Daniel Berehulak y Maeia Abib, desde The New York Times, nos ofrecen un informe sobre la repercusion social de la frontera México y Estados Unidos en el siglo XXI: angustia y más migrantes.
México tiene dificultades frente a una nueva ola de migrantes deportados de Estados Unidos mientras que más llegan con la esperanza de cruzar. Los albergues, vacíos hace cuatro meses, ahora rechazan a muchos.
Desde Ciudad de Juarez nos informan que as esperanzas de los migrantes han sido alimentadas por los coyotes que prometen que el gobierno del presidente Joe Biden los acogerá.
En lugar de ello, Estados Unidos los está expulsando de vuelta a México, donde aguardan junto con decenas de miles de otras personas con la esperanza de cruzar. La presión, y la desesperación, aumentan rápidamente entre las familias atrapadas en México, mientras los refugios y los funcionarios tienen dificultades para ayudarlos.
En el lado estadounidense, las autoridades federales hacen malabares para gestionar el fuerte aumento de niños que cruzan la frontera por su cuenta y que son retenidos en centros de detención, a menudo durante más tiempo del permitido por la ley. Y las crisis gemelas en ambos lados de la frontera no muestran signos de disminuir
Después de Donald Trump, un muro fronterizo inconcluso y aún polémico. El sábado, cerca del cruce con El Paso, Texas, un grupo de madres y padres aferrados a sus hijos sollozaban al regresar a México desde Estados Unidos. Caminaban con dificultad, con los zapatos deportivos demasiado sueltos después de que les confiscaran los cordones y los desecharan junto con el resto de sus objetos personales cuando fueron detenidos por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos.
Desde su oficina en Ciudad Juárez, Enrique Valenzuela saltó de su silla, dejando una reunión para correr al puente a recibir a las familias después de que su hija, Elena, de 13 años, las vio llegar.
Para estos migrantes centroamericanos deportados, el siguiente paso era registrarse para obtener refugio en una oficina de Ciudad Juárez.
Para estos migrantes centroamericanos deportados, el siguiente paso era registrarse para obtener refugio en una oficina de Ciudad Juárez.Credit...Daniel Berehulak para The New York Times
Valenzuela, coordinador de los esfuerzos migratorios del gobierno mexicano en el estado de Chihuahua, sabía que si no lograba llegar hasta ellos para ofrecerles ayuda, probablemente lo harían las redes del crimen organizado que se aprovechan de la desesperación de los migrantes para extorsionarlos o secuestrarlos y pedir rescate.
Los migrantes —nueve adultos y diez niños— se secaron las lágrimas cuando Valenzuela se acercaba. El momento fue una de las varias escenas de desesperación y confusión que presenciaron los periodistas de The New York Times en la frontera durante tres días.
“La frontera está cerrada”, dijo Valenzuela. “Vengan conmigo, aquí los podemos ayudar”. Condujo al grupo a su oficina cerca del oxidado muro fronterizo que separa El Paso de Ciudad Juárez, rematado con kilómetros de alambre de concertina nuevo instalado en las últimas semanas del gobierno del presidente Donald J. Trump, según dijeron las autoridades.
Jenny Contreras, guatemalteca de 19 años y madre de una niña de 3 años, se desplomó en un asiento cuando Valenzuela repartía desinfectante para las manos.
“No lo logré”, sollozó al teléfono mientras hablaba con su marido, un carnicero de Chicago.
“¡Biden nos hizo promesas!”, gritaba otra mujer.
Muchos de los migrantes dijeron que habían gastado los ahorros de toda su vida y se habían endeudado para pagar a los coyotes que los habían engañado al prometerles que la frontera estaría abierta tras la elección del presidente Biden.
Aun así, los migrantes siguen llegando, y muchos funcionarios creen que el número podría ser mayor que el de los últimos años, después de que la pandemia y los recientes desastres naturales en Centroamérica acabaron con los medios de subsistencia en sus paíes.
Biden ahora envía a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA por su sigla en inglés) para que ayude a gestionar los miles de casos de menores migrantes no acompañados que llenan los centros de detención, luego de que el presidente dijo, poco después de asumir el cargo, que su gobierno ya no devolvería a los menores no acompañados.
Funcionarios mexicanos y operadores de refugios dicen que el número de niños, con padres o no acompañados, está alcanzando niveles que no se habían visto desde 2018. A finales de ese año, decenas de miles de migrantes se dirigieron a la frontera cada mes, lo que llevó al gobierno de Trump a separar a las familias y encerrarlas. Cientos de niños siguen separados de sus padres hasta el día de hoy.
Papel de Omate o Papel de Arbol muestra em Benito Juarez.
Biden ha pedido ayuda al gobierno de México para aliviar el embotellamiento en la frontera. Hasta ahora, México ha respondido sobre todo aumentando las redadas contra los grupos de contrabando y ha comenzado a enviar a los migrantes —la mayoría de ellos de Centroamérica— de vuelta a casa, según quienes gestionan los albergues en México. El gobierno también trata de evitar que más migrantes crucen a México desde Centroamérica, como lo hizo durante el gobierno de Trump, dijeron los funcionarios.
Un funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México dijo que el gobierno estaba en su derecho de deportar a los migrantes indocumentados, pero no comentó si las redadas habían aumentado en las últimas semanas o si el gobierno mexicano estaba atendiendo a una solicitud de Estados Unidos.
En el puente internacional, Dagoberto Pineda, un migrante hondureño, parecía conmocionado mientras se limpiaba discretamente las lágrimas y sostenía la mano de su hijo de seis años. Había pensado que estaba entrando en Estados Unidos, pero se encontraba en Ciudad Juárez, llorando bajo una bandera mexicana. Pidió ayuda a Valenzuela y a los periodistas de The New York Times: ¿Se le permitía entrar o no?
Enrique Valenzuela, coordinador de migrantes en Chihuahua, dirige a Dagoberto Pineda, a la izquierda, a sus oficinas.Credit...Daniel Berehulak para The New York Times
A finales del año pasado, un enorme huracán atravesó la ciudad de Pineda y destruyó la plantación de plátanos en la que trabajaba, propiedad de Chiquita Brands International. Después de años de pagar a Pineda unos 12 dólares al día por ayudar a llenar las tiendas de comestibles estadounidenses con fruta fresca, la empresa lo despidió. Cuando los coyotes le ofrecieron la oportunidad de cruzar a Estados Unidos por 6000 dólares —más de su salario anual—, la aceptó.
Pineda había cruzado desde el estado de Tamaulipas hasta el sur de Texas, donde fue detenido por funcionarios estadounidenses durante varios días. Cuando fue trasladado en avión más de 960 kilómetros a un segundo centro de detención en El Paso, Texas, pensó que finalmente le habían concedido entrar a Estados Unidos.
En cambio, el sábado, los agentes de la patrulla fronteriza lo soltaron en el puente Paso del Norte, que une El Paso con Ciudad Juárez, y le dijeron que caminase en dirección a las banderas mexicanas.
Durante la semana pasada, funcionarios mexicanos y operadores de albergues como la Organización Internacional para las Migraciones dijeron estar sorprendidos por la nueva táctica del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por su sigla en inglés) de detener a los migrantes en un punto de la extensa frontera para luego llevarlos en avión a cientos de kilómetros de distancia y expulsarlos en otra ciudad fronteriza.
Estados Unidos hace esto bajo una orden federal conocida como Título 42. La orden, introducida por Trump pero adoptada por Biden, justifica las expulsiones rápidas como una medida sanitaria en medio de la pandemia. Pero amontonar a los migrantes en aviones y centros de detención superpoblados sin ninguna prueba de coronavirus frustra el propósito del Título 42, dicen los observadores.
Stephanie Malin, portavoz de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, dijo que las autoridades estadounidenses habían observado “un aumento de los encuentros”, pero que para cumplir las directrices federales sobre la COVID-19, los funcionarios de la frontera estaban transfiriendo “rápidamente” a los migrantes fuera de su custodia.
Una familia hondureña en busca de asilo fue escoltada a través del puente internacional hacia Estados Unidos.
“Trump consiguió su muro, se llama Título 42”, dijo Ruben Garcia, fundador de Annunciation House, una de las mayores redes de refugios de Estados Unidos, con sede en El Paso.
Aun así, la nueva oleada de migrantes está poniendo a prueba los recursos de todo el sistema. El domingo pasado, dijo Garcia, se quedó con apenas 30 minutos para prepararse después de que las autoridades le dijeron que 200 migrantes estaban a punto de ser depositados en su refugio, ninguno de ellos sometido a la prueba de la COVID-19.
“Estoy en llamadas con el personal de la Casa Blanca y del DHS y cuando estoy en esas llamadas digo: ‘Ustedes no están preparados. No están preparados para lo que va a ocurrir’”, dijo Garcia en una entrevista.
Al otro lado de la frontera, las autoridades mexicanas tampoco están preparadas para gestionar el creciente número de migrantes, y los refugios están al límite.
Si la hija de Valenzuela no hubiera levantado la vista de su libro para ver a las familias que cruzaban la frontera, los 19 migrantes habrían sido abandonados en el centro de Ciudad Juárez, una de las ciudades más peligrosas de México, a merced de los cárteles o de los traficantes de personas
La noche anterior, Valenzuela recibió a 45 familias con poco tiempo para prepararse.
Bajo el programa de Quédate en México de Trump, que deportaba a los migrantes a México para que esperasen sus casos judiciales de asilo en Estados Unidos, la comunicación y la coordinación eran mejores entre las diversas organizaciones que operan a lo largo de la frontera, dijeron los operadores de los refugios y los funcionarios mexicanos. Biden puso fin a esa política en enero y prometió empezar a procesar a algunos de los casos de los 25.000 migrantes inscritos en ese programa. En las últimas semanas, cientos de ellos han podido entrar.
Migrantes deportados llegan a una oficina en Ciudad Juárez para registrarse.Credit...Daniel Berehulak para The New York Time.
Jettner, de 29 años, un migrante de Honduras, es uno de los que fueron autorizados a entrar en Estados Unidos. Después de esperar casi dos años en la frontera con su mujer y sus dos hijas, el viernes apenas tardaron una hora en ser procesados e ingresar. Rápidamente se dirigió a la casa de su hermana en Dallas.
Al subir por el puente, dejando atrás Ciudad Juárez mientras caminaba hacia El Paso, se mostraba confiado. “Mi vida va a cambiar 180 grados”, dijo Jettner, que pidió que solo se utilizara su nombre de pila, por temor a las represalias contra su familia en su país. “Voy a un lugar donde voy a estar bien, para tener un techo digno para mis hijas”.
Aunque las autoridades estadounidenses insisten en que la frontera está cerrada a nuevos migrantes, eso no ha impedido que miles de ellos emprendan el peligroso viaje hacia el norte, la mayoría procedentes de Centroamérica.
Hace apenas cuatro meses, el refugio Hotel Filtro de Ciudad Juárez estaba tan vacío que utilizaban varias habitaciones como almacén. El albergue, gestionado por la Organización Internacional para las Migraciones, tiene ahora carteles en su puerta que declaran “no hay cupo”.
De las 1165 personas que el Hotel Filtro ha procesado desde principios de mayo, casi el 39 por ciento eran menores de edad, la mayoría menores de 12 años, dijeron los empleados. Su personal a menudo tiene que ahuyentar a los contrabandistas de personas cuando merodean por las entradas del refugio.
Gladys Oneida Pérez Cruz, de 48 años, y su hijo de 23 años, Henry Arturo Menjívar Pérez, con parálisis cerebral, llegaron al refugio tras ser expulsados de Estados Unidos a finales del mes pasado. Poco después de la toma de posesión de Biden, los coyotes empezaron a recorrer su barrio en Honduras en busca de negocios, anunciando que la frontera de Estados Unidos estaba abierta, lo que no era cierto.
Un coyote le cobró 9000 dólares por el viaje, un precio más elevado de lo que esperaba, pero vino con la promesa de que viajaría en auto y que sus colegas le ayudarían a llevar a su hijo a través de la frontera, ya que tenía que dejar su silla de ruedas. Su hermana le envió el dinero. Ella y su hijo se embarcaron en la peligrosa travesía el 7 de febrero, dijo. Casi dos semanas después, los contrabandistas los dejaron en la frontera y les dijeron que tendrían que cruzar por su cuenta.
Consiguieron cruzar tras horas de esfuerzo, pero fueron detenidos rápidamente por los agentes de l patrulla fronteriza estadounidense y expulsados de vuelta a México. Ella decidió regresar a Honduras, prefiriendo enfrentarse a la pobreza antes que arriesgarse a ser asesinada o secuestrada en México.
“Yo pido mil disculpas por haber intentado ingresar a Estados Unidos así, pero fue por mi necesidad y la enfermedad de mi hijo”, dijo entre lágrimas.
“Biden nos prometió que todo iba a cambiar”, dijo. “Todavía no lo ha hecho, pero va a ser un buen presidente para los migrantes”.
Un refugio para migrantes en Ciudad Juárez con vista a un puente que conecta México con Estados Unidos.Credit...Daniel Berehulak para The New York Times.
Maria Abi-Habib es la jefa de la corresponsalía para México, Centroamérica y el Caribe. Ha reportado para el Times desde el sur de Asia y el Medio Oriente. Síguela en Twitter: @abihabib
La utilización de este transporte que marcó una era en la historia de la frontera, es destacada este día por la Administración Municipal 2021-2024 que encabeza el Presidente Municipal, Cruz Pérez Cuéllar.
Aunque la mayoría de los juarenses lo desconocen, por espacio de casi un siglo los juarenses escucharon el peculiar sonido del “zin ting” o de una campanita que alertaba cuando el tranvía avanzaba rumbo a los cruces internacionales de Ciudad Juárez para dirigirse a El Paso, Texas.
La utilización de este transporte que marcó una era en la historia de la frontera es destacada este día por la administración municipal 2021-2024 que encabeza el Presidente Municipal, Cruz Pérez Cuéllar.
Se trataba de la primera vía internacional de tranvías que inició operaciones en esta frontera en el año 1882 y que estuvo en funcionamiento hasta 1973, de acuerdo con datos recopilados por el historiado Armando B. Chávez (1913-2003), quien fue el primer cronista de Ciudad Juárez.
El servicio de tranvía fue implementado aquí por el empresario Felipe Arellano, quien trae los primeros carros de Nueva York.
El primer vehículo de este sistema funcionaba jalado por mulas que transitaban entre las dos ciudades fronterizas sobre rieles como si fuera un tren y cuyas imágenes fueron capturadas por fotógrafos la época, algunas conservadas en la colección Allen Morrison y difundidas digitalmente.
Las unidades que tenían a sus costados rótulos con la leyenda “Tranvías de Ciudad Juárez”, “El Paso & Juárez”, circularon por esta frontera hasta el año de 1900 cuando la compañía de Arellano fue adquirida por El Paso Electric Railway, la cual recibió el apoyo del gobernador Luis Terrazas y llegó a contar entre sus socios a importantes empresarios juarenses como el doctor Mariano Samaniego e Inocente Ochoa, así como los paseños McGoffin, Zacarías White y Anson Mills
Para entonces Juárez ya había dejado de ser la villa Paso del Norte y se había transformado en una ciudad en progreso, cosmopolita, con un intenso comercio acelerado por la llegada del ferrocarril. El tranvía contribuyó aún más al progreso, particularmente trayendo turismo a Ciudad Juárez.
La empresa operadora de los tranvías consolidó en Ciudad Juárez el servicio, sustituyó los carros de mulas por vehículos eléctricos y extendió el servicio hasta las inmediaciones del nuevo Hipódromo de Ciudad Juárez (hoy colonia Ex Hipódromo), ubicado en lo que entonces era el sur de la mancha urbana.
El tranvía nuevo era moderno, eléctrico, contaba con dos frentes, pero como no había retorno, quitaban el volante y la palanca de freno que eran removibles y lo colocaban en el otro extremo para volver a instalarlo y regresar de frente por la misma vía. Estos vehículos se utilizaron hasta el año de 1950.
Posteriormente llegaron los Coches Comité Presidencial (PCC) construidos en la década de 1930 para circular en San Diego, California, pero adquiridos por la compañía El Paso City Lines, la cual también adquirió la empresa que operaba en la frontera de El Paso-Ciudad Juárez.
Este vehículo fue el que los juarenses mayores de edad conocieron y que en El Paso, Texas rescataron recientemente. Circulaban en círculo por la misma vía, con un solo frente. Había una campanita que tenía un sonido característico que indicaba que iba a avanzar se oía “zin ting”.
Cruzaban a Juárez por el puente Juárez y Reforma, conocido como el de la Lerdo, daban vuelta en la 16 de Septiembre. Al llegar a la avenida Juárez daba vuelta nuevamente a la derecha para dirigirse al puente Paso del Norte. En todo el recorrido había almacenes, tiendas, bares, restaurantes, hoteles y negocios que daban servicio a turistas y juarenses por igual.
Tras casi un siglo de operaciones, en el que fue mudo testigo de la historia de Ciudad Juárez, el tranvía dejaría de operar el 31 de julio de 1973, en medio de conflictos laborales en la empresa City Lanes que lo operaba y con el gobierno mexicano que ordenó suspenderle el permiso para circular en territorio mexicano.
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Conferencias de la Universidad de Texas sobre el valor de la Frontera.
Europa y Agrica en el Siglo XXI
Fuentes: Armando B. Chávez, en Visión Histórica de la Frontera Norte de México; Martín González de la Vara, en Breve Historia de Ciudad Juárez; docentes2.uacj.mx; www.texastrolleys.com; Colección Allen Morrison.