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sábado, 23 de noviembre de 2019

Radio Claridad y El Color del Tiempo

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Escuche Radio Claridad Radio, desde el ciberespacio. Nació en Caraz. Perú, Sudamaérica.
RADIO  RCR

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"De dónde eres", despertó a  César Vallejo el policía de un parque parisino. Y el contestó "de Santiago de Chuco". El police, inmutable, siguió su rutina.

  
Jorge Zavaleta Alegre
Washington DC, Corresponsal  Diario16  de Madrid

Radio Claridad  calló a causa del fatídico terremoto del 31 de Mayo de 1970 a las 3: 23  de la tarde en la Ciudad de Caraz   (Dpto. de Ancash, Perú),  vuelve  hoy  por la ruta  ciberal para unirse contigo portando en su   espíritu  el   calor palpitante  que  R.C.R.  supo irradiar desde el cielo caracino.  Claridad,  te trae en su nueva etapa,  inolvidables  imágenes  de  las   maravillas naturales que atesora el Callejón de Huaylas ; imágenes sin retoques,  tal  como  fueron  captadas.

Así se escucha la voz de Hernán Eduardo Osorio Herrera, a los 91 años de edad. Nuestro homenaje, en nombre de quienes vivimos  nuestra  adolescencia  escuchando en cada esquina la sonora que nos enseñó a crecer y querer nuestro terruño, los  valores de la libertad y el amor. Te deseamos  tu pronta recuperación y que la  Cultura Wáyllash,  siga iluminando a  RCR. El Estado Peruano deberá cumplir con la Declaratoria como parte del Patronato Histórico  Nacional, proyecto que se encuentra en los archivos  del Parlamento, mucho antes de su cierre temporal por mandato Constitucional.   

Leamos y escuchemos lo que dice Hernán Osorio al hablar por  RCR y lo que piensa la Unión de Radioaficinados  de  España:

El Libro Wáyllash  que llega a tus manos, guarda en su contenido la historia de un ayer que se abrió a mis pies desde mi nacimiento -febrero de 1929-. Quizás no desees volverlo a leer nunca. Es una especie de leyenda que siempre he querido contar pero temía desvelar abiertamente su añeja figura, porque para hacerlo, tenía que traer a mí sin permiso, los espacios que ocupé con mis primeros amigos de infancia: Niños y adultos indios que vivían en la hacienda de mi padre, en especial mi nana Dina Mallqui.

Tal vez no me creas, lo sé. Pero cuando ponga en tu mente todo lo que tengo guardado tanto tiempo; quizás muchas cosas harán que pienses diferente. Para entregártelo he recopilado toda la información que recibí de boca de mis amigos indios que me la entregaron como los “cuentos de sus abuelitos”.

Versiones que las guardé por recomendación especial de mis padres, QEPD. Me siento con total libertad para contarlas, no son mías podrían serlo pues las viví yo, adentrándome al espíritu de sus “cuentos” y en la búsqueda de las “huellas” que los dioses de su raza dejaron estampadas en las peñas vivas de su comarca.

 Qué decir de la historia que vendrá. Mucho. Aunque; casi la olvidé. Comienza con mis progenitores porque son el principio del relato que te entrego. Pues, al parecer, es la historia del nacimiento de la Cultura Wáyllash escondida pero viva, en la mente de sus descendientes. Vino a mí con su atavío ancestral; remoto, muy antiguo; para desnudarse ante mis ojos y mente. Su cuerpo y Lengua son diferentes, único en la médula que posee mi país. Converso con ellos. Sé que no aceptan influencias, los separa su idioma; rechazan el habla del vecino. Aman lo suyo y respetan lo ajeno.

El Wáyllash; guarda en su corazón todo lo aprendido y, adora sus guacas, edificios, “señales” y costumbres; con la venia del saludo y el camino que su Tiempo le otorgó.


Saludo de la Unión de Radioaficionados Españoles

En esta ocasión me permito reproducir el  saludo de  Pedro Hernández, presidente e la Unión de Raioaficionados Españoles a Radio Claridad Radio:

“Me gusta definir al radioaficionado como alguien que es capaz de comunicarse por sus propios medios con cualquier parte del mundo y, si me apuras, incluso fuera de él”. Pedro Fernández, presidente de la Unión de Radioaficionados Españoles (URE), no exagera. Si alguna noche nos da por mirar las estrellas y preguntarnos qué parte del mundo estarán mirando desde la Estación Espacial Internacional, jamás podríamos salir de dudas ni con WhatsApp ni con Telegram. Ni siquiera con Twitter. Si quisiéramos preguntar a los astronautas, tendríamos que echar mano de una emisora de radio.

Hay un eslogan no oficial que dice algo así como “Si todo falla: radioafición”. Sirve para recordar que cuando una catástrofe asola una zona y sus infraestructuras de comunicación quedan destruidas, es posible recuperar la comunicación gracias a las emisoras de radio y a los radioaficionados locales. Basta con un equipo de radio, una antena y una fuente de energía que alimente esta pequeña infraestructura.

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Pero más allá de su uso en estos escenarios, el radioaficionado de hoy se acerca a esta actividad por diversión y, en menor medida, por cierta nostalgia.

En España hay 31.839 autorizaciones administrativas para radioaficionados, algo menos de la mitad de las 58.906 que existían en 1998. La causa de esta caída está muy clara para las asociaciones: los radioaficionados van desapareciendo y no hay relevo generacional. A esta cifra hay que añadir unas 100.000 personas más que practican la radioafición pero a través de la llamada Banda Ciudadana, que limita las comunicaciones a una porción concreta del espectro radiofónico.

En esencia, el radioaficionado y el usuario de Banda Ciudadana, o cebeista (palabro que viene de CB, Citizen Band), se parecen: ambos se sientan frente a su emisora y hablan a través del micrófono entre ruidos y abreviaturas. Pero hay diferencias. Una muy evidente es que el radioaficionado debe conseguir una autorización administrativa (de ahí que podamos saber exactamente el número de radioaficionados que hay en España) y el cebeista, no.

A cambio de aprobar un examen sobre electrónica, manejo y reglamentación, y pagar unas tasas, el radioaficionado obtiene el permiso para usar emisoras de radio que pueden transmitir prácticamente a cualquier parte del globo (y fuera de él), además de un indicativo que le identifica (algo del tipo EA0JC, el indicativo del rey emérito). El cebeista lo tiene más fácil para empezar, pero los aparatos que emiten en Banda Ciudadana tienen un rango de frecuencias mucho más limitado y dependen en mayor medida de las condiciones de propagación, que son diversas variables que afectan al estado de la ionosfera y que condicionan sensiblemente el comportamiento de las ondas electromagnéticas que emiten y reciben las emisoras de radio.

Charlar por radio en tiempos de WhatsApp y Skype

Quienes vivieron su adolescencia o juventud en la España de los 80 quizá recuerden a su padre —porque normalmente era el hombre quien lo hacía— retirarse de la sobremesa de la cena para ir a conversar con otros cebeistas. El momento no era casual: había que esperar a que saliera la carta de ajuste para evitar las interferencias de las televisiones de aquella época. La estampa del padre de familia escuchando micrófono en mano, quizá acompañado de cigarro y copa, puede resultar caduca, pero la idea de charla distendida se mantiene intacta (y también que sea una afición fundamentalmente masculina).
Charlar es también un uso muy habitual entre los radioaficionados con licencia, quienes lo tienen bastante más fácil para conseguir buenas conexiones debido a la potencia de sus equipos. Pueden navegar por las distintas frecuencias buscando conversaciones o pueden usar los indicativos (que son exclusivos de los radioaficionados con licencia) para localizar a alguien en particular.

“Si a un radioaficionado le ponen en la calle dos farolas de los chinos y no de materiales de calidad, el resultado es que el radioaficionado deja de poder usar su radio”

Conversar a distancia con otra persona sigue siendo un atractivo irrenunciable para los radioaficionados, incluso en la época de WhatsApp, Telegram y Skype. Por qué el radioaficionado prefiere gastar unos 200 euros (en equipos de Banda Ciudadana, contando emisora básica, antena y fuente de energía) o más de 1.000 en emisoras de rangos más amplios para establecer una comunicación que bien podría resolver con el móvil que tiene en el bolsillo no tiene mucho que ver con la comunicación.

De hecho, la calidad de las conexiones ha empeorado en los últimos años debido a la contaminación del espectro electromagnético. “La luminaria LED es muy ecológica, pero se usan fuentes de alimentación de muy pobre calidad y mal conmutadas, y se generan interferencias bestiales”, explica Pedro Fernández, de URE. “Si a un radioaficionado le ponen en la calle dos farolas de los chinos y no de materiales de calidad, el resultado es que el radioaficionado deja de poder usar su radio.”

Ser radioaficionado en 2019 es una cuestión de libertad, de independencia y de cierta nostalgia. Pero también de diversión, pues la radioafición encierra un extenso abanico de actividades y retos.

Conquistar el mundo
“Hay gente a la que le gusta hacer radio competitiva”, explica Fernández. De hecho, la comunidad de radioaficionados se parece un poco a la de los alpinistas en el sentido de que puedes imaginar cómo es un alpinista si sabes qué cumbres ha conquistado. En el caso de los radioaficionados, las cumbres son las entidades. Una entidad es una zona geográfica que tiene su propio código identificativo. No son países necesariamente. En España tenemos cuatro entidades: EA es el territorio peninsular, EA6 comprende las Islas Baleares, EA8, las Canarias y EA9, Ceuta y Melilla. En todo el mundo hay 340 entidades, y todo radioaficionado que se precie quiere establecer comunicación con todas ellas.

Quienes buscan obtener el mayor número posible de comunicaciones con lugares remotos reciben el nombre de diexistas (de DX, Distance X). Cuando un diexista consigue comunicarse por primera vez con una entidad, solicita una tarjeta QSL, una especie de postal que funciona como prueba de que efectivamente esa comunicación se produjo. (La fórmula QSL signfica acuse de recibo en el Código Q, originariamente creado para la telegrafía y que hoy es el idioma universal para todos los radioaficionados del globo)


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