Papel de Arbol

martes, 7 de mayo de 2019

L a Unión Europea y Latinoamérica



Jorge Zavaleta Alegre
La  prensa  latinoamericana y sobre todo la peruana  no participa en el concurso  anual convocado por la  Unión  Europa. Esta   ausencia es lamentable, según   Isabel Recavarren, de nacionalidad peruana, integrante del Jurado Internacional. La  emisora  Radio Programas del Perú  ha trasmitido una entrevista que no debe pasar por alto, y me permito  glosar algunas líneas sobre el  tema. Bienvenido el  concurso de la  Union Europea. 

Probablemente  el apoyo a concursos  de pueblos  muy  alejados de las capitales, donde el método  del canto y la danza son más atractivos para los niños, una presencia  cultural de la  Unión Europea  sea  bienvenida. Y es loable la actividad de   Isabel Recavarren,   destacada periodista  y jurista 

Mi  colaboración con Italia,  a través  de su  Embajada  en Perú y las  actividades,   durante  una década en el  Fondo  Italo Peruano  (canje de la deuda  externa por inversión local), permitió , por ejemplo,  impulsar  temas como  la protección del cóndor, ave en extinción  y aspectos  culturales,  que las poblaciones alejadas  vieran  como aportes  más  cercanos  a su  realidad.

Desde  mi punto de vista, la conducta de  una mayoría  de periodistas  de nuestra  Región tiene diferentes  explicaciones. Sin duda  analizando   el pasado  colonial, virreinal  y  la actual vida republicana, teñida de rencores, dependencia  y la primacía forzada del dinero  y de los  grupos de poder,   han generado a la indiferencia,  la anomia.

Hay múltiples  páginas escritas sobre esta conducta  nuestra.  Para no mencionar diversos textos, recurro a  José Martí, quien afirmaba  que la incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y  grandeza  útil,  sino  en  los  que  quieren  regir  pueblos  originales,  de  composición  singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los  Estados  Unidos,  de  diecinueve  siglos  de  monarquía  en  Francia. 

El  buen  gobernante  en  América  no  es  el  que  sabe  cómo  se  gobierna  el  alemán  o  el  francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país .

El gobierno ha  de  nacer  del  país.  El  espíritu  del  gobierno  ha  de  ser  el  del  país.  La  forma  de  gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más  que el equilibrio de los elementos naturales del país. 

En pueblos compuestos de  elementos  cultos  e  incultos, los incultos gobernarán,  por su hábito de agredir y resolver las dudas con su mano, allí donde los cultos no  aprendan el arte del gobierno.

La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas  de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se  lo  sacude  y  gobierna  ella.  ¿Cómo  han  de  salir  de  las  universidades  los  gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario  del  arte  del  gobierno,  que  es  el  análisis  de  los  elementos  peculiares  de  los pueblos de América? 

Resolver  el  problema  después  de  conocer  sus  elementos,  es  más  fácil  que resolver  el  problema  sin  conocerlos.  Conocer  el  país,  y  gobernarlo  conforme  al  conocimiento es el único modo de librarlo de tiranías.

Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han  de  reemplazar  a  los  políticos  exóticos.  Con  los  oprimidos  había  que  hacer  una  causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. 

Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisien- se, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos.

El  negro,  oteado,  cantaba  en  la  noche  la  música  de  su  corazón,  solo  y  des- conocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. 

Los  jóvenes  de  América  se  ponen  la  camisa  al  codo,  hunden  las  manos  en  la  masa, y la levantan con la levadura del sudor. Entienden que se imita demasiado,  y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación.

El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!. Comenta Martí con gran ironía. El racismo  sigue a flor  de pie entre nosotros.

Si nos  miramos  camino al  bicentenario  de la independencia de varios países de Latinoamérica, nos damos  cuenta que poco o nada hemos  cambiado.



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