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domingo, 2 de octubre de 2016

Mr. Ted, y la libertad a prueba, por Alejandro Méndez


https://plus.google.com/+ElmercuriodigitalNet  Crónica Publicada en El Mercurio
 Foto:      Plaza de Armas  de Caraz, en Perú

NE. La búsqueda  y conquista de la Libertad. Alejandro Méndez, actualmente es profesor de Quechua en la  Universidad Nacional de Trujillo, centro académico de prestigio, fundado en 1824.""La historia de la UNT se remonta al inicio de la Época Republicana, cuando faltaban 88 días para la Batalla de Junín. Fue José Faustino Sánchez Carrión, quien tenía 37 años y  redactó el decreto que firmó junto al General Simón Bolívar, a 3,100 metros sobre el nivel del mar, en el cuartel general de Huamachuco, el 10 de mayo de 1824 declarando “erigida la universidad” en este departamento, “por su fidelidad a la causa y por sus multiplicados importantes servicios al ejército libertador en las circunstancias más apuradas de la República”. La República acababa de nacer."

Alejandro Méndez, nos ofrece una breve historia de su juventud, que revela  su temprana rebeldía,  la búsqueda de la verdad  y el conocimiento. De allí su grito de Viva  Cuba, en la plaza de armas de su tierra natal, por donde Bolívar pasó, con su tropa, liderando la búsqueda de  Unidad de América.

Bastó esa frase para conocer en carne propia lo difícil que es gozar de la libertad, como un derecho sagrado, que lucha la  humanidad. Su prosa didáctica, deleitará al  lector. Valga la oportunidad para agradecerle sus palabras en el solemne adiós a mi padre, Isaías  Zavaleta  Figueroa, maestro, matemático, escritor, poeta  y militante de la  fe cristiana  para  unir voluntades y servir a la comunidad. Desde el cielo azul, muy azul de su tierra, Isaías con sus 100 años vividos,  te recordará siempre. En nombre mio, de Hélida, Rosa Amelia, Arturo, Adolfo, Lolo, July, sus nietos, bisnieto y numerosa familia por ese gesto de haber calificado a mi padre  Ilustre Hombre del Saber.

Alejandro (Genaro) Méndez dijo a mi padre: Kay  ayapampachoo Ahumaqamuki Shumaq pumiki-Aywalla Tayta. Descance Ud en Paz.  Primavera 2016.  Jorge Zavaleta Alegre.
                                                Mr. Ted
     A propósito de la visita que hiciera a nuestra patria el gobernante del país más poderosos del orbe, el 23/03/02, George Walker Bush es lo que me motiva a rememorar un acontecimiento anecdótico en mi vida juvenil. 

Creo que sería  difícil que vuelva a ocurrirle a cualquier joven de m tierra, Caraz, allá en el año 1959, cuando aún era Presidente de la República, en su segundo gobierno, don Manuel Prado Ugarteche. Me dificulta precisar la fecha por los años transcurridos, nada menos que cuarentitrés; pero si puedo asegurar que fue un domingo al medio día del mes de setiembre, ya que para mí marca un hito el día 25 del mismo, y es por haber emigrado en esa fecha a esta virreynal ciudad. 

El hecho es anecdótico por tratarse  de la presencia en Caraz del hermano de uno de los más célebres presidentes de los EE.UU, John Fitzgeral Kennedy, pues se trataba nada menos que del último de los hermanos del Clan Kennedy y es el  Senador por Masachusset Eduard  Kennedy, conocido  en el mundo político como Ted Kennedy.
Ted Kennedy y Jackeline Kennedy

    Cuando  frisaba mis 25 años de edad, casi en vísperas de mi partida de la santa tierra  que me viera nacer, con destino a esta noble e hidalga ciudad de Trujillo, se tenía confirmada la noticia del arribo al Perú de Mr. Ted; por consiguiente; la ciudad  de “Caraz Dulzura” como la llamara el sabio italiano don Antonio Raimondi, tenía que ser el único lugar de visita después  de Lima. 

Por este motivo, todo el pueblo caracino y sus autoridades estaban pendientes del arribo de tan ilustre visitante. Mucho recuerdo que en comitiva se dirigieron las autoridades rumbo al pequeño aeródromo  caracino de nombre “San Miguel” donde  después de una corta espera aterrizó un  bimotor de la empresa aérea Elmer Fauccet trayendo al esperado visitante. 

Después  de unos arreglos bajó de la nave seguido de su personal de la Embajada norteamericana, así como de algunos funcionarios del gobierno peruano que lo acompañaban. Realizados los saludos protocolares por las autoridades, el visitante y su séquito fueron conducidos  a la Municipalidad  Provincial acompañados por una banda de músicos del lugar, dirigida por la batuta  del maestro César Escudero Acosta, ejecutando marchas de su amplio acervo  músical, cuyas notas armónicas  entusiasmaban al público apostado en las vías por donde pasaban las personalidades, para llegar a la meta que era la Casa Municipal, ubicada en el lado Nor occidental  de la Plaza de Armas de nombre “Simón Bolivar”. 

   La comitiva ocupó los balcones del edificio  municipal; el colectivo copaba el tercio de la Plaza y aclamaba a los visitantes. Entre  ese gentío encontrábame acompañado de dos amigos, uno de ellos era mi recordado amigo Mauro Cano Rodolfo y el otro mi querido amigo y vecino, Enrique Castillo Ramos, quienes me flanqueaban.
     
    El discurso de saludo y bienvenida estuvo a cargo del Señor Alcalde Provincial don Pedro C. Alba Almadós, quien declaró huésped ilustre, entregándole las llaves de la ciudad a tan importante personalidad. Eduard Kennedy correspondió con un escueto discurso en la lengua de Shakeaspare, que era  traducido por el ingeniero  caracino don Carlos Chueca  a la lengua de Cervantes, el mismo  que comenzó con un exordio muy insinuante colmado de saludos y agradecimientos a los oyentes. 
     
     El eminente político enfocó el contenido de su discurso haciendo saber los nobles propósitos  del gobierno norteamericano de colaborar con el Perú, con la creación  del gran Parque Nacional Huascarán. Cuestión aparte, debo hacer recordar al lector, que en aquel entonces el mundo vivía en el aspecto político, los efectos de la “guerra fría” y del acontecimiento  mundial de la Revolución Cubana, por lo que la juventud latinoamericana y peruana, en especial, no escapaban de las influencias de ambas, por lo que se notaban más las simpatías por ésta última, en oposición  a los EE.UU. Lógicamente como país imperialista, la presencia de los visitantes no era objeto de muchas simpatías; por el contrario, causaba recelo en los jóvenes lugareños, de ese entonces.

Continuando con el relato, cuando ya el discurso casi llegaba a su parte final, éste fue interrumpido abruptamente por un grito estentóreo que proferí con la expresión de ¡Viva Cuba! con lo cual sorprendí a todos, incluso a mis dos amigos acompañantes; pero el discursante continuaba impertérrito, así como también   el traductor. 

En esos instantes se notó el movimiento sigiloso de los miembros de seguridad del Senador norteamericano  y de los elementos de la Guardia Civil, hoy Policía Nacional del Perú, pasando los tres (mis amigos y yo) por inadvertidos, cuando un policía pasó por el lado nuestro, siendo ya las dos de la tarde  terminó la ceremonia en la Plaza, por lo que me dirigí a mi domicilio, donde encontré a mi señora madre en cuya faz pude observar preocupación, quien me hizo saber con voz trémula de que acababa de retirarse una pareja de policías, que habían ido en mi búsqueda. 

Esta situación me hizo reflexionar  de que se trataba  de una acción de los clásicos “soplones”, pero mostrando serenidad, le relaté las incidencias en la Plaza de Armas, mientras ella muy pacientemente me servía el almuerzo. Una vez acabados mis alimentos, levantándome de la mesa me brotó el pensamiento: 

“ Al toro por las astas”, tomé la determinación de presentarme, de motuo propio, a la Comandancia Policial. Así, cuando eran las cuatro de la tarde, salí  de la casa pidiendo tranquilidad a mi madre y diciéndole que pronto estaría de regreso. Seguí la ruta que me señalé, para lo cual tenía que pasar por el Hotel “Araya” ubicado éste en el jirón Mariano Melgar, hoy destruido por el terremoto de mayo de 1970, lugar donde tenía que hacer un alto obligatoriamente para entrevistarme con mi gran amigo Raúl Lamberto Araya Díaz, el popular “Don Sofo”, hijo del propietario del hotel, con el que logré encontrarme, a quien comuniqué lo ocurrido y  a  la vez le dije que me estaba dirigiendo ese instante a la Comisaría. 

Le pedí que me llevara alimentos y ropa de cama en el supuesto de que  fuera detenido; nos despedimos y continué  mi camino, hasta llegar al lugar indicado, donde encontré al señor Comandante de Puesto, Sargento 2° de apellido Agama, a quien le sorprendió mi presencia de ponerme  a sus órdenes. Me invitó a pasar a su oficina, donde me hizo saber que él era el Comandante  de Puesto y como tal había  recibido órdenes superiores  para detenerme; luego me invitó a sentarme frente a él en un vetusto escritorio, sobre el cual  puso un libro de registros que sacó de un viejo escaparate y estirando la mano  sobre un viejo portalapiceros tomó de él, uno de madera con pluma de acero, con el que se dispuso a hacer  las anotaciones de mi manifiesto, empezando con “las generales de ley”, como la pregunta “de cajón”, de cuál era mi nombre, a lo que respondí nerviosamente Alejandro N. Méndez Olivera, señor; continuó  con mi edad, lugar de nacimiento, etc, etc. 
Al final le pedí que hiciera la anotación que mi presencia allí se debía a mi acción voluntaria así lo hizo; pero el señor policía me comunicó que desde ese instante me encontraba detenido por orden de la Prefectura de Huaraz, cuyo motivo que yo era el cabecilla de una asonada, con el agravante de haber promovido un escándalo durante la ceremonia de recepción al ilustre visitante, (desorden público).

Concluido este acto, fui conducido por el mismo comandante de puesto al temido calabozo, continente reducido en el que solamente se podía  permanecer de pie o en cuclillas, ambiente de una hediondez irrespirable, debido  a los pútridos orines de los ocasionales inquilinos, el recinto  por puerta tenía una reja de fierro, por donde se zarandeaba el frígido aire serrano. 

El paso de las horas tardaba más de los normal, llegando así las siete de la noche, lo que me pareció  una eternidad, la que se vio interrumpida  por la presencia  de mi amigo, Raúl llegó con  dos grandes  portaviandas las cuales tenían cuatro recipientes, con virtuallas como para un festín familiar, por lo que tuve que  compartir con mi  cancerbero. Es más, éste cargó con los excedentes  para su “rancho”. También Raúl me llevó dos frazadas grandes atigradas, con las que me arropé hasta el amanecer; pero entre todo lo que me llevó  Raúl, fue una enorme carga de optimismo con sus expresiones de aliento que hoy resuenan en mi mente, las que valoro con admiración y ahora le doy mi eterna gratitud, cuando me dijo: “Hermano, no puedes permanecer acá encerrado por más de 24 Hrs.; mañana a esta hora - refiriéndose  a las 7:00 p.m. - ya debes estar en libertad”.

Así de simple, como si se tratara de un hombre  experimentado, entendido  en leyes, evitando mi desmoralización y que se me cayera el mundo encima. Cumplida la hora de visita, Raúl se despidió, envié con él, un mensaje para mi empleador, el Dr. Bernardino Villegas Ramos, viejo abogado, aprista empedernido, de una amplia trayectoria política, en cuyo estudio jurídico yo oficiaba  de Secretario, a quien Raúl debería  comunicarle mi detención y  las causas que suscitaron este hecho. 
Así fue, porque al día siguiente,  muy temprano, acudió el Dr. Villegas a mi aposento, parlamentó conmigo acerca de mi detención y en tono paternal, me dio instrucciones, como producto de su vasta experiencia profesional, advirtiéndome que debería cumplirlas al pie de la letra en el momento de la manifestación. Me indicó que dijera al Comandante que la frase que exclamé en el mitin fue ¡Viva Cuba Libre!, expresión que se conocía por entonces como filonorteamericana, creada por los inmigrantes cubanos asilados en Miami; luego, despidióse el Dr. Villegas, demostrándome su confianza en sí mismo.

Cuando ya eran las cuatro de la tarde se me evacuó del fétido recinto a la oficina jefactural, para que se me  tomara la aludida manifestación en la que hice constar que la frase proferida en la ceremonia fue ¡Viva Cuba Libre!, la que fue anotada sin mayor dilación por parte del policía. Terminada la sesión se me  devolvió al calabozo.
Profesor Alejandro Méndez, Pdte de la Asociación de Caracinos en Trujillo, despidiendo a Isaias Zavaleta Figueroa, escritor,, matemático y misionero de la  fe.
Momentos posteriores, el Dr. Villegas, basado en esta aseveración, telefónicamente ante el Señor Prefecto planteó el alegato de mi defensa, quien manifestó que la tergiversación de la frase se debió a una falsa percepción auditiva de alguno de los “soplones”. La tarde entraba en penumbra, cuando de la Prefectura departamental llegaba telefónicamente a la Comisaría  la orden al señor Comandante  de Puesto  la de  libertad inmediata del detenido Alejandro Méndez Olivera. El Sargento Agama como buen subalterno, sin dudas ni murmuraciones, dio cumplimiento a la disposición prefectural. 

Fuí inmediatamente liberado , cumpliéndose así la predicción de la víspera de mi amigo Raúl, abandoné el puesto policial  en compañía de mi abogado adhonoren y de mi fiel amigo, que nos aguardaba en la puerta de la Comisaría. El Dr. Villegas, muy entusiasmado por  el éxito del caso, nos pidió acudir al templo de Baco, para rendirle pleitesía, lo que nosotros gustosos aceptamos.


T. 22/04/02.

PERU 68, LA OPORTUNIDAD PERDIDA, por JORGE ZAVALETA ALEGRE

JORGE ZAVALETA ALEGRE Lima/Washington

El golpe de Estado de las  Fuerzas Armadas, liderada por el general del Ejército Juan Velasco Alvarado, en 1968, fue la oportunidad que perdió el Perú para iniciar la transformación de  un país feudal  en una progresiva economía social.

Esta es una de las conclusiones a la que nos conduce la lectura de La Revolución  que sacudió al Perú, Editorial Mitin, publicado por  María Delfina Alvarez Calderón A (Lima, 2 de octubre de 1930) con una licenciatura en Historia por la PUCP (Universidad Católica de Lima) y Enrique Alvarez Calderón G (abril 1920), especialista  en Relaciones Públicas y funcionario  de la International Petroleum Company, y  en  la Compañía Petróleos del Perú creada en 1968, y autor de Memorias 2013.

Ambos autores reconstruyen  en base  de tres testimonios  y  catorce entrevistas a protagonistas en la  gestión pública de ese gobierno militar, poniendo énfasis en la etapa previa del retorno a la “democracia en 1980, luego de doce años   de una revolución”

Los autores examinan e inciden  en las ideologías que prevalecieron  durante  el gobierno revolucionario y que convivieron enfoques  radicales. Fue una administración asumida institucionalmente  por las Fuerzas Armadas, cuyos altos mandos pusieron especial interés en el  Centro de Altos Estudios Militares (CAEM), la notable presencia del Instituto Nacional de Planificación, de los sectores de la producción, la cultura,  el  Sistema Nacional de Movilización  Social – Sinamos, una cancillería vinculada al  Tercer Mundo y a  los No  Alineados.

Después de casi  medio siglo, sin duda esta publicación  es oportuna, y sus autores perciben al gobierno militar, en su primera y  segunda fase como un todo coherente. Se considera que en la segunda fase siempre estuvo vigente el pensamiento y la acción del presidente  Juan Velasco (Piura, 1910 - Lima, 1977), quien fue agregado militar en Francia y cuya muerte concitó una de las manifestaciones más  grandes y masivas de la historia republicana.


En la investigación, los autores afirman que la presidencia de Francisco Morales Bermúdez  Cerruti (Lima, 4 de octubre de 1921), comenzó a romper el andamiaje de la primera  fase.

Esa quiebra del proyecto inicial, conviene precisar, provocó un creciente descontento popular y un clima para la emergencia  de movimientos anarquistas  y violentos como Sendero Luminoso y el MRTA.

Velasco dio un golpe de Estado, que derrocó al arquitecto Fernando Belaúnde, quien inició una tibia reforma agraria,  la cual  fue radicalizada por el gobierno revolucionario.

Apoyándose en los estamentos nacionalistas del Ejército se fue desarrollando el proceso, pero las  agrupaciones y pequeños partidos de izquierda, incluyendo el gremio magisterial, no comprendieron los alcances de las  reformas.

Inclusive la llamada derecha económica, dueña de las minas y de las tierras, tampoco percibió el proceso. Su falta de visión se opuso al cambio  estructural.
En el siglo XXI se ha reconstruido la propiedad de la tierra para aumentar la exportación primaria de alimentos   y una minería trasnacional, incluyendo inversiones con “bonos buitre”.

La política reformista,  antiimperialista para los simpatizantes de la primera fase, significó la nacionalización de las empresas petrolíferas norteamericanas y británicas. También la reforma del poder judicial, de la banca, la minería y la industria, en búsqueda  de una mayor participación popular en la vida económica y política del país.
Este proyecto  tuvo alguna cercanía con el Ecuador y Panamá. Mientras  las fuerzas armadas  de  Chile, Argentina, Brasil impulsaban economías de libre mercado con intensa represión contra los opositores,   como ocurrió con Pinochet y Videla, condenados por Tribunales Internacionales por   violación  de  DDHH.

En 1972, el gobierno de Velasco reanudó relaciones con el Gobierno de Cuba, y la  izquierda consideraba de insuficientes esas.  El 29 de agosto de 1975, Velasco fue relevado de la presidencia por un movimiento institucional encabezado por el general Morales, quien auspició el retorno a la democracia tradicional.

Llegamos a octubre del  2016, la pobreza y sobre todo la inequidad en Perú continúan siendo problemas centrales,  no obstante los progresos obtenidos  con el aumento de las exportaciones mineras  y agrícolas.


La Tasa de crecimiento del empleo entre el 2012 al 2016 fue 1% anual, y continúa decayendo. La concentración del ingreso es tan alta. Se calcula que en el uno por ciento de la población nacional se concentra el 99 por ciento de los ingresos.

Si comparamos los  gobiernos desde 1990 al 2016, estos están sembrados de corrupción. Con un Fujimori, condenado a 25 años de prisión y la  pareja  Humala-Heredia, es  acusada por su vinculación con la firma Odebrecht del Brasil y el Gasoducto Sur Peruano, sobrevaluado en más de 14 mil millones de dólares, cuando en el 2015 fue denegado  y valorizado solo en  3,500 millones de dólares norteamericanos.

Los sectores más pobres continúan concentrándose en las áreas rurales, principalmente en la sierra sur.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), desde 1990 calcula el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que clasifica a los países a partir de un índice compuesto por el PBI por habitante, la esperanza de vida al nacer, la alfabetización y la matrícula escolar.

Durante los últimos cinco años el número de trabajadores migrantes que habitan en América Latina y el Caribe subió de 3,2 a 4,3 millones, y muchos más transitan por corredores migratorios rumbo a otros lugares del mundo. Los peruanos ocupan uno de los primeros lugares. 



A manera de conclusión, La Revolución  que sacudió al Perú, remarca que la Fuerza Armada irrumpió en su conjunto para  transformar profundamente  esas  estructuras (obsoletas) a fin de modificar  el status vigente en los  campos de la política, la economía y la agricultura. Pero en 1980 se cerró uno  de los episodios más importantes de la vida republicana.

Asesinan a fotógrafa de “National Geographic”

A VECES


A veces
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Aveces, como esta noche, escribo para sonreír un poco, o sonreír un poco más. Me gustan los inventarios, mis inventarios de chicas soñadas, ansiadas, deseadas, hiperbolizadas, muñecas que, finalmente, nunca poseeré. Me gusta recordar apenas el año pasado. Sandra Luciana toda de negro enviándome mensajes de texto al celular, esperando que llegara, pronto, a la esquina de Forbes y Craig. Íbamos a ver una película del gran Jacques Tati. Íbamos a reír mucho esa tarde del domingo con una película tan clásica que, como otras, yo descubría para ella. Yo tenía mis planes, quería, otra vez, tenerla cerca, a mi costado, escuchando su respiración agitada, mirando por entre sus anteojos, otra vez toda de negro, otra vez mía, una vez más pura y entera. Entonces había planeado comer hot dogs, y lo hicimos, ella, en su bien dominado inglés, ordenó sin displicencia. Yo me dispuse a la ceremonia. Me sentía un hombre gordo, viejo y agotado junto a alguien tan núbil como ella. Gozaba con sus brazos largos y desnudos. Llevaba un vestido corto, negro otra vez, una vez más, los anteojos, lo supe entonces, eran Donna Karan, las gafas de montura negra que terminarían por inmortalizarla. Y le dije que estaba como para una foto. Hubieras traído tu cámara, respondió, avispada, atrevida. Entramos en el cine. La película nos colmó con todo su colorido. Jacques Tati era brillante y original. Sandra Luciana se había cuidado de empaquetar las papas fritas para disfrutarlas durante la proyección. Yo, a cada momento, recordaba ese cuento tan traicionero de Onetti, “La cara de la desgracia”, yo era el hombre pensativo, perezoso e intelectual ganado finalmente por la causa de una temible lolita. Ni el crujir de las papas fritas me distrajo de su omnipresencia. Otra vez, una vez más, el cine, la película, Tati, la original trama, todo eran pretextos. Su vestido corto nunca disimularía la redondez orgánica de sus rodillas. Yo era su siervo. Hubiera descendido a besarlas, de mis labios hubieran salido ósculos directos, poderosos, acaso ingenuos. Ella reía con cada escena. Yo esperaba, sigo esperando. Entonces la película, ese símbolo cinematográfico que nos unía desde unos meses atrás, llegó a su fin y caminamos, juntos, hacia la parada de autobús. Me sentía torpe queriéndole explicar cosas. Me sabía nervioso, impaciente. Ella reía con sus dulces dientes. En el bus de regreso hice un par de comentarios sobre el sistema académico norteamericano. Ella, impávida, no abandonaba la sonrisa que siempre sería una invitación, una puerta abierta. Pero la promesa finalmente no se cumpliría. Volvimos al inicio, a Forbes y Craig, donde la esperaba su bicicleta, no regresaríamos caminando juntos a nuestro barrio. Fue entonces que ni siquiera le di un beso y nos despedimos. Fue cuando montó en la bicicleta y, audaz, comenzó a pedalear. De pronto ya era lejana. No me quedó más que caminar, pero nunca cabizbajo, la noche era larga, siempre sería larga y esquiva. Sandra Luciana llenaba mi mente, desde su reciente adolescencia. Todo había sido tan rápido. Quizá sólo unos meses antes. Quizá esa dirección de e-mail que casi adiviné. Que realmente adiviné. Y la respuesta tan rápida y entusiasta, que sí, por supuesto, quería ver películas conmigo. Y yo actuando como un Pigmalión cinematográfico. La tuve cerca, a mi lado, como en cuatro o cinco funciones. Terminé grabando su respiración entre mis recuerdos. Ya para entonces me turbaba, me turbaba ese pantalón negro y las caderas atrevidas, la espalda casi de gimnasta, la mirada capciosa, pícara, singular, especial. También fue emocionante el intercambio de correos, me gustaba esa forma suya tan irresponsable y juvenil de pensar. Siempre tenía una respuesta, no evadía nada, no tenía por qué hacerlo. Un día me contó del tatuaje de la pantera que se estamparía en la espalda. Yo imaginé esa espalda tersa y joven, y también, y por fin, mía. Quizá mi ingenuidad avanzaba sin control, pero no me importaba. Tampoco me importaba que nuestros veinte años de diferencia sugirieran o protagonizaran el ridículo. Finalmente allí estaba, ella siempre, como esa noche en que yo, tan nervioso, presentaba una película chilena en el auditorio, y ella me miraba con atención y yo descubría su cara de niña, inocente, olvidaba la tortura que significaba a veces noches enteras cuando la prefiguraba salvajemente mía, cuando prefería imaginarla entre mis brazos, totalmente entregado a ella, suspirando de goce, gritando mi placer, sintiendo cómo se acurrucaba entre mis brazos, cómo me besaba el vientre o cómo miraba fijamente mis ojos, buscando una mentira, la razón de una mentira.

Fue eso y más. Siempre más. Inacabable, inexistente. Ahora que se ha marchado, quizá para siempre, sé que no fue ni aventura ni pretexto, ni chiquillada. Era toda una mujer. Las llantas de la bicicleta avanzaban sobre el asfalto y ella afirmaba las piernas duras, el pecho fuerte, femenino, saliente. Quizá mi comportamiento debió ser distinto, quizá debí ser más avezado, quizá debí tener respuestas, precisas, para todas sus preguntas. Puede que este sea otro inventario, pero ella no será una más. Rotunda, inteligente, desde su lejanía o su ternura, allí estará, observándome sabiamente, como cuando disfrutaba las películas a mi lado o me regalaba sus sonrisas. Esa era, fue, nuestra unión, nunca indisoluble. Fue nuestro juego, nuestro atrevimiento. La tarea, ahora, es no olvidarla, levantarle un altar, rendirle un homenaje, imaginar, desear que no se ha ido, que va a volver, que otra vez todo será como antes. Sandra Luciana, la ropa negra, las caderas, las rodillas, los ojos protegidos por las gafas, la certeza de que el cine nos eleva, nos une, nos santifica. Eso, todo eso eres tú, mi niña veneno, Sandra Luciana.

Escritor, crítico de cine y periodista peruano (Trujillo, 1968). Es doctor (Ph.D.) en literatura latinoamericana por la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos). Además, tiene estudios de literatura, periodismo, cine, publicidad y análisis político en la Pontificia Universidad Católica de Lima (PUCP) y en el Instituto Idea, de Caracas (Venezuela). Su obra creativa incluye la novela Católicas (1998) y una colección aún inédita de cuentos. Ha publicado ensayos y reseñas en revistas académicas como Mester, Variaciones Borges, Revista Iberoamericana, Nomenclatura y Visions of Latin America. Su carrera periodística en Lima y América Latina incluye artículos en diarios, revistas y agencias de noticias como Argenpress (Argentina), Notimex(México) y DPA (Alemania). En 1998 participó en el volumen colectivo Literatura peruana hoy: crisis y creación, editado por la Universidad Católica de Eichstätt (Alemania), con el ensayo “El cine en el Perú: ¿la luz al final del túnel?”.