David Flores Vásquez
Jurista, músico, mensajero de la Amistad
https://www.youtube.com/watch?v=LbSF8UKCO-g
Ya en el umbral de la Navidad, he decidido escribir algo sobre esta fecha universal para saludar a mis amigos y, para eso, me he aislado voluntariamente del mundanal ruido encerrándome en una cápsula mágica que, haciéndome invisible me permite, no obstante, ver todo lo que ocurre afuera. Tengo a mi disposición los más inimaginables equipos que me permiten, como en un sueño, trasladarme fácilmente en el tiempo y el espacio. Hay, no obstante, una limitación estricta: Solo puedo escoger un comando: o avanzo o retrocedo. ¡Un solo comando....!
Confieso que inicialmente he querido avanzar, pero he desistido en el acto porque lo que he visto por delante solo se tiñe de violencia, de vanidad, de soberbia, de odios, envidias; competencia, mucho alboroto, profusión de luces, regalos……... Sin embargo, ¡Qué pena!, es notoria la falta de amor, imprescindible en estas fechas. Todo tiende a lo externo, a lo que se ve, pensando más en el “qué dirán”, los regalos o la cena ostentosa, sin Jesús, olvidando que hay gente que no come, simplemente porque no tiene.
No obstante todo esto, dejo que ingrese el beneficio de la duda; pues, es verdad: Conviene recordar siempre que el futuro es incierto. Pero de eso se aprovechan, lamentablemente, los que predicen el futuro, los que adivinan, los políticos, los que engatusan con promesas que la gente, cansada de tanto sufrimiento, espera con notoria ilusión. Pero en la hora presente, hasta los más optimistas ven, preocupados, un panorama sombrío porque el alma humana se va envileciendo cada día más y la inocencia y buena fe cada vez están más distantes. Entonces surge la obligada pregunta: ¿de qué valen tantas luces y adornos si todo, finalmente, es solo ilusión momentánea?.
Por eso, frente a este preocupante panorama, he decidido retroceder en el tiempo para acariciar mis recuerdos y así lo he hecho. Me quedo con la inocencia de los niños, con sus risas y su alegría. Me quedo sin contestar aún la pregunta de mi nieto que un buen día, con sus tres añitos, corría tras las palomas en el parque en el afán ingenuo de apresar alguna. Por cierto que no pudo pues cuando estaba cerca, éstas alzaban el vuelo. Entonces él se volvió hacia a mí y preocupado me dijo en su tierna y admirable filosofía: “Abuelito, ¿Qué hacemos?. Nosotros no tenemos alas”.
Dándole la razón en ese instante hubiera querido, no obstante, explicarle que sí las tenemos: Que las tenemos en la mente y en el corazón y que con ellas, si deseamos, podemos transformar el mundo. Pero………. él no me hubiera entendido. Entonces, hasta hoy, sigo dejando en suspenso la respuesta, ya que eso lo sabrá a su tiempo……
Así pues, retrocediendo más y más me he dado de pronto orando de niño, con las manos juntas, en el viejo templo de Huaylas (Ancash), mi tierra, tras los niños que vestidos de pastores llegaron a media noche a adorar al niño Dios, recién nacido. Veo después en la casa familiar nítidamente a Casilda, mi madre, sirviendo afanosa un chocolate caliente “para el frío” y distribuyendo alegre entre los chicos del barrio bizcochos lugareños.
Entre tanto, muy distante, se escucha como música de fondo, a los “pastorcillos” que se alejan cantando: “Venid pastorcillos, venid a adorar, al Rey de los cielos que ha nacido ya..….”
Ya aletean las luces de la madrugada……. Salgo de mi cápsula. Vuelvo a la realidad y, en verdad, no puedo evitar que se humedezcan mis mejillas………
Perdonen pues amigos que, finalmente, haya teñido de nostalgia este saludo, pero no puedo evitarlo porque así sale de mi corazón cuando les digo con todo cariño: ¡FELIZ NAVIDAD!. Inicialmente quise saludarlos con rebosante alegría. Pero igual: Deseo que el Niño Dios llegue a vuestro hogar y que la paz, tan ansiada por todos, realmente inunde el mundo…………….
Lima, Diciembre 2017.