Jorge Zavaleta Alegre, Madrid.-
La integración latinoamericana
multiplica sus voces.  Abundan las
cumbres, foros e  investigaciones de  instituciones académicas, financieras y de sus
Estados que son convocados  en grandes
y/o pequeños bloques, tratando de superar o conservar sus  diferencias o matices ideo - políticos.
En este esquema  está siempre presente la Unión Europea, cuyos
países han sacrificado sus soberanías, a cambio de  la paz, quebrantada por la barbarie de las  Guerras Mundiales. Otro referente es
ASEAN,  con los diez países  emergentes pobres de Asia que forman parte de
un proceso de crecimiento interno con índices nunca antes registrados.  
En América Latina, no han ocurrido
felizmente guerras de la magnitud de Europa. Será por ello, que los procesos a
favor de la integración no caminan  con
la celeridad que sueñan las grandes poblaciones, y que aún mantiene  vaivenes del libre mercado y  desarticulación de los movimientos
renovadores.  Se vive, como llaman  los especialistas, una geografía mutable, de un regionalismo cerrado a uno abierto con una
multiplicidad  de  esquemas, manteniendo la democracia como
forma de convivencia.
En esa diversidad de  iniciativas, destaca la  Comunidad  Económica de 
Latino América y Caribe, que  en
enero último acaba de consolidarse en la Cumbre de La Habana, con la presencia
de 33 países miembros, y con un mensaje 
directo contra la tradicional quietud de la OEA.
El Mercosur,  que a partir de los años 90 alentó  un mercado común entre cuatro países, ocupó
preponderancia el Tratado de Libre Comercio propiciado  por los EEUU e introduciendo  las inversiones, con acuerdos complementarios
en temas ambientales y de la legislación laboral.
Una nueva etapa  se manifiesta 
 con ALBA y UNASUR,  que representan una visión de  integración con solidaridad,
complementariedad y cooperación, tal como lo describen analistas convocados por
la CAF, financiera subregional que nació como un banco de segundo pisco  para el Grupo Andino, y en esta década cuenta  con 18 países miembros.
En Centro América, el Tratado de  Comercio de los Pueblos, en su última cumbre optó
por su relanzamiento acompañado de 
planes  relacionados a la
seguridad democrática, la unión aduanera, etc.
Los grupos integracionistas, desde
el  ala conservadora,  alientan 
la idea de romper con la lógica colectiva,  cuando 
todos o la mayoría de  los
países  asumen la unión económica, la
unión aduanera y exigen mayores  responsabilidades
sociales para  el capital transnacional.
Es el caso de la Alianza del
Pacífico, que convoca a los países   ubicados frente a este océano, queriendo  hallar coincidencias entre sus socios,
fundamentalmente en el comercio, aunque en su última cumbre en Cartagena, del  10 de febrero, se han pronunciado también por
la seguridad interna, la lucha contra el narcotráfico y la mayor integración
local.
La integración de la última década
incluye el pragmatismo y la flexibilidad para sus socios, sin romper  con  la
solidaridad, que es la esencia de la CELAC 
y Unasur.
Valga la ocasión para señalar,  que dentro de ese pragmatismo, Colombia sigue
la experiencia integracionista del Ecuador en la frontera con el Perú.  
Estos dos países,  desde hace dos años, llevan adelante la  fórmula de Comités Presidenciales  Binacionales para impulsar el desarrollo  de sus fronteras  y de la Amazonía, siguiendo la ruta del río
Napo. 
Colombia anuncia la misma estrategia  para la Cuenca del Putumayo, río cuyo cauce
natural une a los tres países atravesados por  
Andes y al gigante del  Brasil. En
este camino el Perú ha comprometido la participación de sus principales
instituciones públicas para llevar servicios a los lugares más remotos,
contando con la participación orgánica de la Marina de Guerra  y sus plataformas itinerantes.  En la praxis, es  un programa de acción social  con sostenibilidad al servicio de la niñez y
la infancia y las poblaciones vulnerables. 
Las comunidades nativas y poblaciones
de ese territorio alejados y casi siempre huérfanos de la dinámica del Estado,
ahora participan de la inclusión social, trabajando  desde y con los municipio, como ineludible
metodología  de acción descentralizadora
del tradicional poder  político y  económico radicado solo en las grandes
ciudades con mirada al mar.  
Los presidentes de Perú, Ollanta
Humala Tasso; y de Colombia, Juan Manuel Santos han reafirmado su compromiso de
atender a  con servicios de salud,
educación, cultura y recreación, en las zonas de frontera común.
En la Declaración Conjunta firmada
por ambos mandatario se destaca la prioridad a la integración y el desarrollo
armónico fronterizo e instruyeron a sus Cancillerías para que en el más breve
plazo se implemente el Plan de Desarrollo de la Zona de Integración Fronteriza.
Colombia y Perú han reconocido la importancia de la VI Jornada Binacional que
se realizará del 13 de mayo al 18 de julio 
próximos  y su impacto en las
poblaciones de frontera común.



 
