Escribe:
Jorge Zavaleta Alegre | Opinión - 01:00h
Juan Pablo
II, visitó América Latina, hace más de dos décadas. En seis oportunidades, se
aproximó físicamente a esta Región. La Iglesia dio a conocer un amplio y
revelador diagnóstico, que sigue vigente. En Puebla, México, en Río de Janeiro,
San José de Costa Rica, Managua, Guatemala, Honduras, Belice, Perú (Lima,
Callao, Arequipa, Cusco, Ayacucho, Piura, Trujillo e Iquitos); Karol Wojtyla,
el “papa peregrino de la paz”, comprobó realidades, que no han cambiado:
“Rostros de niños golpeados por la pobreza desde antes de nacer, obstaculizados
en sus posibilidades de realizarse a causa de deficiencias mentales y
corporales irreparables. Niños vagos y muchas veces explotados en nuestras
ciudades, fruto de la pobreza y desorganización moral y familiar…” (*)
El Papa
Francisco ha inaugurado su pontificado, convocando a los líderes religiosos de
las otras iglesias cristianas y no cristianas a proseguir el diálogo ecuménico,
que propicia el Concilio Vaticano II, movimiento en busca de la unidad y que
celebra sus cincuenta años desde el 2012 al 2015.
Tal
convocatoria incluyó a los judíos y a los musulmanes. La Organización de la
Cooperación Islámica y el Centro Al Azhar de El Cairo, han renovado formalmente
el llamado a una reconciliación histórica entre el islam y la cristiandad.
Igualmente,
la iglesia evangélica, tan vigente en EEUU y América Latina. El presidente
Obama ha denominado al nuevo Papa “un defensor de los pobres y de los más
vulnerables entre nosotros”.
Jorge
Bergoglio, como arzobispo de Buenos Aires, se nutrió de una mesa de diálogo
interreligioso. Todos los años participaba del encuentro entre los católicos
carismáticos y evangélicos. Solía decir que "para ser católico, hay que
ser antes un buen judío". Esta es una respuesta a los señalamientos de su
silencio durante las dictaduras en su patria.
La corriente
del neo paganismo también ha dejado una importante estela en Latinoamérica. Hay
grupos que practican ritos de religiones que recrean o reviven creencias y
prácticas generalmente pre-cristianas, como la brujería neo pagana, la ouija,
el ásatru, el candomblé, la religión de Sant Daime, la religión de María
Lionza, el vudú, y la religión orisha y la santería, especialmente en el
Caribe.
La unidad
que plantea el Papa Francisco, en opinión de los seguidores de la Teología de
la Liberación, supone incidir en el respaldo e integración de los sectores más
vulnerables, que siguen siendo víctimas de la violencia política, económica y
social, como ocurre hoy, incluso, en la Europa moderna.
En 1980
ocurrió el asesinato del obispo Oscar A. Romero en el Salvador. En Nicaragua,
el sacerdote Ernesto Cardenal participaba activamente en la revolución
sandinista. En 1994 en Chiapas, México, la iglesia apoyó a los indígenas
insurgentes.
Para
Matthías Preiswerk, la educación teológica se encuentra en crisis. Lo afirma en
Contrato Intercultural, 2011, revista editada en la Universidad Carlos III de
Madrid, La Paz, Quito, Sao Leopoldo y San José de Costa Rica: “En las iglesias
más históricas se ha elitizado o clericalizado. En las emergentes se limita a
entrenar a los suyos, están menos preparadas para teorizar, y al mismo tiempo
se está produciendo un llamativo crecimiento en el número de miembros
adherentes”.
Junto con
otros filósofos afirma categóricamente que la interculturalidad es el “método
para la refundación de la educación teológica en el actual protagonismo de la
diversidad”.
El Concilio
de los medios de comunicación aparece con toda su fuerza espiritual. Una
diversidad de mensajes circulan entre los jóvenes interesados en alentar la
fraternidad, como un desafío de los tiempos actuales. Páginas, en el Perú es un
vocero del Centro de Estudios y Publicaciones - Gráfica Ava (su edición
bimensual 229), invita a la reflexión, señalando que “la enseñanza de la teología
sigue siendo mono cultural y aún, muchas veces casi colonial y que tampoco
entra en diálogo con los movimientos sociales”.
Rolando Ames
Cobián, miembro de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación del Perú, ex
senador de la República, considera que un rasgo típico de la época actual es la
ruptura entre los jóvenes, inclusive de los reflexivos, y la sociedad exterior
a su familia y a sus amigos.
Cita varios
ejemplos: El creciente malestar ético de los indignados en el Norte ante la
pésima distribución de los costos de la crisis mundial, entre los ejecutivos de
bancos responsables y la gente de a pie. En Chile, grandes movilizaciones de
los jóvenes, cuestionan la educación privada y reclaman más recursos del
Estado. En Perú empieza a ser intenso el despertar del rechazo juvenil a la
discriminación, entre otras, la racista. La corrupción pública y privada, otro
mal profundo, ha generado movilizaciones juveniles masivas, en más de un país
de la región.
La
valoración del pluralismo cultural y del apoyo a los desfavorecidos ha
aumentado estos años, después de una larga pasividad conservadora que parecía
mayoritaria. El camino es germinal para consolidar las redes sociales. Pero si
estas conductas emergentes no aumentan y persisten las tendencias a la
desigualdad, el malestar ante la ausencia de calidad de la vida no disminuirá.
Por cierto,
no es factible comparar la década de los sesenta, marcada colectivamente por la
justicia social que por la libertad personal. La democracia va siendo planteada
más allá de la mera representación pública de una persona o de un partido.
Javier
Iguíñez, economista destacado, presenta a Denis Gaulet, Sudhir Anand y Amartya
Sen, para afirmar que “el referente fundamental es la comprensión del
desarrollo humano y la de éste como expansión de la libertad humana y no como
aumento de la cantidad de cosas producidas per cápita”.
Desde San
Salvador, la población exige la santificación del monseñor Oscar Romero, cuya
muerte marcó el preludio del conflicto armado en su país, que se extendió hasta
1992, dejó más de 75 mil muertos y masivas violaciones a los derechos humanos.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) resolvió en abril de 2000
que el Estado salvadoreño era responsable por haber violado el derecho a la
vida en contra de este sacerdote, por faltar a su deber de investigar el crimen
en forma diligente y eficaz.
La Teología
de la Liberación, una corriente teológica que nació tras el Concilio Vaticano
II y la Conferencia de Medellín, Colombia, 1968, fortalece la propuesta de
unificar la Iglesia. Sus principales representantes son los sacerdotes Gustavo
Gutiérrez Merino, Perú. Leonardo Boff, Brasil. Camilo Torres Restrepo,
Colombia. Manuel Pérez Martínez, España. Óscar Romero, El Salvador. Y Juan Luis
Segundo, Uruguay.
Una mirada
serena permite concluir que la ciudadanía religiosa en América Latina no está
plenamente democratizada. La libertad creciente de los grupos religiosos no se
traduce en la igualdad ante la ley. La educación en todos los niveles, la
asistencia social (Beneficencias Públicas, asilos de ancianos y centros de
atención del menor, financieras - cajas municipales), en su mayoría, son
actividades que la iglesia del Vaticano mantiene su representatividad, y el
Estado es inclusive con ella, permeable en la supervisión. En tanto, las
comunidades evangélicas, que alientan el diezmo de cada feligrés para su
Iglesia, no logran que sus pastores, diáconos o ministros, gocen de la
protección formal de sus instituciones y terminan excluidos en su adultez
mayor.
La unidad de
las religiones en cada país de América Latina, como reiteran diversos
noticieros de la prensa libre, supone la atención principal a los desposeídos,
incluyendo a las lejanas parroquias, donde sus sacerdotes viven de la
misericordia local, porque el poder central de la Iglesia, está muy cerca de
las empresas extractoras de los recursos naturales, sin la mínima
responsabilidad social para los más desposeídos.
(*) Juan
Pablo II. Peregrino de la Paz. Biografías. Zavaleta Alegre. Jorge. Diario HOY,
1985.