“ Las experiencias externas que timbran las cuerdas de nuestra
sensibilidad, hacen surgir en nosotros, amor u odio, alegría o sentimiento, gozo o desilusión, adhesión
o protesta, contra todo aquello que es injusto del hombre
contra el hombre. (Fragmento de “El Final de una Vida” de: Isaías Zavaleta Figueroa)
Escribe: Adolfo Céspedes Thorndike*
Comencé a conocer a quien
sería mi suegro el Maestro y Pastor evangélico, ISAIAS ZAVALETA FIGUEROA, allá
por los años de 1972, en su casa de la calle Francisco Bolognesi de la ciudad
de Trujillo, donde tenía abierta al público su Editorial “Parón”, y en la que
diera a luz sus múltiples composiciones literarias: poesías, cuentos, obras teatrales
y novelas, que nos muestran la riqueza y exquisitez de su prosa y verso, y
sobre todo la calidez y dimensión humana de su gran formación espiritual.
Conversar con él, era pasar momentos placenteros y edificantes; un
recorrido por la Historia, la Ciencia, la Filosofía y la vida diaria, todo
matizado con alturados chascarros que traían el gozo a nuestro espíritu, y cada uno de nosotros terminaba con el alma en paz, llevando el
mensaje de su prédica: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas larga y
feliz vida”; precepto bíblico de hondo significado, que siempre pregonaba y que
supo cumplir muy bien don Isaías, lo que
con seguridad contribuyó a depararle una vida feliz de 100 años, no de Soledad, sino al
contrario de continuo enriquecimiento de amistades y discípulos, a quienes toca
ahora continuar difundiendo su mensaje doctrinal.
“El hombre no debe estar solo, necesita de una compañera idónea”,
recomendaba con mucha seriedad a todo varón joven o viudo; ¿ precepto bíblico?,
no lo sé, tendríamos que buscar en los más de 70 libros que conforman las
Sagradas Escrituras; libros que con seguridad, don Isaías sí los dominaba, testigos
de lo cual son los creyentes que cada semana
escuchaban su moral y aleccionadora prédica, en las iglesias que
como Pastor congregó, para difundir la fe y religión cristianas, a lo largo de
su activa y longeva vida, tales como:
Iglesia Pentecostal de la Ciudad de
Caraz, Departamento Ancash; “Monte
Sinai” y “Estrella del Oriente” del Distrito del Porvenir, Trujillo; “La Voz de
la Esperanza”, del Distrito La Esperanza, Trujillo;” Cristo Salva”, Renovación
Cristiana”, “Fuente de Bendición” y “El Buen Sembrador”, de la Provincia de
Trujillo, Departamento de La Libertad; Iglesias de las Asambleas de Dios del Perú, de
las que llegó a ser un Ministro Ordenado. Fiel a su prédica, pues siempre supo
dar el ejemplo en aquello que creía y
difundía, contrajo matrimonio a los 24 años de edad, con la bella joven huaylina Elena Alegre Mejía, hija mayor del Juez de paz
de la ciudad, y de cuya feliz unión forman su descendencia:
Hélida Beatriz,
Jorge, Arturo (ya fallecido) y Rosa Amelia Zavaleta Alegre, hijos del buen
profesor, matemático, escritor y periodista, que iniciara su carrera docente en
la ciudad de Caraz, del departamento de Ancash, su lar natal, donde se le
recuerda con cariño y gratitud, pues también supo formar con eficacia y esmero,
tanto en la escuela estatal, en su academia particular de matemáticas, en la prensa de su localidad y a través de
sus acciones como Regidor de Cultura del Concejo Provincial de Caraz; la
personalidad de cientos de niños, jóvenes y adultos, coterráneos suyos; muchos
de ellos ahora ya convertidos en ciudadanos de bien y de provecho a nuestra
sociedad. Al cabo de unos años de enviudar contrajo nuevas nupcias con la
señora Victoria Chávez Mendocilla, pareja matrimonial con la que terminó su
vida terrenal, conforme a lo que predicaba “el hombre no debe estar solo…”
A partir de 1974, en que el suscrito disertante contrajera
matrimonio con Hélida Beatriz, hija mayor de don Isaías, nuestra inicial
amistad se acrecentó y consolidó y fue ascendiendo con profundo respeto, dentro
del seno familiar que desde entonces compartimos, también junto a su amada
esposa la señora Elena alegre, de quienes me beneficié del saber y experiencia
que sólo la vida bien llevada como fuera la que ellos tuvieron, puede legar con
éxito a las generaciones que les siguen,
para bienestar del hogar y por ende de la sociedad.
Un siglo de existencia bien llevada, es una rara experiencia que El
Creador concede a los mortales, tal vez para darles más tiempo para saciar su
sed de continuo aprendizaje o enseñanza; para ver florecer a su familia y
amistades, y experimentar hasta el fondo el amor, la amistad, la alegría, el
dolor, la esperanza y todo aquello que nos hace más humanos. Parafraseando un
poco el título de una de las obras de don Isaías, he sido testigo del Final de
su vida, y puedo dar constancia con seriedad y respeto como diariamente, y por
más de nueve meses, ha recibido en su lecho de dolor la visita, el saludo,
cariño y reconocimiento a su labor, de muchos de los fieles a quienes congregó,
varios de ellos llegaban desde lugares
apartados o lejanos, pues sentían con
dolor la ya próxima partida de su querido Pastor. Para su familia y amistades
más cercanas, no habrá final; continuará
existiendo en los gratos recuerdos de nuestra memoria con su gran personalidad de hombre justo y de
bondad.
“Nuestras vidas son los ríos, que van a dar en la mar, que es el
morir”; escribió el poeta Jorge Manrique, con ocasión del fallecimiento de su
padre; hermosa metáfora que bien puede ser aplicada a muchas vidas, como fuera la del maestro que comentamos; y así podríamos decir sin temor a equivocarnos
que su gran accionar vital fue caudaloso como el Amazonas, religioso o sagrado
para muchos como el Jordán o el Ganges, o fértil como el Santa, río que cruza su ciudad natal, y en cuyas aguas
don Isaías bautizó, como en los tiempos iniciales del cristianismo, a cientos
de creyentes en su fe. Ahora, ya en el mar de la eternidad post mortem, don Isaías
Zavaleta Figueroa, DESCANSE EN PAZ, así como vivió en la tierra, en paz consigo
mismo y con sus semejantes.
*Profesor de Literatura y Abogado
por la Universidad Nacional de Trujillo-UNT
por la Universidad Nacional de Trujillo-UNT
+Diario La Industria de Trujillo
En la actualidad, la cuarta generación familiar, a través de Giuliana y Julio Alberto Ortiz Cerro, gestiona el diario y el resto de las cabeceras del grupo (El Satélite de Trujillo, La Industria de Chimbote y La Industria de Chiclayo).
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