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lunes, 30 de julio de 2018

SER EXTRANJERO DENTRO Y FUERA DEL PERÚ-pof Francisco Carranza


Francisco Carranza Romero*
Profesor de la Universidad de Corea del Sur

El peruano que vive dentro de su barrio y pueblo anda tranquilo y despreocupado de muchas cosas porque se siente seguro dentro de su corral. Si, personalmente o su familia, tiene buenos ingresos económicos y relaciones sociales hasta se carga de muchas ínfulas porque con estas ventajas todo se soluciona ya que la justicia se compra y se vende al mejor postor, con la excepción de algunos abogados, fiscales y jueces honestos que se esfuerzan por hacer la justicia. 

Ante algún problema se enfrenta a otros recurriendo al discurso clasista al que está acostumbrado: ¡No sabes con quién te metes! ¡No sabes quién soy yo! Desde el primer momento tutea a los mayores, desconocidos y autoridades. El tuteo, según los estudios de la Dialectología Hispánica, es una característica del castellano limeño; y Lima -capital del Perú- es el modelo lingüístico del país. Discrimina a los que no son de su grupo de poder, a los que no son del color de su piel clara. Es el pajarraco que quiquiriquea o cacarea en su corral.

Cuando el peruano desea salir legalmente del país por estudio, por labor o por turismo, recién comienza a sentir el peso real del pasaporte peruano que en la tapa dice “Comunidad Andina, República del Perú”. Comprueba que muchos países exigen la visa a los peruanos; y este permiso de entrada tiene su precio y se logra presentando ciertos documentos y cumpliendo los trámites que incluyen la entrevista personal. 

Son pocos los países que no piden visa al peruano. Sin embargo, muchos ciudadanos de los países considerados desarrollados tienen la entrada libre al Perú, no necesitan visa ni pagan el impuesto de 18% en los hoteles de varias estrellas que los peruanos sí deben pagar. ¡Qué suertudos! ¡Bienvenidos al Perú! En este caso no funciona la reciprocidad internacional de derechos y obligaciones. (Más sobre este punto: Francisco Carranza: El pasaporte peruano, ¿vale un Perú? 

Apenas el peruano sale del territorio nacional siente la real situación de ser un extranjero. Como estudiante, compite con los compañeros egresados de centros educativos de otros países. Allí va midiendo sus desventajas y ventajas. Es cuando necesita la humildad para remediar lo que hace falta y para demostrar lo que sabe más que otros. 

Si está en el mundo laboral, es el momento de aprender y comprender el modus operandi de la institución, preguntar y pedir consejos cuando no esté seguro de algo. Lo más importante: debe saber expresarse con la cortesía conductual y lingüística (cada lengua tiene niveles de cortesía), llegar a los compromisos con puntualidad, y responsabilizarse de lo que dice y hace. Y cuando comete un error (Errare humanum est), debe asumirlo y disculparse inmediatamente; pero, lo más importante, no volver a cometerlo. Olvidarse de la mala actitud de muchos peruanos que, en vez de asumir el error, se justifican con discursos muy conocidos que comienzan con frases: Es que… De repente… Pero… Sin embargo… Pero sin embargo… (dos conjunciones contradictorias juntas para enfatizar, o un simple error repetitivo).

El peruano que hace turismo debe viajar con la mente abierta y la disposición de aprender las novedades de cada pueblo y respetar las diferencias culturales. Ninguna cultura se puede considerar como el valorímetro universal. 

Ahora recurro a la lengua quechua para expresar la condición de la extranjería dentro y fuera del Perú. En el Quechua I (Áncash, Lima, Huánuco y Pasco) hay dos palabras que forman un par mínimo en lo fonético: waktsa (pobre), wakcha (huérfano) que tienen mucha relación semántica. Los hablantes del Quechua I (considerado el dialecto más anticuado), como se aprecia en las dos palabras citadas, distinguen muy bien los fonemas ts (africado alveolar) y ch (africado palatal). En el área del Quechua II (otras áreas del Perú, Bolivia, Argentina, Ecuador y Colombia) no existe el fonema ts, sólo aparece el fonema ch; por eso, en este dialecto, la palabra wakcha tiene dos significados: pobre y huérfano. 

Relacionando las dos palabras, comprendemos que la orfandad (de madre o padre o de ambos) es también pobreza. El huérfano vive la pobre realidad porque le falta el calor afectivo de los padres. El extranjero, lejos de la madre tierra, es también un pobre huérfano. Esta triste realidad se expresa así en Quechua I: Waktsa, wakcha aq runa (Pobre y huérfano extranjero). 

Pero, para sentir esta triste realidad de la extranjería no es necesario salir del país; también se siente la extranjería dentro del mismo Perú. Muchos provincianos llegan a las grandes urbes, como Lima, buscando mejores oportunidades laborales, mejores centros de estudio, mejores hospitales y más oportunidades de superación. Es el efecto del centralismo. Muy pocos están de visita; la gran mayoría es población migrante de las áreas andinas y amazónicas, áreas de menos atención del gobierno peruano. Cuando estos peruanos se atreven a hablar en quechua o en otra lengua nativa en Lima son vistos como gente extraña y de zonas subdesarrolladas. Hay que tener mucho valor y orgullo para hablar quechua en Lima.

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