Papel de Arbol

martes, 23 de mayo de 2023

RESURRECCION DEL BOLERO

https://diario16.com/siglo-xxi-resurreccion-del-bolero/


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"La década decisiva”, The NY Times.



¿De qué sirven los 20? Hay que preguntarle a la santa patrona de la juventud

Meg Jay, psicóloga clínica y autora del libro de culto “La década decisiva”, reconoce que es confuso saber qué hacer con tu vida, sobre todo cuando tienes 20. Pero también dice que los jóvenes tienen que esforzarse por averiguarlo pronto.

Meg Jay, psicóloga clínica, es la autora de The Defining Decade, un libro sobre los desafíos que enfrentan las personas de 20 años.Credit...Hiroko Masuike/The New York Times

Emma Goldberg, 20 de mayo de 2023

Imagina que te lanzan al océano. No hay tierra a la vista. Estás flotando, tus brazos son como espaguetis y todo lo que ves es azul. Tienes la sensación de que así podría ser para siempre: tú contra la corriente.

Es un poco dramático. Pero es una de las metáforas que la psicóloga clínica Meg Jay ha compartido para describir los 20 años en su libro de culto La década decisiva, y es la metáfora que desencadena vez tras vez la respuesta más explosiva de los lectores. Decenas de veinteañeros le han enviado correos electrónicos en los que hacen referencia a la metáfora del océano: “¡Sí!”. Se identifican porque ellos también se sienten a la deriva.

A los veinteañeros no les faltan los consejos profesionales. Les dicen que se apresuren, se apresuren, se apresuren y que se relajen; les dicen que sus relojes profesionales están en marcha, y también que los 30 son los nuevos 20 y que tienen todo el tiempo del mundo.

En medio de ese pantano surgió el libro de Jay, publicado por primera vez en 2012 y que desde entonces ha vendido más de 500.000 ejemplares y ha generado clubes de lectura, patrocinios en TikTok y un fervoroso grupo de seguidores. Sus consejos se sitúan entre el consuelo y el amor aleccionador: empieza a planear el futuro, pero no te asustes. Cuando publicó una nueva edición en 2021, Jay se dio cuenta de que el alcance de La década decisiva continúa expandiéndose, pues responde a la confusión de los veinteañeros a la que ahora se añaden las presiones de las redes sociales y la inestabilidad de la pandemia. (Los padres también lo reciben con gusto; Jay a veces oye decir a las madres que lo único que pidieron en el Día de las Madres fue que sus hijos leyeran su libro).

Jay se ha convertido en la santa patrona de los jóvenes que se esfuerzan, una figura profética para una generación de jóvenes sepultada bajo mensajes contradictorios. En la televisión, les dicen que podrían ser ricos al nivel de las Kardashian si lo intentaran; en Instagram, les dicen que deberían estar de vacaciones en Sicilia; en TikTok, les explican cómo es una rutina de jefa estilo #Girlboss, y en las letras de las canciones de Beyoncé, les dicen que todos sus colegas están renunciando a sus trabajos.

Los graduados universitarios de este año tienen razones adicionales para sentir incertidumbre, dada la agitación en el mercado laboral y las olas de despidos en todo el sector tecnológico. En una encuesta realizada por Handshake, un sitio web de búsqueda de empleo para estudiantes universitarios, a 1432 solicitantes, las palabras más utilizadas por los miembros de la generación 2023 y otros recién licenciados para describir sus sentimientos sobre la economía fueron “ansiedad”, “preocupación” y “nervios”. Están pisando los talones a los milénials, conocidos por pasarse los 20 años saltando de un puesto de trabajo a otro y aterrizando en diversos empleos durante menos de tres años. El libro de Jay combina la simpatía por la confusión de los jóvenes con un gentil empujoncito.

“Su objetivo es crear cierto ímpetu de urgencia”, afirmó Jay, de 53 años, con un mensaje aleccionador matizado por un cálido acento sureño. “Cuando creemos que tenemos todo el tiempo del mundo para hacer algo, no hacemos nada. Eso se ve en todo aspecto, desde saber qué carrera emprenderemos hasta lavar la ropa”.

La sensación de urgencia que genera hace que Jay no solo reciba cartas de admiradores, sino también cartas de angustia de sus lectores. “Me mandan correos y me dicen: ‘Lo leí a los 22 años y lo lancé al otro lado de mi habitación’”, relató Jay. “Depende”.

Por un lado, el estadounidense promedio no se casa sino hasta los 30 años y puede cambiar de trabajo cada 30 meses; por otro lado, es probable que tenga una deuda estudiantil de casi 40.000 dólares. Eso puede dejar a la gente con una sensación simultánea de ganas de explorar el mundo pero también de pánico.

Sarah Liddy, de 25 años, y Audrey Flowers, de 24, son dos de las super admiradoras de Jay, jóvenes confundidas que hace poco decidieron empezar un pódcast para hablar de la confusión juvenil. Lo llamaron Completely Clueless, con una grosería añadida en medio para darle más impacto.

En la escuela, tanto Liddy como Flowers soñaban con ser actrices. (Liddy debutó como la señora Potts, la tetera en La Bella y la Bestia). Estudiaron teatro musical y se graduaron de la universidad durante la pandemia, cuando las audiciones eran casi inexistentes. Flowers trabajaba hasta hace poco en una tienda Lululemon de Nueva York y Liddy como niñera.

“Las últimas dos semanas de mi vida han sido un fracaso absoluto, una L”, dijo Liddy en un episodio reciente del pódcast, llamado “Charla de los 20”, usando la jerga para la palabra “loss”, que significa pérdida en inglés. “Grandes L ‘s se están dando en mi vida”.

Audrey Flowers, left, and Sarah Liddy at WTF Studio, where they record their podcast, in New York. 

Audrey Flowers, a la izquierda, y Sarah Liddy en WTF Studio en Nueva York, donde graban su pódcast sobre la confusión de los 20 años.Credit...Hiroko Masuike/The New York Times

“A veces tienes que atravesar tu era de fracaso”, respondió Flowers. “Porque una era de conquistas no significa nada si no hay una era de fracasos”.

Agregó, alentadora: “Tu era de conquistas está a la vuelta de la esquina, pequeña”.

Un miércoles de este año, Liddy y Flowers se sentaron a almorzar con Jay en Dimes Square, la microzona de Manhattan conocida por sus bares y sus jóvenes que intentan resolver sus vidas bebiendo. Las dos declararon, con vértigo, lo mucho que el consejo de Jay había significado para ellas.

La historia de Flowers y Liddy es, como tantas otras descritas en La década decisiva, particular en sus percances y al mismo tiempo ampliamente reconocible. De pequeñas, sus profesores les decían que tenían lo que hacía falta para alcanzar el estrellato teatral; Liddy recuerda la sensación de que toda su ciudad de origen pensaba que ella acabaría en Broadway. En la universidad, se lanzaron a las audiciones. Entonces, llegó la covid y trastocó sus planes profesionales. Las dos presentadoras del pódcast se identificaron con las descripciones de Jay sobre su desarraigo.

“¡El océano!”, dijo Jay.

“Se lo he dicho a mi terapeuta muchas veces”, comentó Flowers.

“Desde que nos graduamos, ambas hemos pasado por periodos en los que nos hemos sentido muy estancadas”, añadió Liddy. “Ojalá pudiera volver a ser mi antigua yo: esa chica que se definía por trabajar de manera ardua: ‘Va a ser una estrella’”.

Había 50 millones de veinteañeros en Estados Unidos, alrededor del 15 por ciento de la población, cuando se publicó La década decisiva. Esa cohorte está experimentando una etapa de vida que Jay describe como un fenómeno moderno. Durante gran parte de la historia, la gente no pasaba una década entera entre dejar la casa de sus padres y formar sus propias familias. Sentaban cabeza pronto: se mudaban a sus propias casas, encontraban trabajo, tenían hijos.

Sin embargo, una confluencia de fuerzas económicas y sociales ha hecho que las personas ahora tengan un periodo más largo entre la infancia y la edad adulta plena. Una de las razones es el control de la natalidad. A medida que los anticonceptivos orales se hicieron más accesibles en las décadas de 1960 y 1970, las mujeres pudieron retrasar la decisión de formar una familia y su participación en la población activa se disparó por encima del 50 por ciento.

También está la deuda estudiantil, que ha llevado a muchos recién graduados de la universidad a mudarse a casa de sus padres. Además, puesto que la afiliación religiosa ha disminuido, más de la mitad de los estadounidenses ahora se forman una idea de sí mismos a través del trabajo, lo que significa que elegir una carrera no se trata solo de encontrar una fuente de sustento, sino también de identidad.

Con la postergación de la crianza de los hijos, la compra de una casa, y el aumento de los riesgos del desarrollo profesional, ha surgido una nueva fase de la vida: una de posibilidad y riesgo, euforia y dudas paralizantes. Es un momento complicado. Y Jay, examinando la sección de autoayuda en la librería Barnes & Noble un día, se dio cuenta de que si bien había muchos libros sobre cómo criar a un niño, no había tantos sobre cómo seguir criándote a ti mismo una vez que eres técnicamente un adulto, o al menos no suficientes libros con el tipo de consejos mesurados que pensaba que los jóvenes merecían.

La primera edición de La década decisiva salió justo después de la crisis financiera de 2008, cuando los jóvenes se graduaban con deudas en un mercado laboral históricamente malo. La segunda edición salió durante la pandemia, cuando se graduaron en un mundo laboral de cabeza.

Cuando llegó la pandemia, Jay estaba en su propio período de cambio. Decidió dejar atrás sus cómodas rutinas y se inscribió para enseñar La década decisiva en un programa llamado Semester at Sea, en el que los estudiantes pasan meses en un crucero viajando por el mundo.

Las reuniones del club de lectura de Jay resultaron ser uno de los eventos más populares del barco. La sala siempre estaba repleta, las galletas se acabaron instantáneamente y los estudiantes vieron cómo sus compañeros de clase cambiaban sus novelas de Colleen Hoover por La década decisiva.

“Cuando habla con los jóvenes, transmite la sensación de que está de tu lado, animándote, pero también de que te llamará la atención sobre las cosas que no estás haciendo”, dijo Athena Bo, de 23 años, participante de Semester at Sea. “Muchas personas pasaban por la sala y decían cosas como, ‘Maldita sea, esa sala está llena’. ‘Maldita sea, Meg Jay es súper famosa’”.

Para Bo leer La década decisiva fortaleció las lecciones que había aprendido de su padre al crecer: “El ejemplo que siempre recuerdo es cuando fui a McDonald’s, él decía: ‘Si quieres nuggets de pollo,’ vas a tener que pedirlo tú misma’. Me sostenía y me decía: ‘Tienes que pedir los nuggets de pollo’”.

Obviamente, los nuggets de pollo eran una solicitud de bajo riesgo. Una década más tarde, Bo está aprendiendo, de Jay, a pedir más: un trabajo, por ejemplo, y una relación.

Mientras Jay actualizaba el libro en 2020, recibía decenas de correos electrónicos de lectores. Algunos le decían que sentían que la pandemia les había robado la década que los definía y los había privado de la motivación y las oportunidades para ir tras sus metas. Otros decían que, como estaban encerrados en casa, por fin tenían tiempo de leer el libro.

Los veinteañeros experimentaban el malestar que Jay había descrito durante la última década, pero intensificado por el aislamiento a causa de la covid. Jahleane Dolne, de 25 años, seguidora en TikTok de La década decisiva, buscaba trabajo desde casa de sus padres, navegaba por LinkedIn sentada junto a su uniforme de animadora de la preparatoria y su vestido de graduación. Jasmine Yook, de 30 años, que también ha publicado en TikTok sobre el libro, releyó el libro de Jay a los 29 y reflexionó sobre las diferencias entre dónde quería estar en su carrera de moda y dónde había aterrizado.

Jay respondió a esos lectores con ánimo de entrenador de fútbol. “Esta es su Gran Depresión”, dijo. “Esta es su recesión. Esta es su adversidad generacional, ¿y qué hicieron? ¿Cómo respondieron? Decir: ‘Bueno, me armé de valor y empecé a grabar un pódcast’ o ‘Leí 50 libros que dije que iba a leer’ es una metáfora o un ejemplo de cómo respondes cuando la vida se pone difícil”.

Y aunque muchos de sus consejos pueden sonar intimidantes, no está en contra de ofrecer atajos. “Estás preguntando por fórmulas”, dice Jay durante el almuerzo, después de una discusión sobre el equilibrio entre buscar la alegría ahora y trabajar de manera ardua para sentar las bases de la alegría en los años venideros. “En realidad, hay una fórmula muy poco precisa”.

Todos los comensales se inclinaron hacia delante para escuchar.

“Las personas de éxito dicen que pasan la mitad de su tiempo pensando en el presente, en qué me hará sentir feliz y tener éxito ahora, y la otra mitad pensando en el futuro”, continuó Jay. “Si alguien me preguntara por una fórmula, cómo equilibrar entre ser feliz a los 20 años y ser feliz después, diría que quizá se trata de la mitad y la mitad”.

Al otro lado de una fuente de papas fritas, Liddy y Flowers asintieron sabiamente. El consejo era más un rayo de esperanza que una panacea. Había sabiduría a la que podían aferrarse. En algún lugar, en la distancia, había una tierra prometida o al menos, sus 30 años.

Emma Goldberg escribe sobre el futuro del trabajo para la sección Negocios. @emmabgo

CABEZA de VACA, narrador de aventuras: Jorge Zavaleta Balarezo, Pittsburgh MD.



Naufragios: Cabeza de Vaca, narrador de aventuras

 Jorge Zavaleta Balarezo

La Relación de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, conocida hoy con el nombre de Naufragios, ha llevado a varios estudiosos del texto y el personaje a abordarlos desde diversas perspectivas. Siguiendo el que, de alguna manera, se puede considerar un cierto itinerario en medio de la odisea de Cabeza de Vaca, Jacques Lafaye, por ejemplo, se refiere a las “curaciones milagrosas” (que comienzan en el capítulo XXI y se extienden casi hasta el final del libro), David Lagmanovich estudia su “calidad”, estructuras y estrategias narrativas, Robert E. Lewis entiende el “fracaso” de la expedición en que participa como una necesidad para hablar, es decir escribir la Relación.

La odisea, el extravío y el reencuentro con sus compañeros españoles y cristianos por parte del protagonista de los hechos son narrados en los Naufragios de una forma tal que llama al asombro del lector. Por otro lado, son claras las intenciones del autor en busca de recibir favores de la Corona (la Relación, por supuesto, está dirigida al rey de España). A su vez, el texto mantiene una indudable naturaleza “providencialista” y destaca la personalidad e inquietud mesiánicas del autor-narrador-personaje principal.

Desde hace algunos años, también, se plantea la discusión sobre la naturaleza histórica o literaria del libro. Si lo aceptamos como literario, entenderemos la peculiar crónica que representa una fase y un aspecto de la Conquista, y si creemos que es una narración histórica, lo tomaremos como un documento fundacional en la escritura del Nuevo Mundo, a la manera de los Diarios de Cristóbal Colón o las Cartas de Relación de Hernán Cortés.

Lagmanovich, al estudiar el texto desde el punto de vista literario, considera, entre otros aspectos, una “narración personal autobiográfica” —en la cual el autor organiza, coherentemente, recuerdos y anécdotas de casi una década—, una “relación de servicios”, que no desacredite al autor-protagonista, y una “noticia verdadera” de tierras desconocidas (Glantz 79-80). En pos de, diríamos nosotros, “comprender lo increíble”.

Cabeza de Vaca formó parte de la expedición dirigida por Pánfilo de Narváez que pretendía conquistar la Florida (1527). Como sabemos, Narváez es el mismo personaje vinculado a Cortés, a quien persigue, durante los momentos previos a la conquista de México. En los Naufragios, al producirse la primera crisis y separación de los expedicionarios, se advierte un carácter un tanto conflictivo en Narváez. En el capítulo X, Cabeza de Vaca refiere sobre aquél: “Él me respondió que ya no era tiempo de mandar unos a otros; que cada uno hiciese lo que mejor le pareciese que era para salvar la vida...” (114). En general, la opinión del autor sobre este gobernador no es positiva y, llegado un momento, se entera de su desaparición.

Los Naufragios se convierten en un valioso testimonio —crónica, en el fondo y en el estilo— que aluden, desde su propio nombre, a las aventuras y peripecias de Cabeza de Vaca, él pasa más de ocho años, primero extraviado, luego en cautiverio (capturado y controlado por los indígenas) y finalmente se convierte en un curandero con características mesiánicas, a quien los naturales siguen como en un peregrinaje casi permanente.

Cabeza de Vaca habla, él mismo, de su habilidad en las curaciones, a tal punto que estudiosos como Nancy Hamilton lo han considerado “el primer cirujano de Texas”. Margo Glantz señala: “Núñez recorrió un vasto territorio habitado por innúmeras culturas indígenas, ya desaparecidas (el sur del actual territorio de los Estados Unidos y el norte de la Nueva España, hoy México) y hasta se ha llegado a insinuar que es el primer chicano (Bruce-Novoa) (9).

Siguiendo esta alusión al primer mestizaje, leemos en el capítulo XXI de la Relación: “Acontecía muchas veces que las mujeres que con nosotros iban parían algunas, y luego en naciendo nos traían la criatura a que la santiguásemos y tocásemos” (195).

Nos referimos, en este trabajo, a Cabeza de Vaca como narrador de aventuras. Silvia Molloy se expresa sobre los Naufragios de un modo similar: “...el texto de Álvar Núñez crea la aventura narrándola” (Glantz 219). Y es cierto. Cada hecho que se presenta, sin duda se narra años después de ocurrido con una premeditación que no quiere negar la veracidad de los acontecimientos, pero suma a ella una relevante vertiente imaginativa, y, en varias ocasiones, con tendencia a sobredimensionar las situaciones.

En efecto, lo sucedido es una aventura, una odisea. El tránsito que va desde el extravío hasta el reencuentro, con la condición de prisionero en medio de ambos polos, merece el justo título de un “naufragio”, en tanto pérdida, desapego. Pero cuando, a partir del capítulo XXI encontramos al protagonista —y a sus constantes compañeros: Alonso de Castillo, Andrés Dorantes y Estebanico— el naufragio cobra otro cariz.

Después de varios años, viviendo desnudo y como un “salvaje”, prisionero de los indios, a punto de morir por hambre o enfermedad, Cabeza de Vaca providencialmente halla la oportunidad de probar sus dotes como curandero y comprobar que esa cualidad puede cambiar su destino, como de hecho ocurre.

Este es el revés del naufragio y la proximidad de la providencia. Sin embargo, hay un tono un tanto desolador en la obra por varios momentos, incluso cerca al final se habla de las naves que no podían hacerse a la mar, fracasando en el intento, ya cuando el personaje principal emprende, por fin, el regreso a Castilla.

Texto rico, metafórico, interpretado, según sea el caso, como una divertida crónica o, desde un punto de vista más ideológico, como una presentación de las virtudes y defectos de los indígenas americanos, que podrían ser tan crueles como los conquistadores, los Naufragios representan, asimismo, una posición, por parte del autor, que precede al discurso del padre Las Casas, en tanto se asume la defensa de ciertos valores de los nativos del Nuevo Mundo. Pero, al mismo tiempo, Cabeza de Vaca tiene una visión ambigua del indígena en tanto bárbaro y salvaje. Describe sus costumbres, sus enfrentamientos, a veces armados, y lo más llamativo, en este sentido, es la cantidad de pueblos o tribus, a veces demasiado “extraños”, por las actitudes de sus pobladores, que él va conociendo o “descubriendo”.

En diversas secciones del texto, el autor se refiere al carácter y acciones de los indígenas. Por ejemplo, da esta descripción en el capítulo XIV: “La gente que allí hallamos son grandes y bien dispuestos; no tienen otras armas sino flechas y arcos en que son por extremo diestros. (...) Las mujeres son para mucho trabajo” (126).

Otra perspectiva se apunta en el capítulo XVIII: “Desde que amanece comienzan a cavar y a traer leña y agua a sus casas y dar orden en las otras cosas de que tienen necesidad. Los más de éstos son grandes ladrones, porque aunque entre sí son bien partidos, en volviendo uno la cabeza, su hijo mismo o su padre le toma lo que puede. Mienten muy mucho, y son grandes borrachos, y para esto beben ellos una cierta cosa” (145).

La aventura a la que aludimos también ha sido comparada con la del clásico Robinson Crusoe, de Defoe. Pero no olvidemos que, ante todo, estamos frente una Relación de la época de la conquista, y el modelo y la intencionalidad de este tipo de composición es conseguir el favor del rey de España. Hay, es bueno decirlo, una interesante “vuelta de tuerca”, en el contexto de las Relaciones, si las entendemos y estudiamos como un género, porque Cabeza de Vaca asume una posición y un tono muy personales y confiesa sus vivencias, las vicisitudes y dificultades por las que pasa. Mas nunca, a pesar de lo negativo y lo trágico, lo ominoso o lo sangriento (como el canibalismo de los españoles en el capítulo XIV), se deja de lado la presencia divina y el rol de la religión católica.

Es precisamente este papel y el propio rol de evangelizador que se propone —o al menos así lo presenta— Cabeza De Vaca, los que marcan uno de los hilos discursivos en esta narración autobiográfica. El ritmo del relato es ameno y cobra diversos matices, a veces se acelera, como en el momento en que los cristianos se convierten en curanderos y luego su fama se extiende, pero a ello suceden actos de pillaje y violencia entre los pueblos indígenas. Un cierto tono épico asoma en esta “cruzada”.

El aventurero narra sus propias peripecias, sus desgracias y “renacimientos”. Siempre su fe lo salva y, nunca piensa que está en el lugar ideal, por lo menos se felicita por conservar su vida. Es consciente de ello, y de la fatalidad que, de un momento a otro puede surgir en la existencia humana. Los Naufragios son esencialmente de naturaleza providencialista pero también denotan la importancia e influencia del destino y lo casual: la suerte, la fortuna cambian de la manera más inesperada. Aquí se presentan, pues, dos polos, que en un intercambio pueden generar ambigüedad, una característica, por cierto, nada ajena a los Naufragios. Se menciona, en ese mismo sentido, el carácter tan ficcional, en tanto “no verdad”, de esta obra fundacional en las primeras composiciones sobre el Nuevo Mundo.

Es importante señalar, en la visión que el español tiene del indígena, cómo capta el primero la naturaleza del otro, cómo la entiende y la codifica. Esa “otredad”, que ha fascinado como discurso a varios estudiosos del tema, es una de las fibras más sensibles de los Naufragios. Porque Cabeza de Vaca, precisamente, convive, con el “otro” y puede dar testimonio de sus costumbres, de cómo actúa. Es más, su condición de subordinado, mientras dura el cautiverio, es una lectura, una situación “a la inversa” o “no oficial” inclusive “sui generis” de la Conquista, pues curiosa y precisamente el llamado a explorar y conquistar es sojuzgado y tomado prisionero. El naufragio de su vida precisamente lo ha llevado a esa condición. Esa experiencia es la base del texto.

Justamente para Beatriz Pastor, los Naufragios, en tanto relato desmitificador, en comparación con los Diarios de Colón o la Quinta Carta de Relación de Cortés, con los que forma un corpus de textos de la época, integra a su vez “el discurso narrativo del fracaso” (Glantz 89). Para Pastor en los Naufragios hay una “transformación de la acción heroica de la conquista en lucha desesperada por la supervivencia” (Glantz 91). Rolena Adorno, en la misma línea, señala que la narración de Cabeza de Vaca “reproduce un incipiente proceso de adaptación cultural y, en consecuencia, de supervivencia física” (Glantz 311).

Luisa Pranzetti entiende el naufragio como “metáfora” que “subraya la frontera entre una cultura organizada (el espacio de procedencia) y una cultura desorganizada (el espacio de conquista), donde la superación de esa frontera constituye el paso de un estado social a un estado de naturaleza” (Glantz 60).

Una vez que se reencuentra con los “cristianos”, tras los años extraviados (capítulo XXXIII), Cabeza de Vaca dialoga con el gobernador de Nueva Galicia, tierra ya conquistada, Nuño de Guzmán, y se entera de que los indios están siguiendo las instrucciones de construir iglesias y dar alojamiento al visitante. Esto le parece increíble, casi un “milagro”, pero también sugerente. Y podemos entender que la pretendida evangelización es un éxito. El papel de curandero o chamán que, desde cierto momento de la narración (el aludido capítulo XXI), desempeña Cabeza de Vaca, lo convierte en un líder sobre el que se dan noticias en uno y otro pueblo. En ningún momento, sin embargo, la intención de ser un conquistador ha pasado a un segundo plano, sino que se expresa de otra forma. Es una conquista del espíritu, por la religión, la creencia. Subyace un pesar, pues el protagonista no tiene el poder consigo, pero logra la sublimación de sus deseos aprovechando este proceso religioso. Él mismo se nos presenta como un mártir, quiere que lo veamos así. Si aceptamos su propuesta —si entramos en su capcioso juego—, es definitivamente otra la caracterización y la dimensión de Cabeza de Vaca, más allá del personaje histórico sino como propio “autor de ficciones”.

En 1991, el mexicano Nicolás Echevarría llevó al cine una versión de los Naufragios con el título de Cabeza de Vaca. La película, producida con motivo del Quinto Centenario del llamado “Encuentro de dos mundos” condensa los pasajes más relevantes de este “texto seminal”, como lo llama Enrique Pupo-Walker, y asume una doble perspectiva del protagonista, precisamente las que aluden Pastor y Adorno: la del superviviente y la del conquistador despojado de todo mito. Esta cinta, sin embargo, no deja de tener un halo de “real maravilloso” en sus inesperados raccontos y flashbacks que, si bien tratan de “ubicar” al espectador, pueden generar, a su vez, otra imagen, no ya la que presenta el texto, del propio Cabeza de Vaca. Y ello resulta obvio porque estamos ante dos lenguajes distintos, el del cine y la literatura que, sin proponérselo en un principio, resultan hoy conectados pues generalmente una nutre al otro y, a veces, ocurre de manera inversa.

A propósito del cine, bien se ha dicho que los Naufragios son, en cierto modo, el guión ideal para una película por sus incesantes vaivenes y devaneos. El español, quien después de su aventura norteamericana fuera nombrado por la Corona Adelantado, Gobernador y Capitán General del Río de la Plata, más tarde vuelve a naufragar frente a las costas del Brasil, explora los territorios del Paraguay, se establece en la actual ciudad de Asunción y descubre las cataratas del Iguazú. La etapa final de su vida, tras algunos años en la cárcel por supuestos abusos durante su gestión política y administrativa, está rodeada de un misterio que aún hoy busca aclaración.

Bibliografía

Glantz, Margo, coord. Notas y comentarios sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Grijalbo: México D.F., 1993.

Núñez Cabeza de Vaca, Álvar. Naufragios. Edición de Juan Francisco Maura. Madrid: Cátedra, 1998.

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Escritor, crítico de cine y periodista peruano (Trujillo, 1968). Es doctor (Ph.D.) en literatura latinoamericana por la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos). Además, tiene estudios de literatura, periodismo, cine, publicidad y análisis político en la Pontificia Universidad Católica de Lima (PUCP) y el Taller Robles Godoy. Su obra creativa incluye la novela Católicas (1998) y una colección aún inédita de cuentos. Ha publicado ensayos y reseñas en revistas académicas como Mester, Variaciones Borges, Revista Iberoamericana, Nomenclatura, Visions of Latin America y Catedral Tomada. Su carrera periodística incluye artículos y crónicas en diarios, revistas y agencias de noticias como Gestión, Butaca, Voces (Perú), Argenpress (Argentina), Notimex (México) y DPA (Alemania). En 1998 participó en el volumen colectivo Literatura peruana hoy: crisis y creación, editado por la Universidad Católica de Eichstätt (Alemania), con el ensayo “El cine en el Perú: ¿la luz al final del túnel?”. Sus textos publicados antes de 2015 108 • 112 • 116 • 120 • 123 • 127 • 133 • 138 • 143 • 175 • 261 • 288 Editorial Letralia: Q. En un lugar de las letras (coautor) Editorial Letralia: Residencia en la Tierra de Letras (coautor) 

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Fundadores  July Balarezo, Historiadora egresada Taller Mestres Lima-Barcelona. Jorge Zavaleta Balarezo PhD en Literatura y Cine Iberoamercano por Universidad de Pittsburgh, PA.

Desde 2017 se Edita en MD, EEUU.

Julia Zavaleta Camerieri, Psicologa y Master St Mary University of Pittsburgh, PA, / Jorge E. Zavaleta Alegre, Corresponsal para medios de Madrid, Italia y Bruselas.