Francisco
Carranza Romero*
En Medio Oriente está el Mar
Muerto, muy conocido desde la antigüedad. La leyenda dice que allí moraron
pueblos corruptos que fueron destruidos por el castigo divino (Génesis cap. 20).
En el siglo XXI muchos ríos que pasan por las ciudades también se están
muriendo, no por la salinidad ni por estar debajo del nivel del mar ni por el
castigo divino, sino porque la gente sin conciencia ecológica arroja sus
inmundicias a sus aguas.
En el interior de esta gente
“civilizada” (Civitas: ciudad. Civis: ciudadano) también corren ríos
contaminados de muchos prejuicios. He tenido que recurrir a voces latinas
civitas, civis para relacionarlas con las hispanas “civilización, civilizado”
de las que abusan los pajarracos citadinos.
Volviendo al río, hay muchos
envenenados y casi muertos. Y el Santa es uno de ellos.
Río Santa y mi experiencia infantil
Mi comunidad materna de
Quitaracsa, por donde corre el río cristalino del mismo nombre y es afluente
del Santa, tenía entonces una escuelita sólo hasta el Segundo Año de Primaria. Para
continuar los estudios mis padres me enviaron a Caraz, (capital de la provincia
de Huaylas, departamento de Áncash, Perú). Ellos querían que yo estudiara más
para ser alguien y no un simple campesino perseguido por pensar y decir: La
tierra es de quien la trabaja.
Después de un año de castellanización forzada y sin planificación en
la Escuela Primaria 339 -ahora no existe-, ya comprendía y usaba esta segunda
lengua en la que escribo este texto. En una clase de Lenguaje el profesor explicaba
sobre la concordancia obligatoria del género del adjetivo con el sustantivo.
Yo, muy intrigado, asimilaba la regla del castellano haciendo comparación con
mi lengua materna quechua que no tiene marcas distintivas de género para el nombre
ni para el adjetivo. Entonces, en un arranque de valentía y de extrema
inquietud, recordando las letras del huayno que estaba de moda: “Rio Santa, Río
Santa caudaloso”, me atreví a formular la siguiente pregunta:
-Señor,
¿por qué Río Santa y no Río Santo?
Me refería al río que recorre el valle del
Callejón de Huaylas de sur a norte que, rompiendo la Cordillera Negra, se
dirige al oeste hasta llegar al Océano Pacífico. Así veía en el Mapa del
Departamento de Áncash colgado en la pared del aula. El profesor, sorprendido,
se dirigió a mi carpeta. Me miró con ojos centelleantes y apuntándome con el
índice rígido me contestó.
-Oye, primero atiende bien la clase para dar
un buen examen. ¡Ahora deja de preguntar!
Lo dijo con voz autoritaria
y sorna que toda la clase me clavó la mirada y, al oír la risa del señor, estalló
en sonora risa. Mis compañeros me miraban mientras se carcajeaban
contorsionándose. Yo también me contagié del ambiente que terminé riéndome. Pero,
quizás, me habría reído de la salida precipitada del señor.
Terminada la clase, ya fuera
de la escuela, el compañero Epicho Flores Oro, de más de 18 años, de padres
campesinos como yo, me dijo palmeándome el hombro: Oye, fregaste al señor. Él
no ha podido contestar.
Años después, por mi propia
investigación supe otros nombres del río: Hatun Mayu (Río Grande), Río Huaylas
y Río Santa (Santa es el nombre del pueblo donde desemboca). Inicialmente habría
sido Río del Santa; pero, con el paso del tiempo, desapareció la contracción
“del” en medio de la frase. A este fenómeno los lingüistas lo llaman elisión.
Aunque pasaron muchas
décadas, esa escena parece siempre reciente. Es que los ríos subconscientes de
muchos peruanos no se descontaminan con la escuela ni con la religión
Río Santa en el Siglo XXI
En mi niñez Río Santa,
aunque turbio, aún estaba vivo y sano, allí pescábamos truchas y pejerreyes; allí
nos bañábamos y veíamos patos silvestres. Sin embargo, en los inicios del siglo
XXI, en vez de mostrar más vida, languidece. Y, así moribundo, este río generoso
riega más sementeras, y quita la sed de más pueblos de Áncash y de La Libertad.
Aunque no soy especialista
en Hidrología ni en el tratamiento de agua contaminada, me preocupo porque veo
que el río se está muriendo. Es que, desde niño vi y oí el trato respetuoso y afectivo
de mis mayores hacia el agua: Yaku Mama
(Madre Agua), Qucha Mama (Madre
Fuente o Madre Lago). Por este amor al líquido vital ahora me atrevo a hacer
las siguientes sugerencias a las autoridades, instituciones y ciudadanos que
aman a la naturaleza:
Promoción de la cultura ecológica de la población. Esta
educación ecológica debe impartirse usando todos los medios de comunicación en
el hogar, en las escuelas, en los centros de trabajo, en los templos; es decir,
en todo lugar, porque la vida de la naturaleza es responsabilidad de todos.
Educar a los ciudadanos para
que cuiden sus ríos. Sancionar a los que conectan las tuberías de desagües al
río y le arrojan sus basuras.
Cuando estemos educados en
el amor a la naturaleza podremos oír el canto, el llanto, la risa o el relato
de los ríos.
Participación de las universidades de Áncash y La Libertad.
Los docentes y estudiantes deben analizar el agua del río en diferentes lugares
de su curso. Según el grado de contaminación, elaborar proyectos de búsqueda de
soluciones sustentables.
Construcción de plantas de tratamiento de agua contaminada. Estos
centros deben estar en áreas más pobladas como Huaraz, Carhuaz, Yungay y Caraz.
Sólo el agua purificada debe llegar al Río Santa.
Fiscalización de las empresas mineras. Las minas de la Cordillera
Blanca y Cordillera Negra deben responsabilizarse del tratamiento del agua que
usan para no envenenar el Santa y sus afluentes con sustancias tóxicas.
Instalación de tubería gruesa en la ribera del Santa.
Esta tubería recibirá las aguas servidas y llevará hacia las plantas de
tratamiento.
Responsabilidad de las autoridades. Los alcaldes del
Callejón de Huaylas, Chimbote, Virú y Trujillo deben tomar con seriedad el
problema de la contaminación del Santa que da vida a los campos y pueblos de
sus jurisdicciones. Con estudios y proyectos iniciar las obras de purificación
del río. Si el problema es bien planteado no faltarán instituciones nacionales
y extranjeras para ayudar a solucionar.
Muchos ríos que cruzan las ciudades populosas del mundo
como Támesis (Londres), Sena (París), Han (Seúl) también fueron víctimas de la
contaminación por la urbanización y el desarrollo industrial. Pero, después del
estudio, tratamiento y purificación, ahora son ríos de aguas limpias que
alegran y refrescan con nuevas vidas: peces, algas, aves y verde vegetación en
sus orillas.
Con estas experiencias se
debe iniciar el trabajo de curar el Río Santa que, aún enfermo, ofrece sus
aguas a los pobladores, animales y plantas. Cuando el río recobre su pureza
volverá la vida a sus aguas. Las truchas, pejerreyes y patos nos agradecerán y
alegrarán. Entonces sí, el Cañón del Pato tendrá patos. Entonces nos sentiremos
parte de la naturaleza, y no la miraremos como enemiga o una fiera por
dominarla.
* Profesor de la Universidad de Corea del Sur
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