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miércoles, 19 de septiembre de 2018

EL CINE PERUANO EN CATEDRAL TOMADA


Jorge Arturo Figueroa
El cine constituye  valioso aporte  a la educación cívica  de múltiples poblaciones. Las películas Latinoamericanas, incluyendo por cierto,   producciones  peruanas como las  del Grupo Chasqui y de  Claudia Llosa, entre otras,   permiten  conocer nuestras potencialidades  y limitaciones para construir el bienestar  común.

Esta perspectiva presenta  Jorge  Zavaleta  Balarezo, en varias publicaciones especializadas como    CATEDRAL TOMADA: Revista de crítica literaria latinoamericana de la Universidad de Pittsburg: “El cine es una herramienta que abre la conciencia y la conduce hacia otros caminos…”

Gregorio, de Chasqui y La Teta  Asustada, de Claudia Llosa, pueden calificarse como películas emblemáticas para encontrarnos con nuestro pasado, presente y futuro. El análisis nos lleva  a los concursos de Miss Universo, que en  los años 80 entretuvieron a millones de personas, cuando  poco después la violencia se apoderó del país, con  la barbarie  senderista y después con la corrupción que infestó desde  distritos más lejanos  hasta  la Casa de Pizarro y el Congreso de la República,  acentuando la extrema pobreza en calles,  plazas, en desiertos y punas.



Madeinusa, también dirigida por C. Llosa,  constituye una mirada inédita a ese lejano universo de la sierra que, en los años 70 y 80, motivó un cine basado en la representación del maltrato, la  violencia o la explotación del poblador.

Esta realidad también se percibe en El caso Huayanay: testimonio de parte (1981), de Federico García, veterano realizador peruano, quien se inspiró en la historia real del ajusticiamiento de un abigeo a manos de los miembros de una comunidad rural.

Solo tres  películas, producidas  por  el Grupo Chasqui y  Llosa nos permiten corroborar  las imágenes de sobrevivencia   de un realismo que introdujo una banda de aventureros que asaltaron el Poder Político y Económico de este país.

 A través de la crítica al argumento y las características de las películas de estos cineastas, se construye una imagen del Perú,  que volvió a la democracia en 1980 y, desde entonces, ha sido gobernado por cinco sucesivos  presidentes acusados de corrupción y abuso de poder:  Alan García, Alberto Fujimori (condenado a 25 años de prisión pero indultado  al cumplir apenas una década), Alejandro Toledo (prófugo en EEUU), Ollanta Humala y su esposa (en espera de su retorno a prisión después de 11 meses de internamiento para evitar  su fuga) y Pedro Pablo Kuzcynski (prohibido de salir del país) no obstante gozar de residencia en EEUU)

Las películas de Chaski inciden en la pobreza y vulnerabilidad de niños enfrentados a la gran ciudad, Lima, y se anticipan a ese cine de la marginalidad que en los años 90 produjo cintas latinoamericanas tan logradas como Pizza, birra, faso. La vendedora de rosas. Ciudad de Dios.  Y Ratas, ratones, rateros.

En julio de 1982, después de dos regímenes militares (1968-1980), tuvo lugar en Lima,  el concurso de belleza “Miss Universo”, que contó con el auspicio del gobierno del arquitecto Fernando Belaunde, un admirador de las formas de la política tradicional y quien ya había sido presidente del país en los años 60.

La estética de Chaski potencia la riqueza del lenguaje audiovisual –la alternancia de imágenes de noticieros, escenas del concurso, tomas de las barriadas de Lima, testimonios en contra del certamen de belleza--, y logra crear un esquema binario: un mundo de fantasía y evasión, y por lo tanto inalcanzable, que es promocionado por la televisión, la cual “vende” este “paraíso”.  El Grupo Chaski, atrajo la atención  en festivales como los de Berlín y La Habana.

La obra de Claudia Llosa,  llamó la atención internacional por el triunfo de su segunda película, La teta asustada, en el Festival de Berlín, película que marca una continuidad respecto de la primera, Madeinusa.  Es   un retrato de los años posteriores a la guerra interna, los de la barbarie de Sendero Luminoso y la respuesta de las Fuerzas Armadas.

La conclusión es que la nación sigue un camino trágico y mantiene vigente aquella célebre interrogante de Vargas  Llosa en Conversación en La Catedral (1969): ¿En qué momento se había jodido el Perú?

Integrado inicialmente por Fernando Espinoza, Alejandro Legaspi, Stefan Kaspar, María Barea y Fernando Barreto, Chaski mantuvo su preocupación social y realizó dos largometrajes sobre niños que se enfrentan a la gran ciudad, Lima, en busca de sobrevivir.

Gregorio (1984) y Juliana (1989) son hasta hoy puntos de referencia de un cine que, basado en una estética y principios deudores del Neorrealismo y enfocándose en la calles de la ciudad como el gran lugar de desplazamiento, testimonió la grave crisis de una infancia abandonada a su propia suerte.

La propuesta ideológica y estética de Chaski prolonga una tradición que podría situarse en la célebre película de Luis Buñuel, Los olvidados (México, 1950).

Ya en el siglo XXI, el Perú ingresó, como otras economías de América del Sur, a una etapa de relativa prosperidad, gracias al alza del precio de los minerales y materias primas en el mercado mundial.

En suma, Madeinusa marca el inicio de una nueva etapa en el cine peruano, de una manera similar a las cintas mexicanas: Y tu mamá también y Amores perros, Ciudad de Dios (Brasil), y La ciénaga (Argentina),  representaron un encomiable nuevo giro en el mapa del cine latinoamericano.
La teta asustada en 2009, resulta alentador comprobar que Llosa, una joven realizadora, alcance un prestigio global y es, hoy por hoy, una de las contadas mujeres (al lado de Marianne Eyde, Nora de Izcue, Judith Vélez) en un gremio nacional conducido y dominado por cineastas varones.


Por su parte, en 2016, el Grupo Chaski reapareció con La última noticia, cinta que retorna a los años de la violencia y retrata la rutina de un periodista radial entre dos fuegos. Más de treinta años han transcurrido desde los trabajos iniciales del Grupo Chaski, que fueron difundidos internacionalmente en festivales como los de Berlín y La Habana.

Chaski y Claudia Llosa son cineastas que, en diferentes épocas y con distintos estilos, y a pesar del tiempo transcurrido y de los hechos ocurridos en el periodo que separa sus trabajos, coinciden en un minucioso registro de hechos traumáticos.

En el Perú de hoy, los gremios de cineastas persisten en la búsqueda de financiamiento local y foráneo, con miras al nacimiento, consolidación y expansión de una industria cuyo objetivo no sea, por cierto, solo producir cintas taquilleras.

El cine es una herramienta que abre la conciencia y la conduce hacia otros caminos, no solo como como ocurre en el caso de Chaski sino como ocurriría en la década de los 90 y principios del siglo XXI con películas latinoamericanas que  también tematizaban la violencia y marginalidad como La vendedora de rosas, Sicario, Pizza, birra, faso, Ratas, ratones, rateros, Ciudad de Dios y Amores perros.

En Juliana (1989), su segundo largometraje, el Grupo Chaski eligió a una adolescente para continuar su tratamiento visual y expresivo sobre la pobreza en Lima, los niños abandonados, que casi siempre huyen de su hogar y tienen que enfrentarse tempranamente a las exigencias de la vida, y genera una sensación de optimismo, pero al mismo tiempo, sugiere una ensoñación, como para olvidar por un momento los maltratos y las miserias.

La fantasía neoliberal en Perú. En los años 90, a partir del Consenso de Washington, que decidió el destino económico de la década para América Latina, se propone una reforma del aparato estatal, privatización de empresas, nueva política tributaria, y se impone la idea del libre mercado, el cual se autorregularía, sin la intervención de ningún mediador. Los años 90 significaron una época de mayor pobreza y marginalidad para los excluidos de las reformas neoliberales.
                                                
La teta asustada, un filme peruano en el universo del cine internacional, deja el ambiente mágico pero a la vez enrarecido de un pueblo andino para trasladarse a las periferias de Lima,  huyendo del conflicto, de las hordas de Sendero Luminoso o de las Fuerzas Armadas.

En 2014, Claudia Llosa retornó al Festival de Berlín, con su tercer filme, Aloft / No llores, vuela (sobre una madre que reencuentra a su hijo veinte años después de haberlo abandonado), rodado en Canadá y presentado, además, en 2015, con una nueva edición, en el Festival de Sundance.

Tanto los filmes del Grupo Chaski de los años 80 como las dos primeras películas de Claudia Llosa en este siglo que son profundos registros de episodios de la historia peruana, siempre marcada por crisis y ambivalencias. No son películas que piden una mirada facilista del espectador, todo lo contrario, cuestionan un orden social injusto, un país entregado a la corrupción y dominado por la violencia, el maltrato, el racismo y otros prejuicios y complejos.

En nuestra actual sociedad, aún con incipiente cinematografía, no es muy ambicioso exigir propuestas novedosas y peculiares, que convivan en armonía en la diversidad de géneros, enfoques y estilos, característicos de toda gran industria cinematográfica que trasciende fronteras.

Ciertas corrientes del cine peruano insisten, con fundamento, en mantener y ampliar la memoria colectiva en una sociedad caracterizada --y es triste comprobarlo a diario-- por el egoísmo y la frivolidad, sentimientos y expresiones que son directa consecuencia de un exacerbado culto a la misma corriente neoliberal.

Quienes se adhieren, sin más, a ella, prefieren ignorar la riqueza de las producciones culturales y peor aún, la historia milenaria del país.
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PAPELDEARBOL
Crónicas de Latinoamérica
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