Jorge Zavaleta alegre.-
En la primera década del presente siglo, la Unión Europea impulsó un proyecto de desarrollo local en unas cien
pequeñas localidades de América Latina. La iniciativa comprendía un panel solar, una docena de computadoras y una
refrigeradora para conservar medicinas o vacunas. La población entusiasta empezó a colaborar. Los niños recibían clases
por Internet, fueron vacunados para prever plagas endémicas, y la administración la asumía un grupo de padres
de familia, con el asesoramiento de un "equipo multisectorial", es decir de un representante del Ministerio de Educación,
Salud y Energía.
Salud y Energía.
Todo parecía que empezaba a caminar bien, muy bien. Pero no se equivocó un representante del equipo
técnico, cuando en la isla de Amantaní, en el Lago Titicaca, que une Perú y Bolivia, afirmó que en el Perú, como en el
resto de América Latina, el subdesarrollo muestra su cara más perversa: El individualismo. Cada sector del Estado es una
verdadera guarida de personas, sin mística, desmotivada, que no le gusta asumir decisiones en grupo.
Un año después tuve oportunidad de visitar esa interesante iniciativa, elaborada en Bruselas y Lima. Cada módulo había
dejado de funcionar por diversas causas. La Telefónica no ofrecía una buena señal de Internet. Los maestros asignados
no vivían en el lugar. Y los enfermeros no llegaron para enseñar a vacunar. La batería o acumulador de la energía solar había
dejado de funcionar por diversas causas. La Telefónica no ofrecía una buena señal de Internet. Los maestros asignados
no vivían en el lugar. Y los enfermeros no llegaron para enseñar a vacunar. La batería o acumulador de la energía solar había
cumplido su ciclo.
El equipo supervisor de la Unión Europea consideró que no basta un proyecto y recursos financieros, porque la tecnología
y la innovación demandan una profunda modificación de la estructura del Estado. Es mundo nuevo, que cabe en el sueño
o la imaginación de un poblador. La estructura de los Estados en América Latina, con excepción de algunas gestiones aisladas
de Bolivia, Chile, Brasil, Ecuador, son entes cuasi virreinales, donde el poder se concentra en pocas personas. En el Perú
al presidente la República, le encanta volar en helicópteros, ser recibido con olor a multitud. Y cada persona que asiste al acto
público, recibe a cambio, una prenda de vestir con el logotipo del partido de tuno.
y la innovación demandan una profunda modificación de la estructura del Estado. Es mundo nuevo, que cabe en el sueño
o la imaginación de un poblador. La estructura de los Estados en América Latina, con excepción de algunas gestiones aisladas
de Bolivia, Chile, Brasil, Ecuador, son entes cuasi virreinales, donde el poder se concentra en pocas personas. En el Perú
al presidente la República, le encanta volar en helicópteros, ser recibido con olor a multitud. Y cada persona que asiste al acto
público, recibe a cambio, una prenda de vestir con el logotipo del partido de tuno.
Estas historias se repiten cada día. En esta ocasión apreciamos que el Banco Mundial informa de un nuevo esfuerzo:
Ciudad vs campo
Casi cuatro de cada cinco latinoamericanos viven en las grandes urbes de la región. En este contexto, con niveles de urbanización tan altos existe una brecha significativa entre el acceso de servicios en las ciudades y el campo.
Por ejemplo, mientras casi el 99% de la población urbana tienen luz en casa, fuera de las grandes ciudades, 1 de cada 5 latinoamericanos en zonas rurales aún viven sin acceso a la electricidad.
Para ellos los paneles solares son una manera accesible y rentable de suministrar electricidad para iluminar sus casas, cargar los celulares e incluso escuchar la radio y hasta cocinar.
En Perú, más de 131.000 personas ya tienen luz a través de una iniciativa para aumentar la electrificación rural y unas 8.000 personas más la tendrán para el 2017, la mayoría en comunidades aisladas, pobres y vulnerables. Este pronóstico, sin duda, motiva una mayor fundamentación, al menos en el Perú, donde 1 millón 400 mil empleados, en su gran mayoría no goza de formación. Es un militante del partido ganador, que le otorga patente para cobrar un salario sin hace literalmente nada.
De manera similar, desde 1999, unos 21.000 sistemas solares se han instalado en áreas remotas en Argentina dando luz a edificios públicos, centros de salud, centros comunitarios y comisarías. Sin embargo unas 750.000 personas, la mayoría pertenecientes a comunidades indígenas, todavía no cuentan con una conexión eléctrica. Allí, los paneles solares también iluminarán y proveerán agua caliente en casas y escuelas en regiones remotas donde las redes eléctricas nunca han llegado.
Una tecnología que se dispara
Por más que la relación entre el sol y la electricidad se conoce desde hace casi dos siglos, es en los últimos años que las inversiones en la tecnología no dependiente de la red energética tradicional se ha disparado.
Según datos del Banco Mundial, en 2015 se invirtieron unos 276 millones de dólares en la industria de energía solar, una inversión 15 veces mayor que en 2012. Y esta tendencia sigue en aumento: se estima que existe una oportunidad de mercado equivalente a 3.100 millones de dólares con lo que se prevé alcanzar a 99 millones de hogares en todo el mundo para 2020.
Por un planeta más verde
A nivel global, la quema de queroseno para la iluminación genera 240 millones de toneladas de dióxido carbono, lo que equivale a 0,5% de las emisiones globales.
Con solo el reemplazo de las lámparas de queroseno por paneles solares en 2014 en África y Asia se ahorraron 1,4 millones de toneladas de emisiones de carbono.
Cómo región, América Latina tiene un gran potencial para las tecnologías de energía renovable y los paneles solares ofrecen una manera verde de conectar a esas comunidades que aún no tienen acceso a la electricidad a la vez que se contribuyen a reducir las emisiones, cuyos efectos están viéndose cada vez con más contundencia en las variaciones climáticas.
El cielo de Los Andes está tachonado de estrellas, que están tan lejos que no iluminan, solo invitan a la reflexión sobre el inmenso daño que produce la existencia tan desigual de las economías primarias y las sociedades desarrolladas. En América Latina se confunde el crecimiento que beneficia a muy, muy pocos, en tanto no se promueva en serio la innovación y la tecnología, estrechamente ligadas al estudio, al conocimiento integral, con respeto a la Historia, la Cultura local, y en una distribución más equitativa del ingreso. Porque la desigualdad hiere, frustra, y pospone el futuro.