La pintora peruana Leonor Villagra vuelve de Europa tras una larga ausencia y expone su obra pictórica en el Museo Pedro de Osma, en Barranco.
No hay sociedad humana, arcaica o moderna, que no tenga cultura, pero cada cultura es singular. Esa visión de la humanidad, que se intensifica con el comercio global de las mercancías y el afán individual o colectivo de encontrar o reencontrar su identidad, nos lo recuerda el filósofo francés Edgar Morin en su trabajo sobre Los Siete saberes necesarios para la educación del futuro, tan apreciado en América Latina, cuando se estudia su teoría del Pensamiento Complejo.
Precisamente, Leonor Villagra, al anunciar su retorno al Perú, con su rica creación plástica, para ser expuesta en agosto y setiembre en el Museo Pedro de Osma, en el distrito de Barranco, se reafirma el concepto de Morin, de que “la cultura está constituida por el conjunto de los saberes, saber hacer, reglas, normas, interdicciones, estrategias, creencias, ideas, valores, mitos que se transmite de generación en generación. Se reproduce en cada individuo, controla la existencia de la sociedad y mantiene la complejidad sicológica y social”
A principios de los 80, recuerda Leonor Villagra, salió de la adolescencia y de sus estudios universitarios de Economía y Arte, con algunas obras pictóricas, grabados y murales, impulsada por la dualidad cultural hispano-indígena: “Decidí ver ‘el otro lado de la luna’, así llegué hasta una de las fuentes que nutren nuestro mestizaje: la Vieja Europa”.
Se estableció en Bélgica, donde el término para designar algo fabuloso mítico es “ce n’est pas le Perou! “ (Esto no es el Perú), frase acuñada desde el imperio de Carlos V. Continuó estudios y encontró similitudes de la dualidad cultural y lingüística de su país natal -mestizaje hispano-quechua- y aprendió en la cuna de Peter Paul Rubens sus dos idiomas: el francés y el holandés.
En Bruselas fue muy bien acogida por Roger Somville y Frans Minnaert, directores de las academias de arte, donde continuó su pasión por la pintura. Integra varios grupos de artistas plásticos como el grupo de grabadores “Pelicaen”, el grupo femenino UFACSI. Ha expuesto en Bélgica, Francia, Suecia, Alemania, Italia y Estados Unidos, Gran Ducado de Luxemburgo, en la Bienal de Arte contemporáneo de Florencia y en el Parlamento Europeo.
Fruto de sus viajes y conocimiento de muchos artistas e intelectuales se ha impregnado del cartesianismo en el trabajo, de su clima frío y en los largos inviernos pinta y pinta hasta encontrar un lenguaje universal, para comunicarse.
Ella, que venía del Perú, desde una búsqueda intelectual con raíces indigenistas en la forma y color, al vivir lejos de su país de origen, su pintura se transformó.
Incursionó en el grabado, lenguaje que es bien descifrado en ese país de bruma invernal, donde sus colores latinoamericanos son sentidos como súper expresivos: “Aprendí que los largos inviernos ‘te meten para adentro’ y te obligan a reflexionar y tomar distancia”.
Ahora regresa por dos meses al manantial donde se nutre su obra: “el Perú, vuelvo al januy jutuy, al ojo de agua donde se refleja mi obra, al ‘jalsuri’ donde bebí mi inspiración. En esta anunciada muestra trato de juntar en un pequeño caleidoscopio un resumen de mi devenir en un largo espacio de tiempo”, remarca Leonor Villagra.
La obra de esta artista latinoamericana, protagonista de la intensa migración que caracteriza al presente siglo, piensa que la educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y universal centrada en la condición humana.
Al mismo tiempo que reconoce la diversidad cultural inherente a todo cuanto es humano, contextualiza sus conocimientos para ser pertinente.
PREGUNTAS
◘ Al igual que los promotores y defensores de una educación multidisciplinaria, identificada con las raíces de su aldea, la plástica de Leonor Villagra es inseparable de un «¿dónde estamos?» «¿de dónde venimos» «¿a dónde vamos?».
Jorge Zavaleta Alegre
Colaborador
No hay comentarios:
Publicar un comentario