https://plus.google.com/+ElmercuriodigitalNet  Crónica Publicada en El Mercurio
 Foto:      Plaza de Armas  de Caraz, en Perú
NE. La búsqueda y conquista de la Libertad. Alejandro Méndez, actualmente es profesor de Quechua en la Universidad Nacional de Trujillo, centro académico de prestigio, fundado en 1824.""La historia de la UNT se remonta al inicio de la Época Republicana, cuando faltaban 88 días para la Batalla de Junín. Fue José Faustino Sánchez Carrión, quien tenía 37 años y redactó el decreto que firmó junto al General Simón Bolívar, a 3,100 metros sobre el nivel del mar, en el cuartel general de Huamachuco, el 10 de mayo de 1824 declarando “erigida la universidad” en este departamento, “por su fidelidad a la causa y por sus multiplicados importantes servicios al ejército libertador en las circunstancias más apuradas de la República”. La República acababa de nacer."
Alejandro Méndez, nos ofrece una breve historia de su juventud, que revela  su temprana rebeldía,  la búsqueda de la verdad  y el conocimiento. De allí su grito de Viva  Cuba, en la plaza de armas de su tierra natal, por donde Bolívar pasó, con su tropa, liderando la búsqueda de  Unidad de América.
Bastó esa frase para conocer en carne propia lo difícil que es gozar de la libertad, como un derecho sagrado, que lucha la  humanidad. Su prosa didáctica, deleitará al  lector. Valga la oportunidad para agradecerle sus palabras en el solemne adiós a mi padre, Isaías  Zavaleta  Figueroa, maestro, matemático, escritor, poeta  y militante de la  fe cristiana  para  unir voluntades y servir a la comunidad. Desde el cielo azul, muy azul de su tierra, Isaías con sus 100 años vividos,  te recordará siempre. En nombre mio, de Hélida, Rosa Amelia, Arturo, Adolfo, Lolo, July, sus nietos, bisnieto y numerosa familia por ese gesto de haber calificado a mi padre  Ilustre Hombre del Saber.
Alejandro (Genaro) Méndez dijo a mi padre: Kay  ayapampachoo Ahumaqamuki Shumaq pumiki-Aywalla Tayta. Descance Ud en Paz.  Primavera 2016.  Jorge Zavaleta Alegre.
                                                Mr. Ted
     A propósito de la visita que hiciera a nuestra patria el gobernante del país más
poderosos del orbe, el 23/03/02, George Walker Bush es lo que me motiva a
rememorar un acontecimiento anecdótico en mi vida juvenil. 
Creo que sería  difícil que vuelva a ocurrirle a cualquier
joven de m tierra, Caraz, allá en el año 1959, cuando aún era Presidente de la
República, en su segundo gobierno, don Manuel Prado Ugarteche. Me dificulta
precisar la fecha por los años transcurridos, nada menos que cuarentitrés; pero
si puedo asegurar que fue un domingo al medio día del mes de setiembre, ya que
para mí marca un hito el día 25 del mismo, y es por haber emigrado en esa fecha
a esta virreynal ciudad. 
El hecho es anecdótico por tratarse  de la presencia en Caraz del hermano de uno
de los más célebres presidentes de los EE.UU, John Fitzgeral Kennedy, pues se
trataba nada menos que del último de los hermanos del Clan Kennedy y es el  Senador por Masachusset Eduard  Kennedy, conocido  en el mundo político como Ted Kennedy.
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| Ted Kennedy y Jackeline Kennedy | 
    Cuando  frisaba mis 25 años de edad, casi en vísperas
de mi partida de la santa tierra  que me
viera nacer, con destino a esta noble e hidalga ciudad de Trujillo, se tenía
confirmada la noticia del arribo al Perú de Mr. Ted; por consiguiente; la
ciudad  de “Caraz Dulzura” como la
llamara el sabio italiano don Antonio Raimondi, tenía que ser el único lugar de
visita después  de Lima. 
Por este motivo,
todo el pueblo caracino y sus autoridades estaban pendientes del arribo de tan
ilustre visitante. Mucho recuerdo que en comitiva se dirigieron las autoridades
rumbo al pequeño aeródromo  caracino de
nombre “San Miguel” donde  después de una
corta espera aterrizó un  bimotor de la
empresa aérea Elmer Fauccet trayendo al esperado visitante. 
Después  de unos arreglos bajó de la nave seguido de
su personal de la Embajada norteamericana, así como de algunos funcionarios del
gobierno peruano que lo acompañaban. Realizados los saludos protocolares por
las autoridades, el visitante y su séquito fueron conducidos  a la Municipalidad  Provincial acompañados por una banda de
músicos del lugar, dirigida por la batuta 
del maestro César Escudero Acosta, ejecutando marchas de su amplio
acervo  músical, cuyas notas
armónicas  entusiasmaban al público
apostado en las vías por donde pasaban las personalidades, para llegar a la
meta que era la Casa Municipal, ubicada en el lado Nor occidental  de la Plaza de Armas de nombre “Simón
Bolivar”. 
   La comitiva ocupó los balcones del edificio  municipal; el colectivo copaba el tercio de
la Plaza y aclamaba a los visitantes. Entre 
ese gentío encontrábame acompañado de dos amigos, uno de ellos era mi
recordado amigo Mauro Cano Rodolfo y el otro mi querido amigo y vecino, Enrique
Castillo Ramos, quienes me flanqueaban.
    El discurso de saludo y bienvenida estuvo a cargo del
Señor Alcalde Provincial don Pedro C. Alba Almadós, quien declaró huésped
ilustre, entregándole las llaves de la ciudad a tan importante personalidad.
Eduard Kennedy correspondió con un escueto discurso en la lengua de Shakeaspare,
que era  traducido por el ingeniero  caracino don Carlos Chueca  a la lengua de Cervantes, el mismo  que comenzó con un exordio muy insinuante
colmado de saludos y agradecimientos a los oyentes. 
     El eminente político enfocó
el contenido de su discurso haciendo saber los nobles propósitos  del gobierno norteamericano de colaborar con
el Perú, con la creación  del gran Parque
Nacional Huascarán. Cuestión aparte, debo hacer recordar al lector, que en
aquel entonces el mundo vivía en el aspecto político, los efectos de la “guerra
fría” y del acontecimiento  mundial de la
Revolución Cubana, por lo que la juventud latinoamericana y peruana, en
especial, no escapaban de las influencias de ambas, por lo que se notaban más
las simpatías por ésta última, en oposición 
a los EE.UU. Lógicamente como país imperialista, la presencia de los
visitantes no era objeto de muchas simpatías; por el contrario, causaba recelo
en los jóvenes lugareños, de ese entonces. 
Continuando
con el relato, cuando ya el discurso casi llegaba a su parte final, éste fue
interrumpido abruptamente por un grito estentóreo que proferí con la expresión
de ¡Viva Cuba! con lo cual sorprendí a todos, incluso a mis dos amigos
acompañantes; pero el discursante continuaba impertérrito, así como también   el traductor. 
En esos instantes se notó el
movimiento sigiloso de los miembros de seguridad del Senador
norteamericano  y de los elementos de la
Guardia Civil, hoy Policía Nacional del Perú, pasando los tres (mis amigos y
yo) por inadvertidos, cuando un policía pasó por el lado nuestro, siendo ya las
dos de la tarde  terminó la ceremonia en
la Plaza, por lo que me dirigí a mi domicilio, donde encontré a mi señora madre
en cuya faz pude observar preocupación, quien me hizo saber con voz trémula de
que acababa de retirarse una pareja de policías, que habían ido en mi búsqueda. 
Esta situación me hizo reflexionar  de
que se trataba  de una acción de los
clásicos “soplones”, pero mostrando serenidad, le relaté las incidencias en la
Plaza de Armas, mientras ella muy pacientemente me servía el almuerzo. Una vez
acabados mis alimentos, levantándome de la mesa me brotó el pensamiento: 
“ Al
toro por las astas”, tomé la determinación de presentarme, de motuo propio, a
la Comandancia Policial. Así, cuando eran las cuatro de la tarde, salí  de la casa pidiendo tranquilidad a mi madre y
diciéndole que pronto estaría de regreso. Seguí la ruta que me señalé, para lo
cual tenía que pasar por el Hotel “Araya” ubicado éste en el jirón Mariano
Melgar, hoy destruido por el terremoto de mayo de 1970, lugar donde tenía que hacer
un alto obligatoriamente para entrevistarme con mi gran amigo Raúl Lamberto
Araya Díaz, el popular “Don Sofo”, hijo del propietario del hotel, con el que
logré encontrarme, a quien comuniqué lo ocurrido y  a  la
vez le dije que me estaba dirigiendo ese instante a la Comisaría. 
Le pedí que
me llevara alimentos y ropa de cama en el supuesto de que  fuera detenido; nos despedimos y
continué  mi camino, hasta llegar al
lugar indicado, donde encontré al señor Comandante de Puesto, Sargento 2° de
apellido Agama, a quien le sorprendió mi presencia de ponerme  a sus órdenes. Me invitó a pasar a su
oficina, donde me hizo saber que él era el Comandante  de Puesto y como tal había  recibido órdenes superiores  para detenerme; luego me invitó a sentarme
frente a él en un vetusto escritorio, sobre el cual  puso un libro de registros que sacó de un
viejo escaparate y estirando la mano 
sobre un viejo portalapiceros tomó de él, uno de madera con pluma de
acero, con el que se dispuso a hacer  las
anotaciones de mi manifiesto, empezando con “las generales de ley”, como la
pregunta “de cajón”, de cuál era mi nombre, a lo que respondí nerviosamente
Alejandro N. Méndez Olivera, señor; continuó 
con mi edad, lugar de nacimiento, etc, etc. 
Al final le pedí que hiciera
la anotación que mi presencia allí se debía a mi acción voluntaria así lo hizo;
pero el señor policía me comunicó que desde ese instante me encontraba detenido
por orden de la Prefectura de Huaraz, cuyo motivo que yo era el cabecilla de
una asonada, con el agravante de haber promovido un escándalo durante la
ceremonia de recepción al ilustre visitante, (desorden público).
Concluido
este acto, fui conducido por el mismo comandante de puesto al temido calabozo,
continente reducido en el que solamente se podía  permanecer de pie o en cuclillas, ambiente de
una hediondez irrespirable, debido  a los
pútridos orines de los ocasionales inquilinos, el recinto  por puerta tenía una reja de fierro, por
donde se zarandeaba el frígido aire serrano. 
El paso de las horas tardaba más
de los normal, llegando así las siete de la noche, lo que me pareció  una eternidad, la que se vio interrumpida  por la presencia  de mi amigo, Raúl llegó con  dos grandes 
portaviandas las cuales tenían cuatro recipientes, con virtuallas como
para un festín familiar, por lo que tuve que 
compartir con mi  cancerbero. Es
más, éste cargó con los excedentes  para
su “rancho”. También Raúl me llevó dos frazadas grandes atigradas, con las que
me arropé hasta el amanecer; pero entre todo lo que me llevó  Raúl, fue una enorme carga de optimismo con
sus expresiones de aliento que hoy resuenan en mi mente, las que valoro con
admiración y ahora le doy mi eterna gratitud, cuando me dijo: “Hermano, no
puedes permanecer acá encerrado por más de 24 Hrs.; mañana a esta hora -
refiriéndose  a las 7:00 p.m. - ya debes
estar en libertad”. 
Así de
simple, como si se tratara de un hombre  experimentado,
entendido  en leyes, evitando mi
desmoralización y que se me cayera el mundo encima. Cumplida la hora de visita,
Raúl se despidió, envié con él, un mensaje para mi empleador, el Dr. Bernardino
Villegas Ramos, viejo abogado, aprista empedernido, de una amplia trayectoria
política, en cuyo estudio jurídico yo oficiaba 
de Secretario, a quien Raúl debería 
comunicarle mi detención y  las
causas que suscitaron este hecho. 
Así fue, porque al día siguiente,  muy temprano, acudió el Dr. Villegas a mi
aposento, parlamentó conmigo acerca de mi detención y en tono paternal, me dio
instrucciones, como producto de su vasta experiencia profesional, advirtiéndome
que debería cumplirlas al pie de la letra en el momento de la manifestación. Me
indicó que dijera al Comandante que la frase que exclamé en el mitin fue ¡Viva
Cuba Libre!, expresión que se conocía por entonces como filonorteamericana,
creada por los inmigrantes cubanos asilados en Miami; luego, despidióse el Dr.
Villegas, demostrándome su confianza en sí mismo. 
Cuando
ya eran las cuatro de la tarde se me evacuó del fétido recinto a la oficina
jefactural, para que se me  tomara la
aludida manifestación en la que hice constar que la frase proferida en la
ceremonia fue ¡Viva Cuba Libre!, la que fue anotada sin mayor dilación por
parte del policía. Terminada la sesión se me 
devolvió al calabozo. 
|  | 
| Profesor Alejandro Méndez, Pdte de la Asociación de Caracinos en Trujillo, despidiendo a Isaias Zavaleta Figueroa, escritor,, matemático y misionero de la fe. | 
Momentos
posteriores, el Dr. Villegas, basado en esta aseveración, telefónicamente ante
el Señor Prefecto planteó el alegato de mi defensa, quien manifestó que la
tergiversación de la frase se debió a una falsa percepción auditiva de alguno
de los “soplones”. La tarde entraba en penumbra, cuando de la Prefectura
departamental llegaba telefónicamente a la Comisaría  la orden al señor Comandante  de Puesto 
la de  libertad inmediata del
detenido Alejandro Méndez Olivera. El Sargento Agama como buen subalterno, sin
dudas ni murmuraciones, dio cumplimiento a la disposición prefectural. 
Fuí
inmediatamente liberado , cumpliéndose así la predicción de la víspera de mi
amigo Raúl, abandoné el puesto policial  en
compañía de mi abogado adhonoren y de mi fiel amigo, que nos aguardaba en la
puerta de la Comisaría. El Dr. Villegas, muy entusiasmado por  el éxito del caso, nos pidió acudir al templo
de Baco, para rendirle pleitesía, lo que nosotros gustosos aceptamos.
T. 22/04/02.

 
 





 Jorge Zavaleta Balarezo
 Jorge Zavaleta Balarezo