Una ciudad es su población, sus viviendas, calles, plazas, jardines, 
 colegios, museos, pinturas, iglesias, centros arqueológicos, colores, 
sabores, música, canciones,  danzas, arte, vida. ¿Porqué no cuidarla y 
quererla si  debe ser  morada  de todos?
Desde hace tres décadas  que irrumpió la inversión extranjera en  las
 principales capitales  del Perú y de Latinoamérica, los espacios  
urbanos y rurales se van fraccionando al infinito, creando el  caos en 
las relaciones humanas,  con graves consecuencias  que se perciben.
Si en ese entones, con la caída del Muro,   el Perú tenía cerca de 
setecientos distritos, ahora  bordea los dos mil. Los minerales, con  el
 canon y el comercio, provocan más ambiciones y conflictos, en tanto los
 pobladores demandan, sin ser escuchados,  más empleos y mejor 
educación.
Las corrientes migratorias  ahora no  pueblan   “tierras prometidas” 
como llamó a los desiertos el humor de Sofocleto, en su novela social. 
Tampoco  para ocupar viviendas financiadas por el Estado. Ni la modélica
 urbanización “San Felipe”, en Jesús María,  del primer gobierno del 
Arq. Fernando Belaúnde ni  las  unidades  vecinales del  general Manuel 
Apolinario Odría, pretendieron atender la demanda.
En el 2015, las municipalidades insisten en  alentar el ”derecho 
positivo” para  la  construcción  improvisada  de  modelos inmobiliarios
 de algún balneario o condado norteamericano. Las áreas verdes se 
ignoran. Los espacios públicos son cubiertos de cemento. No hay 
municipio que  haya  preferido un parque antes que otorgar una licencia,
 violando inclusive reglamentos,  para una torre de concreto cada vez 
más alta y con escasez de agua.
El Centro Histórico  nunca perteneció a la población en su conjunto. 
Tampoco  a  conquistadores, ni a transitorios virreyes,  ni a la clase  
criolla que se independizara de la corona de Castilla para  no tributar.
América Latina no es París, Madrid o Roma, donde  posiblemente 
prevalece el arraigo nacional como sentimiento de pertenencia. Solo así 
se explica  la revolución  industrial y el proceso urbanístico  en el 
Viejo Mundo o los Estados de la Unión.  Hasta los años 20, la 
arquitectura moderna en Latinoamérica  se limitaba  a copiar el 
academicismo francés. La oligarquía peruana no tenía interés por lo 
nacional. “Lo nacional para estos pasatistas comenzaba con lo colonial y
 lo indígena, era en todo caso, lo pre nacional”.
Riva  Agüero, máximo exponente  de una de las últimas generaciones de hispanistas escribió: 
“….recordamos
 que  la dulce Lima, la ciudad de los perfumes, de los jazmines y los 
sahumerios, de las albercas de azulejos y  de los floridos claustros 
regalones, fue hija de heroicos y duros guerreros…”
Lima,  consecuencia de sus procesos libertarios y diversas dinámicas,
 generó un  circuito de espacios articulados,  que quedan allí 
perennizados para las  generaciones venideras:  Las plazas San Martín y 
Bolívar, por la independencia. La plaza Dos de Mayo, la guerra con 
España. Y las plazas Bolognesi y Grau, la Guerra del Pacífico, pero nada
 más.
Estas líneas previas  inducen a conocer  el  movimiento  
Tradición, Modernidad Arquitectura Mantaro,
 propuesta ganadora de la XVI Bienal Arquitectura 2014, categoría 
investigación,  en la autoría de Jorge Burga, César Moncloa, Manuel 
Perales, Josué Sánchez y Juan Tokeshi, que considera  al Valle del 
Mantaro (en el centro de los Andes)  el epicentro de la ciudad del 
futuro.
LA RESPUESTA AL CAOS
Las viviendas cilíndricas en las alturas del  Mantaro, en el Centro 
de los Andes, están multiplicándose  también  en Cajamarca, Lima, Puno, 
Cusco. Este boom, nace con la visión   particular  de la modernidad que 
tiene  la población barrial emprendedora. “Toma como modelo el chalet de
 la pequeña burguesía,  reducen sus espacios libre y estiran su altura 
hasta convertirlos en multifamiliares, aderezando la fachada con 
elementos de la  arquitectura vernácula, de la que empiezan a 
renunciar.”
Los arquitectos investigadores,  no se quedan en las explicaciones  
sino  buscan  impulsar una evolución  hacia un destino que reunifique 
tradición y modernidad sobre bases más sólidas.
Los autores de la propuesta propician rescatar lo trascendente  de lo 
vernáculo e incorporar la fuerza y  expresividad de lo chicha, en un 
lenguaje contemporáneo… relacionando con la tradición y no copiar o peor
 aún agigantar  el brillo de los cristales templados o la forma como 
estos se  configuran  en entrantes y salientes curvas angulares por 
doquier.
El  Mantaro es el valle cultivado más grande y poblado del país.  Por
 lo tanto,  la propuesta  se enriquece con el trabajo de los estudiantes
 – Proyectos VII - sobre la reestructuración  del sistema urbano del 
valle, que orienta el crecimiento  sobre  el rio en forma de malecón.
Esta iniciativa  ha sido alcanzada a los municipios, al Gobierno Regional  y Nacional:
-Lima se ha preocupado por su ribera marina y ha postergado sus frentes al río Rímac.
-Cajamarca convirtió  el río San Lucas en un vertedero de basura y 
desagües.  El proyecto de malecón fue archivado con el cambio de 
alcalde.
-En Arequipa, una parte  del río Chili tiene un malecón mezclado con 
una vía vehicular, mientras diversas correnteras no se reconocen como 
espacios públicos ni como parques.
-Ilo, en la frontera sur, por tener el mar contaminado, básicamente por 
la minería,  y por carecer  de espacios públicos  medianamente amplio, 
ha logrado organizar la ciudad  jalonados con espacios plazas y 
edificios públicos.
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| July Balarezo, 2013 | 
La primera ciudad – malecón- valle del país crecería  resolviendo 
adecuadamente las relaciones  entre tradición y modernidad.  La 
siguiente es la gran interrogación del  equipo de arquitectos que abre y
 cierra la investigación ganadora de la  Bienal de Arquitectura del 
2014:
 ¿Asistiremos a una recuperación  de nuestra arquitectura popular 
bajo la forma de una síntesis entre lo rico y lo valioso de las 
soluciones tradicionales vernáculas y lo expresivo  pero desaliñado de 
las propuestas chicha. O por el contrario, veremos consumarse hasta 
desaparecer nuestra tradición  vernácula, a la vez que entronizarse  a 
la chicha  sin ningún recaudo por el  pasado, arrasando con la 
tradición?