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lunes, 2 de enero de 2017

LA TRAICION A LOS  LIBERTADORES, por Jorge ZAVALETA ALEGRE, desde Panamá




                                         Panamá  el puente aún  une los sueños de una América para  todos.JZA
Informe dedicado al Arq.  Rodó Tizanado, Paris, y a mis familiares en Lima, Trujillo y Maryland.
Jorge Zavaleta  Alegre, desde Panamá

El Canal de Panamá, que hasta  fines de la década de los  sesenta, era propiedad  de los  Estados  Unidos, al pasar a la  administración nacional, creó  la necesidad de construir una serie de vías  transoceánicas. Y así surgió  los  Proyectos  IIRSA,
Va la primera historia de este  ambicioso  proyecto   de  unión  del  Pacífico  y Atlántico. Camino a Ayacucho, surcando los Andes por la Vía  de   Los Libertadores, entablamos diálogo  con un técnico solitario que dirigía en la  década de los ochenta el tendido  de tubería para  trasladar el gas de Echarate, en el  Cusco  a  Lima.

Para  ello era necesaria  la soldadura  de  los tubos  por los cuales  discurriría el  gas  de Camisea  desde  los  subsuelos  de la selva, a las orillas del  caudaloso Urubamba.  Los Machiguengas, una comunidad nativa, poco o  nada sabía  de la  abundancia   de gas en el  subsuelo. No  obstante, la Shell  se retiró  después de dos  años  de negociaciones, porque la  estrategia  nativa era darle tiempo al  tiempo.

Mientras  tanto, los  apus  enviaron  a sus  hijos  a  una centenaria universidad  de Lima para que  aprendiera algo de recursos  del  subsuelo  y   ver   cómo  se podría tomar acuerdos  con  el gobierno nacional y la empresa  extranjera que   ganara  la licitación.

Mascarita, pseudónimo de un personaje  de un novelista latino, es uno de los  hijos que  estudió  leyes, alertó  a  sus padres  sobre   el  inmensurable  valor   del  gas  como  sustituto  del petróleo  y las   posibilidades de emprender  grandes esfuerzos  para que la madera  y el gas  pudieran ser  el  sustento  de la  estabilidad  de su pueblo   y  de  los  vecinos.

Por cierto  esta estrategia nativa  ignoraban  por completo los  empleados  de la  Shell,  pero  al  darse  cuenta  de la sapiencia  y  la presencia  de la Iglesia  Católica  y de otras  vertientes  del  evangelio, prefirieron  retirarse, con la presumida posición  que  Shell sería  llamada  años más, años menos.

Llegó  la década del setenta,  y  Odebrecht, la brasileña,  ya   tenía  el  inventario  del  subsuelo  sudamericano.  Y apuntó por  el  gas  del Cusco.  Esta  firma,  con sus  directivos  en la cárcel y habiendo comprometido  a centenas  de políticos  de varios países sudamericanos, había  creada  una oficina ad hoc en Ginebra, junto  a organismos  como la FAO, para que asuman la  función de incorporar en esta  y otras  instancias  del  poder, a politiqueros involucrados  en contratos  dolosos.

Mucha  tinta ha corrido  ya en torno a los sobrecostos  de las  llamadas  IIRSA, proyectos  agrícolas, túneles y parece que pronto la  justicia internacional,  con el  apoyo  del poder político  de los EEUU se podrán  ver resultados.

En medio de esta maremágnum que solivianta  el  asalto  de los  recursos  estratégicos, van apareciendo otros,  cuyos detalles, provocan la ira y la necesidad de emprender acciones jurídicas  y directas  para  resarcir  el  daño causado  a los  restos  arqueológicos  que han sido  violentados con la  construcción acelerada, sin la mayor  protección  de los  bienes arqueológicos  de la  Ruta de Los Libertadores, por donde baja el  gas del  Cusco, atravesando Ayacucho, Ica  y que mediante un muelle en alta mar esos  recursos son exportados a precio muy, pero muy por  debajo, a puertos de México  y que al  ser mezclados en la  bolsa  mundial,  el  gas de Echarate-Pisco, pierde escandalosamente el precio, pero  los negociadores, en su momento, fueron saludados como artífices  del milagro  del gas.  Para paliar  evidentes  reacciones, tendieron algunas  redes  y favorecieron  fábricas  de conocidos empresarios,  contratos que sacaron  de la inminente quiebra por el alto precio  del petróleo.

 Ese nuevo capítulo  del  latrocinio del  gas, fue  advertido  y descrito  por un taciturno, silencioso, parco, prudente, pero nada tonto. Era un húngaro, de unos 65 años, personaje que mitigaba  su  rutina, su  tedio, bebiendo sorbos de wiski escoses. Las largas esperas lo llevaron  a beber  cantidades que mitigaban su aburrimiento. Mientras los tractores y excavadoras  trituraban las rocas de los cerros, abriendo   trocha para  la red de tubería, él auscultaba la riqueza histórica bajo el subsuelo.

En  la vía  arrasada por los tractores y la tubería se  veían cientos, miles de  vestigios  pre incas, incas,  como vasijas y otros  enseres domésticos  que  las orugas metálicas no  dejaban rastro  alguno. Primero era el gas, luego los vestigios del pasado.  El entonces ministerio  de  Cultura  y entidades  complementarias  del  Ministerio  de Educación,  Instituto  Geológico y centenas  de estudiantes de rqueología,  nada pudieron hacer para detener  la  destrucción.  Solo el noruego de esta historia, logró que un área pequeña muy  cerca de Ayacucho, el  gasoducto  sea  desviado unas cuantas de decenas del  curso  gasífero.

El  desarrollo  de la minería, de las fuentes energéticas, explotación de nuestras tierras  no se debe medir necesariamente por el monto  las divisas  que ingresan y que tampoco  benefician a las mayorías. El cambio climático, la desglaciación acelerada de los nevados, las enfermedades  bronquiales, la ceguera, las depresiones y la pobreza de los alimentos en terrenos contaminados, no  forman parte de los códigos  de la moral, solo quebrantan definitivamente el sueño  de la tierra promisoria.

Sigamos desbrozando  los pormenores de las vías  de integración  de  América Latina,  fortaleciendo el  Canal  de Panamá, así opinan  técnicos  alejados  de negocios  ilícitos y lo que buscan  es la solidaridad mediante la geografía, mediante los viejas  rutas  del  Mar. A los ejecutores  de IIRSA, en un Estado moderno,  sensible a las necesidades populares, solo les espera la  cárcel.

















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