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domingo, 11 de diciembre de 2016

Bolivia y el desempate catastrófico de su historia, por Jorge Zavaleta Alegre


La escasez de agua – efecto del calentamiento del planeta, cuyas causas tienen su origen sobre todo en la destrucción de la naturaleza – comienza a encontrar culpables en Bolivia a la administración de Evo Morales, líder de un movimiento social que va consiguiendo logros nunca antes registrados en la historia de los andes sudamericanos.

Los jóvenes bolivianos tienen un pensamiento muy propio de lo que ocurre en su país desde el 2006. La elección del presidente Evo Morales, para ellos significó el empate catastrófico y el punto de bifurcación de su historia nacional.

Ellos saben el por qué Bolivia agotó su paciencia y ha empezado a nacionalizar la totalidad de acciones de las empresas de electricidad de La Paz y Oruro en manos de Iberdrola. Son las mismas razones de una decena de empresas.

Los jóvenes bolivianos que se reúnen en su Plaza Mayor Pedro Domingo Murillo, abundan con testimonios sobre el porqué de las nacionalizaciones. Sus argumentos tienen una lógica irrebatible, pero que es distorsionada por quienes en Bolivia no desean participar en el nuevo proyecto social y político indígena y popular, capaz de disputarle el poder al neoliberalismo de los bloques dominantes.

Los universitarios paceños cuentan que el camino de bifurcación boliviana, tiene un simbólico punto de partida. Al Palacio Quemado fueron invitados los representantes de las principales empresas petroleras y gasíferas que explotaban formalmente este recurso de los todos los bolivianos.

El jefe de Estado, informó a sus invitados que los balances económicos y sociales indicaban la necesidad de revertir el orden de la administración y en el reparto de las ganancias. En adelante, esa distribución sería al revés: 20% de las utilidades para las empresas y 80% para el Estado.

La exposición del primer mandatario generó instantes de severo silencio, luego sucesivos comentarios en contra advirtiendo la fuga del capital extranjero.Después del tenso diálogo, el presidente anunció que en fecha próxima el Congreso daría la correspondiente Ley, dejando plena libertad para continuar o dejar que otras firmas asuman las nuevas reglas de juego.

Sucedió lo que se esperaba. Aquello que los empresarios no dijeron en el Palacio de Gobierno, los medios tradicionales se encargaron de hablar por ellos, anunciando cataclismos, quiebre de relaciones económicas, dejar a Bolivia, aislada del mundo. En suma, una avenida de caos y un futuro negro para un país secularmente dependiente de las decisiones en ultramar.

Meses después, el mismo presidente Morales invitó nuevamente a los mismos empresarios para suscribir los nuevos términos de los contratos. Veinte fueron los invitados a una ceremonia de un viernes primaveral a las 7 de la noche.

El Palacio Quemado lucía iluminado. La Plaza Mayor ocupada por campesinos, obreros, diabladas de Oruro y Potosí, un enjambre de medios del Norte desarrollado. A las 6.45 pm, quince minutos antes de la hora programada, llegó solo un primer invitado, representante de la más pequeña empresa extranjera. Faltando cinco minutos para empezar la ceremonia, ingresaron otros 18 hombres de negocios. El único ausente, semanas después suscribió la propuesta boliviana: Las ganancias por servicios prestados al Estado serán: 20 % del total de las utilidades y 80% para atender las demandas sociales de los bolivianos.

En la Historia de América Latina, no hay un caso de empresa extranjera que haya dejado estas tierras por el cambio soberano de las condiciones. Pero la suscripción de los nuevos términos, se convierten, en varios casos, en simples referentes, porque el capital suele escamotear las leyes y actuar con subterfugios para no perder privilegios.

Los grandes consorcios, en sus países de origen suelen ofrecer servicios de gran calidad y a menores precios que las comarcas de América. Las empresas por si solas no se van. Los Estados como Bolivia, recurren a las nacionalizaciones porque les asiste la razón y el derecho.

El vicepresidente Álvaro García Linera, bien explica el pasado de Bolivia, señalando el cómo, a partir de la crisis institucional que devino en la renuncia de Sánchez de Lozada a la presidencia y la elección de Evo Morales, se consolidó la construcción de un nuevo proyecto.

En el 2006, no había condiciones de hegemonizar los ámbitos y el consenso para la toma de decisiones. Con el correr de los meses y los años se instaurado una instancia que facilita la transformación del Estado en su contenido, naturaleza social en una correspondencia moral de fuerzas e ideas.

Las ideas dominantes del bloque empresarial vinculado a los grupos de inversión extranjera, agroexportadores, banca y la élite política van perdiendo capacidad de poder definir, de manera estable y sin tropiezos, las políticas públicas del país.

El Parlamento ha rescatado sus funciones de debate político. El Ejecutivo ha dejado ser dependiente de los lobbies empresariales y comparte el sentir popular. Décadas atrás, Bolivia fue una escuela de golpistas. Hoy es parte del Proyecto Sur Sur, desde una democracia social.

El índice de desarrollo humano – ONU – IDH 2011, resume el avance promedio conseguido por un país en tres dimensiones básicas: disfrutar de una vida larga y saludable. Acceso a educación, Nivel de vida digno.

Bolivia (IDH 0,663) ocupa el sexto lugar del grupo latinoamericano que ingresa al desarrollo intermedio, junto con Guatemala, Nicaragua, Honduras, Guyana, Paraguay, El Salvador, Surinam y República Dominicana. El camino de la bifurcación da muestras que en el desempate catastrófico, la Historia ahora está al lado de la gran Bolivia.

Referencias consultadas.
Boletín: Bolivia enfrenta su peor sequía en décadas
NYTimes. com nytdirect@nytimes.com
ACERCA DEL AUTOR
Jorge Zavaleta

JORGE ZAVALETA

Jorge Zavaleta Alegre, es Periodista, Licenciado en Ciencias Sociales y Filosofía. Co-fundador de Gestión, primer diario de economía y negocios del Perú. Oficial de prensa del BID, autor de cinco libros sobre America Latina y ahora, Corresponsal del Diario16 de Madrid, desde Washington.

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