Frustraciones y retos evangélicos.
Jorge Zavaleta Alegre-Periodista licenciado en ciencias
sociales.-
En la década del cincuenta en Brasil nació la Teología de la
Liberación, una corriente de la Iglesia Católica
que se oficializó tras el Concilio
Vaticano II y la Conferencia de Medellín de 1968. Cuatro décadas después, el
neoliberalismo ha provocado avivamientos
espirituales de luteranos, del Opus Dei y el nacimiento de movimientos políticos locales para
ocupar el espacio dejado por los
partidos políticos.
La pregunta de ¿cómo ser cristiano en un continente oprimido?,
formulada por los más destacados exponentes de la Teología de la Liberación solo se discute en aislados foros académicos. Los mensajes de
los sacerdotes Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Camilo Torres Restrepo y
Manuel Pérez Martínez, entre otros, son negados por sus opositores, argumentando presunta incompatibilidad
del marxismo con el evangelio.
La crisis global ratifica
que la dependencia de América Latina respecto del resto del mundo
no solo es económica y política, sino también eclesial y teológica. La
caída del Muro de Berlín, en efecto, produjo un renacimiento del luteranismo, como una evocación a lo que sucedió a fines del siglo
XIX en Noruega, Suecia, Inglaterra,
Alemania, India, Holanda, y que se extendió hacia Estados Unidos y al sur del
río Bravo.
“Las Asambleas de Dios”, es una de las primeras expresiones
luteranas que aparece en Missouri, en
1914. Al Perú llega a las ciudades con atractivo turístico. Caraz,
en el Callejón de Huaylas, recibe al misionero Erickson, quien convoca a jóvenes como Ernesto Béjar, Isaías Zavaleta
Figueroa, AntenorTorres, cercanos al comunismo y al aprismo, en una época que
ser “evangélico-protestante” era igualmente “peligroso”.
Las organizaciones
evangélicas crecieron pronto, pero sufren
un cisma en el terreno de la política. Aquellos que avalaron al fujimorismo tomaron
distancia cuando en 1992 se
quebranta el orden democrático, se cierra el parlamento, se impone el modelo privatizador y se descubre la
corrupción organizada.
Después de esa fractura, las iglesias protestantes tomaron
prudente distancia de las elecciones políticas. Al Congreso de la República del 2011 postularon
muy pocos luteranos. El representante más visible, fue el pastor y arquitecto Humberto Lay Sun, doctor
honoris causa en divinidades por la Escuela de Teología de California, distinguido por su labor en la Comisión de la
Verdad y destacado líder de la Iglesia
Alianza Cristiana y Misionera del Perú.
Lay Sun, se ha comprometido,
en su condición de presidente de la
Comisión de Ética y miembro de la Comisión de Vivienda, a concertar en el Congreso el debate de un conjunto de leyes para superar las
desviaciones del proceso edificatorio, durante la dos décadas pasadas, por
efecto del lucro desmedido de las constructoras y la ausencia supervisora del
Estado en un país donde la migración de los andes a las ciudades de la costa
exige el planeamiento territorial y desarrollo sostenible.
Lay Sun, no ignora la complejidad de su compromiso. En un concurrido auditorio de arquitectos e
ingenieros mostró una encuesta de Ipsos-Apoyo
2011: Más del 80% del público comparte la eliminación de la inmunidad
parlamentaria para hacer viable la sanción por actos ilícitos a
los miembros del Primer Poder del
Estado.
Los evangelistas se
mantienen separados de la mundanalidad pero no del mundo. La unidad nacional camina dentro de un proyecto político de
desarrollo integral, donde la Ética y la Estética son irrenunciables. Y surge
una referencia útil. En 1822 el Perú
instaló su primer Congreso republicano. Sus integrantes se
comprometieron bajo juramento a: “…conservar la santa religión católica,
apostólica, romana, como propia del Estado; mantener en su integridad del país…”.
Ese juramento ha perdido vigencia por el
reconocimiento de la diversidad cultural
del país.
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