la donación de un hospital, en  tanto las primeras  centenas de sus paisanos ya han dejado Lima portando el coronavirus 2019. El médico  respondió  que si  en lugar  de un hospital,  el Estado asignara 50 postas médicas para cada una de las comunidades….Tras  breve silencio, la autoridad local aceptó la propuesta  como argumento efectivo de descentralización.
Al finalizar  la entrevista  radial, el burgomaestre Vargas, dijo: «Ojalá  que el presidente Vizcarra nos esté  escuchando, a quien le pido ayuda técnica en el  agro, que es lo único  que sabemos hacer como gente trabajadora en el  campo y  evitaremos que más personas se vayan a Lima a realizar trabajo de de  estibadores y se queden acá, en su tierra, produciendo y ayudando a sus  hijos que salieron a estudiar en Universidades»
Pues este diálogo, sin intermediarios,  lleva a evaluar con prudencia la  decisión pública, frente a la crisis absoluta de la gran urbe, rodeada de cinturones de miseria, característica  geopolítica de toda América.
Luca Di Raffaele, investigador italiano,  en  una aproximación al concepto de “buena alimentación”, revela que en el caso de las regiones más pobres de Perú,   los niveles de desnutrición crónica infantil son los más altos del país,  mientras que la anemia golpea a cerca del 50%  de los niños y niñas.
A pesar de contar con “ingentes cantidades de recursos hídricos”  incluyendo grandes hidroeléctricas tienen severas limitaciones para que los campesinos puedan disponer de agua para su consumo, para el riego y para producir más alimentos.
En la puna las condiciones de vida son más duras: el clima es más rígido y los cultivos son muy limitados; la actividad productiva principal es representada por la crianza de camélidos. En torno al 90% del suelo disponible es destinado al pastoreo de animales. La agricultura es de secano: es decir, depende de las lluvias.
La “falta de educación” de los campesinos y, sobre todo, de las campesinas, quienes no sabrían “balancear” los platos que diariamente preparan y consumen; es decir, no sabrían integrar en la dieta alimentos de los tres tipos: constructores, protectores y energéticos, necesarios para una “buena alimentación”.
Los profesionales sanitarios aducen que la alimentación en el pueblo es deficiente, pobre de nutrientes e inadecuada para el desarrollo de los niños y las niñas. Los pobladores se exceden en el consumo de tubérculos y de alimentos líquidos como las sopas: ello hace que “llenen el estómago” pero sin el aporte nutricional indispensable que se encuentra en las proteínas cárneas, en las frutas y en las verduras.
Los productos de la chacra son bonitos y buenos: tienen un buen aspecto y un buen sabor, a diferencia de los productos que proceden del mercado urbano  tienen categoría de “químico”. Se comprueba que  una de las principales razones por la que los campesinos y las campesinas del pueblo recurren a las tiendas para conseguir alimentos es suplir la falta de productos en cierta época del año. Pero si bien los comuneros integran a su dieta tanto los productos “de la tienda” como los “de la chacra”, declaran preferir estos últimos porque son más sanos.
 Los productos que se compran en las tiendas, que vienen “de afuera”, de la ciudad, no alimentan adecuadamente, ya que no proporcionan las energías necesarias para poder afrontar las faenas del día a día sostiene la madre  de  familia.
El historiador Massimo Montanari -especialista en temas de alimentación- nos aclara cómo la idea y la práctica de una comida que llena es típica del mundo popular, de una “cocina pobre, caracterizada sobre todo por la necesidad de llenar el estómago para alejar el fantasma del hambre y asegurar la supervivencia diaria”.
El sociólogo Bourdieu argumenta cómo la predilección, en el desayuno, por platos abundantes y salados -como las sopas-, la importancia de ingerir grandes cantidades de comida y de tener, a raíz de ello, mucha fuerza física está relacionado con las prácticas alimentarias de las clases campesinas y obreras de diferentes partes del mundo, que tienen en común “el depender de una fuerza de trabajo que las leyes de la reproducción cultural y del mercado de trabajo reducen, más que para ninguna otra clase, a la fuerza muscular”
    Villa El Salvador, ciudad autogestionaria fundada por comunidades de Ayacucho, Huancavelica…
El pasado y el presente. En los recuerdos de los comuneros, el pasado se configura como un tiempo de extrema escasez. El elevado número de hijos que se tenían, la imposibilidad de generar ingresos monetarios, la ausencia de ayuda por parte del Estado, hacían que la situación económica fuera realmente dura, y que el hambre se experimentara a diario.
Antes, cuando lo que se comía eran principalmente productos de la chacra, argumentan los comuneros, la gente era fuerte: no se sufría de gastritis, de dolor de muelas o de desnutrición. Los productos industriales, de hecho, no nutren adecuadamente, según los campesinos.
Comer los alimentos de las tiendas, que no son producidos localmente, es también una manera de variar la dieta, de “matizarla” con sabores diferentes. De esa manera, los comuneros asumen -desde el discurso de los profesionales sanitarios- la noción de “balanceo” de los alimentos y la reinterpretan, entendiéndola como la práctica de comer “de todo”, es decir, comer de la chacra y comer de la tienda.
La aparición del fenómeno de la desnutrición. Una de las principales razones de su surgimiento es la falta de agua. Se requiere, según los campesinos, de más agua para regar los campos y así producir más alimentos. Ello se debe a que la agricultura local es principalmente de secano.
La temporada de lluvias va desde diciembre a abril, y el periodo de mayor precipitación se da entre enero y marzo. En las épocas en las que las lluvias escasean, “no crece nada”. Esta situación hace que se pueda sembrar y cosechar solamente una vez al año. El agua es considerada como una de las causas de la desnutrición, no solamente porque falta, sino también porque está contaminada; concretamente, por los desechos que se vierten en el río que pasa por el pueblo.
 A eso hay que agregar, refieren los pobladores, su falta de cloración, que no la vuelve apta para el consumo. La consecuente presencia de parásitos en el agua provoca así que la población más vulnerable se enferme: “¡Por eso los niños están desnutridos!”.
En los  barrios marginales de la Costa y en los Andes hay bastante desnutrición: “no comemos todos iguales. Si es que encontramos , comemos bien; si no encontramos, no comemos bien [.] Si no hay plata, no compramos carne.: lo que hay en la casa, nomás. Los productos que sembramos.: eso nomás consumimos»
La anemia, entendida por la biomedicina como “la concentración de hemoglobina por debajo de los valores límite establecidos  indicador de una pobre nutrición” (Organización Mundial de la Salud, resulta difícil, para las comuneras y los comuneros del pueblo, definir exactamente en qué consiste; la relacionan, a grandes rasgos,  tanto en los efectos que provoca -una debilidad general en el estado de salud- como en la causa que la produce -una mala alimentación, basada en productos que no proceden del campo.
Además,  un distrito de extrema pobreza un poblador, en promedio, gana  mil cien nuevos soles (US$300) al  año, por la venta de sus cosechas, que son fruto de su esfuerzo y del clima.
Los niños están desnutridos. Ellos comienzan a realizar labores- de apoyo doméstico- a los cinco años de edad. La mayoría de la población apenas ha concluido primaria. Es común ver madres de trece años. Y las familias, mayormente, tienen por lo menos seis  hijos.
A manera de conclusión. Coronavirus es una apocalíptica plaga que exacerba: El Individualismo y el colectivismo están en conflicto. El mundo  del Ande es sometido. La noche es terrible y dolorosa. La Historia de los Andes, remarcaba el Instituto Nacional de Cultura, en tiempos del gobierno nacionalista  (1968-75), es una permanente búsqueda de libertad, de Justicia, emprendida mayormente por los comuneros, quiénes se mantienen firmes, frente a las agresiones más brutales durante siglos. Las influencias externas no pudieron borrar su rostro, eterno como los Andes y puros como las cristalinas aguas de sus ríos. ¿Esta pandemia  cambiará el rumbo  de la Historia?
Pues este diálogo, sin intermediarios,  lleva a evaluar con prudencia la  decisión pública, frente a la crisis absoluta de la gran urbe, rodeada de cinturones de miseria, característica  geopolítica de toda América.

Luca Di Raffaele, investigador italiano,  en  una aproximación al concepto de “buena alimentación”, revela que en el caso de las regiones más pobres de Perú,   los niveles de desnutrición crónica infantil son los más altos del país,  mientras que la anemia golpea a cerca del 50%  de los niños y niñas.

A pesar de contar con “ingentes cantidades de recursos hídricos”  incluyendo grandes hidroeléctricas tienen severas limitaciones para que los campesinos puedan disponer de agua para su consumo, para el riego y para producir más alimentos.

En la puna las condiciones de vida son más duras: el clima es más rígido y los cultivos son muy limitados; la actividad productiva principal es representada por la crianza de camélidos. En torno al 90% del suelo disponible es destinado al pastoreo de animales. La agricultura es de secano: es decir, depende de las lluvias.

La “falta de educación” de los campesinos y, sobre todo, de las campesinas, quienes no sabrían “balancear” los platos que diariamente preparan y consumen; es decir, no sabrían integrar en la dieta alimentos de los tres tipos: constructores, protectores y energéticos, necesarios para una “buena alimentación”.
Los profesionales sanitarios aducen que la alimentación en el pueblo es deficiente, pobre de nutrientes e inadecuada para el desarrollo de los niños y las niñas. Los pobladores se exceden en el consumo de tubérculos y de alimentos líquidos como las sopas: ello hace que “llenen el estómago” pero sin el aporte nutricional indispensable que se encuentra en las proteínas, en las frutas y en la ventas.
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Jorge Zavaleta Alegre, Corresponsal en Latinoamérica.