Este año el Premio Pulitzer pone un mayor énfasis al valor de la imagen. El hecho de vivir en una sociedad y en una época dominada por el signo icónico origina interrogantes respecto de la eficacia de la fotografía junto a la palabra, pero es evidente que la palabra no es el único mensaje.
Hubo un tiempo en que, para mí – y para muchos de sus coetáneos y aún después -, “Ernest Hemingway era un dios”, escribió el italiano Italo Calvino en “Por Qué Lee Los Clásicos”.
Hemingway, periodista y Nobel 1954, es alguien que sabe que antes de escribir sobre el mundo hay que salir a conocerlo y que ya responde a ciegas al credo vitalista que ordena ser alguien antes de hacer algo. Y este Hemingway sabe también que el mundo espera ahí afuera la llegada de alguien que lo escriba para, de paso, ascender de simple persona a persona inmortal.
Esta afirmación es parte del prólogo de Rodrigo Fresan, Paren las Rotativas, sobre Ernest Hemingway, publicado en Toronto, que reúne los artículos periodísticos, para el Toronto Star, 1920-1924. “Cuando empezó escribir en el Toronto Star era totalmente desconocido, sus escritos sólo se habían publicado en periódicos escolares en Oak Park, precisa William, en la introducción a la primera edición en inglés.
Al romper el alba, es el título del reciente libro póstumo (año 2000) del gran Hemingway, que dejó incompleta y terminada por su hijo, comenta el escritor y crítico de cine Jorge Zavaleta Balarezo (Universidad de Pittsburgh), “teniendo en cuenta que ya han aparecido más de uno como Islas en el golfo, y cuya legítima autoría de Hemingway como Al romper el alba, está confirmada. También comenta que El Viejo y el mar, filmada en las playas peruanas de Cabo Blanco, cerca de la línea ecuatorial, llevada al cine y protagonizada por el mítico Spencer Tracy, es una obra en la cual trasciende y nos habla de mucho de las poderosas virtudes literarias del abuelo “Hem”.
Ernest Hemingway vivió y murió al estilo de sus obras: con una violencia y un ansia por aventuras y emociones desbordantes. Polémico pero a la vez respetado, tanto la temática de sus novelas como su estilo directo y claro han marcado un antes y un después en la literatura contemporánea de los Estados Unidos.
Los premios Pulitzer
El fin principal de Joseph Pulitzer al establecer los premios era reconocer la labor periodística sobresaliente, para lo cual creó 14 categorías, también previó 5 premios para las letras (novela, teatro, historia, biografía y ensayo), a los que luego se agregaron el de poesía y el de música.
Los premios Pulitzer se entregan desde 1917, tienen su sede en la Universidad de Columbia, en la ciudad Nueva York, y están a cargo de un comité de expertos, incluyendo al presidente de la universidad. Cabe mencionar que el escritor dominicano-estadounidense Junot Díaz, ganador en la categoría de ficción en 2008, ha formado parte del comité desde 2010.
Sólo pueden acceder a estos premios literarios los ciudadanos estadounidenses (salvo en el caso de historia, aunque el tema debe girar en torno a la historia de los Estados Unidos), por establecerlo así su fundador. No lo exigen los estatutos, pero se supone que los trabajos a ser considerados han sido escritos en inglés.
El único Presidente de los Estados Unidos en ganarlo ha sido John F. Kennedy, por su libro de biografías “Perfiles de coraje”, en 1957.
Ganadores más destacados en letras
En la categoría de ficción (hasta 1947 se premiaban sólo novelas) destacan premios nobel como William Faulker (que lo obtuvo dos veces), Toni Morrison y John Steinbeck y, más recientemente, populares escritores como Michael Chabon y Philip Roth.
En 2013 el jurado escogió como ganador del Pulitzer de Poesía a Sharon Olds por Stag’s Leap, libro de poemas que giran en torno a su divorcio y abordan los temas del amor, el sufrimiento y el conocimiento de uno mismo.
Fredrik Logeval obtuvo el premio Pulitzer de Historia en 2013, por Embers of War: The Fall of an Empire and the Making of America’s Vietnam, donde analiza las decisiones de los líderes políticos estadounidenses que llevaron a una participación total en la guerra de Vietnam.
En 2014 el ganador fue Alan Taylor con un libro sobre la esclavitud en el Estado de Virginia durante la época de la independencia. En 2015 el laureado ha sido el libro Encounters at the Heart of the World: A History of the Mandan People, por Elizabeth A. Fenn.
Lo mejor del periodismo norteamericano
The New York Times invita a leer, sobre la epidemia de violencia armada en Estados Unidos, el primero en aparecer en la portada en casi 100 años. Los Premios Pulitzer son como los Nobel del periodismo; ganarse uno es el honor más grande para un periodista en Estados Unidos. Este año, The New York Times ganó dos premios y tuvo 10 finalistas. Hoy comparte algunos de estos trabajos periodísticos: como la historia del ataque contra una mujer afgana que sacudió a ese país, escrita por su corresponsal Alissa J. Rubin, quien recibió el Pulitzer al Mejor Reportaje Internacional. También te presenta una selección de fotografías sobre la crisis de refugiados en Europa que ganó el premio a Mejor Fotografía de Última Hora.
The New York Times y Thomson Reuters comparten este 2016 el Premio Pulitzer en la categoría de “Fotografía de Noticias de Última Hora” por la cobertura de la crisis de refugiados de Europa. El equipo del Times estuvo compuesto por Mauricio Lima, Sergey Ponomarev, Tyler Hicks y Daniel Etter. Este es el cuarto Pulitzer de Fotografía para el periódico en los últimos tres años.
El premio de Fotografía de Reportaje fue para Jessica Rinaldi del Boston Globe “por la descarnada y reveladora historia fotográfica de un niño que lucha para recuperarse después de haber sufrido el abuso por parte de aquellos en los que confiaba”. El grueso de las fotografías que conquistaron el premio por parte del equipo del Times pertenecen a Ponomarev y Lima; en ellas se narra la travesía de una familia de refugiados sirios desde Grecia hasta Suecia, donde solicitaron asilo.
Ponomarev fotografió la primera parte del viaje de la familia Majid por Macedonia y Serbia, en tanto que Lima los siguió por Belgrado y Serbia hasta llegar a Trelleborg, Suecia. En total, los fotógrafos acompañaron a la familia durante 40 días en tren, autobús y barco, pero principalmente a pie.
Michele McNally, quien es directora de fotografía y editora asistente de The New York Times, dijo que el premio solo reafirmaba el compromiso del periódico con la fotografía, especialmente, en relación con temáticas complejas que rápidamente acaparan la atención mundial. “He sido editora de fotografía durante mucho tiempo, y esta historia es importante para mí porque afecta a todo el mundo: América, Europa y Medio Oriente”, comentó. “Nos afecta a todos, también a ti y a mí”.
David Furst, el editor de fotografía internacional del Times, asignó a los fotógrafos y guio la cobertura visual del periódico. “Lo que hace a este premio tan importante es que en verdad retrata todo el espectro de la migración multitudinaria y además muestra el sufrimiento personal”, explicó.
“Estos fotógrafos se merecen un enorme reconocimiento. Son fotógrafos talentosos que dedican tiempo significativo a generar imágenes que importan. Estamos muy orgullosos de ellos”.
“Habla del miedo y el control al que están sometidos en estos países”, relata Hicks. “Fue muy conmovedor para mí ver llegar a esas personas y poder identificarme con una parte del trauma que vivieron”.
Este es el tercer Pulitzer de Hicks: ganó en 2014 por sus fotografías del ataque terrorista en el centro comercial Westgate de Nairobi. Anteriormente, fue parte del equipo de The New York Times que compartió el premio en 2009 en la categoría de cobertura de reportaje internacional en Pakistán y Afganistán.
“Tyler puede capturar las imágenes más estéticas, memorables y significativas en cualquier situación. Incluso bajo fuego”, comentó McNally.
El director de fotografía para Grecia y Chipre de Thomson Reuters, Yannis Behrakis, dirigió la cobertura y es autor de ocho de las 17 fotografías que se ganaron el premio.
“Le mostramos al mundo lo que estaba ocurriendo, y al mundo le importó. Esto demostró que la humanidad sigue viva”, dijo Behrakis. “Hicimos que se escucharan las voces de estas personas que han caído en desgracia. Ahora con un Pulitzer, sentimos que nuestro trabajo ha recibido reconocimiento internacional”.
El reportaje de Rinaldi “The Life and Times of Strider Wolf” narró la historia de un niño cuya vida estuvo marcada por el abuso y las penurias, desde las golpizas hasta el desalojo. En la carta de aceptación del premio que emitió el periódico, el editor del Globe,
“Esta historia es sobre más que una familia”, escribió el Globe en su carta. “Es un retrato devastador y único de la pobreza y la fuerza de las experiencias traumáticas que trascienden a las generaciones. En última instancia, también es sobre la historia hermosa, compleja y dolorosa de los anhelos del espíritu humano”, menciona la carta. Este año, Rinaldi también fue finalista en la categoría de Fotografía de Reportaje por sus imágenes de las luchas de los adictos a la heroína en el este de Boston.
Rinaldi se enteró de que había ganado el Pulitzer mientras conducía un auto rentado en Atlanta después de cubrir una práctica de los Boston Celtics antes del juego eliminatorio del martes. Casi se sale del camino cuando Bill Greene, director de fotografía del Globe, llamó para darle la noticia, relata. Para ella fue un reconocimiento a los meses de esfuerzo invertidos en un reportaje que era un desafío.
A manera de conclusión
El hecho de vivir en una sociedad y en una época dominada por el signo icónico origina interrogantes respecto de la eficacia de la imagen junto a la palabra pero es evidente que la palabra no es el único mensaje. En nuestra cultura asociamos automáticamente la visión de un hecho con su existencia: identificamos la imagen con la realidad.
Sin embargo, las imágenes son siempre signos de algo ajeno que incorporan diversos códigos comunicativos, algunos muy específicos, como el código gráfico o el de relación compositiva entre los elementos que forman la imagen. Para leer de forma comprensiva y crítica las imágenes es necesario conocer estos códigos.
La lectura de imágenes es una actividad muy interesante para los no alfabetizados o que están transitando las primeras etapas de la lecto-escritura. Síntesis armónica de dibujo y color, favorecen el vuelo imaginativo y alientan el potencial lector para crear y vivenciar situaciones de diversa índole. Pero nunca puede afirmarse que una fotografía hace por mil palabras, es una frase impropia para el conocimiento y valor de la cultura.
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