Jorge Zavaleta Alegre. Cambio16-Madrid
Los jóvenes bolivianos tienen un pensamiento muy propio de lo
que ocurre  en su país desde el 2006. La
elección del presidente Evo Morales, para ellos  significó el empate  catastrófico y el punto de bifurcación de su historia
nacional. 
Ellos saben el porqué   Bolivia agotó su paciencia y ha empezado a nacionalizar   la totalidad de acciones  de las empresas  de electricidad de La Paz  y 
Oruro en manos de Iberdrola. Son las mismas razones de una decena de
empresas.
Los jóvenes bolivianos que se reúnen en su  Plaza Mayor Pedro Domingo Murillo,  abundan con  testimonios sobre el porqué de las
nacionalizaciones. Sus argumentos tienen una lógica irrebatible, pero que es
distorsionada por quienes en Bolivia no desean participar en el nuevo proyecto
social y político indígena y popular, capaz de disputarle el poder al
neoliberalismo de los bloques dominantes.
Los universitarios paceños cuentan que el camino de
bifurcación boliviana,  tiene un
simbólico punto de partida. Al Palacio Quemado fueron invitados los
representantes de las principales empresas petroleras y gasíferas  que explotaban formalmente  este recurso de los todos los bolivianos. 
El jefe de Estado,  informó
 a sus invitados  que 
los balances económicos y sociales indicaban la necesidad de revertir el
orden de la administración y en el reparto de las ganancias. En adelante, esa
distribución sería al revés:  20% de las
utilidades para las empresas y 80% para el Estado.
La exposición del primer mandatario generó instantes de
severo silencio,  luego sucesivos comentarios
 en contra advirtiendo la fuga del
capital extranjero. 
Después del  tenso
diálogo, el presidente anunció que en fecha próxima el Congreso daría la
correspondiente Ley, dejando plena libertad para continuar o dejar que otras
firmas asuman las nuevas reglas de juego.
Sucedió lo que se esperaba. Aquello que los empresarios no
dijeron  en el Palacio de Gobierno, los
medios tradicionales se encargaron de hablar por ellos,  anunciando cataclismos, quiebre de relaciones
económicas, dejar a Bolivia, aislada del mundo. En  suma, una avenida de caos y  un futuro negro para un país secularmente
dependiente de las decisiones en ultramar.
Meses después, el mismo presidente  Morales invitó nuevamente a los mismos
empresarios para suscribir los nuevos términos de los contratos. Veinte  fueron los invitados a una  ceremonia de un viernes primaveral a las  7 de la noche.
El Palacio Quemado lucía iluminado. La Plaza Mayor ocupada
por campesinos, obreros,  diabladas de
Oruro y Potosí, un enjambre de  medios  del Norte desarrollado. A las 6.45 pm, quince
minutos antes de la hora programada, llegó solo un primer invitado, representante  de  la
más pequeña empresa extranjera. Faltando cinco minutos para empezar la
ceremonia, ingresaron  otros 18 hombres
de negocios. El único ausente, semanas después suscribió la propuesta boliviana:
Las ganancias por servicios prestados al Estado serán: 20 % del total de las utilidades
  y
80% para atender las demandas sociales de los bolivianos.
En la Historia de América Latina, no
hay un caso de empresa extranjera que haya dejado estas tierras por el cambio
soberano de las condiciones.  Pero la
suscripción de los nuevos términos, se convierten, en varios casos, en simples
referentes, porque el capital suele escamotear las leyes y actuar con
subterfugios para no perder privilegios.
Los grandes consorcios, en  su países de origen  suelen ofrecer servicios de gran calidad y a
menores precios que las comarcas de América. Las empresas por si solas no se
van. Los Estados como Bolivia, recurren 
a las nacionalizaciones porque les asiste la razón y el derecho. 
El vicepresidente Álvaro García
Linera, bien  explica  el pasado de Bolivia, señalando el cómo, a
partir de la crisis institucional  que
devino en la renuncia de Sánchez de Lozada a la presidencia y la elección de Evo
Morales, se consolidó la construcción de un nuevo proyecto. 
En el 2006, no habían  condiciones de hegemonizar los ámbitos y el
consenso para la toma de decisiones. Con el correr de los meses y los años se
instaurado una  instancia que facilita la
transformación del Estado en su contenido,  naturaleza social en una correspondencia moral
de fuerzas e ideas. 
Las ideas dominantes del bloque
empresarial vinculado a los grupos de inversión extranjera, agroexportadores,
banca y la élite política  va perdiendo capacidad
de poder definir, de manera estable y sin tropiezos, las políticas públicas del
 país. 
 El Parlamento ha rescatado sus funciones de
debate político. El Ejecutivo ha dejado ser   dependiente
de los lobbies empresariales y comparte el sentir popular. Décadas atrás,
Bolivia fue una  escuela de golpistas.
Hoy es parte del Proyecto Sur Sur, desde  una democracia social.
El índice de desarrollo humano - ONU - IDH 2011,  resume el avance promedio conseguido por un
país en tres dimensiones básicas: disfrutar de una vida larga y saludable. Acceso a educación, Nivel de vida digno.   
Bolivia (IDH 0,663) ocupa el sexto lugar del grupo latinoamericano que  ingresa al desarrollo
intermedio, junto con Guatemala, Nicaragua, Honduras, Guyana, Paraguay, El
Salvador, Surinam y República Dominicana. El camino de la bifurcación da
muestras que en el desempate catástrofico,  la Historia  ahora  está al lado de  la gran Bolivia.
 
