Teresa Mestres, Talller de Pintura Lima-Barcelona.
Jorge Zavaleta Alegre
“Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el
tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo
lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado
tarde para emprender la creación de la utopía contraria.
Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda
decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y
sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de
soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Estas palabras de Gabriel García Márquez, La soledad de América Latina, pronunciado
ante la Academia el 8 de Diciembre de
1982, por la concesión del Premio
Nobel, sigue golpeando los oídos sordos
de la mayoría de gobiernos. La
corrupción y la pugna sombría de los radicales del libre mercado, es
tan vehemente como la prédica del
terrorismo genocida.
Néstor García Canclini al hablar sobre “La sociedad sin
relato, antropología y estética de la inminencia”, señalaba
que en las artes y en las expresiones literarias se plasman identidades
y constituyen un complemento fundamental de la historia: ¿El arte actual es el
resultado de una sociedad sin relato?, se pregunta.
El arte y su contribución al conocimiento, sostenía
Enrique Iglesias (1999) -excanciller del Uruguay y Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo-BID-, que uno de los
fundamentos culturales de la integración latinoamericana y de la presencia
regional en el mundo, es la contribución de las Artes y la Literatura a través
de las imágenes visuales y de las narrativas.
La producción y creación estética de la cultura mestiza
aporta valiosos insumos para que el pueblo se reconozca en su identidad,
consolide su memoria y aporte su inteligencia sensible para no perderse en
medio de las permanentes y acuciantes preguntas sobre quiénes somos los
latinoamericanos en esta transición milenaria, cuál es nuestro lugar en el
mundo y cómo seguiremos enfrentando la vertiginosa globalización, cada día más
acelerada por la telemática, la cibernética y la informática.
El pintor brasileño Ferreira Gullar, en 1989, sostenía que no
hay ninguna novedad en decir que el modo de conocimiento estético difiere del
modo del conocimiento científico e igualmente del filosófico. “Aquellos quieren
sustituir un concepto por otro, en cambio el artista y el poeta cuestionan la
propia conceptualización de la realidad; se niegan a las generalizaciones que
disuelven la experiencia vivida en el concepto abstracto. Su modo de conocer es
un incesante recomenzar como la vida misma”
El mexicano Leopoldo Zea, en su introducción a las Fuentes de
la cultura latinoamericana, insiste en la integración por la educación y la
cultura; reclama una mayor difusión del pensamiento, de la literatura y demás
manifestaciones estéticas. En efecto, hoy en día estaríamos en una sociedad sin
relato porque lo que se califica de “arte actual” no discute ni propone cambiar
la vida o contribuir al desarrollo de una conciencia crítica para la transición
del neoliberalismo hacia otro paradigma civilizador.
El 18 de mayo de 2008, en El Salvador, los ministros de
Educación iberoamericanos adoptaron una decisión que fue considerada como
histórica: impulsar el proyecto «Metas Educativas 2021: la educación que
queremos para la generación de los Bicentenarios».
A partir del año 2009 y hasta 2021, la mayoría de los
países iberoamericanos recuerda y conmemora los 2 Siglos de su
independencia, gestada en tiempos en los que se manifestó de forma clara el
deseo de libertad de amplios sectores de
la sociedad hispanoamericana. Una libertad que debe estar vinculada a la
superación de las desigualdades, al buen vivir, a la defensa de la naturaleza,
al reconocimiento efectivo de los derechos de todas las personas y al acceso
equitativo a los bienes materiales.
Hoy, año 2019, según
la Unesco en su resumen dedicado al
Panorama Regional de América Latina y el Caribe, la desigualdad económica en el
conjunto de la región sigue siendo más acusada que en otras regiones del
planeta: en 2004, el consumo del 20% más pobre de la población solo representaba
el 2,7% del consumo nacional. Los avances constatados en el ámbito educativo se
acompañan de insuficiencias, retrasos y grande disparidades
Lienzo de Enma Suárez, 2018, La Florida-Lima-Caraz.
La educación latinoamericana se enfrenta a dos desafíos de
enorme magnitud. Por un lado, debe recuperar la educación del retraso acumulado
en el siglo XX: universalizar la oferta de educación infantil, primaria y
secundaria, llegar a toda la población sin exclusiones, especialmente a los
grupos originarios y afrodescendientes mejorar la calidad educativa y el
rendimiento académico de los alumnos, fortalecer la educación
técnico-profesional y reducir de forma radical la insuficiente formación de
gran parte de la población joven y adulta.
Actualmente, la media del gasto en educación de los países de
la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, que
aglutina a los 34 países más ricos del mundo) es del 6,5% del PIB (gasto en
educación total, tanto público como privado). La media de la Unión Europea
(datos de 21 países) es del 5,9% del PIB.
El país desarrollado que más invierte en educación del mundo
es Dinamarca, con un 8% del PIB a educación, mientras que el de menos es
Grecia, con un 4,3%. España se sitúa en
la parte media-baja con un gasto en educación del 5,60% del PIB.
Cuanto mayor es el PIB, mayor es el gasto bruto en educación.
El país que más gasta en educación por estudiante es Estados Unidos, con 15.171
dólares por alumno, cifra muy superior al país que menos gasta en términos
brutos. México, gasta por alumno 2.993
dólares. En el caso de España la inversión es de 9.484 dólares por estudiante.
Pero la suma de dinero, no necesariamente es el único
indicador sino hay
eficiencia, equidad y
Etica en la inversión.
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