Francisco Carranza
Romero
Profesor de la Universidad de Corea del Sur y la PUCP
Paciencia
y orden en febrero congelado en Canadá
En este invierno de
descensos y ascensos bruscos de temperatura me encuentro en la nueva ciudad
satélite de Kleinburg, situada al norte de la ciudad de Toronto (Canadá). ¿Estos
cambios bruscos son los efectos de las travesuras de El Niño y de sus cómplices
humanos infantiles?
Contemplo una extensión
terrestre de incontables lomas y pliegues; llanura blanca como una inmensa sábana
extendida para secarse y endurarse con el frío invernal; llanura suave y
barrosa en la época del deshielo. Los árboles canosos se estremecen con el
viento: ¿tiritan o se ríen del frío? La nieve que se acumula en las ramas y bases
troncales, al derretirse, saciará la sed de los árboles. Ágiles ardillas corren
y saltan buscando el sustento donde sea.
Bandadas de ánades
vuelan graznando. Los experimentados viajeros dirigen el vuelo del grupo que
dibuja en el aire la figura de ave en vuelo. En la cola quedan algunos que no
deben retrasarse mucho para aterrizar juntos en la meta fijada. Los aprendices
viajeros van asimilando las aventuras de sus antepasados inmediatos y remotos
que hicieron durante millones de años.
Algunas gaviotas y
otros pájaros, conocedores de ríos, lagos y pueblos revolotean confianzudos sobre
las casas y campos. Son las aves adaptadas al desarrollo industrial de la
especie humana.
Las viviendas de Kleinburg,
de apenas tres pisos, muestran sus techos blancos con caídas a los lados.
Por
las chimeneas emana el vapor del calor interior que hace vivir a los residentes.
Desde las primeras horas del día los residentes, abrigados totalmente, quitan
la nieve acumulada en la vereda frente a sus viviendas porque, si hay un
accidente, será la responsabilidad del vecino que no hizo la limpieza
oportunamente. Los menores, que observan tras las ventanas o ayudan a los
mayores en esta labor diaria, van aprendiendo este modus vivendi para repetirlo
cuando les toque el turno. La primera y mejor educación comienza en la casa. Nemine
discrepante.
En las calles estrechas
hay nieve acumulada que se queja al sentir el peso de los vehículos que hacen
surcos con sus neumáticos adecuados para este clima. Pronto pasarán los
tractores que limpian la masa de nieve. Si es necesaria la sal, la verterán
para descongelar con mayor facilidad. Por las autopistas, limpiadas por pesadas
y metálicas máquinas, circulan muchos vehículos de diferentes tamaños,
conducidos, generalmente, por gente respetuosa de las señales de tráfico, que
no abusan de las bocinas y saben ceder. Claro, no falta un loco que quiere
demostrar su bravura e ignorancia de la sana convivencia social. ¡Qué lejos
están las ciudades plagadas de conductores impacientes, abusadores de las
bocinas y que no saben ceder!
Parece que la baja
temperatura invita a los pobladores al recogimiento, solidaridad y prudencia,
tan necesarios para sobrevivir con temperaturas tan extremas. Sin embargo, todas
las actividades continúan normales, sólo hay cambios en ropa y comida.
Práctica
de paciencia y arte en marzo invernal en Corea del Sur
Apenas el avión
aterriza en el aeropuerto de Incheon (Seúl, Corea) se informa a los pasajeros
que la temperatura está baja. El paisaje exterior es blanco por la nevada del
invierno que se ha retrasado.
Como mi esposa concurre
a Academia de Caligrafía Wolchon (Fuente de la Luna) visito el lugar: una
habitación grande con mesas cubiertas de mantel negro. Unas doce personas hacen
la caligrafía china y coreana usando delicados pinceles, tinta negra y papel de
cáñamo. Los calígrafos son personas mayores de cincuenta años: altos funcionarios
de empresas estatales y privadas, docentes y hasta un exministro.
Los que han estado
en el extranjero demuestran buen nivel de inglés y hasta saben algunas
expresiones en español. Mientras pintan las grafías según las muestras que les
da el maestro, conversan de todo, especialmente sobre las filosofías antiguas de
Asia: taoísmo (siglo VI adC), confucianismo y budismo (siglo V adC). Dos ya han
visitado Perú; otros, ya anuncian que visitarán. Quieren ver lo que queda de las
culturas antiguas del Perú.
Mientras afuera el
mundo se rige bajo la ley económica de oferta y demanda, esta gente se reúne a
la práctica diaria del arte y la paciencia en vez de quedarse en casa mirando
los programas estupidizantes de la televisión. En Academia Wolchon se vive de
ilusiones, de intercambio de opiniones y con fuerte voluntad de
superación.
La tradicional casa
coreana tiene un cuadro de caligrafía en la entrada para proteger a los que
viven allí. Es la demostración del poder mágico de la palabra (hablada o
escrita).
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