LA VALORACIÓN DE LA
MUJER
Francisco Carranza
Romero
La mujer despreciada,
insultada, golpeada, maltratada, chamuscada, explotada, violada, silenciada y
ninguneada por milenios y siglos, poco a poco hace oír su voz demostrando que
también es parte vital de la humanidad. Esta mujer puede ser nuestra madre,
hermana, hija, amiga, vecina o simplemente el elemento complementario para la
perpetuación de la especie humana. La sociedad y las instituciones dominadas
por los varones, parece que recién en el Siglo XXI hacen caso a sus
interminables quejas. Ojalá no me esté equivocando.
EN
LA RELIGIÓN. La sociedad inventó creencias en que hasta
la divinidad es del género masculino como se aprecia en los relatos, en la
iconografía y en los cargos para la celebración de los ritos. Es la aceptación tácita,
expresa y fáctica de la falolatría. Sólo algunas instituciones religiosas
aceptan a las mujeres como sacerdotes. Evito la palabra “sacerdotisa” porque el
morfema -isa expresa cierta devaluación semántica de la palabra “sacerdote”
(como si este oficio fuera exclusivo de los varones).
Sólo la creencia que supera
las distinciones humanas concibe la divinidad sin ninguna representación
imaginaria ni real. Al no ser representada, la divinidad es conceptualizada
como energía universal, sin forma, sin color, sin género, sin nombre, sin casa,
sin ministros intermediarios y sin preferencia por tal o cual cultura. Aunque
parezca mucha abstracción, es la que nos hace más fraternos y no enemigos unos
de otros.
EN
LA LENGUA. Hay lenguas que tienen tres géneros (femenino,
masculino y neutro). La lengua latina, madre de las lenguas romances, tiene
nombres, pronombres y adjetivos del género neutro que se diferencia del
femenino y masculino en los casos nominativo, acusativo y vocativo; tanto en
singular como en plural.
La lengua castellana,
aunque omite el neutro, sigue con la diferenciación de masculino y femenino
para los nombres que se refieren a seres concretos y abstractos. Pero tiene
nombres que pueden decirse como masculino y femenino siendo ambos correctos;
claro, con la preferencia por el género masculino: la mar, el mar; la dote, el
dote. Un hispanohablante sin estudios de la lengua latina no distingue los
nombres neutros en singular y plural. Lo correcto latino: currículum –
currícula; médium – media; simposium – simposia; memorandum – memoranda. Pero,
escuchando a ciertos políticos (autoridades que representan al pueblo) uno se
desilusiona del nivel de conocimiento de la lengua que usan y abusan. A ellos
les conviene usar las formas castellanizadas de las palabras citadas, que son fáciles
y correctas: currículo, currículos; simposio, simposios; memorando, memorandos.
La preferencia por el género masculino, como se observa en los neutros latinos
castellanizados, es la tendencia común.
En un grupo de 100
personas con 99 mujeres y 1 varón, el adjetivo y pronombre referentes al grupo
deben estar en masculino.
La palabra “patria” es
el lugar de nacimiento del padre (pater, patri). El lugar de nacimiento de la
madre (mater, matri) no es importante, por eso no se dice matria; pero, podría
usarse porque no hay ninguna restricción para la creación de las palabras.
Hay lenguas que no
hacen diferenciación del género de los nombres, pronombres y adjetivos. Sin
embargo, esto no significa que los hablantes de esas lenguas sean más
respetuosos y tolerantes con las personas del género femenino. Por ejemplo, las
lenguas quechua y coreana no tienen marcas de género en los nombres, pronombres
y adjetivos. ¿Acaso por eso son menos machistas? “Ay, warmi kakuy, warmi kakuy” (Ay, esto de ser mujer, de ser
mujer) es el lamento de las madres quechuas solteras o abandonadas o viudas que
con esfuerzo e incomprensión social crían a sus hijos.
La coprolalia (copro: excremento,
mierda; lalia: habla, lenguaje) en español ofende más a la mujer que al varón. Del
abundante léxico coprolálico hispano, cito algunos ejemplos que son usados más
como exclamativos.
CONCHA. ¡Concha de su
madre! Una expresión muy ofensiva porque compara al sexo femenino con el
caparazón del molusco. Tiene derivados como: ¡concha su madre, chasu madre,
chasu! En Perú, un sinvergüenza y aprovechador es un ¡conchudo, conchán! El
mexicano de tendencia leísta dice ¡cónchale! como expresión de sorpresa y
fastidio.
PUTA. ¡De puta madre!
dicen los caribeños y canarios cuando algo está muy bien. ¡Puta su madre! sufre
variaciones: ¡a su madre, asumare, asu! ¡Hijo de la gran puta! con sus
variaciones: ¡jijunagranputa, gran puta! ¡Hijo de puta! tiene sus variaciones: ¡hijoeputa,
híjole! (como dicen los mexicanos).
Y la palabra “puta” en
Perú se vuelve ¡pucha! como interjección de sorpresa y esfuerzo; ¿un disfraz o
enfatización expresiva con el sonido palatal?
Referencia
al género masculino
AGALLA, HUEVO, COJÓN. Es
una referencia al testículo. “Tener agallas”, “Tener huevos”, “Tener cojones”
son expresiones que se refieren a la valentía como si esta cualidad fuera sólo
del varón. (Vale) “un huevo” significa que vale mucho.
Sin embargo, las
expresiones “huevón, boludo, cojudo” tienen significados negativos (tonto,
idiota). Las palabras “cojudez, huevada” se refieren a cosas y hechos que no
valen. Las mujeres no se quedan atrás, ellas también huevonean y cojudean:
también califican de “cojuda” a otra mujer.
CARAJO. Es una
referencia al miembro viril. Es tan usado que las mujeres también carajean sin
ningún cuidado. Desde el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado los peruanos
dicen: ¡Viva el Perú carajo! Sus variaciones interjectivas son: ¡caramba,
caray, caracho, caracoles! “Al carajo” es para rechazar. “Del carajo” es para
decir que algo está muy bueno, grande o intenso.
PADRE. “Está
padrísimo”. Para un mexicano algo muy bueno tiene relación con el padre y no
con la madre.
Las lenguas,
innegablemente, expresan la manera de pensar de la persona y de la sociedad;
por eso, el cambio de la mentalidad machista o falolátrica no es fácil. Además,
implica la participación responsable tanto de la mujer como del varón. Las
leyes poco sirven para estos cambios. Los cambios serán posibles sólo mediante
la buena educación porque es el motor de todos los cambios. El proceso educativo
con planificación, en el mejor de los casos, es lento y se realiza en el hogar,
en la escuela, en la sociedad y en todo espacio y momento. Pero es la única vía
para los cambios iniciando en la innovación que es un proceso personal.
Si la mujer no se
autovalora y sigue aceptando y repitiendo la coprolalia que la ofende el cambio
no avanzará.