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viernes, 4 de noviembre de 2016

LA SOLEDAD EN LA SOCIEDAD CONTEMPORANEA Por Jorge Zavaleta Alegre

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DEJE UN COMENTARIO
Las ciudades en el presente siglo se han convertido, no obstante el torbellino de la comunicación digital, en espacios donde la soledad ha capturado la naturaleza de los habitantes de la urbe.
La Salud Mental en América Latina, empezando por el Perú, arroja un estado de gravedad muy agudo. “La depresión es el trastorno mental más común a nivel mundial.” En América latina el 5% de la población adulta padece de ella, pero la mayoría no busca —ni recibe— tratamiento, según la OMS.
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En el peor de los casos, la depresión puede conducir al suicidio —se estima que cada año unas 63 mil personas se quitan la vida en las Américas. Cuando el padecimiento es más leve también puede afectar la vida diaria, el trabajo y las relaciones personales.
La dimensión del problema se manifiesta en trastornos mentales y neurológicos que representan casi una cuarta parte de la carga de las enfermedades en América latina y el Caribe. Estos van desde depresión y ansiedad hasta el trastorno bipolar.
“Estas enfermedades impactan el día a día de las personas: desde su trabajo, hasta cualquier actividad cognitiva, estudiar, actividades familiares, actividades sociales”, dice José Miguel Uribe, psiquiatra y consultor del Banco Mundial.
EL CASO PERUANO
El Perú en el 2016, pasa por un complejo drama de supervivencia. Solo hay un psiquiatra por cada 300 mil peruanos. En Lima, el 30% de su población de 11 millones, tiene problemas de salud mental. Los 700 psiquiatras y 1500 psicólogos, trabajan fundamentalmente con clínicas y consultorios privados.
El Instituto Integración advierte que seis de cada diez peruanos pasan por un cuadro agudo de estrés laboral, debido a la inseguridad y a la falta de acceso a los servicios de salud.
No basta la Ley 29889 y su reglamentación, porque no existen posibilidades a corto o mediano plazo para imaginar el acceso a la salud mental y protección de la salud. Los establecimientos públicos de salud han llegado al colapso, en tanto los establecimientos privados trafican con el dolor humano. El dinero de la banca comercial se ramifica en cadenas de farmacias que llevan a domicilio el fármaco que disipa el insomnio o la depresión.
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Los laboratorios estadounidenses están de fiesta. El Tratado Transpacífico – TTP, establece un plazo de 25 años para que el sur pueda acceder a los más recientes avances de la medicina contemporánea. Y la India, con sus fármacos genéricos, es vista con recelo por los monopolios.
Los pueblos del sur están cada día más lejos del acceso a servicios de prevención, tratamiento, recuperación y rehabilitación psicosocial. Por ejemplo, el Ministerio de Salud del Perú solo cuenta con 21 centros comunitarios de salud mental en 6 regiones del país, los cuales carecen de servidores especializados y de medicina suficiente y adecuada.
Recién el 2007, en el Perú se empezó un diálogo entre diferentes actores para plantear una Ley de Salud Mental. Eran tiempos en los que el ciudadano y los profesionales de la salud tenían o actuaban con una mirada fragmentada. Se hablaba de leyes para dar mayor importancia al tratamiento del corazón o del riñón, y así gestó un universo de especialidades, perdiendo la visión unitaria de la vida, de la persona.
Diez años después se multiplican las especialidades, como los nichos de cementerios privados. La salud mental del Perú está más enferma que nunca. La corrupción administrativa arroja un balance del horror, del tráfico con la vida. La muerte civil a los corruptos que anuncia el presidente peruano Pablo Kuczynski, es una pequeña luz en el camino, que pone a prueba a un Poder Judicial venido a menos.
HACE 30 AÑOS
La Sociedad Peruana de Psicoanálisis, en su boletín de Abril del 2008, abordó el tema de la Salud Mental, ya tratado en 1980 por el psiquiatra peruano Saúl Peña, quien llamó la atención:
“La Salud Mental es una emergencia en la que participan residuos de una actitud demonológica, prejuiciosa, peyorativa y punitiva contra el enfermo mental”.
“Esta actitud proviene en primer lugar de los Gobiernos que han dado prioridad a la prevención de la salud física, no existe ningún programa organizado de prevención en salud mental en el país. Una salud física no puede ser concebida sin una salud mental correlativa. No es posible “dicotomizar” la salud humana propendiendo su aspecto físico y manteniendo el subdesarrollo de su aspecto mental.”
Viviana Valz Gen, de la SPP, señala que es impostergable la incorporación de la dimensión comunitaria y de promoción de la salud, a partir del reconocimiento de los recursos y que la atención en salud mental ya no debe ser en el hospital psiquiátrico sino en el hospital general:
“La salud mental dejó “formalmente de ser entendida como enfermedad mental, en su sentido que estigmatiza y discrimina, pero en el sentido común de mucha gente y de muchos profesionales de la salud, esta idea permanece, retoma como la reprimido y se actúa en el día a día del trabajo cotidiano, en la manera como se mira al otro”
La SPP comparte la urgencia de un presupuesto que priorice, no ya el hospital psiquiátrico, sino la promoción, la atención primaria en el hospital general, los sistemas comunitarios.
La reflexión entre los buenos profesionales de la Salud nos lleva a la ingrata imagen del ex presidente Ollanta Humala Taso y su primera dama Nadine Heredia, quienes no comprendieron en lo mínimo la invocación del presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, durante la asamblea de gobernadores en Lima, en noviembre del 2015.
Ying Yong, en décadas pasadas, promovió en el populoso distrito limeño de Carabayllo, un pequeño y simbólico proyecto de Salud Mental, como apoyo emocional a las madres, cuyos hijos necesitan un soporte integral de salud mental.
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La llamada de atención del BM, fue respondida por mandatario local con una partida de 20 millones de soles (6 millones de US$ para impulsar la Salud Mental en todo el territorio nacional. La sonrisa irónica del representante del BM fue más clara por parte de Roberto Lunes, economista de la Multilateral:
“La salud mental es un tema que afecta a mucha gente, y tiene un impacto importante sobre la productividad. Mucha gente pierde tiempo de trabajo o produce menos. Se habla muchas veces del impacto sobre la productividad de los problemas “físicos”, pero muy poco de la salud mental.”
La inadecuada salud mental también afecta más a los pobres, empeorando el círculo vicioso de la desigualdad en los países latinoamericanos. “Hay una clara relación entre la condición de vida y los trastornos mentales comunes”, dice Paulo Rossi Menezes, profesor del Departamento de Medicina preventiva de la Universidad de Sao Paulo.
Los pobres no solamente tienen más riesgo de padecer de un trastorno mental como la depresión -porque enfrentan más dificultades en la vida-, pero también tienen menos acceso a un cuidado adecuado.
Menos del 2% del presupuesto de salud en la región está destinado a la salud mental, según la OMS. Y en todas las regiones del mundo, el porcentaje de recursos que se destina a este fin no es suficiente para cubrir las necesidades básicas, según José Miguel Uribe.
En algunos países de América Latina, el camino de la Salud Mental va cambiando. En Brasil, por ejemplo, si hace 20 o 30 años la estrategia se enfocaba principalmente en trastornos mentales graves y pacientes en hospitales psiquiátricos, ahora se ha ampliado.
En el Perú la política de salud mental está sólo en el papel. En Lima, cargada de edificios, arrasando parques y plazas, prevalece el boom del ”rentismo”, ha encontrado su paraíso en esta plaza.
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