Papel de Arbol

martes, 14 de febrero de 2023

PSICOANALISIS ESTIVAL Jorge Zavaleta Balarezo (14 Enero 1968)

 

Lienzo de July Balarezo Historiadora e integrante del TallerMestres, Barcelona-Lima.

Psicoanálisis estival

Jorge Zavaleta Balarezo (14 Febrero 1968.-2017)

Cuando llegan las seis de la tarde —esa hora que encierra, juntas, incertidumbre y esperanza—, desde el malecón de Pucusana se observan las ondas marinas, furiosas, en un constante devenir, hambrientas de venganza. Los minutos, a la par, persisten en su paso hasta que el sol —un círculo amarillento, casi rojizo— se esfume, tragado por la tierra, allá en el lejano horizonte, cediendo, aunque de mala gana, su lugar a la tenebrosa oscuridad: símbolo eterno de la noche que todo lo cubre, tratando de comportarse como un bondadoso ogro mitológico.

María surge de pronto, caminando con lentitud. En la playa, las olas remueven las piedrecitas, las cambian de posición, queriendo dar a entender aún más —¿por qué serán tan obstinadas?— su consabida superioridad. Los pasos de ella —intentando detenerse de a pocos— son certeros.

 Son pasos que imitan los tiros al blanco, escuchados hasta hace poco: tiros de cazadores practicando antes de sus matanzas, por las tardes. Su piel, a pesar de la oscuridad marina del momento, se advierte bronceada, aunque es blanca de origen. Cubierta por prendas fugaces. Los tiros están dispuestos a herir o matar aves indefensas, inquilinas de ese cielo límpido, un manto con blancos adornos gaseosos. Una blusa crema con botones del mismo color, semiabierta, provocando, sugiriendo. Sonreía. Un pantalón de esos popularmente llamados calientes, un short, azul y desteñido.

Ella le sonrió, pero no se detuvo. Continuó descendiendo las escaleras, tratando de alcanzar el océano. Él sí se detuvo. Alelado. Aturdido.

Él se cruzó con la esbelta figura cuando se aprestaba a bajar las gradas de concreto, camino a la orilla. Si ella fuese como la prenda y quizá más, quizá ardiente, la alegría, visitante oportuna, aumentaría. Allí, ausencia de gentes. Pucusana, la apacible caleta al sur de la metrópoli, tiene más barcos que personas. Ondas y ruidos parecieron tranquilizarse por la soledad presente. La caleta es portadora de una espléndida hospitalidad, con sus restaurantes dispuestos a recibir acalorados, sedientos clientes, y sus casas blancas, con agua para vender en las puertas, dicen traída de muy lejos, nunca de dónde.

 Esa noche, desacostumbrada a visitantes así, se preparaba a recibir la exclusiva forma de la damisela de paños llamativos, seductores, fugaces. Eróticos. Él, sin quererlo, empezaba a conocerla. Luego —apenas unos instantes posteriores, deseándolo ahora— a amarla. Una población tranquila. Un lugar acogedor, frecuentado por familias enteras, ávidas de ocio, placer —¡ah!— y diversión —¿qué más podía hacerse?— en la época estival.

Al principio no entendió o no quiso hacerlo, esa enternecedora sonrisa canicular —sí, porque el veintiuno de diciembre estuvo aquí y esta era su secuela—, mostrada por unos dientes blanquísimos, partes de una boca romántica… labios carnosos, rojizos…

Ella le sonrió, pero no se detuvo. Continuó descendiendo las escaleras, tratando de alcanzar el océano. Él sí se detuvo. Alelado. Aturdido. Sus pies se negaban a dar pasos. Su cuerpo, él mismo, no sabía qué hacer, qué decir, qué plantearle o proponerle a esos hermosos ojos incansables.

Se recostó en la arena. Su cuerpo delgado, su blusa enterrada. Con la grava y arena formaba un trío. Grava y arena, grises y frías. No importaba. También, en el suelo natural, los largos cabellos rubios descansaban. Cerca, un rompeolas dejaba escuchar el ondulante pero sobre todo violento recorrido marino, intentando rendirle a ella un homenaje que aceptaría como otro cumplido —debía estar demasiado acostumbrada—, nada especial —pensaría—, recibido con una fingida indiferencia.

Bajó por fin a tratar de conversarle. Primero la miró. Ella, aunque no lo distinguía, buscaba el horizonte. Las estrellas los acompañaban, tan lejanas y útiles a la vez, sin encapricharse, sencillas, iluminando desde donde estuviesen así sólo vivieran en ilusionadas mentes. Necesitaba hablar con alguien. Él lo advirtió. Para fortuna propia, era el único interlocutor posible en millas… y el más avezado.

 Nombre. Dirección. Teléfono. Gustos. Manera no muy excéntrica, suponía, de iniciar una conversación. Tanto para averiguar de una amiga recién hallada, una amante en potencia. Optimismo. Intuía su nombre, su rostro era elocuente. Nombre de virgen, no te equivocaste. Recostada y pensativa, qué pensaría sobre su presencia. Seguro cavilaba en el próximo día, cuando, era una costumbre, ese círculo brillante resurgiese de su exilio y volviera a iluminar el paisaje, a aclarar el pueblo.

Por la mañana, los pescadores irían a encontrarse con el alimento y la mercadería. Irían en sus bolicheras, lanchas carcomidas por el tiempo eterno. En el pueblo, los heladeros buscarían clientes deshidratados. Ahora, sin embargo, era de noche. Las luces se mostraban muy pálidas y ella seguía echada en el borde, en las orillas veraniegas casi tibias, sintiendo la brisa y balbuceando, al comienzo, algo, queriendo dar a conocer tantas cosas que, de pronto, tenía metidas en la cabeza.

Su mente daba vueltas. Sus pantorrillas sufrían escalofríos y sus huesos, entumecidos, se negaban a otro movimiento, ni uno más siquiera, así fuera leve. Retornó a la orilla.

Se despojó de su blusa. En pantalón corto y la parte superior del bikini entró al mar. Estaría gélido a esa hora. Ella extrañaría al sol pero se conformaría con mojarse, remojarse en esas aguas abandonadas al momento por el calor. Ella se bañaba y riendo salpicaba espuma: luego empezaron sus carcajadas. Él quiso unírsele. Sentía ese éxtasis, como en la película de Hedy Lamarr, tanto como la mujer que seguía internándose entre las olas a manera de móviles arenales. La ropa no se despegaba de su cuerpo. Le privaba de la tentación. Mejor, de la acción.

 Escuchaba su risa, similar a la de una histérica, no sabía por qué, y recordaba la conversación de antes. Su nombre, su apellido. Él se presentó. Luego ella, con entusiasmo. Muy cerca, a pocos metros de ellos, se divisaba la isla de rocas negras, una especie de pequeño acantilado. Hablaron de pintores flamencos, de El año pasado en Marienbad en cine club, de Thomas Mann, de la literatura que él estudiaba en la universidad. La convenció para llevarla a almorzar. Se refirió al siguiente campeonato de vóley, al teatro en la ciudad. ¿Y la urbe? ¿Cómo estaría? Más allá de vomitar humo, uno de sus goces inevitables, otros hechos estarían ocurriendo. Los autos iban hacia ella, por la vieja carretera, a contaminarla con sus tubos de escape y anunciando su llegada con el infernal chirrido de relucientes llantas.

María dijo me voy y sus brazadas, tan ágiles y sorprendentes, la alejaron de él, de su vista, y la contagiaron de mar, de agua salada, de infinitud. Trató de ubicarla. Era tarde. La inmensa oscuridad del cielo impedía cualquier pesquisa. Se perdió con rapidez entre las olas o desapareció tras las rocas negras. Esperó quince minutos y no la veía. Se impacientó. Transcurrió un rato, largo, nervioso. La madrugada reemplazaba a la noche y él se decidió a investigar.

Dónde estarían los largos cabellos rubios. Dónde las piernas bronceadas a plenitud y exhibidas en secreto. Dónde la mujer dichosa y sonriente. Tenía esperanzas de poder encontrar su figura, escuchar otra vez su voz, ver su cuerpo entero y plácido. Se zambulló en el agua y nadó hacia la isla. Unas cuantas algas y otros tantos erizos fastidiaban el recorrido. Buceó un poco. No estaba por allí. Quiso ser un submarino para explorar las profundidades a ver si la ubicaba flotando entre el reino de lo desconocido.

Su mente daba vueltas. Sus pantorrillas sufrían escalofríos y sus huesos, entumecidos, se negaban a otro movimiento, ni uno más siquiera, así fuera leve. Retornó a la orilla. Tomó sus prendas que evidenciaron fidelidad mientras su dueño luchaba entre los límites marinos.

Se encaminó al pueblo. Pucusana debería estar durmiendo. Qué hora sería. Ya el tiempo no importaba, nunca importa. Era el momento, él con el cuerpo mojado —agotado y friolento— podía sentirlo, de las brujas que quedaban de primavera y de los mostrencos veraniegos que soltaban sus hechizos, cometían sus travesuras horrorosas tantos días, que, esta noche, la luna, tímida, se negaba a salir, a presentarse entera.

Llegó a su casa. Se acostó, rendido. Los gallos cantaban con sonora insistencia. No cesaban sus llamados a los durmientes, sus afinados coros se convertían en sinfonías prematinales. El sol brillaba otra vez, entró por la ventana con intensidad hiriente, molestando sus ojos, obligándolos a abrirse. Los gallos y el sol, el estío y la naturaleza con su vehemencia le dijeron levántate y estaba incorporándose, dejando, para no perder la costumbre, la cama sin hacer, cuando llamaron a la puerta.

No recordaba mucho de lo ocurrido horas antes. Olvidó sus posibles culpas y su nueva —misteriosa— amistad. Un oficial con revólver al cinto, de esos tipos que usan uniforme y armas para intimidar y nunca lo logran, se presentó y solicitó —él lo dijo así— su identificación.

Pudo rememorarlo. Ella. María, ese nombre flotando en su sueño. El ofrecimiento a almorzar. Febrero era el mes de la canícula por excelencia. El cine club de la ciudad de la torre. Que cuál es su nombre. Era periodista. Que en qué periódico. Las cimbreantes tanguistas disfrutaban, apenas el sol nacía, de su estada en el balneario. No tenía trabajo estable ni pensaba conseguirlo. Algunos caballeros, la mayoría tímidos, miraban a las bellezas desde el malecón. Que qué hacía aquí. A usted no le importa. Unos golpes verbales hábilmente intercambiados. Le tocaba interrogar. Lo haría con gusto. Con suspenso. Con temor. Que qué querían de él. El guardia no mencionó para nada a María y menos a una chica que yacía en el mar, flotando sobre las aguas con la boca abierta, mirando al cielo, esperando ser levantada por ángeles anónimos, quizá hasta pecadores.

Era una simple revisión, un tipo de censo, le dijeron. De la sociedad podía esperarse cualquier acción y más aún de sus fuerzas represivas. Los autos jugaban a perseguirse en las curvas del cerro, mole pétrea indestructible que protege, aunque no está cerca, el poblado. Los niños seguían pensando cómo mejorar sus habilidades arquitectónicas a la par que contemplaban el derrumbe, para ellos una catástrofe, de sus castillos arenosos medievales. Fácil era hacer tortas, no construcciones fortificadas.


Retornaba a su lecho, pero llamaron nuevamente a su puerta. María rubia y fascinante. Y no era (¿o sí?) un fantasma. Con la blusa transparente y húmeda. Riendo, por variar, quizá. Preguntándole si estaba asustado o si se había entristecido. Pidiéndole un refresco. Sonriendo con sus dientes blanquísimos. Decidida a contarle toda su vida. Diciéndole que no tenía nada que hacer. Ofreciendo preparar el almuerzo, la cena: me quedo a dormir si quieres, me portaré bien. Una niña contando cuentos de hadas. Él no comprendía esta situación, su actitud aparente, su modo de ser, su comportamiento, sus complicadas intenciones amorosas impersonales. Cuál era su mundo interior. Trató de ser psicoanalista. Ella, hablaba del mar.

Las personas presentes en la defensa escucharían atentas, quizá hasta estupefactas, aunque el caso no era tan novedoso, pero sí hiriente para el principal implicado, es decir él mismo.

Le dijo chao al dejarlo en una esquina de la avenida Pardo. Mañana te veo. Pasaron los días, las horas, interminables, los minutos angustiosos, los segundos como valiosas gotas de un antídoto vital. Pasaron las semanas, los meses. Un año. Le salían canas, ficticias, y su espera se prolongaba infinita, misteriosamente. ¿De veras se ahogaría en el mar aquella noche? Qué sería de ella. El auto con la placa de rodaje (LOVE8$) circulando por la tierra. Ella y sus ojos llamativos, guiñándole, permanente en sus sesiones oníricas, en sus despertares sudorosos.

Compró un diario. Leyó la página cultural. Confirmó sus sospechas. Esa tarde, la señorita María… sustentaría su tesis para optar el grado de doctora en psicología en la universidad urbana. No continuó las líneas.

Imaginaba el resto. Una estudiante, futura psicoanalista, conoce a un hombre e intenta examinarlo con extrema suspicacia. Ella corre al mar, se esconde. El paciente, ignorante de que es tal, no la sigue y la deja ir. Ella aparecerá en su casa y averiguará, por testimonio personal e inconsciente, todo cuanto necesita saber de él, un falso amigo, un falso amante. Anotó la dirección del auditorio. Se interrogó sobre su próximo paso. Las personas presentes en la defensa escucharían atentas, quizá hasta estupefactas, aunque el caso no era tan novedoso, pero sí hiriente para el principal implicado, es decir él mismo. El jurado pensaría en el paciente. En el armario del dormitorio encontró el revólver, igual que en las películas. Lo limpió, lo introdujo en una bolsa de plástico, luego en el bolsillo interior de la chaqueta. Salió rumbo a la universidad. En el camino, mientras el auto patinaba en la autopista Ventura, se descerrajó, con violencia, un tiro en la sien, segundos después de pensar en lo imposible. En ella. En María.

Jorge Zavaleta Balarezo

Escritor, crítico de cine y periodista peruano (Trujillo, 1968). Es doctor (Ph.D.) en literatura latinoamericana por la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos). Además, tiene estudios de literatura, periodismo, cine, publicidad y análisis político en la Pontificia Universidad Católica de Lima (PUCP) y el Taller Robles Godoy. Su obra creativa incluye la novela Católicas (1998) y una colección aún inédita de cuentos. Ha publicado ensayos y reseñas en revistas académicas como MesterVariaciones BorgesRevista IberoamericanaNomenclaturaVisions of Latin America y Catedral Tomada. Su carrera periodística incluye artículos y crónicas en diarios, revistas y agencias de noticias como GestiónButacaVoces (Perú), Argenpress (Argentina), Notimex (México) y DPA (Alemania). En 1998 participó en el volumen colectivo Literatura peruana hoy: crisis y creación, editado por la Universidad Católica de Eichstätt (Alemania), con el ensayo “El cine en el Perú: ¿la luz al final del túnel?”.

Sus textos publicados antes de 2015
108 • 112 • 116 • 120 • 123 • 127 • 133 • 138 • 143 • 175 • 261 • 288
Editorial Letralia: Q. En un lugar de las letras (coautor)
Editorial Letralia: Residencia en la Tierra de Letras (coautor)


Papel de Arbol, creado en 2006 en Lima por July Balarezo, Taller Mestres Miraflores-Barcelona.

y  Jorge Zavaleta Balarezo, PHD en Literatura y Cine Universidad de Pittsburgh, PA EEUU.

Desde 2017:  Julia Zavaleta Camerieri, Psicologa y Master en Administracion Economica por Mont St Mary University de Emmitsburg, MD.- Jorge E. Zavaleta Alegre Periodista.











LOS TERREMOTOS......1970 desde Mexico y Peru publicados por The Nueva York Times

 



Jorge Zavaleta Alegre. 
La naturaleza se ensaña con los más pobres.
Los terremotos de Nepal, Haití y Ancash  (Peru), son algunos referentes  del ensanamiento de la naturaleza contra la humanidad. Y tambien  modelos de arquitectura que desafian los mas grandes azotes en el planeta tierra. 

En el camino que atraviesa  Casma – Huaraz, a  unos 350  kilómetros al norte de Lima,  las viviendas construidas en tiempos remotos siguen intactas, inclusive  después del terremoto del 70. Tampoco afectó el sistema de regadío, confirmo el sismólogo  Julio Kuroiwa, en una obra  premiada por las NNUU, que narra los  viajes de estudio con sus alumnos  de la centenaria Universidad Nacional de Ingeniería   antes y después de la  tragedia que recordamos hoy,  mayo 2023.

Una casa contra sismos.  Cimiento de piedras. Paredes de ladrillos, unidos con cemento y cal. Columnas con varillas de fierro.  Techos con rieles comercializados por una administración que equivocadamente desactivo el tren  Huallanca – Chimbote.  La casa modelica que sigue de pie tiene una azotea,  con un tejido de cañerías de plomo,  pintadas de negro,  para  disponer de agua caliente. Un panel solar. 

Extensión del inmueble: Unos 150 metros cuadrados. Pequeña huerta de frutales y un  criadero de cuyes y aves. Cultivos de ajíes,   rocotos,  rosas, claveles,  cucardas y  enredaderas como "La Madre Selva", abundante en el  Callejón de Huaylas, con su   aroma que invita a la reflexión  sobre las  bondades y  azotes de la naturaleza.  

Este fue el modelo de una vivienda diseñada en los primeros años del  sesenta en  Caraz (Huaylas-Ancash-Perú),  ubicada  al pie del nevado Huandoy y de la laguna de Parón, cuyo  río Llullán, afluente del caudaloso Santa, es el único  de  caudal permanente y tributario del Pacífico  y que ahora sirve para regar    latifundios costeros de la Región de La Libertad, cuya produccion de se comercializa a EEUU y Europa.

El autor de este diseño, Isaías Zavaleta Figueroa (Caraz, 1917-2015) ubicó la vivienda  en una ciudad sísmica,  que forma parte del  Arco de Fuego del Pacífico. Fue incluido en un libro sobre el Terremoto de 1970,  como parte de investigaciones  de un  grupo de científicos de la URSS, que visitó el  Callejón de Huaylas, según     registro de la Universidad de Stamford – EEUU. 

Isaias Elias Zavaleta Figueroa fue profesor de matemática, escritor y   poeta. Participó en la política como docente de una pequeña  célula juvenil aprista. Pero ante los desencuentros con  la praxis política  derivó su capacidad oratoria y organizativa a la promoción de  la Iglesia Evangélica. Fueron tiempos difíciles,  en una época en que la intolerancia ciudadana y de los sacerdotes era intensa. (papeldearbol)

jueves, 9 de febrero de 2023

GABRIELA MISTRAL EL FEMINISMO EN LATINOAMERICA The New York Times.

 


https://www.nytimes.com/es/2023/02/05/espanol/gabriela-mistral-chile.html

https://www.nytimes.com/es/2023/02/05/espanol/gabriela-mistral-chile.html#commentsContainer


Jorge E. Zavaleta Alegre

Estados Unidos MD7 de febrero

Desde Latinoamérica se escuchan voces de organizaciones feministas como las del Comité de Solidaridad de Mendoza, Argentina, que sostienen que el patriarcado es entendido como un sistema de dominio de varones sobre las mujeres. . En Chile, La Mujer Nueva critica la discriminación de la mujer en el trabajo y la educación, logrando postular a cargos públicos. En Bolivia surge más d vinculado a las luchas populares. En México, en el marco de la revolución, reivindicaron tanto la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El feminismo en Latinoamérica s e inscribe en el contexto ideológico de mayo del 68. Plantea cómo transformar sociedades marcadas por la desigualdad cultural, racial y económica y por la violencia patriarcal. El Gobierno peruano considera que es necesario observar el libre desarrollo de la personalidad y deberán tener coma fin último el asegurar una democracia participativa. La filósofa y feminista Flora Tristán nació en París el 7 de abril en 1803. Fue hija del coronel peruano Marino Tristán de la armada española y de la francesa Anne Laisney. Su padre falleció cuando Flora tenía cuatro años. En 1835 publicó su primer artículo “La situación de las mujeres extranjeras pobres en Francia”, tomando como punto de partida su propia experiencia y denunciando cómo las ciudades ofrecían envilecimiento a las mujeres solas. Escribió Pérégrinations d'une paria. En Lima existe una organizacion que lleva su nombre.

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Luis Carlos Gutierrez-Negrin commented February 7

Luis Carlos Gutierrez-Negrin

Mexico7 de febrero

Es cierto que Gabriela Mistral ha sido vista como una representante de otra época, más bien oscura y desde luego muy alejada de la actual, no sólo en Chile sino en México, donde es bastante conocida. En lo personal, jamás se me habría ocurrido que ella y su obra pudieran ser revaloradas a la luz de feminismo, el compromiso social y el movimiento LGBT. Habrá que leer o releer sus obras, y ssobre todo los trabajos sobre su biografía. Interesante nota.

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Jorge E. Zavaleta Alegre commented February 7

Jorge E. Zavaleta Alegre

Estados Unidos MD7 de febrero

FEMINISMO LATINOAMERICANO. Jorge E. Zavaleta Alegre. Desde el siglo XIX, algunas mujeres de América Latina y el Caribe iniciaron las primeras luchas a favor de los derechos políticos. Florecieron con reivindicaciones en pro del derecho del sufragio en las elecciones de cambios de gobierno. Chile, con su Consejo Nacional de la Mujer Nueva, critica la discriminación en el trabajo y alienta la educación, para que pueda postular a cargos públicos. En Perú, el feminismo debe asegurar el salto cualitativo de la demanda social a la política. Flora Tristán, hija de un militar peruano y madre francesa, plantea su socialismo, del convencimiento de que las mujeres eran analfabetas porque así las necesitaba el capitalismo. En Bolivia con una mayoría de población indígena, se vincula a las luchas populares. En México, en el marco de la revolución, miles de campesinas, obreras y de capas medias reivindicaron la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El feminismo en Latinoamérica forma parte de una ola que se inscribe en el contexto ideológico de mayo del 68 y, por lo tanto, es urbano, de clase media e ilustrado y, además, nace vinculado a la izquierda. Actualmente las diferentes etnias, razas, orientaciones sexuales o de clase han sido incorporadas en el debate político feminista y acercarse a una sociedad marcada por la diversidad racial, cultural y sexual…

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A un lado, Pablo Neruda. La juventud chilena tiene una nueva poeta favorita

Gabriela Mistral, la primera latinoamericana en ganar un Nobel de Literatura, era considerada una poeta anquilosada. Una nueva generación la reivindica como ícono antisistema.

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·   Un mural contemporáneo en Santiago convierte a la fallecida poetisa chilena Gabriela Mistral en un ícono contracultural.Credit...Fab Ciraolo


Ana Lankes

5 de febrero de 2023


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En octubre de 2019, más de un millón de chilenos salieron a la calle en la que se convirtió en la mayor protesta de la historia del país. Pocas cosas los unían: unos exigían mejor educación, otros mayores derechos indígenas. No tenían líderes ni símbolos.

Pero a medida que se asentaban los ánimos, una imagen se fue convirtiendo poco a poco en un emblema destacado. Un mural en el centro de Santiago mostraba a una mujer mayor vestida con botas de combate negras, jeans desteñidos y una camiseta con letras de una banda de punk rock. Su cuello estaba envuelto en un pañuelo verde, la firma de las activistas latinoamericanas por el derecho al aborto. En la mano izquierda sostenía una bandera nacional pintada de negro; en la derecha, un libro abierto.

La mujer es Gabriela Mistral, poeta, educadora y diplomática chilena, que fue la primera latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1945. Mistral, que durante mucho tiempo fue representada con ropajes raídos y conocida por escribir poemas sobre la infancia, está siendo reivindicada por una nueva generación de activistas feministas y LGTBQ como ícono antisistema, y está encendiendo un debate sobre cómo nos apropiamos de las figuras literarias del pasado.

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“Mi cabeza me dijo que Gabriela era un buen personaje para acompañar toda esta causa”, dijo Fab Ciraolo, el artista que pintó el mural. “Para los derechos de las mujeres, los derechos de homosexuales, derechos para los pobres… toca todos esos temas”.

En los últimos años ha aumentado el interés por Mistral, que murió en Long Island en 1957. En 2020, el Ministerio de Cultura de Chile publicó una antología digital de ocho volúmenes de su poesía, cartas y ensayos, una de las compilaciones más significativas de su obra hasta la fecha. En 2021, se publicó con gran éxito una selección de las cartas de Mistral a Doris Dana, su eterna compañera y albacea.

Esta primavera será publicada por una editorial chilena Una madre queer para la nación. El Estado y Gabriela Mistral, de Licia Fiol-Matta, profesora de literatura latinoamericana en la Universidad de Nueva York, dos décadas después de su controvertida aparición en inglés.

El nuevo presidente del país, Gabriel Boric, un milénial de 36 años, ha mencionado a Mistral como una de sus poetas favoritas y la cita con frecuencia. Y aunque Mistral está por todas partes en Chile —su nombre adorna las carreteras y su rostro aparece en el billete de 5000 pesos (5,60 dólares)—, su legado ha sido durante mucho tiempo objeto de controversia.

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 Mistral, en el centro, abriendo el estuche para ver su medalla del Premio Nobel.Credit...The New York Times


Nacida como Lucila Godoy Alcayaga en 1889, Mistral creció en el remoto valle de Elqui, en el norte de Chile. Su padre abandonó a la familia cuando ella era bebé y la criaron su madre, costurera, su hermana mayor, maestra de escuela, y su abuela. Aunque vivían en una choza de dos habitaciones y Mistral no terminó la escuela primaria, tenía una gran ventaja, según Elizabeth Horan, profesora de inglés en la Universidad Estatal de Arizona: todas las mujeres de su familia sabían leer y escribir, en una época en la que menos de un tercio de la población sabía hacerlo. La biografía en español de Mistral, que Horan ha estado preparando durante 25 años, será publicada por Random House a finales de este año.

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Mistral trabajaba como ayudante de maestra rural y enviaba poemas y ensayos a los periódicos locales en su tiempo libre. En un artículo publicado cuando solo tenía 17 años, imploraba con valentía al Estado que educara a las mujeres, con el argumento de que “no hay nada en ella que le haga ser colocada en un lugar más bajo que el del hombre”.

Aunque trabajó como maestra por todo Chile, los pobres orígenes de Mistral y su falta de título formal impidieron su progreso profesional. En 1922 aceptó una invitación del gobierno mexicano para reformar el sistema de educación pública, y nunca regresó a Chile.

El resto de su vida trabajó como cónsul y profesora visitante en España, Portugal, Francia, Brasil, Italia y Estados Unidos, donde impartió clases en la Universidad de Columbia.

A pesar de la fama adquirida en el extranjero, la obra de Mistral fue a menudo ignorada en su país. De los cuatro libros de poesía que publicó en vida, tres se publicaron fuera de Chile. Sus poemas sobre la infancia se incluyen en los programas escolares, pero sus ensayos políticos, que a menudo adoptaban posturas internacionalistas y pacifistas y defendían a los marginados, los indígenas y las mujeres, fueron largamente dejados de lado.

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El rostro de Mistral en el antiguo billete de 5000 pesos chilenos. En 2009 se presentó una nueva versión con su imagen.


Cuando los militares tomaron el poder en 1973, el poeta más famoso de Chile era Pablo Neruda, Premio Nobel y comunista ateo. Mistral, en cambio, parecía un ícono cultural deseable. Desde el régimen “manipularon su obra a tal punto que se leen sus rondas o poemas como si fuesen cuestiones muy naive, muy tiernas, cuando son denuncias sociales tremendas”, afirma Alejandra Araya, directora de un archivo que alberga parte de la obra de Mistral.

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Los dirigentes llegaron a poner a Mistral en la moneda y promovieron su imagen de maestra matrona de la nación. La mayoría de los chilenos la conocían como la “señora gris, fea, fome” que los miraba con el ceño fruncido desde el billete, dijo María Elena Wood, una cineasta que hizo un documental sobre Mistral en 2011.

Tras el fin de la dictadura en 1990, algunos estudiosos comenzaron a cuestionar su retrato como una santa solterona. Pero sus afirmaciones sobre su vida personal encontraron resistencia.

“Mistral era un ícono muy protegido”, dijo Fiol-Matta, cuyo libro fue rechazado por editores locales en parte porque afirmaba que la poetisa era una lesbiana de clóset. “Me dijeron que estaba trayendo algo extranjero a Chile, que quería ver lesbianismo por todas partes”.

En 2007, las grietas empezaron a ensancharse. Ese año se hicieron públicas un montón de cartas entre Mistral y Dana. En ellas, Mistral oscila entre madre cariñosa —a menudo llamaba a Dana, 31 años menor que ella, “mi hijita”— y amante celosa, reprendiéndola por reunirse con otros hombres y mujeres.

“Yo vivo fijo en ti como un poseso (poseído), excepto en los momentos en que leo o escribo”, escribió Mistral en 1950. En otro intercambio epistolar, Dana le decía a Mistral: “¿Y piensas tú, que en mi mirada a ti, y mi manera de tocarte a ti, no hay cosas que yo no puedo decir o mostrar? Yo te quiero del fondo de mi ser”.

Mistral negó categóricamente ser lesbiana. Sin embargo, algunos estudiosos afirman que las cartas y el inusual estilo de vida de Mistral sugieren que al menos era queer. Vivió largas temporadas con secretarias que actuaban como confidentes. Y adoptó y crio a su sobrino con otra mujer, Palma Guillén, una diplomática mexicana.

Ahora, décadas después de que la dictadura se apropiara por primera vez de la imagen de Mistral, los activistas chilenos la celebran como ícono feminista y LGBTQ, aunque Mistral nunca se identificó como ninguna de ellas.

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“Hay un debate como: ¿podemos decir que Gabriela Mistral era lesbiana si ella nunca lo dijo? Por eso yo prefiero decir que ella era una persona disidente a la heteronorma”, dijo June García, escritora que dirige un club de lectura feminista.

García añadió que aunque Mistral no se llamaba a sí misma feminista, era “un personaje que tenía muy en su centralidad estos valores de la igualdad, de la justicia… que hoy día son al final los valores que nos mueven”.

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Mistral en 1946, llegando al aeropuerto La Guardia de Nueva York.

Chile vivió un momento #MeToo en 2018, cuando miles de mujeres en los campus universitarios denunciaron el acoso sexual y comenzaron a reevaluar sus planes de estudio. Una de las beneficiadas del movimiento fue Mistral, y una de sus víctimas Neruda, que ha sido cada vez más cancelado.

Las feministas sostienen que Neruda abandonó a su esposa y a su hija, que era discapacitada, y señalan un pasaje de sus memorias, publicadas en 1974, en el que describe la violación de una criada cuando era diplomático en lo que hoy es Sri Lanka.

“Decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca”, escribió. “El encuentro fue el de un hombre con una estatua”.

El pasaje ha causado indignación recientemente, y en 2018 el Congreso retiró una propuesta para rebautizar el aeropuerto de Santiago con el nombre de Neruda.

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Las protestas feministas han ido de la mano de un creciente movimiento LGBTQ en el país. Una encuesta gubernamental publicada en noviembre reveló que la proporción de chilenos de entre 15 y 29 años que se identifican como lesbianas, gays, transgénero o no binarios se ha cuadruplicado en la última década, hasta alcanzar el 12 por ciento.

“Estamos mirando hacia atrás en nuestra genealogía en busca de lesbianas rudas y figuras queer, revisando el pasado para encontrarnos a nosotras mismas y ver que hemos estado aquí todo el tiempo”, dijo Claudia Cabello Hutt, profesora asociada de español en la Universidad de Carolina del Norte, en Greensboro, que es chilena chilena y se identifica como queer.

“En un momento de poderosos movimientos feministas, un momento en el que estamos denunciando la violencia contra las mujeres”, dijo Cabello Hutt, “este no es un momento para Neruda. Es el momento de Mistral”.


Escritoras latinoamericanas y su huella

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15 de octubre de 2022

 

https://www.nytimes.com/es/2023/02/05/espanol/gabriela-mistral-chile.htmlUn video de Carolina Sanín, y sus consecuencias, dividen a los círculos literarios latinoamericanos

12 de noviembre de 2022

https://www.nytimes.com/es/2023/02/05/espanol/gabriela-mistral-chile.html

Escribió sobre el asesinato de su hermana. Y consiguió una gran revelación

12 de marzo de 2022

 

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Jorge E. Zavaleta Alegre

·         Estados Unidos MD7 de febrero

·         Desde Latinoamérica se escuchan voces de organizaciones feministas como las del Comité de Solidaridad de Mendoza, Argentina, que sostienen que el patriarcado es entendido como un sistema de dominio de varones sobre las mujeres. . En Chile, La Mujer Nueva critica la discriminación de la mujer en el trabajo y la educación, logrando postular a cargos públicos. En Bolivia surge más d vinculado a las luchas populares. En México, en el marco de la revolución, reivindicaron tanto la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El feminismo en Latinoamérica s e inscribe en el contexto ideológico de mayo del 68. Plantea cómo transformar sociedades marcadas por la desigualdad cultural, racial y económica y por la violencia patriarcal. El Gobierno peruano considera que es necesario observar el libre desarrollo de la personalidad y deberán tener coma fin último el asegurar una democracia participativa. La filósofa y feminista Flora Tristán nació en París el 7 de abril en 1803. Fue hija del coronel peruano Marino Tristán de la armada española y de la francesa Anne Laisney. Su padre falleció cuando Flora tenía cuatro años. En 1835 publicó su primer artículo “La situación de las mujeres extranjeras pobres en Francia”, tomando como punto de partida su propia experiencia y denunciando cómo las ciudades ofrecían envilecimiento a las mujeres solas. Escribió Pérégrinations d'une paria. En Lima existe una organizacion que lleva su nombre.

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·         Luis Carlos Gutierrez-Negrin commented February 7

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·         Luis Carlos Gutierrez-Negrin

·         Mexico7 de febrero

·         Es cierto que Gabriela Mistral ha sido vista como una representante de otra época, más bien oscura y desde luego muy alejada de la actual, no sólo en Chile sino en México, donde es bastante conocida. En lo personal, jamás se me habría ocurrido que ella y su obra pudieran ser revaloradas a la luz de feminismo, el compromiso social y el movimiento LGBT. Habrá que leer o releer sus obras, y ssobre todo los trabajos sobre su biografía. Interesante nota.

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·         Jorge E. Zavaleta Alegre commented February 7

·         Jorge E. Zavaleta Alegre

·         Estados Unidos MD7 de febrero

·         FEMINISMO LATINOAMERICANO. Jorge E. Zavaleta Alegre. Desde el siglo XIX, algunas mujeres de América Latina y el Caribe iniciaron las primeras luchas a favor de los derechos políticos. Florecieron con reivindicaciones en pro del derecho del sufragio en las elecciones de cambios de gobierno. Chile, con su Consejo Nacional de la Mujer Nueva, critica la discriminación en el trabajo y alienta la educación, para que pueda postular a cargos públicos. En Perú, el feminismo debe asegurar el salto cualitativo de la demanda social a la política. Flora Tristán, hija de un militar peruano y madre francesa, plantea su socialismo, del convencimiento de que las mujeres eran analfabetas porque así las necesitaba el capitalismo. En Bolivia con una mayoría de población indígena, se vincula a las luchas populares. En México, en el marco de la revolución, miles de campesinas, obreras y de capas medias reivindicaron la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El feminismo en Latinoamérica forma parte de una ola que se inscribe en el contexto ideológico de mayo del 68 y, por lo tanto, es urbano, de clase media e ilustrado y, además, nace vinculado a la izquierda. Actualmente las diferentes etnias, razas, orientaciones sexuales o de clase han sido incorporadas en el debate político feminista y acercarse a una sociedad marcada por la diversidad racial, cultural y sexual…

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Informe de The New York Times